Sarcasmos,
indiferencias y un casi enamorado
Ya han pasado seis años
desde la captura de Ken. El nuevo Siberian, que apareció al año después de
la captura de su predecesor, es un joven atento, delicado, de buenos
sentimientos para los demás.
Al momento de su llegada,
ninguno de los miembros del Weiss pasó por alto su
particular parecido con su antecesor, tanto físico como psicológico:
inclusive tenía actitudes características del ex jugador de futbol,
lo cual dificultó muchas veces el trabajo en equipo, tanto dentro de la
tienda, arreglando flores, como fuera de ella,
matando gente.
Tardaron más de un mes en
adaptarse al nuevo elemento. Era muy común que Yohji lo llamara KenKen,
como también Omi lo tratara como Ken – kun. El parecido era de
alguna manera…tétrico, puesto que les recordaba día con día, que su
compañero en asesinatos y su amigo en la vida
cotidiana ya no estaba con ellos. Lo más probable es que estuviera
muerto, porque el pensarlo con vida no pasaba más allá de una
fantasía.
Todos tuvieron
diversas teorías, de cómo pudo haber muerto, cómo debieron haberlo
torturado, y la lista seguía, porque los medios
eran diversos. Cómo no saberlo, si después de todo, ellos
también eran asesinos, y los métodos no
diferían del resto del gremio, ya sean del bando contrario o
no. Lo único que rogaban era que hubieran sido
misericordiosos con él, y le hayan dado muerte
rápida. Después de todo, quién querría hacerle daño a una persona tan
cálida y humana
como Ken.
En cuanto a Aya, todo era un
misterio. No sabían qué era lo que pensaba o quería creer respecto del
destino de su compañero, amigo y novio. Muchas veces, meses después de la
captura, por las noches, Omi pasaba frente a la puerta de Aya, y no
podía evitar poner su oreja sobre la puerta, para
escuchar algún ruido, algún lamento, algo. Cualquier cosa que
indicara que era humano. Pero siempre recibía nada, solamente
silencio. Atribuyéndolo al sueño, se daba por
vencido en su búsqueda de algún sonido proveniente del pelirrojo,
creyéndolo dormido.
Pero si hubiera abierto la
puerta, habría encontrado a Aya, en posición fetal, abrazando la pelota
favorita de fútbol de Ken, que era una de las tantas que él
tenía, pero sólo esa tenía la categoría de predilecta, porque era
aquella que él le hubieran regalado en uno de sus
tantos cumpleaños.
Ken la atesoraba como
nada en el mundo, porque se la había regalado él, y precisamente era la
más gastada de todas, puesto que para todo lo que
fuera práctica, era ésa la que utilizaba. Una vez Ran le preguntó por qué
la seguía usando, si ya estaba tan gastada, a lo
cual Ken respondió con una de sus características
sonrisas, aquellas que podían dejar fácilmente al pelirrojo sin habla:
“Porque me la
regalaste tú….aparte…me traes suerte. Desde que te conocí las cosas
malas pasaron a segundo plano. Tú me haces seguir adelante. Me das todo lo
que necesito para vivir...jajajaja…hasta en el
fútbol”.
Ran lo observaba mientras
Ken reía nervioso, tratando de pasar casual después de semejante
cursilería, cuando en realidad estaba avergonzado por sus palabras, no por
el significado, sino por como sonaron fuera de su
boca. Obviamente no las iba a tirar atrás, porque era lo que sentía, pero
de que sonaron cuáticas, sonaron. Ken pensaba que
se veía como un tonto, pero a los ojos de Ran, él
era perfección. Lo era todo.
Esa sinceridad, ese carisma,
esa adorable personalidad era la que lo atraía al ex jugador de fútbol, y
era la que lo hacía amarlo. Sin Ken, Ran sería
nada. Y él lo sabía. En ese momento se había
prometido no separarse jamás del pequeño asesino. Aunque la vida se le
fuera en ello, puesto que sin él, no valía la pena
seguir adelante. Esa noche, en que Siberian desapareció de sus
vidas junto con el amigo y compañero que era Ken, él había tratado
de acabar consigo mismo.
