EXPOSICIÓN DEL REVERENDO PADRE LOUIS JOSEPH LEBRET EN LA CONFERENCIA SOBRE COMERCIO MUNDIAL REUNIDA EN GINEBRA

 

Señor Presidente:

A nadie que haya seguido la historia de nuestra Conferencia le habrá sorprendido el hecho de que la Santa Sede haya querido estar representada aquí, correspondiendo así a la invitación que al  efecto recibió de la Secretaría General de las Naciones Unidas, Desde el 14 de mayo de 1962, con ocasión de la consulta preliminar hecha a los Estados Miembros de las Naciones Unidas y de los organismos especializados, la Santa Sede se declaró partidaria de que se celebrara esta Conferencia en la cual veía un medio para reforzar en un momento en que es tan necesaria la colaboración internacional en la obra del desarrollo y de la paz.  Esta respuesta fue dada precisamente en el período comprendido entre la publicación de “Mater et Magistra” y “Pacem in Terris” las dos enciclicas más importantes del Papa Juan XXIII.  Como usted sabe, esos documentos están penalmente inspirados en la profunda solicitud de la Santa Sede por los problemas que plantea la instauración de un orden justo, que permita el desarrollo completo de todos los miembros de la familia humana.  A ese desarrollo quiso dedicar el Papa Paulo VI su primer mensaje de Navidad.  En él podemos leer entre otras cosas las siguientes declaraciones dedicadas a los países nuevos:

“Aún no tienen la posibilidad de disfrutar de todas las ventajas económicas y culturales que ofrece una civilización moderna plenamente desarrollada y he aquí por qué Nuestro amor inspirado en el Ministerio de la Natividad, nos muestra, al escudriñar las más graves necesidades del mundo actual, la que sienten esos nuevos países, no ya de una beneficencia interesada y humillante,  sino de una asistencia científica y técnica y de una solidaridad basada en la amistad de todas las demás naciones.  Que el paternalismo sea sustituido por el espíritu de paternidad”

Señor Presidente, ¿acaso no describen esas palabras el espíritu y los objetivos de la presente Conferencia?  Ellas constituirán la inspiración de la delegación de la Santa Sede al intervenir en los debates.  Huelga decir que la función de nuestra delegación no consistirá en discutir en detalles las medidas que se propongan ni mucho menos en tomar partido en los debates de carácter puramente político, sino en ayudar, con un espíritu de franca y total colaboración, a establecer los objetivos del intercambio internacional a la luz de los principios de la moral internacional y de las exigencias elementales de la equidad.

La finalidad de nuestra Conferencia, y varios oradores han señalado ya desde esta tribuna este punto absolutamente fundamental, es el desarrollo.  El comercio,  o en un sentido más general, los intercambios, no son sino un medio que hay que adaptar a esa finalidad.  Además, es preciso dar al concepto del desarrollo todo su sentido.

Como se ha dicho, pero tal vez no con suficiente insistencia, es preciso hacer una distinción entre el desarrollo y la simple progresión numérica de cantidades globales, del producto nacional o del ingreso nacional por habitante.  Medido así, el desarrollo puede no ser sino un velo que oculte la realidad de una población cuyo sector privilegiado se beneficia de una elevación considerable de sus ingresos, el sector medio de una elevación aún importante y la gran mayoría urbana o rural sólo consigue un beneficio exiguo, por no hablar de los casos en que los ingresos llegan incluso a disminuir.  De esta forma se ahonda el abismo entre los diferentes niveles de vida, pues una fracción muy pequeña de la población excede el  nivel de vida europeo, o mientras que la gran mayoría vive en las mismas condiciones que hace varios siglos.  Así mismo, el desarrollo puede ser la consecuencia de un desequilibrio económico y social cuando la atracción de un polo importante, industrial o urbano provoca un éxodo de las zonas rurales, que quedan con una población insuficiente en relación con su capacidad normal de producción, o cuando una utilización excesiva del suelo, provocada por la perspectiva de un enriquecimiento inmediato, precipita la usura de la tierra cultivada, o también cuando el desarrollo experimentado se debe en parte a la construcción destinada a las clases privilegiadas y acomodadas, en tanto que la vivienda popular no solamente sigue siendo miserable sino que lo es cada vez más.  ¡Son tantos los elementos que demuestran la importancia de formular políticas de expansión comercial para las naciones en vías de desarrollo...!

