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LIBROS

Ataque terrorista contra Argentina, Uruguay y Chile

 

Noviembre 2001

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LIBROS

Pero se lo llevaron. Y con él, simbólicamente, a toda una época -al menos en esta zona hasta entonces privilegiada de América del Sur-, con su entera metafísica y su epistemología a cuestas. Viñar, efectivamente, no podía comprender: ni a su propio pensamiento, ni al mundo. "Este estado de disociación que Marcelo describe -continúa la autora- se puso en acción cuando, en 1971, se le acercó un colega que pedía consejos acerca de la hospitalización de un paciente tupamaro que había sufrido un brote psicótico. Marcelo estaba al tanto de que el paciente era un tupamaro pero descartó el problema, pues actuaba simplemente según la ley médica, que obligaba a socorrer a quien lo necesitara. Un año después sería encarcelado por esta decisión profesional, que sería considerada por los militares no como un acto de servicio médico sino político. Su crimen tendría la rúbrica de colaboración con una asociación de delincuentes. En este sentido, Marcelo cree que «hasta que no caí preso, no cambió mi disociación. En realidad creo que me ayudaron enormemente los primeros interrogatorios. Sólo entonces empecé a comprender que la mentalidad de mis inquisidores y la mía propia eran tan distintas como son los marcianos de los terráqueos. En verdad, les estoy profundamente agradecido, pues cuando los militares me vinieron a buscar una segunda vez, años más tarde, estuve en condiciones de anticiparme y dejar el país a tiempo»".

A pesar de que en Uruguay -de acuerdo con este mismo testigo- "los militares no buscaban particularmente a los profesionales de la salud mental", muchos de los psicoanalistas que no tomaron su mismo camino, el del exilio, lo pagaron caro. "Cuando alguien caía preso", añade Marcelo, "en los interrogatorios te podían preguntar el nombre de tu médico, de tu dentista, de tu terapeuta, de tu abogado. Cuando el mismo nombre se repetía, los militares concluían que tal profesional simpatizaba con el movimiento e iban a buscarlo. El nombre técnico de esto era la destrucción del aparato sanitario de la subversión. Como en la Argentina, los militares uruguayos creían que los intelectuales y sus ideas eran los responsables del ataque al sistema que ellos defendían". Por lo demás, como apunta Hollander, "conocer aspectos de la vida de los pacientes que podían ser blanco de las autoridades ponía a los analistas en la riesgosa situación de ser detenidos, torturados e incluso asesinados. Algunos analistas experimentaron estas formas de represión directamente ligadas a sus trabajos. En la Argentina, en numerosas ocasiones, los consultorios de los psicoanalistas eran invadidos durante las sesiones y los pacientes eran arrestados sumariamente y sacados de circulación, a veces para siempre".

Pero no sólo esto. En medio de la barbarie desatada, hasta los pacientes se volvieron sospechosos -y a veces con fundamento- a los ojos de sus propios terapeutas. Como en el caso, vivido y contado por Maren Viñar, de un estudiante de la escuela secundaria que fue encarcelado y torturado. "Se volvió un héroe, un símbolo de la resistencia, y hubo varias manifestaciones en su favor. Cuando lo liberaron, vino a atenderse conmigo", recuerda Maren. "Pero había algo en él que me hacía sentir que me ocultaba algo, que no decía la verdad. Empecé a sentir miedo, y cuando me dijo que me había elegido como terapeuta porque la izquierda tenía confianza en mí, traté de minimizar esta asociación en su mente. No regresó y al poco tiempo cayó nuevamente preso. Casi de inmediato se volvió cómplice de la policía y se lo veía a menudo en las calles del vecindario señalando a cierta gente. Cuando vinieron más tarde a buscarnos, pensamos que podría haber sido él quien nos denunció".

