Hoja 8 - "El solitario Chéjov" -  por Pablo Sodor.

Antón Chéjov

Anton Tsjekhov - Антон Павлович Чехов

   
Capítulo VII - El Amor    
"La Medicina es mi esposa legítima...  y la literatura, mi amante"
Como él mismo decía, fue "iniciado en los secretos del amor a la edad de trece años".
Para el investigador y biógrafo inglés Donald Rayfiel, Antón pasaba bastante tiempo en los burdeles, compartiendo el gusto de sus compatriotas por el vodka y las francachelas. Tal vez haya sido, por sobre todo, un hombre bondadoso, muy indulgente, al que es fácil imaginar confortando a mujeres afligidas, cuyas carnes nunca se atrevió del todo a tocar.
Sin embargo, a lo largo de sus tribulaciones personales, no emerge un hombre trivial sino profundamente consustanciado con el prójimo. Ya no queda duda de que sus obras teatrales se basan en sus propios desacuerdos íntimos, combinados con su acuciante preocupación por el destino de su pueblo.
Las piezas teatrales de Chéjov poseen un carácter eminentemente documental, con un tono que se asemeja mucho al candor despreocupado de sus cartas a los amigos, donde se refiere, por ejemplo, a sus accesos de impotencia o abierta lujuria, a su afán por eludir las obligaciones, a su repugnancia por el "sudor caballuno" de las prostitutas, a su devoción por ciertos rituales cristianos y su descreimiento.
La respuesta de Iván Bunin a la pregunta respecto si hubo en la vida de Antón Pávlovich un gran amor, es negativa.
Chéjov anotó en su agenda: “El amor o es el resto de algo que en tiempos era muy grande y ha degenerado o es parte de lo que en el futuro llegará a ser muy grande y en el presente no satisface y proporciona menos de lo que se espera”.
“Pienso que Chéjov – señala Kuprín - a nadie abrió y entregó su corazón a plenitud (se habló sí, acerca de un cercano y querido amigo suyo, funcionario de Taganrog), pero con los demás se relacionaba de manera generosa, independientemente del grado de amistad que tuviere y, al mismo tiempo, quizás, con gran inconsciente interés”.
Persistía en su soltería, contestándole a Suvorin, por aquella época director del diario “Nóvoe Vremia”, quien le aconsejaba buscar una mujer y casarse:
“Está bien, me caso, si así lo quiere. Pero con una condición: todo deberá seguir como hasta entonces, o sea, ella viviendo en Moscú y yo en el campo; viajaré para estar con ella. No soportaría una felicidad que se prolongase día a día, de la mañana a la noche. Cuando cada día me hablan sobre un mismo tema, en un mismo tono, me vuelvo una fiera. Por ejemplo, en compañía de Serguienko suelo ser brutal, porque él se parece mucho a una mujer (“inteligente y compasiva”) y porque en presencia suya me viene a la cabeza la idea de que mi esposa pueda parecerse a él. Prometo ser un excelente marido, pero concédame una mujer que, como la luna no aparezca a diario en mi horizonte”.
En otra misiva Chéjov es más preciso.
“Temo que una esposa y el orden familiar puedan llegar a oprimirme y, a mi modo de ver, no se comparece con mi desorden personal”.
“Poseía un encanto irresistible que obligaba a la gente a entregarse por entero a él, a abrirle el corazón y sincerarse con él: de ahí que conociera tan bien los más sutiles meandros del alma humana. En cambio él no le habría a nadie su corazón”, escribe el ya citado escritor Potapenko. Y agrega: “Experimentaba constantemente la necesidad de ternura, y hasta sus últimos años no tuvo una vida privada. Pensaba que ésta le exigiría, en tanto que hombre de letras, demasiadas atenciones y fuerzas. Y cuando al fin se permitió tal lujo (en 1901), vean de qué modo definió su situación.
“¿Me preguntas si es cierto que me he casado? Es verdad, pero a nuestra edad esto no cambia nada”. En 1901 conoció a la que sería su esposa, la actriz Olga Knipper. Fue un matrimonio inusual, ya que Chéjov permaneció retirado en Yalta (Crimea) mientras su esposa continuaba su carrera artística en Moscú, aunque mantuvieron una intensa relación epistolar que constituye un documento de gran valor literario.
