Proyecto
O.H.U.
Organización de la Humanidad Unida

PARA UNA PERSPECTIVA DE SOCIEDAD DISTINTA

RED INTERCOMUNITARIA MUNDIAL
 

Parte III
LOS POLÍTICOS ANTE EL CHOQUE DEL FUTURO


Gobiernos sin propuestas de cambio

    En el mundo del futuro que se proyecta desde este presente, si los gobernantes de las naciones, estados y provincias, hubieran planteado hace algunas décadas, proyectos demográficos tendientes a establecer numerosas poblaciones pequeñas lejos de las ciudades, el mundo de hoy no sería tan parecido al de los últimos siglos, y no tendríamos que estar pensando en un mundo del futuro distinto del de hoy. Tampoco cuenta entre las estrategias el cambio del espíritu de competencia por el de cooperación solidaria, para edificar nuevas comunidades integrantes de una humanidad unida, luego del rotundo fracaso de la humanidad dividida por la competencia. Pero dada la falta de estrategias para transformar el mundo, que hasta ahora se puede observar en todas las políticas gubernamentales, en especial del siglo XX y de la actualidad, cabe preguntarse: ¿hay un proyecto de transformación en las naciones, o el proyecto es que todo siga más o menos como ha venido estando? ¿Quieren realmente los políticos solucionar los problemas de los países, o pretenden administrar la falta de soluciones, mediante proyectos que dejan la realidad tal como está, poniéndole apenas algunos parches o remiendos para aliviar, pero no para terminar con las situaciones de crisis?(1)
    El planeta no soportará por mucho más tiempo los daños ambientales causados por la sociedad, sin tornarse mucho más hostil de lo que se está volviendo. La protección de bosques y selvas con absoluta prohibición de desforestación, no está del todo clara en las políticas a futuro con plazos definidos. La reducción de contaminantes a niveles EXTREMOS, no figura en ningún plan que fije para qué fecha habrá de prohibirse la fabricación y uso de ciertas sustancias que están arruinando la tierra, aguas y alterando el clima. El Protocolo de Kioto sobre reducción de gases de efecto invernadero recién para el 2012 es una muestra de lo poco que les urge lo urgente. Porque la fecha para la cual se estima que no quedarán glaciares en la Tierra (muchos dejaron de existir en los últimos años), fecha en que no quedarán ciudades costeras por el aumento del nivel del mar, ya está prevista por los científicos: apenas es cuestión de unas décadas, y no sólo llegarán a ver el desastre nietos e hijos de los actuales adultos, sino también muchos de éstos. Revertir el proceso climático de calentamiento global, requerirá políticas que planteen con absoluta claridad que hay intención de solucionar el problema.
    Pero ninguna campaña electoral  de candidatos, ni discursos de gobernantes, pregonan programas de acción para salvar al ecosistema de la catástrofe que la ciencia anuncia; catástrofe provocada autodestructivamente por la parte más corrupta y antinatural de la humanidad, arrastrando al desastre a la parte compuesta por los humanos que viven en armonía con la naturaleza.(2) Al pueblo se le hacen promesas laborales, económicas, dentro de un sistema de producción y consumo que exige la continuidad de los factores industriales que agravan constantemente el estado del medio ambiente. No hay políticos que propongan medidas extremas para contrarrestar los efectos de la industrialización excesiva. "Crecimiento y desarrollo" son las metas, pensando en las naciones y no en el planeta.
