"LUIS LEBRET, O.P. PARA LA COLOMBIA DEL SIGLO XXI"

Sergio D. Rugetes Aranda, M. Sc.

Conferencia dictada a los Teólogos Dominicos en el Estudio General San Alberto Magno, 2001

 

 

 

 

Ante todo deseo expresar la alegría de estar con ustedes y agradecer la invitación del p. Fredy Cano, su profesor, para este encuentro con un grupo de tanto potencial religioso, dominicano, intelectual y personal.

 

Responsabilidad Histórica de la Teología en Colombia

 

Hoy, laicos y laicas buscamos, arañando, nuestro puesto real en la Iglesia y nuestra responsabilidad en la construcción del Reino de Dios, elaborando teología desde la intemperie de nuestras realidades.

 

En el espíritu de Domingo de Guzmán, Común Denominador de tantos hombres y mujeres que a imagen suya, han dado forma visible, encarnada, física y representable a un cuerpo real e histórico. Son la mirada y la voz que reviven las distintas facetas de su carisma. En este espíritu nos unimos.

 

De ahí que, preguntarnos por el sentido o sin sentido de la teología en Colombia, en los comienzos de un nuevo milenio y con características de crisis total, sea mucho más que plantearnos una cuestión retórica, como disparador para que la teología justifique su propia razón de ser.

 

Si la teología no es capaz de ponerse a sí misma en crisis, en un país en crisis, de llegar a cuestionarse, difícilmente podrá responder más que cosméticamente a los anhelos de los colombianos.

 

El teólogo metodista David Pailin, afirma: "El problema para la teología no radica en cómo encontrar un lenguaje adecuado para tratar de Dios (como si Dios fuera una temática dada y el problema consistiera en como describirla), sino en cómo encontrar una manera de establecer una correlación significativa entre el concepto de Dios y la estructura última de la realidad"

 

Nuestra fe y nuestra teología deben servir a los colombianos cual "motivo para seguir esperando", como bellamente lo expresa la quinta plegaria eucarística. Es decir, vosotros y nosotros debemos ayudar a no abandonar los anhelos, ni a abandonarlos con ellos, en una sociedad tan fragmentada. Desde esa humanidad fragmentada y, solo desde los fragmentos, pueden reconstruirse la justicia, la paz y la comunión. No con resignación sino con reconstrucción. No simplemente como un mosaico que une piezas, sino recreando la comunicación solidaria entre ellas.

 

Debemos tener cuidado al volver slogan frases como la del maestro general, Fray Damián Byrne: "Todo dominico debe llevar en una mano el libro de la Palabra de Dios y en la otra el libro de la realidad social: el periódico". Así lo hizo, como consta históricamente, el incomparable fundador. Cuando no había periódicos, en las realidades del camino; Domingo encontró su diario. Además, acordaos de la declaración, entre muchas otras, de uno de vuestros Capítulos Generales: "El análisis del mundo de Hoy y el conocimiento de lo que es del momento, tiene la misma importancia a los ojos del predicador, que el análisis y el conocimiento de la Palabra de Dios" (Walbergeg)

 

Predicar la palabra no es comunicar una verdad abstracta, eso lo hacen otros, sino intentar modelar la vida y la sociedad. La Palabra de Dios tiene sentido, cuando es palabra creadora, profética y transformadora que ayuda a la construcción del Reino.

 

Dudo mucho se den teólogos para hoy, si les falta las herramientas conceptuales y metódicas, para analizar la sociedad desde donde elabora, adapta, complementa y hace eficaz su teología. No concibo un teólogo que además no sea sociólogo.

 

En este contexto, el discurso sobre Dios no puede comenzar por la justificación de su existencia, ni siquiera por su afirmación: ya que sería un nacimiento sin peso. Y si pretende justificar su relevancia, solo puede hacerlo si comienza por el sujeto para quien puede ser relevante: el ser humano. Y esto es así porque, si es cierto que el centro de la atención de la teología es la cuestión de Dios, el centro de gravedad alrededor del cual gira, es la cuestión humana.

 

En el fondo, la teología necesita evolucionar en la historia acompañando los cambios de la humanidad y respondiendo a sus desafíos. Lo cual significa que es urgente reafirmar el carácter antropológico de la teología, no solo como ciencia sobre Dios, sino una ciencia sobre el ser humano, porque su función es hacer que Dios sea significativo para las realidades humanas que abarcan, desde el planeta donde habita, el manejo de su medio ambiente, las realidades económicas, técnicas, sociales y culturales que construye.

