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Ante todo
deseo expresar la alegría de estar con ustedes y agradecer la invitación
del p. Fredy Cano, su profesor, para este encuentro con un grupo de
tanto potencial religioso, dominicano, intelectual y personal.
Responsabilidad
Histórica de la Teología en Colombia
Hoy,
laicos y laicas buscamos, arañando, nuestro puesto real en la Iglesia y
nuestra responsabilidad en la construcción del Reino de Dios,
elaborando teología desde la intemperie de nuestras realidades.
En el
espíritu de Domingo de Guzmán, Común Denominador de tantos hombres y
mujeres que a imagen suya, han dado forma visible, encarnada, física y
representable a un cuerpo real e histórico. Son la mirada y la voz que
reviven las distintas facetas de su carisma. En este espíritu nos
unimos.
De ahí
que, preguntarnos por el sentido o sin sentido de la teología en
Colombia, en los comienzos de un nuevo milenio y con características de
crisis total, sea mucho más que plantearnos una cuestión retórica, como
disparador para que la teología justifique su propia razón de ser.
Si la
teología no es capaz de ponerse a sí misma en crisis, en un país en
crisis, de llegar a cuestionarse, difícilmente podrá responder más que
cosméticamente a los anhelos de los colombianos.
El teólogo
metodista David Pailin, afirma: "El problema para la teología no
radica en cómo encontrar un lenguaje adecuado para tratar de Dios (como
si Dios fuera una temática dada y el problema consistiera en como
describirla), sino en cómo encontrar una manera de establecer una
correlación significativa entre el concepto de Dios y la estructura
última de la realidad"
Nuestra fe
y nuestra teología deben servir a los colombianos cual "motivo
para seguir esperando", como bellamente lo expresa la quinta
plegaria eucarística. Es decir, vosotros y nosotros debemos ayudar a no
abandonar los anhelos, ni a abandonarlos con ellos, en una sociedad tan
fragmentada. Desde esa humanidad fragmentada y, solo desde los
fragmentos, pueden reconstruirse la justicia, la paz y la comunión. No
con resignación sino con reconstrucción. No simplemente como un mosaico
que une piezas, sino recreando la comunicación solidaria entre ellas.
Debemos
tener cuidado al volver slogan frases como la del maestro general, Fray
Damián Byrne: "Todo dominico debe llevar en una mano el libro de
la Palabra de Dios y en la otra el libro de la realidad social: el
periódico". Así lo hizo, como consta históricamente, el
incomparable fundador. Cuando no había periódicos, en las realidades
del camino; Domingo encontró su diario. Además, acordaos de la
declaración, entre muchas otras, de uno de vuestros Capítulos
Generales: "El análisis del mundo de Hoy y el conocimiento de lo
que es del momento, tiene la misma importancia a los ojos del
predicador, que el análisis y el conocimiento de la Palabra de
Dios" (Walbergeg)
Predicar
la palabra no es comunicar una verdad abstracta, eso lo hacen otros,
sino intentar modelar la vida y la sociedad. La Palabra de Dios tiene
sentido, cuando es palabra creadora, profética y transformadora que
ayuda a la construcción del Reino.
Dudo mucho
se den teólogos para hoy, si les falta las herramientas conceptuales y
metódicas, para analizar la sociedad desde donde elabora, adapta,
complementa y hace eficaz su teología. No concibo un teólogo que además
no sea sociólogo.
En este
contexto, el discurso sobre Dios no puede comenzar por la justificación
de su existencia, ni siquiera por su afirmación: ya que sería un
nacimiento sin peso. Y si pretende justificar su relevancia, solo puede
hacerlo si comienza por el sujeto para quien puede ser relevante: el
ser humano. Y esto es así porque, si es cierto que el centro de la
atención de la teología es la cuestión de Dios, el centro de gravedad
alrededor del cual gira, es la cuestión humana.
En el
fondo, la teología necesita evolucionar en la historia acompañando los
cambios de la humanidad y respondiendo a sus desafíos. Lo cual
significa que es urgente reafirmar el carácter antropológico de la
teología, no solo como ciencia sobre Dios, sino una ciencia sobre el
ser humano, porque su función es hacer que Dios sea significativo para
las realidades humanas que abarcan, desde el planeta donde habita, el
manejo de su medio ambiente, las realidades económicas, técnicas,
sociales y culturales que construye.