Nunca nadie lo supo, porque lo iba a hacer en la tranquilidad de su
habitación, pero luego de dudar muchas veces, no por miedo al dolor, sino
a lo que Ken pensaría de él, llegó a la conclusión
de que a él no le hubiera gustado verlo así. Debía seguir adelante porque
era lo que él hubiera querido. Ran lo pensó mucho hasta que se asumió que
debía seguir adelante por él, por Ken, no por Aya, no por Ran, no por
Abyssinian, sino por su novio, que lo iba a estar protegiendo desde algún
lugar, en donde se reunirían nuevamente, una vez que falleciese de manera
natural, asesinado o de viejo, pero ya no haría el intento de quitarse la
vida. No más.
No quería tener encima a un
muy enojado Ken, persiguiéndolo por todo el paraíso o el infierno, da
igual cualquiera de los dos, con tal de que estuvieran juntos otra vez,
porque para Aya, él era su paraíso. Por las noches Ran dejaba a un lado a
Aya, sin saber que Omi trataba de oír por la puerta, se quedaba dormido
abrazando la pelota entre llantos ahogados. Solamente le corrían lágrimas,
porque los lamentos los ahogaba dentro de sí. Su cara estaba llena de
marcas, verdaderos surcos que hacían las lágrimas sobre sus mejillas, pero
a él no le importaba, con tal de aliviar el dolor que sentía dentro.
Recordaba cuando pensaba en
proponerle matrimonio a Ken. Nunca lo hizo, porque el día en que lo iba a
hacer, sucedió la tragedia. Luego de unos meses de llorar, logró conciliar
el sueño apropiadamente, para dar paso sólo a las pesadillas. Aquellas en
que le pedía la mano a Ken, pero luego éste lo dejaba de lado,
argumentando que no podía casarse con alguien que no lo protegía, alguien
que lo dejó morir. Por esa época en que empezaron las pesadillas, apareció
Yuki.
Aya, la primera vez que lo
vio, agradeció a todos los dioses habidos y por haber, por haberle
devuelto con vida a su amado, pero algo lo detuvo de abrazarlo, y fue el
mismo desconocido, al presentarse como el “nuevo” Siberian. En ese
momento, si fuera posible, se habría escuchado un “crack”, que fue el
sonido que hizo el corazón de Ran, al romperse nuevamente en pedazos. Su
cara estaba impávida, pero sus ojos querían llorar. Su cuerpo quería
correr lejos de allí. Su voz quería gritar, pero en ese momento Abyssinian
tomó el control de la situación y comenzó a comportarse como el líder que
era.
El nuevo muchacho, de unos veinte años (la edad que tendría Ken en ese
momento) que llegó una mañana, presentándose a sí mismo como Yuki Hamasaki
no tardó mucho tiempo en caer bajo los encantos de cierto pelirrojo,
poseedor de una personalidad fría, la cual siempre lo ha caracterizado, y
que era una de la cualidades que lo hacían atractivo. Puesto que Aya
irradiaba misterio, si es que no era el misterio mismo personificado.
Para Aya, Yuki era una vil copia de su amado. Lo miraba con desprecio, con
odio, porque cómo podía existir una persona tan
idéntica a su Ken. Por qué no se lo llevaron a él en vez de su pequeño
asesino. Mientras más lo miraba, más lo despreciaba, y más frío se
comportaba. El nuevo muchacho era un reflejo, una
mala copia del verdadero muchacho, aquel que era capaz de atraer al
sol…Dios…Ken era el sol, mientras él era la luna, tratando de alcanzarlo,
cosa que consiguió hacía mucho.
Yuki no tenía la sonrisa
perfecta de Ken. No tenía los ojos color chocolate. Los tenía grises,
grises como los días que más detestaba Ken, por lo cual Aya también los
detestaba, y el ver esos ojos le recordaba los días sin sol. Eso lo hacía
detestarlo aún más. Su piel era más pálida, a diferencia de la piel color
bronce de Ken. Aquella que no se cansaba de acariciar en sus miles de
encuentros a horas altas de la noche. Lo más probable es que su piel no
sea tan cálida como la de su amado. Ni
siquiera debe ser tibia, pensaba.
