Sobre Dios y ciencia
En una artículo bibliográfico reciente de
la revista Scientific American, el evolucionista de Harvard Jay
Gould indica que muchos científicos no encuentran contradicción
alguna entre las creencias religiosas tradicionales y la visión
del mundo de la ciencia moderna. Señalando que muchos evolucionistas
han sido devotos cristianos, concluye: "O la mitad de mis
colegas son rematadamente estúpidos, o sino la ciencia
del darwinismo es completamente compatible con las creencias religiosas
convencionales, e igualmente compatible con el ateísmo;
probando así que los dos grandes dominios de la factualidad
natural, y la fuente de la moralidad humana no se superponen en
gran medida".
La pregunta sobre si la ciencia y la religión son compatibles
o no, surge a menudo, y Gould indica que, por su cuenta, es la
"diezmillonésima vez" que se ocupa de ello. Es
una pregunta a la que la gente se ve impulsada a dar respuestas
embrolladas. Las definiciones de Dios y las modalidades de actuación
de Dios en este mundo parecen muy elásticas, y el deseo
de combinar las teorías científicas y las doctrinas
religiosas ha impulsado a muchas personas muy sofisticadas a forzarlas
hasta el límite. A la postre, alguien tendrá que
ceder.
Para ayudarnos a situar el punto crucial, vamos a escuchar lo
que algunos científicos tiene que decir sobre Dios.
El Dr. John A. O'Keefe, astrónomo de la NASA y católico
practicante, ha dicho: "El sentimiento entre los biólogos,
desde Darwin, ha sido que toda la complejidad de la vida es accidental,
consecuencia de la operación de selección natural
de los productos químicos del núcleo de la tierra.
Esto es bien cierto...".
O'Keefe acepta que la vida se desarrolló en la tierra enteramente
mediante procesos físicos del tipo ideado por Darwin. Sin
embargo, hace hincapié en que muchos aspectos de las leyes
de la física tienen los valores precisos para permitir
la vida tal y como la conocemos. Concluye de ello que Dios creó
el universo para que el hombre lo poblara, más concretamente,
Dios lo creó en el mismo momento del "big bang",
cuando el universo y sus leyes físicas surgieron de la
nada.
Para dar apoyo a esta idea, O'Keefe cita al papa Pio XII, que
dijo en su locución a la Academia Pontificia de las Ciencias
en 1951:
De hecho, pudiera parecer que la ciencia actual, con un barrido
que recorre millones de siglos haya consegheedo ser testigo del
Fiat lux ('Hágase la luz') original, pronunciado en el
momento en que, junto con la materia, surgió de la nada
un mar de luz y radiación, mientras las partículas
de los elementos químicos se dividieron y dieron lugar
a millones de galaxias.
En estos momentos puedo que esto parezca una unión
razonable de ciencia y religión. Dios crea el universo
en un instante; luego todo se produce de acuerdo a los principios
científicos aceptados. De toda la historia del universo,
de mil quinientos millones de años, la primera fracción
de un segundo hay que mantenerla aparte, como campo sagrado, a
salvo de la curiosidad científica. ¿Estarán
de acuerdo los científicos en no traspasar este territorio
sagrado?
Desde luego que no. Stephen Hawking, ocupante de la sede de Isaac
Newton en la Universidad de Cambridge, asistió en una ocasión
a una conferencia sobre cosmología organizada por los jesuitas
en el Vaticano. La conferencia concluyó con una audiencia
con el papa. Hawking recuerda:
Nos dijo que estaba bien estudiar la evolución del universo después del 'big bang', pero no debíamos inquirir el 'big bang' mismo pues ese fue el momento de la Creación y por ello la obra de Dios. Me alegré al darme cuenta que él no sabía cual había sido el tema de la charla con la que había participado en la conferencia: la posibilidad de que el espacio-tiempo fuera finito pero sin límites, lo que significaría que no hubo comienzo, no hubo instante de la Creación.
Ya sea que la teoría de Hawking gane adeptos o no,
este episodio demuestra que la ciencia no puede permitir que ningún
aspecto de la realidad objetiva permanezca fuera de su dominio.
Podemos adentrarnos en este tema si consideramos las ideas de
Owen Gingerich del Smithsonian Center for Astrophisics de Harvard.
En una conferencia sobre la cosmología moderna y la creación
bíblica, Gingerich interpretó el "big bang"
como el momento de la Creación de Dios. Continuó
añadiendo que nosotros somos creados a la imagen de Dios
y que en nuestro interior reside "una chispa divina creativa,
un toque de la conciencia infinita, y la consciencia".
¿Qué es esa "chispa divina"? Las palabras
de Gingerich sugieren que es espiritual, y da paso a la conducta
objetivamente observable relacionada con la consciencia. Pero
la ciencia dominante rechaza la idea de una entidad consciente
que no tenga nada que ver con la física y que esté
influenciando la materia. ¿Podría la "chispa
divina" ser otro de los nombres del cerebro, con su programación
conductual introducida debido a la evolución genética
y cultural? Si fuera esto lo que quería decir Gingerich,
desde luego escogió términos equívocos para
expresarlo.
Freeman Dyson, del Instituto para estudios avanzados de Princeton
llegó a conclusiones similares a las de Gingerich, aunque
desde una perspectiva no cristiana:
No afirmo que la arquitectura del universo pruebe la existencia de Dios. Lo único que digo es que la arquitectura del universo es congruente con la hipótesis de que la mente juega un papel esencial en su funcionamiento. ...Algunos de nosotros podemos estar más dispuestos a tomar en consideración la hipótesis de la existencia de una mente o alma universal que subyace a las manifestaciones de la mentes que observamos... La existencia de un alma mundial es una cuestión que pertenece a la religión, no a la ciencia.