Evidentemente, en estos tres países sometidos a la ilimitada violencia militar, la práctica del psicoanálisis ya no era, ni podía seguir siendo, la misma. Por ejemplo, la chilena Elizabeth Lira comprendió muy pronto que "los modelos de tratamiento conductistas eran inútiles para tratar a los afectados por el terrorismo de Estado y que sólo una concepción psicoanalítica del aparato psíquico y de las técnicas clínicas podía hacer efectivo nuestro trabajo terapéutico". Pero también se convenció de que "la relación del paciente con el analista en estas condiciones debía ser pensada como algo más compleja que la mera relación de transferencia. De hecho, la relación paciente­terapeuta a menudo era muy dinámica: el paciente aprendía a ser capaz de depender del analista, no sólo por el apoyo psicológico sino también por la ayuda práctica en la resolución de problemas relacionados con sus necesidades básicas, como buscar trabajo, alquilar una casa o buscar a sus desaparecidos". Es más, cuando se trabaja con las víctimas del terrorismo de Estado, para ella la noción clásica psicoanalítica de neutralidad se vuelve completamente irrelevante. Como explica: "Compartíamos una perspectiva política con nuestros pacientes, lo cual nos habilitaba para comprender la profundidad y la significación de sus traumas. No debemos olvidar que en Chile realmente habíamos ganado algo con la elección y la presidencia de Allende, que luego nos fue brutalmente arrancado. Y esta perspectiva ante la pérdida nos hace diferentes de los otros países del Cono Sur. Para un analista que no hubiese sentido que el gobierno de Allende representaba un extraordinario proyecto social era difícil comprender hasta qué punto la pérdida podía representar una profunda catástrofe..."

Pérdida social (en Chile) y pérdidas individuales (en los tres países) de tal magnitud, que hicieron necesario el cambio de este como de tantos otros conceptos, psicoanalíticos o no, para colocarse a la altura de una situación histórica cuya violencia generalizada terminó con la posibilidad de ser neutral... incluso en la Suiza de América (Uruguay).

Diana Kordon, del equipo de asistencia psicológica a las Madres de Plaza de Mayo, aporta su propia experiencia al respecto: "Muchos terapeutas no militantes -dice- argumentaban que las familias necesitaban realizar el duelo de la pérdida de sus seres queridos y considerar muertos a los desaparecidos, a fin de mantener su vínculo psicológico con el mundo real. Pero nosotros sentíamos que para muchos era imposible imaginar que sus seres queridos estaban muertos en tanto se ignorara todo sobre su suerte. En este sentido, pensábamos que aquello que pasaba como una teoría psicológica de neutralidad en torno del duelo representaba una capitulación inconsciente ante el discurso dominante del terrorismo de Estado. Se trataba de una cuestión muy compleja y nosotros apoyamos el derecho de cada familia a realizar su propio proceso de cómo vivir con un hijo desaparecido por la fuerza".

Las Madres de Plaza de Mayo, en especial, "al trabajar todas juntas, echaron por la borda la letanía narcisista mi hijo, mi nieto, asumiendo de común acuerdo a todos los hijos y nietos desaparecidos", explica Kordon. Como prosigue la autora, "Diana y sus colegas postulan que la organización de las Madres ha hecho visible la relación existente entre resistencia política y salud mental. Observan que estas mujeres estaban en mejores condiciones de elaborar la traumática pérdida de sus seres queridos gracias, en parte, a que un grupo de activistas llegó a constituir una nueva y privilegiada relación, teniendo la posibilidad de resignificar los vínculos más allá de la familia. Muchas de ellas, que habían permanecido recluidas en la esfera limitada del hogar, asumieron nuevas formas de solidaridad activa, identificándose por primera vez en sus vidas con la lucha por los derechos humanos..." E incluye Hollander a continuación unas palabras extraídas de la obra Efectos psicológicos de la represión política, de la que son coautoras Diana y su colega Lucila Edelman: "La lucha por la paz y la justicia -dicen- supone establecer otro tipo de relaciones con el hijo... El sistema ideal del yo ha sido alterado; ser una madre significa ahora luchar por todos nuestros chicos o luchar por la vida".