A media que iba pasando en tiempo, más fallas le iba encontrando al nuevo
elemento. Todo tipo de errores, con tal de no encontrar ninguna semejanza
con su ex jugador de fútbol. Cualquier cosa que no lo atrajera a él,
porque ni el más patético repuesto le haría sentir lo que Ken le había
sentir. Además, su tan sola presencia le recordaba algo que nunca más
podría poseer. Algo que nunca tendrá entre sus brazos. Algo que nunca
podrá atesorar de nuevo. Pero pese a la indiferencia, a los malos tratos,
Yuki lo seguía tratando con amabilidad, con una sonrisa, la cual ocultaba
detrás la inmensa tristeza que sentía al ser menospreciado. No había caso,
Yuki ya estaba enamorado de él.
Yohji, quien había salido adelante para sobreponerse a la pérdida entre
mujeres y alcohol, muchas veces peleaba con Aya por la manera en que
trataba al joven, quien no había tardado en ganarse el corazón de él, como
anteriormente lo había hecho Ken. Tanto él como Omi lo veían como Yuki, no
como Ken, puesto que habían sobrepasado esa etapa hace mucho. Lo querían
como a un buen compañero y a un buen amigo. Así como Yuki los quería de
vuelta. Todo era armónico entre ellos, pero para Aya no lo era, puesto que
no habría nada ni nadie que lo obligara a cambiar de opinión, hasta que un
día:
Yuki: “¿Aya-san, puedo hablar contigo un momento?”
Aya se encontraba leyendo un libro, puesto que era su descanso, y lo único
que lo evadía de la realidad era leer. Al escuchar la petición de Yuki,
hizo ademán de levantarse e irse, pero la mirada triste de Yuki ante la
reacción lo hizo cambiar de parecer.
Aya: “Hmm”
Yuki un tanto nervioso, frotaba sus manos, una contra la otra y bajó la
mirada mientras hablaba de pie.
Yuki: “Bueno. Yo quería preguntar el por qué de tu enojo conmigo. Siempre
me miras con odio. Yo no recuerdo haber hecho nada malo…y si lo hice, sin
darme cuenta, por favor, te ruego que me lo digas…por favor…”
Aya luego de meditar un momento dijo:
Aya: “No es problema tuyo. No te conozco, por lo tanto no te odio” Pero te
pareces tanto a él, me haces recordarlo todos los días, y es por el hecho
de recordarme que nunca más estará a mi lado que te odio. Con todas mis
fuerzas.
Obviamente Aya nunca le diría eso, porque lo obligaría a hablar, y abrir
viejas heridas, para poder darle una explicación al joven, que por cierto
la merecía, pero que jamás lo haría, ni en sus más bizarros sueños. Ni
alucinando, ni drogado, ni ebrio, ni con una pistola en la cabeza. Jamás.
Nunca lo haría.
Aya: “Además, no tengo por qué justificar mi personalidad con nadie”
Yuki: “Ah…perdona la molestia” – Con lágrimas a punto de derramarse de sus
ojos.
Yohji había escuchado toda la conversación por error, mientras iba a su
pieza en busca de sus cigarros (el elemento vital para todos los
fumadores….Yeah!!!). No pudo evitar escuchar la conversación. La rabia lo
carcomía por dentro, porque sabía lo que Aya hacía. Ohhhhhh. Lo sabía muy
bien. Saliendo de donde estaba escondido gritó:
Yohji: “Eres un hijo de puta, Aya!!! Yuki no tiene
la culpa de que se parezca tanto a Ken. Si quieres culpar a alguien, busca
a sus padres por tener un hijo tan parecido a nuestro KenKen, o tal vez a
la matrona que asistió el parto. No vendría nada de mal. ¿Oiga señora? ¿Ud.
trajo al mundo a Yuki Hamasaki? ¿Sí? Ahhhhhh. Shi-neeeeee!!!! Eso te pasa
por traer a la vida a la persona que se parece tanto a mi amor perdido ¿No
lo sabía? Oooops. Las cosas pasan”
Aya lo miraba con odio desde su asiento
Aya: “No te metas Kudou” – En tono amenazante
Yuki miraba confundido, mientras escuchaba la pelea de los dos mayores.
Yuki: ¿Ken? ¿Quién es Ken?