 

Tenéis la responsabilidad, como Dominicos, de hacer que el Jesús del pesebre y de la Cruz forje un Dios que pueda seguir siendo relevante para el colombiano pobre, marginado, oprimido, destechado, inculto, desnutrido, violento y violentado, desempleado, discriminado por étnia, sexo, condición, en el carácter jerárquico, religioso o laical, que no valora la vida, ni la suya ni las de los demás y ya totalmente desilusionado de su país, su partido, su iglesia, su familia, su empresa y su vida.

 

Realidades y condiciones que debéis conocer muy bien, para darle a vuestro discurso sobre Dios, posibilidad y sentido.

 

Los anteriores planteamientos nos conduce al padre Domingo y a los hermanos y hermanas del pasado, de quienes debemos aprender un poco de su valentía y pasión. Ellos nos ayudan a recuperar la energía para dejarnos conmover, en lo más profundo de nuestro ser, por el Dios de la esperanza, que nos seduciría, si le dejamos campo en nuestro corazón,

 

El Padre Lebret

 

Hoy, vamos a dedicarle unos minutos al p. Lebret, dominico francés, cuyo itinerario intelectual, teológico, sociológico, económico, técnico y humano, puede iluminar en este y los arduos momentos que vivimos y los peligrosos que nos esperan.

 

Del fundador del movimiento Economía y Humanismo y, con ocasión de los veinte años de su muerte, el Capítulo General Dominicano de Ávila (1986), dio el siguiente testimonio: "el p. Lebret fue el primero en ocuparse de la teología del progreso de toda la persona y de todas las personas y consagró toda su vida a promover en muchas naciones, sobretodo del Tercer Mundo, la civilización del progreso humano. En el Concilio Vaticano 11, fue consejero privilegiado de Paulo VI, quien declaró al progreso como el nuevo nombre de la paz. Este era el lema del p. Lebret, quien participó también en la elaboración de la Populorum Progressio. El Capítulo General da gracias a Dios, por haber dado a la Orden al p. Lebret y se alegra sobretodo con su servicio, al mismo tiempo en que se propone continuar el trabajo, comenzado por él ".

 

Este mensajero de ciencia, economía y humanismo recorrió América Latina, en medio de la acogida entusiasta de los científicos y los líderes utópicos y con la abierta oposición de los grandes intereses, contra quienes iban sus principios éticos de una economía al servicio del hombre.

 

La vida del p. Lebret se extiende de junio de 1897 a julio de 1966. Coincide con un espacio importante de cambios en la historia de la humanidad y de la Iglesia. Dos guerras mundiales, grandes innovaciones y descubrimientos, la declaración universal de los derechos humanos, el concilio Vaticano II, la concentración de riqueza y poder en el hemisferio norte, los sueños de descolonización y desarrollo para todos, la división del mundo en bloques ideológicos y políticos antagónicos y la marcha hacia el neoliberalismo, mundialización y globalización.

 

Lebret, se zambulle en ese pedazo denso e intenso de la historia contemporánea. Esa inserción sostiene la correlación constante entre las fases de su vida y los grandes eventos que marcan la marcha del mundo y de la Iglesia.

 

Los rápidos progresos de la economía y de la técnica, llevaron al p. Lebret a dar orientación y enfoque a una la economía humana y una técnica al servicio de todos. Hoy, con la globalización, se acentúa la exigencia de la caridad inspirando y animando la justicia y la solidaridad para ser artesanos de la paz. Tal era su visión y practica de la espiritualidad evangélica y dominicana en una civilización tecnológica.

 

Al vicio frustrante y contagioso de la pleonexia, denunciado por Aristóteles y por el Evangelio, de "querer siempre más para sí", la caridad contrapone el "querer siempre mas y mejor para los otros" Pero ese don total de sí mismo tiene un signo de lucidez, de "un discernimiento que brota del amor" (ST II - II, 47,1)

 

Esa unión, esa. sinergia de amor e inteligencia, caracteriza la vocación personal de Lebret y explica su identificación con la vocación dominicana y su encuentro con todos aquellos y aquellas que sueñan utópicamente con una nueva humanidad, en el mundo técnico y de economía globalizada.

