Por: Naja CROTALIS

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Linda novia !

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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De "Piñatas " y "Chambelanes"

Hablar de los eventos sociales, siempre ha significado para algunos, el hilvanar uno tras otro, adjetivos calificativos casi siempre exagerados hasta la náusea y es cierto que la gente -especialmente la que sale casi todos los días en ellos- recibe con una sonrisa de satisfacción y nunca se toma la molestia de agradecer al cronista (¿los hay todavía?) O el fotógrafo de la fuente el haberlos mencionado.

O lo que es lo mismo, que para ellas -las «socialités» como decía un extinto compañero de clases es, como si dijéramos, una obligación- el que les dediquen todos los superlativos que el periodista encuentre en sus libros de consulta (cuando los tienen y los utilizan) o que se fusilan de notas prehistóricas o de gente dedicada al elogio por sistema: Y conste que no estoy hablando de columnistas políticos.

Pero detrás de esas «planas» tan perseguidas, hay muchas cosas que comentaremos aquí, un poco cáusticamente y que espero que no nos traerá consecuencias, porque ya sabemos lo sentidos que somos los campechanos para la crítica por más constructiva que ésta sea. Y en particular los «socialités» habituados, quien sabe porque a la adulación sin límites que no toleran ser criticados, en lo más mínimo.

Lo cual no implica que ellos en determinado momento no saquen las «tijeras» y destrocen a sus anfitriones o a los invitados a tal o cual reunión. En estos casos, las fiestas para quinceañeras son, casi siempre, la botana de las mesas, ya sea porque la festejada bailó o no los cinco o seis "valses" programados (aun cuando la niña ya haya roto seis pares de botas en las discos) o porque el vestido les haya gustado o no.

Esta segunda opción es casi siempre la más frecuente y de ella no tienen la culpa más que los propios padres. Comenzando porque las "fiestas de quince años" ya resultan totalmente obsoletas, cuando los chicos comienzan a salir solos desde los once, a fumar a los nueve y a echarse los tragos y demás etcéteras, desde que no han cumplido los trece. Y cuando digo "chicos" no hablo solamente de los varones.

No es exageración lo que digo, porque si esta servidora a sus veinticinco bien cumplidos, tiene fama de ser bastante "mal hablada" (mamá no platica conmigo desde que salí de la «Godoy») las chicas de hoy en día tampoco desmerecen en el uso de la lengua castellana con todas las palabras que imaginarse puedan o quieran, sobre todo cuando se habla de los novios, enamorados o como quieran llamarle.

Pero volviendo al tema de los festejos "quinceañeros", me parece que éstos son más para satisfacer a los padres, en particular a la mamá, que a la supuesta festejada a la que casi siempre se empeñan en vestir, cuando no de vampiresa antediluviana, de piñata navideña o similares, con los resultados que son de esperarse. En cualquier plana de sociales de cualquier periódico local puede ver los ejemplos más clásicos.

Comenzando por el color del vestido que, dentro de la tradición (¿cuál?) deben ser en rosa pálido, azul pastel, blanco virginal o amarillo pálido. Si la niña es prieta - por no decirlo más drásticamente- le endilgan un vestidazo color morado o rojo bermellón al que, para que no parezcan respectivamente berenjenas o mameyes, la llenan de escarolas amarillas, blancas o rosas logrando que se vean como "Kasimiro" de fiesta.

Ah ¿pero cómo ya están en edad de merecer? (¿merecer qué? le pregunté a mi abuelita una vez y no me contestó) las maquillan como apaches en película hollywoodense y encima les permiten ponerse sus primeros tacones que casi siempre miden 17 centímetros corridos mínimo (están de moda) para que luzcan más altas, aunque caminen como pollos en comal caliente.

Y de los chambelanes ni hablar!! Como la mayoría son chavos que están esperando una oportunidad para hacerse de "ropita nueva", ya han de ver las fachas. Cuando no los visten de militares (en shermes porque la gabardina cuesta muy cara) y los hacen parecer changuitos de circo, les prestan trajes del hermano o primo de la quinceañera o del galán, que en rara ocasión les queda de su medida. Los resultados son obvios.

Pero no se crean que estas visiones son privativas de las clases medias-bajas o medias-medias, porque también entre los que presumen de ser de sociedad, se ven este tipo de desfiguras. Cuando asistía a esas fiestas me tocó ver en el Náutico al nieto de conocido gobernador vistiendo saco de smoking, camisa de olanes, corbata de mariposa con "jeans" desteñidos y rotos muy a la moda, con sus tenis "Nike".

