Hoja 5 -  "El solitario Chéjov" -  por Pablo Sodor.

Antón Chéjov

Anton Txekhov - Άντον Τσέχοφ


 

Antoscha Chejonté

Cuando joven,  Antón Chéjov escribía relatos humorísticos para diarios moscovitas y también criticas teatrales casi despiadadas. Pero por entonces no firmaba como Chéjov sino como Antoscha Chejonte.
Tiempo después, el joven médico, que sentía una innata atracción hacia la escritura, reconocería haber "adoptado una actitud completamente frívola".

 Sarah Bernhardt 1881

El 26 de noviembre de 1881, Sarah Bernhardt, la actriz más famosa de Francia, viajó a Moscú para representar durante doce noches en el Teatro Bolshoi, la obra "La Dama de las Camelias" de A. Dumas (h).
Por entonces, ningún periodista fue tan severo como Antón Chejonté (seudónimo usado por el joven Chéjov) que escribió en El Espectador una crítica del espectáculo, realmente despiadada (e injusta): A pesar de las habilidades histriónicas de la Bernhardt, Chéjov declaró que era tan inexpresiva y tan tediosa que “no volvería a escribir sobre ella aunque el editor me pagara cincuenta kopeks por línea”. Ella “no tiene chispa, lo único que nos hace llorar lágrimas calientes y desvanecernos. Cada suspiro de Sarah Bernhardt, sus lágrimas, su extenuante gesticulación y toda su interpretación no es más que una lección bien aprendida y sin fallos”.
 
Capítulo IV - Moscú - Melikhovo - Yalta
El humor y la sátira, referida a temas del momento, le van granjeando fama de buen observador y agudo crítico de la realidad, aunque por ahora, en tono jocoso. Chéjov se burla de la chabacanería, de la vanidad, de la vulgaridad y de la estupidez humana.
Las condiciones de su entorno familiar y de trabajo lo agobian. La familia se muda a una nueva casa, pero las dificultades persisten.
“Escribo en pésimas condiciones, rodeado de huéspedes, niños, música y lecturas de la Biblia (...) En el cuarto vecino llora el hijo de un paciente (...) Mi cama está ocupada por un familiar que llegó de visita y a cada rato viene a hablarme de medicina. El niño sigue aullando. Acabo de tomar la firme determinación de nunca ser padre. Pienso que los franceses tienen pocos hijos porque son un pueblo literario”.
Y mientras tanto, las hojas en blanco son asaltadas, sin ofrecer resistencia, por la tinta oscura de una letra finita, casi minúscula, delicada y muy clara, que se desliza sobre el papel con levedad, ligera, precisa y nítida. El mundo chejoviano se ponía en marcha en humoradas de amena lectura y festivo divertimento.
A los veinticuatro años cuelga el título de médico y edita su primer libro de cuentos “Leyendas de Melpómene” («Сказки Мельпомены», 1884) que, al igual que ocurre con el siguiente libro “Cuentos estridentes” («Пёстрые рассказы»,1886) no le acompaña la suerte: el primero se pierde entre los estantes de una librería para niños y el segundo, nadie sabe por qué, no es editado. Su producción literaria en estos años es imparable. Sólo en un año y tres meses escribe ciento veintiocho cuentos. De ellos selecciona dieciséis y edita en 1887 «En el crepúsculo» («В сумерках»). Un título por demás alegórico. «La vida es el crepúsculo y el lector que compre el libro debe leerlo bajo la luz crepuscular, al sosiego de los quehaceres diarios», - escribe Chéjov a su hermano Alexander-.
En un hecho sin precedentes, este joven hacedor de cuentos, pues nadie en la época consideraba escritor a un humorista, recibe el premio nacional de literatura Pushkin, otorgado por la Academia de Ciencias.
Antiguo dibujo de la casa en Moscú, donde Chejov fue a vivir con sus padres, hermanos y hermanas, desde 1886 a 1890. La casa era conocida como Korneyev.