 

El p. Lebret es de extraordinaria actualidad por su obra y su mensaje. La civilización moderna esta totalmente impregnada por la racionalidad técnica e instrumental y por la racionalidad emotiva o afectiva, los fundamentalismos, la violencia y el terrorismo. Lebret ofrece la espiritualidad de la inteligencia contemplativa e investigadora, como fuente de compromiso efectivo por la vida, la paz y un mundo más humano.

 

El ideal que el apóstol Pablo propone para el cristiano de "vivir la verdad en la caridad" (Ef. 3,15) parece ser el emblema de Lebret, definida como "la caridad intelectual" tal como lo resaltó J. Maritain (quien ejerció una profunda influencia, en el punto de partida del joven Lebret)

 

La contribución original del p. Lebret, para momentos de globalización económica y cultural, son los tres interrogantes que él planteó y respondió a través de su obra: ¿Cómo elaborar un método de análisis social viable y operacional? ¿Un proyecto global de civilización es posible, aceptable y factible? ¿La espiritualidad de la acción, de inspiración evangélica, puede guiar y animar el compromiso y la lucha social por la justicia y la paz?

 

La Misión Economía y Humanismo, realizó en Colombia un exhaustivo "Estudio sobre las condiciones del desarrollo en Colombia" (1958), orientado por los principios y métodos de análisis, "con miras al aprovechamiento de los recursos y al desarrollo de Colombia"

 

El informe final, es hoy un documento histórico valioso porque permite, comparar el avance del país, en los últimos cincuenta años, los cambios demográficos y los cambios en la información estadística y la informática.

 

Por esto es urgente una relectura del pensamiento del p. Lebret, quien pensaba que el desarrollo, "no debe ser concebido solamente como un aumento regular de cifras de producción, de transporte y de transacciones. Es esencialmente un ascenso humano. De la misma manera, en nuestro trabajo -lo planteaba- nunca separamos los elementos económicos, los elementos demográficos, los elementos sociales, los elementos del valor humano y aún nos parece que cualquier estudio económico, con miras al desarrollo, que no entre en estas perspectivas, no es suficientemente objetivo, pues no tiene en cuenta datos y factores rigurosamente esenciales.

 

Podemos si afirmar -continúa- que nunca sucumbimos a la tiranía de ninguna teoría o a la consideración de ningún interés particular o de otra nación. Tratamos de percibir la realidad colombiana en su extrema complejidad, con subordinación a lo humano" (Estudio sobre las condiciones del desarrollo en Colombia p. 10)

 

"Al mirar de cerca todo nuestro informe -termina el p. Lebret- se ve cargado de intensa simpatía por este pueblo en evolución que realiza tantas experiencias, ante las cuales, la mayoría de los países más desarrollados, se sentiría abrumada (p.10.

 

Puede que existan algunas sombras en su pensamiento, fruto de su tiempo, tales como el acrecentado anticomunismo, propio de la iglesia romana, la percepción sobre los pueblos indígenas como paganos y anticristianos y ciertas falencias en los métodos para la regionalización, la determinación de las muestras, la toma de los datos y los criterios de medida, las personas entrevistadas, la sobre valoración de lo cultual y moralista en lo religioso y su medida y otros aspectos que será necesario analizar en una relectura no apologética.

 

Los cambios en la realidad colombiana han sido notorios. En un período relativamente corto de tiempo, que va de 1938 a 1985, la población rural pasó del 70.1 % al 28% del total del país.

 

Esta movilidad social de la población esta condicionada, no solo por los factores normales en el continuum rural-urbano, sino por hechos violentos que han obligado al desplazamiento, entre los cuales sobresalen: la desintegración de las haciendas y proletarización del campo, la revolución verde, el monocultivo tecnificado, a costa de la agricultura tradicional, la violencia bipartidista y su millón de víctimas, los desplazamientos y formación de cinturones de miseria.

 

Los cambios en la frontera agrícola, las bonanzas cafeteras y el valor agregado de la tierra, los cultivos ilícitos y sus implicaciones económicas y sociales, la ausencia de los servicios del Estado y otros factores que contribuyeron a que la población campesina constituya la base social más importante del movimiento guerrillero colombiano y como contraparte violenta, en la década de los ochenta, la acción de agrupaciones paramilitares.

