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La primera vez que vi al licenciado Tirso R. de la Gala Guerrero fue durante una gira de trabajo que, como presidente del Ayuntamiento de Campeche, realizaba por el sur del municipio. Recuerdo su perfil: alba guayabera, zapatos como espejos, micas oscuras sobre los anteojos, bien trazada la raya del pantalón, reloj y plumas de oro, grises preludios de canas en la cabeza, adusto, aunque de sonrisa fácil. De palabra fluida, hilvanaba sin complicaciones episodios históricos nacionales y locales, y respondía con habilidad peticiones y reclamos. No tuve mayor acercamiento con el ex alcalde, ex dirigente estatal del Partido Revolucionario Institucional y ex diputado local, entre tantas otras responsabilidades públicas, y lo lamento, porque la relación con los hombres públicos implica siempre la oportunidad de aprender algo de ellos. De entonces para acá han pasado largos años, incluidos aquellos cuando el profesor Eraclio Soberanis Sosa estuvo a punto de ser el candidato del Partido Revolucionario Institucional, si no hubiera sido porque a última hora el hoy extinto Luis Donaldo Colosio Murrieta impuso al ingeniero Jorge Salomón Azar García, en parte por la amistad que mantuvo con él cuando ambos cursaban estudios en el Instituto Tecnológico de Monterrey y en gran medida como activo de su estrategia rumbo a consolidar sus aspiraciones a la presidencia de la república. De entonces para acá ocurrió también el único intento frustrado de acceder a un cargo político que le conozco a De la Gala Guerrero, el retiro de su candidatura al Senado de la República para abanderar al jurista Trinidad Lanz Cárdenas, luego de las versiones que circularon en diversos medios periodísticos sobre la caída de una avioneta cargada con droga en el rancho Siete Copas, de su propiedad. Respecto a esto último y debido al nombramiento expedido hace algunos días por el gobernador del Estado, José Antonio González Curi, a favor de Tirso R. de la Gala, como director del Instituto Campechano, se reciclaron aquellos comentarios, aunque las fuentes son diferentes. No puedo afirmar lo que no sé de cierto, pero es una realidad que las interrogantes públicas más insistentes en la actualidad se formulan en el sentido de por qué el licenciado De la Gala en su momento guardó silencio ante las informaciones del Siete Copas y ahora afirma que lo infaman quienes tratan de involucrarlo con el tráfico ilícito de estupefacientes. Sus motivos tuvo, aunque pocos han de ser quienes las conocen. En serio, no le veo al político Tirso cara de tener nexos con el narcotráfico, pero en mi condición de militante del PRI y en su calidad de ex dirigente estatal del tricolor, como a muchos otros compañeros de partido, creo que me debe una explicación, así sea en corto. Por lo anterior, hago a un lado ese asunto para abordar un ángulo que se antoja muy interesante: ¿Cuáles pueden ser los verdaderos motivos por los cuales el notario Tirso R. de la Gala fue traído de nuevo a los reflectores públicos? Pueden ser varias las razones, citaré algunas y aclaro que al respecto me han nutrido varias personas y aquí incluyo desde un insistente estudioso de la política que quiere llegar al 2000 con una preparación formal sobre la materia, un amigo a cuya calidad de periodista crítico añado su cualidad de ser amigo de mis amigos, hasta jóvenes en apariencia inexpertos pero que son activos militantes partidistas-. Va el borrego al pasto, que la asunción de Tirso R. de la Gala Guerrero a la Dirección General del Instituto Campechano es resultado del maximato de Jorge Salomón Azar García pactado a tres años con José Antonio González Curi. Cuesta trabajo creerlo y obliga a depositar en el cesto de la basura aquello de que el poder se ejerce, no se comparte. Los elementos de juicio para lo anterior serían particularmente dos, la reciente presencia del ex gobernador Azar García en Campeche a fin de, entre otras cosas, solicitar el cargo para su ex coordinador general de campaña, y el hecho de que la mayor parte de sus colaboradores conservan sus puestos en la actual administración, cuando la conducta política tradicional con cada cambio de mando estatal era sustituir a la mayor parte de los titulares de los puestos clave, por los hombres y mujeres más cercanos al nuevo responsable del Ejecutivo una buena cantidad de los cuales lo habían acompañado como colaboradores de campaña-. Si la realidad fuera esa, muchas cosas en apariencia incomprensibles se trocarían en nítidas. En lo personal creo que el extremo del hilo se encuentra más ahí. Otra línea es que el retorno de Tirso R. de la Gala Guerrero a la vida pública tiene como principal