Dyson acepta plenamente la teoría de Darwin de la
variación debida al azar y la selección natural.
Sin embargo, también, y explícitamente, da a la
mente un papel activo en el universo: "Nuestra conciencia
no es un epifenómeno pasivo llevado a término por
aspecto químicos que se producen en nuestros cerebros,
sino un actor activo que fuerza los complejos moleculares a elegir
entre un estado cuántico u otro". También piensa
que, en cierto sentido, puede que el universo supiera que íbamos
a aparecer e hiciera sus preparativos para nuestra llegada.
Dyson se encuentra al borde de la herejía científica,
y no puede eludir este cargo diciendo simplemente que él
sólo habla de religión y no de ciencia. La mecánica
cuántica abarca tanto la casualidad como al observador
consciente. Dyson lo emplea como un bucle sin fin mediante el
que introducir la mente en el fenómeno natural. Pero si
los hechos cuánticos al azar siguen las estadísticas
cuánticas tal y como se calculan mediante las leyes físicas,
entonces la mente no tiene otra elección que seguir el
flujo como un epifenómeno pasivo. Y si la mente puede hacer
que los hechos cuánticos sigan estadísticas distintas,
entonces la mente viola las leyes de la física. Esas violaciones
son rechazadas no sólo por los físicos sino también
por los evolucionistas, que, definitivamente, no piensan que los
hechos generados por la mente, tengan un papel importante en el
origen de las especies.
Pudiera parecer que O'Keefe, Gingerich y Dyson están avanzando
ideas religiosas que son inaceptables desde el punto de vista
científico. Inaceptables porque proponen una narración
extra-científica de hechos que caen bajo el dominio de
la ciencia: el dominio de los fenómenos reales.
Para ver lo que es aceptable científicamente, vayamos a
las citas de Stephen Jay Gould. En su artículo del Scientific
American dice: "La ciencia se ocupa de la realidad factual,
mientras que la religión se dedica a la moralidad humana".
Podemos comparar esta cita a la del eminente teólogo Rudolf
Bultmann: "La idea de Dios es imperativa, no indicativa;
ética y no factual".
El extremo que Gould y Bultmann señalan es que Dios no
tiene nada que ver con los hechos del mundo real. Dios no se ocupa
de lo que es, sino de lo que debería ser, no de los fenómenos
del mundo sino de los valores éticos y morales de las personas.
Desde luego, de lo que se trata es de lograr una afirmación
escrita o hablada sobre lo que debería ser. Así
que si Dios se encuentra fuera de lo que es, no puede ser la fuente
de citas sobre lo que debería ser. Esas citas serán,
pues, simples reflexiones humanas, lo mismo que todas las citas
acerca de Dios. Tal y como lo dejó dicho Don Cupitt, filósofo
de la religión de Cambridge: "Ya no queda nada a lo
que pueda corresponder la fe, así que la única prueba
de la fe hoy en día es el modo en que funciona en nuestra
vida. Los objetos de fe, como Dios, se toman por ideales espirituales
guía por los que nos conducimos, no como entidades".
Puede que esto suene a ateísmo, y lo es. Pero no
hemos de detenernos aquí. La actividad religiosa humana
es parte del mundo factual, por lo tanto radica también
en el dominio de la ciencia. Mientras los religiosos "se
esfuerzan en pro de la moralidad", los científicos
inquisitivos se esfuerzan para explicar la conducta religiosa
del hombre --un caso único en el reino animal--, mediante
los presupuestos de la teoría darwiniana de la evolución.
Esto quedó empañado por una frase del propio Darwin
escrita en sus primeros apuntes: "Amor de la deidad, fruto
de la organización, ¡oh tú materialista!".
Las ideas religiosas, incluido el amor a Dios, surgen de la estructura
y los condicionantes del cerebro, y estos surgen de la evolución
genética y cultural. El mismo Darwin nunca se esforzó
en desarrollar estas ideas de modo amplio, pero en los años
recientes algunos sociobiólogos como Edward O. Wilson sí
lo han hecho.
Es decir ¿la ciencia de Darwin es compatible con las creencias
religiosas convencionales? Eso depende de las convenciones de
cada uno. Si al hablar de Dios usted se refiere a un ser espiritual
real que controla los fenómenos naturales, aun a un nivel
pequeño, el darwinismo se opone a esa idea, no porque la
ciencia empírica lo desapruebe, sino porque la misma idea
va contra el programa científico fundamental de explicar
todos los fenómenos mediante las leyes de la física.
Las creencias religiosas son compatibles con el darwinismo sólo
si mantienen que Dios no es más que una idea humana relacionada
con los imperativos morales. Pero si es eso lo que usted cree,
entonces en lugar de tener creencias religiosas usted lo que tiene
son unas creencias "científicas" sobre la religión.
A juzgar por las ideas teistas de O'Keefe, Gingerich y Dyson, muchos científicos renombrados creen en Dios y en el darwinismo. Pero en sus esfuerzos por combinar ideas verdaderamente incompatibles sucumben ante un pensamiento enrevesado. Y de ese modo comenten herejía científica, a pesar de ellos mismos. Si alguien tiene algún interés en saber acerca de Dios, debe reconocer que ese saber no es compatible con la ciencia imperante en la actualidad , y de manera particular no es compatible con el darwinismo.