    El mundo del futuro que se proponen construir los políticos, no difiere sustancialmente del actual. En 1930, la crisis económica con epicentro en Nueva York tuvo alcance internacional. Cualquier acontecimiento parecido que ocurriera allí, o alguna catástrofe, tendría efectos devastadores en la economía mundial. Los científicos han determinado que el lugar donde está asentada la ciudad es agitado cada tantos siglos, por actividad sísmica de intensidad suficiente para destruir lo edificado, a niveles catastróficos. La pregunta no es si va a suceder o no, sino cuándo, dicen los especialistas. Pero la mayoría de la población neoyorquina ignora que hay tal riesgo. Las políticas económicas de los países dependen de que lugares como Nueva York, u otros puntos neurálgicos de la economía mundial, no sean afectados por algún imprevisto.
    Riesgos por impactos de asteroides son objeto de seguimiento y estudio científico permanente, y han sido objeto de varias películas recientes, mostrando lo que puede pasarle al planeta ante un evento tal. Alteraciones en el campo magnético terrestre, efectos electromagnéticos de fenómenos que a nivel cósmico se están considerando posibles, con capacidad de impedir el funcionamiento de cualquier aparato eléctrico, nos presentan la posibilidad de un futuro en el que tengamos que arreglárnoslas sin nada de todo lo que la actual tecnología nos permite para nuestro confort, trabajo y supervivencia. Parece poco creíble que tal cosa pueda suceder, pero bastaría una huelga de trabajadores del gremio de la electricidad para quedarnos a oscuras; o alguna grave crisis económica que quiebre todos los sistemas que mueven a las sociedades, para que en medio de la anarquía resultante todo se paralice, las fábricas cierren, los alimentos escaseen, la delincuencia desborde, la policía se repliegue, la ley se pierda y el desorden conduzca a un sálvese quien pueda…
    El mundo del futuro que los políticos han venido definiendo, es un mundo dependiente de la tecnología, de la economía, de las grandes fábricas, de las grandes ciudades y de que el clima no cambie. Pero con sólo cambiar el clima, se inundan muchas grandes ciudades, se pierden muchas grandes fábricas, se quiebra la economía y se reduce la utilidad de la tecnología. Y el clima ya empezó a cambiar: en África, el monte Kenya ha perdido como un 65% de su glaciar, para dar una idea de lo que está pasando, también en los hielos de todo el mundo, con destino inevitable al aumento del nivel oceánico.
    Pero esto que pasa y que es tan grave como para ser titular constante en los medios de prensa, sigue siendo ajeno a ella e ignorado por la mayoría de la gente en todo el mundo. La explicación: el alerta mundial exigiría acción inmediata, y la acción, políticas que inevitablemente deberán hacer que el "desarrollo" cese en ciertos ámbitos industriales. Consecuencia: trabajadores en la calle. Pero ha llegado la hora de parar las máquinas y dar un golpe de timón; no para esquivar el iceberg, porque justamente los icebergs no serán el problema, sino la ausencia de icebergs.
    Ése es el mundo del futuro para el cual están gobernando y planificando los políticos que tenemos por "representantes". Un mundo degradándose ambientalmente, con una civilización frágil, que no podrá tener futuro cuando el sistema colapse. No hay una conciencia que permita ir amortiguando el choque del futuro, el cual hará impacto con todo su rigor en la civilización, de seguirse sin efectuar la debida preparación para dimensionarlo en toda su realidad.
 