objetivo ser el elemento distractor para que el gobernador José Antonio González Curi ponga en marcha decisiones políticas que tendrían relación directa con la próxima y en apariencia lejana sucesión gubernamental y cuyos eslabones de amarre PRI-oposiciones tendrán que ser las elecciones municipales en El Carmen y Campeche. No es posible negar la inteligencia del mandatario y su experiencia política. Él sabía y sabe que, con sustento o sin él, el nombramiento del licenciado De la Gala traería a colación lo del Siete Copas. El ahora director del Instituto Campechano tampoco pudo haberlo pasado por alto. Si aquel nombró y éste aceptó, resulta bastante creíble que se trate de un posible acuerdo de operatividad política con rumbo al porvenir y que en él se esté poniendo a prueba la institucionalidad del ex dirigente estatal del PRI, a pesar de que, por supuesto, no es necesario porque es un hecho que a pesar de las versiones que sobre él recayeron, Tirso R. de la Gala Guerrero en todo momento se mantuvo callado, sí, pero también leal y disciplinado al Sistema y al partido que le retiraron la candidatura al Senado. Si a la vista surge una realidad es que el Instituto Campechano tiene nuevo director general con un compromiso público mayúsculo, elevar a la institución al nivel de un centro regional de posgrado. Por el bien de nuestra juventud es de desearse que cumpla. Las dudas son muchas y especialmente una resulta inquietante, ¿el licenciado Tirso abre el camino de la próxima sucesión estatal?, o con su aprobación- ¿es nadamás una especie de carnada para entretener a una prensa por naturaleza hambrienta de información, en tanto el caldo político se hierve en otra parte? Va el borrego al pasto, que la asunción de Tirso R. de la Gala Guerrero a la Dirección General del Instituto Campechano es resultado del maximato de Jorge Salomón Azar García pactado a tres años con José Antonio González Curi. Cuesta trabajo creerlo y obliga a depositar en el cesto de la basura aquello de que el poder se ejerce, no se comparte. Los elementos de juicio para lo anterior serían particularmente dos, la reciente presencia del ex gobernador Azar García en Campeche a fin de, entre otras cosas, solicitar el cargo para su ex coordinador general de campaña, y el hecho de que la mayor parte de sus colaboradores conservan sus puestos en la actual administración, cuando la conducta política tradicional con cada cambio de mando estatal era sustituir a la mayor parte de los titulares de los puestos clave, por los hombres y mujeres más cercanos al nuevo responsable del Ejecutivo una buena cantidad de los cuales lo habían acompañado como colaboradores de campaña-. Si la realidad fuera esa, muchas cosas en apariencia incomprensibles se trocarían en nítidas. En lo personal creo que el extremo del hilo se encuentra más ahí. Otra línea es que el retorno de Tirso R. de la Gala Guerrero a la vida pública tiene como principal objetivo ser el elemento distractor para que el gobernador José Antonio González Curi ponga en marcha decisiones políticas que tendrían relación directa con la próxima y en apariencia lejana sucesión gubernamental y cuyos eslabones de amarre PRI-oposiciones tendrán que ser las elecciones municipales en El Carmen y Campeche. No es posible negar la inteligencia del mandatario y su experiencia política. Él sabía y sabe que, con sustento o sin él, el nombramiento del licenciado De la Gala traería a colación lo del Siete Copas. El ahora director del Instituto Campechano tampoco pudo haberlo pasado por alto. Si aquel nombró y éste aceptó, resulta bastante creíble que se trate de un posible acuerdo de operatividad política con rumbo al porvenir y que en él se esté poniendo a prueba la institucionalidad del ex dirigente estatal del PRI, a pesar de que, por supuesto, no es necesario porque es un hecho que a pesar de las versiones que sobre él recayeron, Tirso R. de la Gala Guerrero en todo momento se mantuvo callado, sí, pero también leal y disciplinado al Sistema y al partido que le retiraron la candidatura al Senado. Si a la vista surge una realidad es que el Instituto Campechano tiene nuevo director general con un compromiso público mayúsculo, elevar a la institución al nivel de un centro regional de posgrado. Por el bien de nuestra juventud es de desearse que cumpla. Las dudas son muchas y especialmente una resulta inquietante, ¿el licenciado Tirso abre el camino de la próxima sucesión estatal?, o con su aprobación- ¿es nadamás una especie de carnada para entretener a una prensa por naturaleza hambrienta de información, en tanto el caldo político se hierve en otra parte? |
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