Yohji: “Ah. Claro. Hazlo sentir culpable. Yuki tiene la culpa. Trátalo
mal. Trátalo como basura. Después de todo, por el sólo hecho de parecerse
a Ken lo hace responsable de todo. Culpen a Yuki”
Sin oír más, Aya se levanta de la silla y golpea a Yohji en la cara,
tirándolo al suelo:
Aya: “Déjame tranquilo!!!!”
Y sin decir más, se va. Yuki levanta del suelo a Yohji, quien estaba en el
suelo acariciando su mejilla.
Yuki: “¿Estás bien?
Yohji: “Si…”
Lo mira un momento para seguir hablando.
Yohji: “Te gusta Aya. ¿Verdad?”
Yuki se pone rojo de pies a cabeza, y comienza a tartamudear, mientras de
deshace en explicaciones. El rubio del grupo esbozó una sonrisa triste,
porque el estar en esta situación, con Yuki le hizo recordar una muy
similar en que estuvo con Ken, cuando admitió estar enamorado de Aya. A
Yohji no le molestó en lo más mínimo. Al contrario. Estaba feliz, porque
vería a su amigo feliz. Además quién era para criticar a la
homosexualidad, cuando él mismo era bi.
“¿De verdad es muy evidente? Yo…yo…Ahhhhhhhh...sip. Es cierto. Estoy
enamorado de Aya. ¿Cómo te diste cuenta?”
Yohji: “Jajaja….”
Yuki: - Sonrojado - “ ¿De q…qué…qué te ríes? – Ahora confundido, y apenado
por miedo a ser rechazado por estar enamorado de otro hombre.
Yohji: “Jajaja…no de ti…es que recordé algo…jejeje…”
Yuki algo más aliviado, menor rojo y más animado, puesto que la sonrisa de
Yohji era muy contagiosa y le ayudaba a sobrellevar de mejor manera en
rechazo.
Yohji: “¿Qué tanto sabes del antiguo Siberian? ¿Qué
te dijeron cuando te enviaron con nosotros?”
Yuki: “Mmmm….no mucho. Sólo que había fallecido en una misión…Mmmm…eso”
Luego recordó algo que había olvidado tratando de ayudar a Yohji, después
de ser golpeado por Aya.
Yuki: “¿Quién es Ken, Yohji?...Mencionaste a alguien con ese nombre en la
discusión…¿Y qué tiene que ver con Aya?”
Yohji lo mira seriamente, se levanta y se dirige a la cocina. Haciendo
ademán de que el joven lo siguiera.
Yohji: “Tenemos mucho de qué hablar…Y una vez terminada la conversación,
tendrás que replantearte si realmente valdrá la pena perseguir algo que
nunca será tuyo. Me refiero a nuestro As de las relaciones sociales, el
inigualable, el insuperable orador de cátedras, el comunicador más grande
del universo, Aya Fujimiya. Nuestro gran y respetable líder, poseedor de
un carisma envidiable. Envidiado por los hombres, y adorado por las
mujeres. ¿Olvidé mencionar hombres también?"
Miró de reojo a Yuki, quien lo miraba con cara de “Ya párala. Ok?!”. Yohji
tosió un poco:
Yohji: “Se me pasó la mano. ¿Verdad?”
Yuki: “Ermm…algo”
Yohji: “¿Nos tomamos un café? ¿Te parece bien? Mientras te explico algo
que nunca nadie te contó. Quién era Ken, y qué relación tenía con nuestro
amadísimo, respetadísimo, nuestro…”
COFF!!!!!
Yohji lo mira y sonríe, para luego ponerse serio.
Yohji: “Ken era el antiguo Siberian. Tu predecesor,
pero Ken para Aya, era mucho más. Para él, Ken lo era todo”
Tercer capítulo
Palabras de MD: Yaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa. ¿Dije que iba a ser largo? Lo dije
¿Verdad? Y
falta tanto.Tantooooooooooooooooooooooooooooo.
Pero ya tengo ánimos para seguir adelante. Como falta la segunda etapa, en
que pasan
seis años antes de la aparición de los nuevos enemigos, Aya se va a ver
como en Glühen, o
sea, de pelo largo y color concho de vino (Rico….Aya, no el vino. El vino…PUAJ!!!).
Gracias
a ti Dani por hacerme ver ese pequeño gran detalle. ^^
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