Mundo paralelo

    Ajeno a ese mundo de la civilización fácilmente vulnerable, habrá un mundo paralelo: el de las personas aisladas que, en pequeños núcleos alejados de las ciudades, eventualmente podrán carecer de electricidad, de confort (más o menos como hasta ahora), y por eso, en caso de estallar una crisis que haga de las ciudades verdaderos infiernos, lejos de ellas esas personas seguirán viviendo más o menos como lo hacen.
    En medio del "sálvese quien pueda", muchos sobrevivientes emigrantes de las ciudades irán a parar a sitios alejados, en donde habrá quienes morirán por no estar adaptados a una existencia sin horno a microondas, sin empleada doméstica que les cocine, sin coche para pasear, sin Master Card, y sin un centavo, o con los bolsillos todavía guardando billetes que habrán perdido todo valor. No se trata de un futuro de película de ciencia-ficción, sino de un futuro probable con bases científicas.
Los políticos no han planteado proyectos de países que, ante una crisis nacional o mundial, dispongan de una alternativa para que al menos una parte de la población quede a resguardo. Si acaso algunos gobernantes han previsto la posibilidad de alguna crisis tal, y han evaluado las consecuencias posibles, calculando qué porcentajes de sobrevivencia  y de qué parte de la población, podría haber, esto no se ha traducido en ningún planteo serio a nivel pragmático, acorde con la realidad ante la cual estamos a punto de chocar. Sólo una pequeña porción de ciudadanos acedería a refugios subterráneos -eso sí hay gobiernos que han construido- con reservas de alimentos para un cierto tiempo... Pero el mundo de la superficie, el de los que en vez de refugiarse como ratas, tengan que seguir adelante como puedan, no cuenta con perspectivas de desarrollo de proyectos comunitarios gubernamentales como el del presente planteo.
    La ausencia de políticas gubernamentales para ir preparando comunidades alejadas de las ciudades, que estén relativamente independizadas de la economía y de la tecnología globales, plantea la necesidad de encarar acciones no gubernamentales por parte de organizaciones y de individuos a título personal. Gente que se proponga trabajar para que, ante la eventualidad de una crisis del sistema, para entonces ya existan núcleos suficientemente autónomos para sobrevivir y, en lo posible, vivir; entendiendo por "vida" un intercambio con la naturaleza en mayor plenitud de lo que las ciudades permiten, y un intercambio con los demás más humanizado que en el funcionalismo de las sociedades urbanas.
    La amenaza de catástrofe ambiental -que ya es un hecho concreto y no un fantasma- no debía ser necesaria para que la humanidad comprendiera que la vida en las ciudades requería un descongestionamiento, que la contaminación requería un freno a tiempo, y que los lugares despoblados eran los ideales para establecerse, en núcleos reducidos, solidarios y ajenos a las ambiciones materiales desmedidas que propone la sociedad de consumo. Todo esto debía haberse planificado mucho antes de que se tornara una urgencia. Pero no fue así; y como no se hizo por voluntad, tendrá que hacerse por obligación; como no se hizo para dignificar la existencia, tendrá que hacerse para seguir existiendo.
    En estos momentos, para darse una idea de que la existencia en la sociedad urbana no está asegurada, basta tener en cuenta que muchas grandes ciudades se han tornado inhabitables por el alto riesgo para sus pobladores, de ser víctimas de delitos. Allí no hay ley, policía, ni políticos que puedan hacer lo suficiente para garantizar el orden público, o la vida del ciudadano. Por lo tanto, la elección de seguir viviendo bajo tales condiciones supone no sólo el riesgo de que a uno le pase algo, sino también que, aunque no le pase nada, su estado de alerta e intranquilidad constante no valga la pena ser la rutina diaria. No es sano. Muchos prefieren irse, pero no pueden. Otros podrían irse, pero no quieren.