Según Ronald Rayfield, Olga Knipper dividía su tiempo entre la casa de Chéjov en Yalta y su trabajo de actriz en Moscú, y también, por un tiempo, entre Chéjov y el director Vladimir Nemirovich-Danchenko (uno de los fundadores del Teatro de Arte de Moscú y socio de Stanislavski). Este triàngulo amorso - segùn Rayfield - era aparentemente permitido por Antón.
Iván Bunin anota en su diario: “A Chéjov no le gustaba el éxito. Tenía miedo de su propia fama, temía convertirse en un escritor “de moda”.
La crítica de su tiempo, en varias ocasiones, le fue adversa, ocasionándole mucho dolor, como por ejemplo, el estreno teatral de La Gaviota. En 1890 la revista “Russkaya mysl” («Русская мысль») lo llamó, junto a otro escritor ya olvidado, “sacerdote de una literatura sin principios”. Chéjov no demoró en escribir su respuesta:
“No he chantajeado a nadie, no he escrito diatribas ni denuncias contra nadie, no he lisonjeado, ni mentido, ni ofendido nunca a nadie, en una palabra, tengo muchos cuentos y artículos de fondo, los cuales de buena gana arrojaría a la basura debido a su inutilidad, pero no hay ni una sola línea de la cual hoy tuviera que avergonzarme. Jamás he sido un escritor sin principios o, lo que es igual, un sinvergüenza. Vuestra acusación es una calumnia”.
Incluso cuatro años después de su muerte, aparece un crítico de renombre, que con crueldad escribe: “En el transcurso de casi veinte años de actividad literaria, Chéjov, de modo tenaz, atribulado, no ha hecho otra cosa que matar la esperanza humana... Lo que ha hecho Chéjov, comúnmente se llama un crimen y como tal debe ser objeto de inexorable pena”.
No en vano Chéjov llegó a decir: “Los críticos son como el tábano que no deja trabajar a los caballos...”.
El escritor censurado, prohibido, acusado de pesimismo, de “carencia de actitud y de juicio moral”, de falta de seriedad, de no asumir posiciones políticas en sus obras, de no ver la realidad y el dolor de los demás, de bucear en el relativismo, pregonaba la idea de una sociedad de personas cultas en donde el delito en sí, los crímenes, robos y el adulterio se irían reduciendo hasta prácticamente desaparecer.
Este hombre ruso, sencillo, ajeno a la frivolidad, solidario, llegó a fundar, con dinero propio, tres escuelas para los campesinos pobres de Mélijovo, compraba libros y los enviaba a la escuela en Sajalín, a la biblioteca de Taganrog, colaboró en la construcción de un sanatorio para pacientes tísicos en Yalta, prestó ayuda médica en la hambruna desatada en Rusia en 1892, también en la epidemia de cólera, participó directamente en el censo de población y en muchas otras actividades de carácter social para las que siempre era convocado. Y en su testamento, cuando sus familiares dejasen de existir, cede al gobierno de Tanganrog los derechos sobre sus obras teatrales para ser destinados a la alfabetización y a las necesidades de la educación pública, deja a los campesinos de Mélijovo cien rublos para el mantenimiento del camino y termina pidiéndole a su hermana que ayude a los pobres y cuide de su madre.

Bibliografía y data:
Conferencia Embajada de la Federación de Rusia, Prof. Guarmeri
Letters of Anton Chekhov: to his family and friends.
Checkov: A Biography.(ernest Simmons, 1962)
Anton Chelhov and his Time (Cynthia Carlile, 1995)
 

El joven Antón Chéjov
 
 
T. Schepkina-Kupernik, L. Yavorskaya y Anton Chejov (1893)
 
Antón Chéjov (1894)
 
Chejov en Yalta. De izq. a der. su madre Yevgeny Yakovlevna, su hermana Mariya Chekhova y su flamante esposa, la actriz Olga Knipper (Yalta, 1902)
 
 
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