 

Énfasis especial debe darse a los altos los niveles de corrupción y la apertura económica, presentada como panacea para obtener todos los productos a bajo precio.

 

Estas políticas neoliberales de los gobiernos de 1974 en adelante alcanzan, en 1990, la eliminación de los sistemas de racionamiento de las importaciones reduciendo los aranceles progresivamente, para dejarlos en un 15% en 1994 a un nivel de 50% en 1989 y de un 43% en 1990.

 

Ante estos deterioros de la realidad económica, política y social colombiana, es urgente acudir a planteamientos de recomposición social, muchos de los cuales fueron ya detectados, proféticamente, por el p. Lebret.

 

Para un mayor conocimiento, análisis y acción científica, cristiana y dominicana, de nuestra realidad, sirven de faro, entre otros, los principios que guiaron al p. Lebret, en el movimiento de Saint Malo: misericordia evangélica, análisis de los hechos ecológicos, técnicos, económicos y sociales, pensamiento y principios de la acción, educación para todos, trabajo conjunto entre religiosos y laicos, compromiso con los hombres más necesitados, los pobres y oprimidos, promoción humana y evangelización, orientación del ideal dominicano y tomista.

 

Son las condiciones para un verdadero desarrollo económico y social en condiciones de dignidad humana, porque para él "no puede haber desarrollo donde no hay hombres suficientemente formados.

 

No puede haber desarrollo donde los hombres no están suficientemente unidos.

 

No hay desarrollo sin un dispositivo de desarrollo bien concebido y rápidamente realizado. No habrá desarrollo sin planificación.

 

No habrá desarrollo sin una firme voluntad política de desarrollo.

 

Para triunfar a pesar de todo, hace falta una firmeza excepcional, una tenacidad inflexible, a la vez que una lucidez en sumo grado" (L. J. Lebret" Desarrollo: Revolución solidaria", 1964)

 

Así podremos ayudaran a pintar el retrato dei cristiano y del colombiano, que soñaba Lebret: como hombre de misericordia, con un sentimiento auténticamente revolucionario, que motiva las luchas contra la injusticia para la liberación y construcción de la paz.

 

Capaz de cargar sobre el corazón y las espaldas la miseria de los demás, misericordia que se extiende a todos los estamentos sociales.

 

Que dice no a la injusticia y sus causas, en combate cotidiano, Que se manifiesta en asumir la carga de un sector de miseria, Incita a despertar del letargo y la rutina, que acostumbra a observar la realidad de pobreza y violencia, sin inmutarnos.

 

Cristianos y colombianos que buscamos la elevación humana universal, en sus valores, producción y desarrollo, aprovechando los adelantos de los hombres, en su provecho. Cristianos como hombres de la demencia, capaces de saltar hacia la locura de lo desconocido y riesgoso, tal como lo personalizó santo Domingo.

 

Hombres y mujeres filiales a la Iglesia, como maestra y madre, cristianos que ven en la cruz de Cristo, más que un adorno, un compromiso y un reto.

 

Creciendo en el sufrimiento y confrontación, a manera de la unidad eucarística.

 

Una ofrenda densa y encuentro en la misa y abandonados en el Señor, centro, camino, verdad y vida.

 

Aquí están los grandes lineamientos para los cambios necesarios y urgentes, si queremos aportar a la reconstrucción nacional en el siglo XXI y la necesidad de aplicarlos -momo lo recomienda el p. Carlos Mario Alzate- "tanto en la línea de la asistencia humanitaria, como en la investigación en asuntos económicos, jurídicos, psicológicos y sociales del conflicto".

 

"En la formación de agentes evangelizadores que en perspectiva tomista, contribuyamos desde diversas perspectivas y disciplinas al bien inapreciable de la paz y del desarrollo con justicia social" de manera tal que, ante los fenómenos de globalización, de injusticia económica, social y cultural y ante el terrorismo nacional y mundial, globalicemos la esperanza y la solidaridad.

 

Para terminar, que sea propósito conocer al p. Lebret, marinero abierto al mundo como lo fueron Domingo, hombre caminante en la misericordia, Las Casas, Pedro de Córdoba, Montesinos y tantos otros que nos han precedido, quienes deben orientarnos para ser artesanos de justicia y paz, teólogos desde la intemperie, comprometidos con la realidad del país, para lo cual lo más importante, después de la ayuda de Dios, es no tener miedo.

 

 


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