    Vivir en paz y con un buen margen de seguridad lejos de las ciudades que se han vuelto inapropiadas para la vida, está siendo la consigna de cada vez más gente, sobre todo la que tiene creencias o ideas espiritualistas. Si bien espiritualidad no es necesariamente sinónimo de naturaleza y de repudio a la vida en grandes capitales, es más probable que la persona espiritual sea menos dependiente de las cosas materiales de la vida urbana, que la persona cuya rutina pase invariablemente por la dependencia de esas cosas. Por lo tanto, es más probable que se vaya de la ciudad a un lugar despoblado o de escasa población, alguien con orientación espiritual, que alguien carente de ella, que no quiere ni puede vivir fuera de la sociedad de consumo. Y el problema es el exceso de manipulación ejercida para hacer del ciudadano un consumista, y la falta de orientación para hacerlo libre de tal dependencia de cosas externas, y rico a nivel interior. Por eso una política que propusiera una forma de vida que no necesitara de los lujos innecesarios que el sistema proporciona, a los cuales se los presenta como necesidades, no contaría con mucha adhesión. La gente no está entendiendo y le costará entender que el cambio que la sociedad necesita no es el cambio de los demás, sino el de uno mismo. Que no es el otro el que tenga que irse a la dificultad del campo o la montaña para que sea uno quien se quede en el confort capitalino, sino que es uno quien debe tomar la iniciativa de irse a la bendición del campo o la montaña. Porque alguien deberá hacerlo, y se precisan voluntarios. Alguien deberá dejar de contaminar el aire con su automóvil, y para ir en en bicicleta, a caballo o a pie por los caminos del campo, se precisan voluntarios. Alguien deberá dejar de seguir alimentando a los millonarios petroleros y de los hipermercados, para que el producto de su trabajo beneficie a gente más próxima a él, y para eso también se precisan voluntarios.
    Ninguno de esos voluntarios será rico, pero tampoco pobre, o esclavo a perpetuidad del sistema impositivo con el que se provee fondos a ejércitos y fabricas de armamentos. No verá en el estadio a los futbolistas famosos, y tal vez ni siquiera los vea por televisión, pero no le faltará tiempo para jugar a la pelota, y ser más protagonista que espectador. No será envidiado por sus bienes, pero tampoco tendrá a quién envidiar. No llegará a ser famoso o "importante" para muchos, pero será importantísimo para todos; empezando por quienes comunitariamente convivan con él, y terminando por el planeta como totalidad.
    En ese "mundo nuevo", paralelo al mundo de viejas estructuras, podrá parecerle a muchos ilusionados de progresar económicamente, desmotivadora la propuesta de que los que hoy son pobres, nunca serán ricos, y ni siquiera tendrán algunos de los bienes materiales de confort que son considerados una necesidad elemental. Pero tampoco sufrirán la miseria, la falta de trabajo o la explotación laboral, ni el riesgo de caer en la delincuencia o la drogadicción. Tampoco sufrirán el abandono y la falta de solidaridad a la hora de la necesidad. Ni padecerán la soledad de vivir rodeados en una sociedad de relaciones superficiales y vacías, muy competitivas y poco o nada cooperativas.
    Al ver en marcha este propósito que comience a ejecutarse con la participación de ONG's e individuos en particular, que políticos y empresarios fuertes abran los ojos y deseen integrarse a la consigna, será algo de lo que no tendrá que dependerse: sin ellos, habrá que hacerlo de todos modos. Pero si gobiernos y capitales privados aumentaran las posibilidades de acción en este sentido, el "mundo paralelo" al sistema, que estaremos construyendo en conjunto con ellos, podrá tener perspectivas mayores. ¿Cambiará la óptica de los gobiernos? No se puede ser profético en esto, ni para bien ni para mal; por lo tanto no se debe ni creer que eso va a ocurrir, ni descreer de tal posibilidad.
    Básicamente, no se debe estar a la espera de una definición gubernamental para llegar a la ación. Si hay quienes piensan que hay que recurrir a los gobiernos para establecer las primeras comunidades e implementar las primeras migraciones hacia ellas, sepan que no será así: los gobiernos deberán observar los logros hechos por vías no gubernamentales. Los millonarios que podrían construir las primeras comunidades con sus abundantes recursos, deberán observar cómo con escasos recursos, grupos de personas emprendedoras habrán concretado la idea. Este proyecto no necesita ni millones de dólares, ni millones de personas para empezar: con poco, con pocos y de a poco, será suficiente para llegar a ser muchos los participantes; no miles, sino millones.
 