Y, haciendo a un lado el asunto de los cientos de padrinos que llaman los papás, en auxilio para los gastos casi siempre, esa costumbre de que la "niña" baile el vals con su papá, con sus padrinos, tíos, abuelos, compañeros de la escuela y del catecismo y hasta con el último de los invitados, así como el "figurado" con sus chambelanes y el "showcito" personal, me parece de lo más sádico que hay en estos festejos.

Más que su "primer baile" -como decían las abuelitas que no conocieron las discotecas donde su nietecita ha danzado desde que cumplió los nueve- parece su primer "maratón" y cuando ya se supone que la chica va a comenzar a divertirse con los amiguitos de su edad, o éstos ya están más que incrospidos o los adultos comienzan a irse porque ya falta poco para que el sol salga.

No es criticar por criticar. Creo, dentro de mis escasos años de experiencia, que hay "tradiciones" que debieran relegarse al olvido, antes de que entremos a otro "milenio", como dicen los experimentados comentaristas televisivos, bailando valsecitos que ni le gustan a la mayoría de los chavos y que ya nadie escucha más que en esas ocasiones de festejo, dizque juvenil.

Pero no sólo con las quinceañeras suceden estos desfiguros que, en ocasiones (también los hay bastante agradables y sensatos) sino lo mismo ocurre en las celebraciones nupciales, ya sean de día, de noche y de cualquier condición económica. Comenzando porque en éstas los que menos se divierten son los novios y si le sirven de variedad a sus invitados, en algunos pasajes de la fiesta. Vemos.

(Antes de proseguir, quiero aclararles que nada tengo contra la "sagrada institución del matrimonio" y no estoy hablando de uniones libres, ni de "compañías sentimentales" y otras zarandajas que inventaron los periodistas del espectáculo, para no decir que fulana vive arrejuntada con fulano. ¡Líbreme Dios de hacerlo, porque tengo la esperanza de casarme y no quiero que me excomulguen en mi casa!.

Es común escuchar entre nuestra gente aquello de que "no hay novia fea" (es que no conocen a un par de amigas que... mejor ni hablar de ellas). Basada en ello, creo que tienen razón pero por eso mismo no hay que colaborar a que tanto ella como él lleguen a su luna de miel convertidos en una pareja sudorosa, cansada y a veces, hasta andrajosa, que así acaban los vestidos después de las "tradiciones" (¡otra vez!) nupciales.

A la hora del bailecito de la "cola" o como quieran llamarle, la pobre desposada tiene que hacer equilibrios en una silla para lanzar tres o cuatro veces el "ramo (que no es el original, sino un simple manojo de flores compradas exprofeso) y luego sentarse a recibir otra andanada de abrazos mientras a su legal consorte lo bañan de alcohol, lo mantean y, a veces, hasta lo remojan en la alberca.

Supongo que esas "simpáticas" costumbres nos llegaron -vía televisión- de los estados del centro, pero son francamente desagradables, sin contar que la novia tenga que "donar una liga" - que se ha de quitar casi delante de los mañosos invitados- para que el galán se la arroje a sus amigotes, que, generalmente, ya están ebrios después de haber recibido en la boca un baño de aguardiente puro.

El resultado es que, entre abrazos desde la puerta de la iglesia, el baile intercambiado con suegros, papás y amigos; la brincoteada de la cola y el recorrido por todas las mesas, el vestido del que pudiera presumir posteriormente a sus nietos, ya está hecho una desgracia. Y que decir del smoking, traje o lo que lleve el novio que, casi siempre, acaba siendo una ruina totalmente desechable.

Y conste que no he hablado de los que se "comen la torta antes del recreo" -porque ese es un tema que no me compete, aunque hay mucha tela de donde cortar-. Lo único que quiero demostrar con esto es que hay muchas cosas detrás de las colecciones de fotos sociales que vemos ahora en las planas de los periódicos, más que leer los panegíricos, generalmente, exagerados de los colegas que se dedican a estos eventos.

Ya hablaremos de ellos en próximos números, con lujo de detalles y, quizás, hasta fotos y nombres. Chao.


17 Enero 1999

16-17

El Semanario de Opción, una buena elección.

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