HORMIGA REBELDE
En lugar de dormir la siesta
bajo el aplastante sol de febrero, Lalo prefirió recorrer el monte guaraní en
compañía de su perro haragán. El niño era un lugareño del paraje Yerbatero Emboreyé,
en la norteña provincia de Misiones. Fue ladeando el arroyo Chogüy entre los
verdes de la espesura con desprolijo suelo fecundo, sobre la tierra colorada
que impregna todo como al cuerpo de Lalo, un morocho-rojizo desde el cabello
hasta los dedos del pie, los cuales se les escapaban entre las fatigadas
hilachas de sus zapatillas.
Después de caminar un largo trecho
decidió descansar a orillas de un remanso mientras su perro acorralaba a una
comadreja. Medio adormecido, le llamó la atención un camino de enormes hormigas
negras, típica especie mesopotámica. Abriendo grandes los ojos siguió el paso
de los animalitos hacia su “tacurú”, como se denomina al hormiguero en lengua
guaraní, aquellos que pueden verse como montículos de tierra arcillosa de casi
un metro de altura, y de forma cónica. De pronto, una hormiga sonriente detuvo
su marcha al tiempo que le ofrecía una carta fantástica que venía trayendo a
cuestas. La curiosidad hizo que el niño la tomara desesperadamente y, en medio
de la intriga, abriera el diminuto sobre con varias hojas que no resultaban
fáciles de leer, por su tamaño y el lenguaje utilizado. Entonces colocándose
los lentes de la ingenuidad y, empleando el místico saber, Lalo tradujo el
idioma “hormiguístico” sin mayores dificultades. El mismo decía:
“A los seres humanos: Me dirijo a
ustedes para contarles primeramente que soy un Insecto himenóptero, me llamo
Hormiga, creo que mis padres son brasileños porque soy bastante negra, mido 3
cm. desde las antenas al culito. Además soy muy patuda, pertenezco a las
obreras y tengo familiares que vuelan. Nunca fui a la escuela, y si escribo con
errores es porque sé hacerlo más o menos pero soy malísima para leer, todavía
no aprendí eso de los puntos, las comas, acentos y ¡Qué sé yo! Pero no se rían
tanto de mí, porque leo igual, igual que ustedes. Estoy cansada y no quiero ser
más una triste hormiga obrera. Haciendo comparaciones he soñado en convertirme
en un ser humano. Los admiro por la maravillosa forma de vida que llevan,
resguardando a la naturaleza y tan preocupados en amar y ayudar al prójimo.
Ustedes Al nacer ya saben si son nenas o varones, en cambio nosotras no lo
sabemos hasta ser adultas, por eso no vestimos pantalones ni polleras, no
tenemos problemas de corpiños ni calzones, tampoco usamos bigotes ni nos
pintamos los labios. Los bebés pueden jugar, los miman, duermen con un osito de
peluche, y comen golosinas riquísimas como el helado de palito. En cambio
nosotras salimos del huevito, nos enseñan a caminar y enseguida nos mandan a explorar,
pero las hormiguitas quisiéramos dormir abrazadas con un gusanito o lombriz de
lana y probar un verdadero helado, porque lo único que hacemos es chupar
palitos. Tampoco tenemos recreos como en la escuela ni siquiera la alegría de
hacer deberes en casa. Las comidas nuestras dan pena porque son hongos y yuyos
sin mayonesa, por eso envidiamos a los niños que les preparan exquisitos guisos
de mondongo con repollo o sopas de hígado con berenjenas. ¡Cuántas cosas
riquísimas! Las hormigas peleamos entre nosotras por cosas pequeñas y nos
tiramos con hojas, porque si lo hiciéramos a patadas nos mataríamos con tantas
piernitas. En cambio las chicas humanas son tan dulces entre ellas, no son
celosas, nunca discuten y mucho menos si son hermanas. Además los varones
demuestran ser ángeles cuando juegan al fútbol. ¡Qué educaditos! Ustedes viven
en grandes casas de cemento y nosotras armamos el tacurú, donde las
herramientas son nuestras manos y nunca terminamos las galerías con cuevas y
túneles porque son infinitas, no existen los feriados ni las huelgas. Lo más
importante es cuidar el futuro, ¡salvaguardando los huevitos! Las mujeres hacen
tantas cosas… pero nosotras tenemos una señora hormiga que no trabaja, tiene
una pila de novios, vive haciendo huevos y ¡Encima se hace la Reina! Los
humanos nos facilitan la tarea evitándonos miles de pasos hasta subir a la copa
de un árbol, ellos son tan buenos que los talan, talan y talan como para que
tengamos alimentos para la eternidad, dejan el campo pelado y gracias a ello
desaparecen los animales depredadores, como millares de mariposas, monos,
pájaros multicolores que creen cantar bien y hacen un griterío espantoso. Por
suerte han exterminado al oso hormiguero, un verdadero asesino, y de paso, al
tumbar cada árbol destruyen los nidos, cubiles con crías y todo, evitando esa
reproducción tan molesta de los bichos silvestres. El hombre es muy, muy
solidario y generoso con nosotras. Hoy realicé como cincocientos viajes con
hojitas que cada una multiplicaba el peso de mi propio cuerpo, pero después, en
rebeldía, me aparté del camino pensando que yo nunca comeré tanto. ¡Estoy
cansada, quiero ser una humana! Estoy muy cansada porque en el tacurú se hace
todo por las demás hormigas: como las cuevitas seguras y calientitas para que duerman
sobre verdes hojas las obreras de la colonia, hay que llenar depósitos con
toneladas de víveres, no se puede descuidar la defensa de la Reina y las
guardias para asegurar el futuro… ¡Salvaguardando los huevitos! Pero yo quiero
ser libre como el hombre ¡Que cada uno se las arregle como pueda! Firmado: la
Hormiga Rebelde”.
El pequeño lalo quedó conmovido y
asombrado. Así volvió a su casa arrastrando los pies y pensativo. Al ser
observado por su padre, éste le preguntó:
- ¿Adónde estuviste hasta esta hora,
Hijo?
- Por allá, en un tacurú, papá.
- ¿En un hormiguero?
- Bueno, estuve en el monte, leyendo la
carta de una hormiga rebelde.
- ¿Qué te pasa, Lalo? ¿Has estado
durmiendo, soñando? ¿Tomaste vino?
- No, papá. Pero ahora sueño con ser una
hormiga negra, estoy avergonzado de ser un humano, porque los hombres dañan la
naturaleza, su flor y fauna, contaminan el aire, el agua de los ríos, y
demuelen la ecología.
- Mirá Lalo, para ser hormiga negra te
sobra color… ¡Pero ahora empezá trayendo leña!
- Sí, papá. Haré cincocientos viajes o
los que sean necesarios.
- ¿Pero podrías explicarnos cómo pensás
vivir, señor hormiga?
- Sí, cómo no. Viviré como cualquier
hormiga: ¡Cuidaré la naturaleza sobre todas las cosas! Trabajaré sin ir a la
escuela, viajaré y seré feliz en Colonia, viviré con muchas compañeras
durmiendo sobre hojas verdes, pasearé por galerías y me aseguraré una cuevita
calientita y lo más importante para salvaguardar el futuro: ¡cuidaré los
huevitos!
Autor: Edgardo González.
Buenos Aires, Argentina.