Chejov con amigos en Milikhovo, donde vive desde 1892 hasta 1899,  A partir de 1887 sus libros comienzan a tener éxito y fue entonces que se dedica de lleno a la literatura.

A partir de 1899, Chejov decide vivir en Yalta. En la foto, posando en su oficina de Yalta.
El éxito fue rotundo: doce ediciones en dos años. Tal es así que ya en el primer año de práctica médica vacila entre abandonar la profesión y dedicarse por entero a la literatura.
Sin embargo, Chéjov mantendrá su fidelidad al juramento hipocrático. Viviendo más tarde en su finca de Melikhovo trabajó como médico de provincia en forma desinteresada y apasionada. Durante la epidemia de cólera que arrasó Rusia en la última década del siglo XIX le encargan organizar un puesto sanitario preventivo en su casa de Mélijovo (o Melikhovo). Levanta puestos sanitarios también en otras localidades, sin ayuda financiera alguna, sin instrumental médico ni medicinas; lo hace todo él solo, pues ni siquiera le envían un ayudante.
Aunque siempre lo escondió o trato de disimular, sabemos por su correspondencia intima a familiares, que pasó gran parte de sus 44 años gravemente enfermo a causa de la tuberculosis que contrajo de sus pacientes a finales de 1880. La enfermedad le obligó a pasar largas temporadas en Niza (Francia) y posteriormente en Yalta (Crimea) ya que el clima templado de estas zonas era preferible a los crueles inviernos rusos.
Una escritora contemporánea suya anota:
“Chéjov atendía a los pacientes, recorría las aldeas, daba charlas sobre cómo luchar contra el cólera, se enojaba, convencía a la gente, lo hacía con ardor y escribía a sus amigos: “Hasta que no termine mi servicio en el Consejo Municipal dejen de considerarme un literato”. Sin embargo, - continúa la escritora, - él no podía dejar de escribir”.
En Chéjov coexistía la necesidad imperiosa de creación literaria y de ayuda al prójimo, de acercarse a los más necesitados y prestarles auxilio. "El deseo de servir al bien público,- decía- debe ser, indefectiblemente una necesidad del alma, la condición de la felicidad personal"
Aunque siempre lo escondió o trato de disimular, sabemos por su correspondencia intima a familiares, que pasó gran parte de sus 44 años gravemente enfermo a causa de la tuberculosis que contrajo de sus pacientes a finales de 1880. La enfermedad le obligó a pasar largas temporadas en Niza (Francia) y posteriormente en Yalta (Crimea) ya que el clima templado de estas zonas era preferible a los crueles inviernos rusos.
La segunda mitad de los años ochenta del siglo XIX son años de formación y de afianzamiento del estilo y de la concepción que del mundo y de la sociedad tenía Chéjov. Son años en que en la literatura rusa la novela va cediendo posiciones frente al cuento o al relato. Tolstói publica su última novela «Resurrección» en 1889, diez años después de «Anna Karenina». De los nuevos autores se esperaba que escribiesen novelas «como las de antes». Sin embargo, los nóveles autores se inclinaban por las mal llamadas «formas menores». « Me exigían escribir una novela, de lo contrario no tenía derecho a llamarme escritor», le confiesa a Iván Bunin.
En estos años conoce al músico Piotr Ilich Chaikovski (Пётр Ильи́ч Чайко́вский 1840-1893) a quien le dedica algunos de sus libros. Pensaban escribir juntos un libreto, el cual no se materializó, sobre una obra de Lérmontov. «Pero sin marchas ni procesiones - le dice Chaikovski-, no me gustan ». Chéjov amaba las romanzas de Glinka, las canciones populares rusas, los nocturnos de Chopin y el «Claro de luna» de Beethoven. Veneraba la obra de Chaikovski, especialmente «Eugenio Oneguin» y las romanzas con letra de poetas rusos.
 
   

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