En este contexto -en medio de esta inmensa tragedia-, resulta clara y especialmente contundente la conclusión (en el doble sentido del término) del libro que aquí se comenta. En el penúltimo párrafo (p.339), confiesa Hollander, refiriéndose ahora a sí misma, que cuando se siente desalentada, recuerda un afiche que colgaba de la pared durante los años sesenta en su época de estudiante de historia, "cuando luchaba por el cambio social". Era "una enorme fotografía de Mary Harris Jones -Mother Jones-, la activa organizadora de la Unión de Trabajadores Mineros de comienzos del siglo XX. Una mujer plena de vitalidad y dedicación, recorría el país yendo de mina en mina, y cuando los trabajadores morían en sus enfrentamientos con sus ávidos y violentos patrones, mantenía unidos a los mineros y sus familias en el combate: ¡No lloren, organícense!, los desafiaba apasionadamente. Por cierto, Mother Jones tenía razón: los mineros debían organizarse para poder hacer frente a la clase dominante. Pero ahora", continúa, "me imagino diciéndole a esta heroína de la historia norteamericana, que necesitamos llorar -hacer duelo— para poder organizarnos, que necesitamos poder tolerar el dolor y la pena mientras seguimos adelante. Lamentarse es, para los latinoamericanos, un ingrediente de la memoria: el deseo de recordar, de saber, de comprender, de afligirse por todo lo que es doloroso e injusto en nuestra condición humana. Por eso, para actuar en favor de una reparación: ¡lloren y organícense!".

 

Este artículo fue publicado originalmente en la revista PuntoySeguido, de la Asociación Argentina Pro Derechos Humanos-Madrid

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Comentario

La participación de la dictadura brasileña

 

"Hay una clara línea de argumentación en vuestro trabajo. EE UU es un Estado terrorista al servicio del capitalismo disciplinado. En Brasil, el golpe de 1964 fue supervisado por el embajador norteamericano y por la CIA. En Brasil, la dictadura fue una versión de la Doctrina de la Seguridad Militar. El primer dictador fue escogido por la CIA y el Departamento de Estado de EE.UU. Después, la historia de la dictadura brasileña fue realizada por agentes nacionales. Parece que la participación de la dictadura brasileña en los golpes latinoamericanos fue intensa. Al comienzo de la década de los setenta, un golpe de Estado en Bolivia contó con la colaboración de agentes de la dictadura brasileña. Fue un golpe dado por la CIA, oficiales bolivianos, generales argentinos y narcotraficantes. El golpe de estado de los cárteles de la cocaína es, en parte, una invención estadounidense. Los EE UU aplicaron la doctrina de la "guerra total" de Clausewitz a la lucha de clases del continente latinoamericano. Está claro que esta acción estadounidense actuó en el sentido de devastar las corrientes políticas e ideológicas en América Latina. Mientras tanto, el modo capitalista corporativo mundial se está instalando en Brasil, en Argentina y en México. ¿La crisis argentina puede provocar una retirada del capital corporativo del país? ¿Salir de la esfera del capitalismo corporativo puede significar un desastre económico para la Argentina? ¿Existe una izquierda en Argentina?

"Osama Bin Laden representa la derecha oriental; sus métodos son los métodos de la derecha internacional; la derecha norteamericana tiene la misma mentalidad de la derecha oriental; la derecha internacional resolvió instalar un campo de lucha inédito; es un campo de lucha internacional de las fuerzas de derecha en Occidente y en Oriente. EE UU va a aprovechar este campo para intentar aniquilar a la oposición internacional de izquierda, todavía viva. Está anunciando una probable intervención en Cuba, sólo para citar el caso más notable. La oligarquía norteamericana dirigida por el clan Bush es la más nueva forma de poder en el campo de las relaciones inernacionales; se trata de un poder policial; es la forma social que dirige el estado de policía internacional. La Era de la Nueva Derecha Internacional está comenzando apenas. Este poder ha puesto el ojo en el potencial democrático de internet... En fin, la falta de control en internet hace posible este diálogo con vosotros. "

Cordialmente, jp.

jpbs@terra.com.br

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