Tenéis la
responsabilidad, como Dominicos, de hacer que el Jesús del pesebre y de
la Cruz forje un Dios que pueda seguir siendo relevante para el
colombiano pobre, marginado, oprimido, destechado, inculto, desnutrido,
violento y violentado, desempleado, discriminado por étnia, sexo,
condición, en el carácter jerárquico, religioso o laical, que no valora
la vida, ni la suya ni las de los demás y ya totalmente desilusionado
de su país, su partido, su iglesia, su familia, su empresa y su vida.
Realidades
y condiciones que debéis conocer muy bien, para darle a vuestro
discurso sobre Dios, posibilidad y sentido.
Los
anteriores planteamientos nos conduce al padre Domingo y a los hermanos
y hermanas del pasado, de quienes debemos aprender un poco de su
valentía y pasión. Ellos nos ayudan a recuperar la energía para
dejarnos conmover, en lo más profundo de nuestro ser, por el Dios de la
esperanza, que nos seduciría, si le dejamos campo en nuestro corazón,
El Padre
Lebret
Hoy, vamos
a dedicarle unos minutos al p. Lebret, dominico francés, cuyo
itinerario intelectual, teológico, sociológico, económico, técnico y
humano, puede iluminar en este y los arduos momentos que vivimos y los
peligrosos que nos esperan.
Del
fundador del movimiento Economía y Humanismo y, con ocasión de los
veinte años de su muerte, el Capítulo General Dominicano de Ávila
(1986), dio el siguiente testimonio: "el p. Lebret fue el primero
en ocuparse de la teología del progreso de toda la persona y de todas
las personas y consagró toda su vida a promover en muchas naciones,
sobretodo del Tercer Mundo, la civilización del progreso humano. En el
Concilio Vaticano 11, fue consejero privilegiado de Paulo VI, quien
declaró al progreso como el nuevo nombre de la paz. Este era el lema
del p. Lebret, quien participó también en la elaboración de la
Populorum Progressio. El Capítulo General da gracias a Dios, por haber
dado a la Orden al p. Lebret y se alegra sobretodo con su servicio, al
mismo tiempo en que se propone continuar el trabajo, comenzado por él
".
Este
mensajero de ciencia, economía y humanismo recorrió América Latina, en
medio de la acogida entusiasta de los científicos y los líderes
utópicos y con la abierta oposición de los grandes intereses, contra
quienes iban sus principios éticos de una economía al servicio del
hombre.
La vida
del p. Lebret se extiende de junio de 1897 a julio de 1966. Coincide
con un espacio importante de cambios en la historia de la humanidad y
de la Iglesia. Dos guerras mundiales, grandes innovaciones y
descubrimientos, la declaración universal de los derechos humanos, el
concilio Vaticano II, la concentración de riqueza y poder en el
hemisferio norte, los sueños de descolonización y desarrollo para
todos, la división del mundo en bloques ideológicos y políticos
antagónicos y la marcha hacia el neoliberalismo, mundialización y globalización.
Lebret, se
zambulle en ese pedazo denso e intenso de la historia contemporánea. Esa
inserción sostiene la correlación constante entre las fases de su vida
y los grandes eventos que marcan la marcha del mundo y de la Iglesia.
Los
rápidos progresos de la economía y de la técnica, llevaron al p. Lebret
a dar orientación y enfoque a una la economía humana y una técnica al
servicio de todos. Hoy, con la globalización, se acentúa la exigencia
de la caridad inspirando y animando la justicia y la solidaridad para
ser artesanos de la paz. Tal era su visión y practica de la
espiritualidad evangélica y dominicana en una civilización tecnológica.
Al vicio
frustrante y contagioso de la pleonexia, denunciado por Aristóteles y
por el Evangelio, de "querer siempre más para sí", la caridad
contrapone el "querer siempre mas y mejor para los otros"
Pero ese don total de sí mismo tiene un signo de lucidez, de "un
discernimiento que brota del amor" (ST II - II, 47,1)
Esa unión,
esa. sinergia de amor e inteligencia, caracteriza la vocación personal
de Lebret y explica su identificación con la vocación dominicana y su
encuentro con todos aquellos y aquellas que sueñan utópicamente con una
nueva humanidad, en el mundo técnico y de economía globalizada.
El p.