CONSIDERACIONES FINALES

    Conforme a lo tratado en  la Parte I, si todo este proyecto tecno-político no tuviera en cuenta lo que era "oculto" (ahora revelado), lo sagrado, lo energético, recaeríamos en construcciones y proyectos carentes de los valores trascendentes que determinan el orden del cosmos. Concebir un modelo de comunidad con nuevas formas de organización social, sin retornar a antiguas sabidurías acerca de cómo funcionan las cosas en el Universo, sería perdernos en una política vacía de los contenidos y de las orientaciones espirituales que una sociedad superior necesita.
    En cuanto a lo tratado en la Parte II, si la propuesta de comunidades pequeñas ante los problemas derivados de las grandes ciudades, no fuera a constituirse en la principal estrategia a tener en cuenta para que la Humanidad realmente empiece a cambiar en favor de la preservación de sí misma y del ecosistema, podríamos pasarnos años de sesiones en la ONU para buscar soluciones dentro del "orden establecido" para establecer un "Nuevo Orden" que será más de lo mismo, sin solución para el deterioro ambiental y humano.
    Por eso en la Parte III, se deja claro que hay un riesgo ambiental inminente, ante el cual los políticos que irresponsablemente
postergan medidas para revertir el problema, recibirán el choque de la realidad que no están queriendo enfrentar, cuando ella sea irreversible. Ante esto, en vez de esperar a que los políticos y los poderosos de la economía mundial tomen conciencia y hagan algo, los ciudadanos deberán ocupar ese vacío de responsabilidades con acciones concretas y urgentes, a las cuales los gobernantes podrán o no plegarse cuando comprendan que el camino es por allí.
    Que una sociedad superior, en vez de estar compuesta por megalópolis ultratecnificadas, esté hecha de redes de pequeños núcleos comunitarios mínimamente equipados a nivel tecnológico, y máximamente desarrollados urbanística y arquitectónicamente según místicas sabidurías ancestrales, podrá parecer un retroceso. Y lo es: el retroceso a formas de vida más elevadas y dignas, que se perdieron por darle poder absoluto a una mentalidad industrialista y progresista sin orden y sin rumbo que no sea el de la autodestrucción. Hace un siglo, el futuro ideal podría verse reflejado en las torres gigantes de Manhattan, o en el futurismo de la "Ciudad Gótica" de "Eternamente Batman" o de las construcciones en "El quinto elemento". Hoy, si, en busca de conceptos para la armonía de los hábitats, ese ideal no se desplazara a las aldeas indígenas o a la Acrópolis ateniense, tal vez podamos esperar a que el sistema colapse y la Estatua de la Libertad y su entorno terminen como en "El planeta de los simios".

    1 Sobre los problemas de los países y la actitud de los gobernantes, en su libro citado escribió Konrad Lorenz: "Uno se pregunta qué causará más daño al espíritu de la Humanidad actual, si la codicia cegadora o el apresuramiento agotador. Sea como fuere, los gobernantes de todas las orientaciones políticas se esfuerzan por promover ambas cosas e incrementar hasta la hipertrofia aquellas motivaciones que impulsan al hombre hacia la competencia.
    Las lujosas estructuras resultantes del diabólico ciclo constituido por el crecimiento de producción y necesidades con acoplamiento regenerativo, acarreará el desastre, tarde o temprano, a los países occidentales y, sobre todo, a los Estados Unidos, ya que su población no podrá seguir compitiendo ventajosamente con las de los países orientales, menos malacostumbradas y más sanas. Así pues, los gobernantes capitalistas dan prueba de una miopía extremada al mantener hasta ahora ese curso consistente en recompensar al consumidor elevando su "nivel de vida" e imponiéndole, por ende, la "condición" de proseguir su competencia -causante de alta presión sanguínea y alteraciones nerviosas- con el prójimo."

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    2 Sobre la tendencia autodestructiva de la humanidad, dice en su obra citada Konrad Lorenz: "Todas las facultades inherentes al hombre y derivadas de sus profundas percepciones en la naturaleza circundante, es decir, el progreso de su tecnología, los adelantos de las ciencias química y médica, todo cuanto parece hecho para aminorar los sufrimientos humanos se traduce, de forma horripilante y paradójica, en una corrupción de la Humanidad. Ésta amenaza con hacer precisamente lo que casi nunca han intentado los sistemas vivientes, a saber, estrangularse a sí misma. Pero lo más espantoso de este acontecer apocalíptico es que las cualidades y aptitudes óptimas, las más nobles del hombre, aquéllas que conceptuamos y valoramos con razón como específicamente humanas, son las primeras en sucumbir, a juzgar por las apariencias."

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Parte I
CONCEPTOS ESOTÉRICO-ESPIRITUALISTAS EN POLÍTICA DE PLANIFICACIÓN URBANA

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Parte II
COMUNIDADES PEQUEÑAS ANTE EL PROBLEMA DE LAS GRANDES CIUDADES

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