Lebret es de extraordinaria actualidad por su obra y su mensaje. La
civilización moderna esta totalmente impregnada por la racionalidad
técnica e instrumental y por la racionalidad emotiva o afectiva, los
fundamentalismos, la violencia y el terrorismo. Lebret ofrece la
espiritualidad de la inteligencia contemplativa e investigadora, como
fuente de compromiso efectivo por la vida, la paz y un mundo más
humano.
El ideal
que el apóstol Pablo propone para el cristiano de "vivir la verdad
en la caridad" (Ef. 3,15) parece ser el emblema de Lebret,
definida como "la caridad intelectual" tal como lo resaltó J.
Maritain (quien ejerció una profunda influencia, en el punto de partida
del joven Lebret)
La
contribución original del p. Lebret, para momentos de globalización
económica y cultural, son los tres interrogantes que él planteó y
respondió a través de su obra: ¿Cómo elaborar un método de análisis
social viable y operacional? ¿Un proyecto global de civilización es
posible, aceptable y factible? ¿La espiritualidad de la acción, de
inspiración evangélica, puede guiar y animar el compromiso y la lucha
social por la justicia y la paz?
La Misión
Economía y Humanismo, realizó en Colombia un exhaustivo "Estudio
sobre las condiciones del desarrollo en Colombia" (1958),
orientado por los principios y métodos de análisis, "con miras al
aprovechamiento de los recursos y al desarrollo de Colombia"
El informe
final, es hoy un documento histórico valioso porque permite, comparar
el avance del país, en los últimos cincuenta años, los cambios
demográficos y los cambios en la información estadística y la
informática.
Por esto
es urgente una relectura del pensamiento del p. Lebret, quien pensaba
que el desarrollo, "no debe ser concebido solamente como un
aumento regular de cifras de producción, de transporte y de
transacciones. Es esencialmente un ascenso humano. De la misma manera,
en nuestro trabajo -lo planteaba- nunca separamos los elementos
económicos, los elementos demográficos, los elementos sociales, los
elementos del valor humano y aún nos parece que cualquier estudio
económico, con miras al desarrollo, que no entre en estas perspectivas,
no es suficientemente objetivo, pues no tiene en cuenta datos y
factores rigurosamente esenciales.
Podemos si
afirmar -continúa- que nunca sucumbimos a la tiranía de ninguna teoría
o a la consideración de ningún interés particular o de otra nación. Tratamos
de percibir la realidad colombiana en su extrema complejidad, con
subordinación a lo humano" (Estudio sobre las condiciones del
desarrollo en Colombia p. 10)
"Al
mirar de cerca todo nuestro informe -termina el p. Lebret- se ve
cargado de intensa simpatía por este pueblo en evolución que realiza
tantas experiencias, ante las cuales, la mayoría de los países más
desarrollados, se sentiría abrumada (p.10.
Puede que
existan algunas sombras en su pensamiento, fruto de su tiempo, tales
como el acrecentado anticomunismo, propio de la iglesia romana, la
percepción sobre los pueblos indígenas como paganos y anticristianos y
ciertas falencias en los métodos para la regionalización, la
determinación de las muestras, la toma de los datos y los criterios de
medida, las personas entrevistadas, la sobre valoración de lo cultual y
moralista en lo religioso y su medida y otros aspectos que será
necesario analizar en una relectura no apologética.
Los
cambios en la realidad colombiana han sido notorios. En un período
relativamente corto de tiempo, que va de 1938 a 1985, la población
rural pasó del 70.1 % al 28% del total del país.
Esta
movilidad social de la población esta condicionada, no solo por los
factores normales en el continuum rural-urbano, sino por hechos
violentos que han obligado al desplazamiento, entre los cuales
sobresalen: la desintegración de las haciendas y proletarización del
campo, la revolución verde, el monocultivo tecnificado, a costa de la
agricultura tradicional, la violencia bipartidista y su millón de
víctimas, los desplazamientos y formación de cinturones de miseria.
Los
cambios en la frontera agrícola, las bonanzas cafeteras y el valor
agregado de la tierra, los cultivos ilícitos y sus implicaciones
económicas y sociales, la ausencia de los servicios del Estado y otros
factores que contribuyeron a que la población campesina constituya la
base social más importante del movimiento guerrillero colombiano y como
contraparte violenta, en la década de los ochenta, la acción de
agrupaciones paramilitares.
Énfasis
especial debe darse a los altos los niveles de corrupción y la apertura
económica, presentada como panacea para obtener todos los productos a
bajo precio.
Estas
políticas neoliberales de los gobiernos de 1974 en adelante alcanzan,
en 1990, la eliminación de los sistemas de racionamiento de las
importaciones reduciendo los aranceles progresivamente, para dejarlos
en un 15% en 1994 a un nivel de 50% en 1989 y de un 43% en 1990.
Ante estos
deterioros de la realidad económica, política y social colombiana, es
urgente acudir a planteamientos de recomposición social, muchos de los
cuales fueron ya detectados, proféticamente, por el p. Lebret.
Para un
mayor conocimiento, análisis y acción científica, cristiana y
dominicana, de nuestra realidad, sirven de faro, entre otros, los
principios que guiaron al p. Lebret, en el movimiento de Saint Malo:
misericordia evangélica, análisis de los hechos ecológicos, técnicos,
económicos y sociales, pensamiento y principios de la acción, educación
para todos, trabajo conjunto entre religiosos y laicos, compromiso con
los hombres más necesitados, los pobres y oprimidos, promoción humana y
evangelización, orientación del ideal dominicano y tomista.
Son las
condiciones para un verdadero desarrollo económico y social en
condiciones de dignidad humana, porque para él "no puede haber
desarrollo donde no hay hombres suficientemente formados.
No puede
haber desarrollo donde los hombres no están suficientemente unidos.
No hay
desarrollo sin un dispositivo de desarrollo bien concebido y
rápidamente realizado. No habrá desarrollo sin planificación.
No habrá
desarrollo sin una firme voluntad política de desarrollo.
Para
triunfar a pesar de todo, hace falta una firmeza excepcional, una
tenacidad inflexible, a la vez que una lucidez en sumo grado" (L.
J. Lebret" Desarrollo: Revolución solidaria", 1964)
Así
podremos ayudaran a pintar el retrato dei cristiano y del colombiano,
que soñaba Lebret: como hombre de misericordia, con un sentimiento
auténticamente revolucionario, que motiva las luchas contra la
injusticia para la liberación y construcción de la paz.
Capaz de
cargar sobre el corazón y las espaldas la miseria de los demás,
misericordia que se extiende a todos los estamentos sociales.
Que dice
no a la injusticia y sus causas, en combate cotidiano, Que se
manifiesta en asumir la carga de un sector de miseria, Incita a
despertar del letargo y la rutina, que acostumbra a observar la
realidad de pobreza y violencia, sin inmutarnos.
Cristianos
y colombianos que buscamos la elevación humana universal, en sus
valores, producción y desarrollo, aprovechando los adelantos de los
hombres, en su provecho. Cristianos como hombres de la demencia,
capaces de saltar hacia la locura de lo desconocido y riesgoso, tal
como lo personalizó santo Domingo.
Hombres y
mujeres filiales a la Iglesia, como maestra y madre, cristianos que ven
en la cruz de Cristo, más que un adorno, un compromiso y un reto.
Creciendo
en el sufrimiento y confrontación, a manera de la unidad eucarística.
Una
ofrenda densa y encuentro en la misa y abandonados en el Señor, centro,
camino, verdad y vida.
Aquí están
los grandes lineamientos para los cambios necesarios y urgentes, si
queremos aportar a la reconstrucción nacional en el siglo XXI y la
necesidad de aplicarlos -momo lo recomienda el p. Carlos Mario Alzate-
"tanto en la línea de la asistencia humanitaria, como en la
investigación en asuntos económicos, jurídicos, psicológicos y sociales
del conflicto".
"En
la formación de agentes evangelizadores que en perspectiva tomista,
contribuyamos desde diversas perspectivas y disciplinas al bien
inapreciable de la paz y del desarrollo con justicia social" de
manera tal que, ante los fenómenos de globalización, de injusticia
económica, social y cultural y ante el terrorismo nacional y mundial,
globalicemos la esperanza y la solidaridad.
Para terminar,
que sea propósito conocer al p. Lebret, marinero abierto al mundo como
lo fueron Domingo, hombre caminante en la misericordia, Las Casas,
Pedro de Córdoba, Montesinos y tantos otros que nos han precedido,
quienes deben orientarnos para ser artesanos de justicia y paz,
teólogos desde la intemperie, comprometidos con la realidad del país,
para lo cual lo más importante, después de la ayuda de Dios, es no
tener miedo.
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