Esta es la gran revolución que debe inaugurar la presente Conferencia, una revolución a largo plazo y sin derramamiento de sangre, cuya primera fase estará constituida por las resoluciones que se aprueben y las decisiones que se adopten aquí.

La gran mayoría de la población mundial vive
En las mismas condiciones de hace siglos; el
hombre no necesita una beneficencia interesada
y humillante sino una auténtica justicia

HAY QUE MODIFICAR USOS COMERCIALES ANTICUADOS. -  Señor Presidente, la delegación de la Santa Sede conoce las dificultades que van a encontrar quienes quieren cambiar, o por lo menos modificar profundamente, un sistema de comercio anticuado y cuyos efectos nefastos no son suficientemente compensados por las donaciones y los préstamos que se conceden.

Nuestra delegación ha tenido el honor de comunicar a usted siguiendo instrucciones de la Secretaría de Estado de Su Santidad el texto de una carta que ha recibido del Cardenal Secretario de Estado en la que se pone de manifiesto el especial interés que merece al Santo Padre nuestra conferencia.  Permítase que cite el pasaje siguiente:

“La Conferencia que se inaugura estos días en Ginebra se ve enfrentada con problemas de especial gravedad.  No se encontrarán tal vez en Ginebra soluciones definitivas a todos los delicados problemas de allí se plantearán.  No puede, en efecto, resolverse el problema actual del comercio internacional con soluciones al parecer tan sencillas como la del mercado internacional libre o, en el extremo opuesto, la de la planificación absoluta.  Pero es preciso iniciar firmemente el camino estableciendo sistemas adecuados y organismos eficaces en este período de mutación y de transición que habría de culminar en la plena satisfacción de las más legítimas aspiraciones humanas dentro de la independencia nacional”.

Es evidente que no puede lograrse de la noche a la mañana una regulación perfecta  del comercio.  Nuestros conocimientos son aún insuficientes: no debemos, pues, temer los riesgos inevitables que entraña todo experimento.

LA CIVILIZACIÓN DE LOS PRIVILEGIOS ESTÁ AMENAZADA. -  Por otra parte, examinando el caso desde más cerca, en términos de valores humanos, el que da recibe más que aquel a quien es dado.  La civilización de los privilegios se ve amenazada por la extensión ilimitada de sus deseos.  No podrá salvarse sino siguiendo un camino menos materialista y más humanitario.  Según la justicia comunal, nada de lo que tienen los privilegiados puede dejar de contribuir a la instauración del bien común en una comunidad que en adelante será universal.  Los más miserables, en términos de valores humanos son aquellos que teniendo mucho quieren retener para si lo que les sobra.    La avaricia de las naciones suma de la avaricia de la mayor parte de sus miembros, es una tara en cualquier civilización que se produzca.

Por último, señor Presidente, el comercio de bienes materiales no es sino un aspecto del comercio total, y las reglas de un comercio justo no son sino una presión parcial de una moral mucho más amplia de las relaciones humanas.  He ahí lo único que hay que reglamentar para lograr que todos den y que todos reciban.  Todo el mundo está hoy en día de acuerdo en que los países menos desarrollados poseen valores extraeconómicos que pueden aportar a los países más desarrollados.

LOS BIENES MÁS PRECIOSOS DE LA HUMANIDAD. La gratitud y la amistad política, en el sentido que Aristóteles y Santo Tomás  de Aquino daban a esta expresión, son en definitiva bienes más preciosos y más eficaces para la paz que los bienes materiales que se debe sacrificar con inteligencia.

Para  emplear una imagen imperfecta, el éxito de esta importatísima Conferencia exige que,  por encima de las combinaciones estratégicas   y de las soluciones contradictorias o inaplicables a causa de los conflictos latentes de intereses materiales o de ideologías, e incluso por encima de las soluciones que objetivamente parezcan ser las mejores para el período de transición que aquí se inicia, cada cual suba un piso más para que pueda contemplar mejore el problema “comercio y desarrollo” en todas sus dimensiones y tener aún más presente el concepto “humanidad”.



>> MENU



Envienos sus comentarios a: centrolebret@fr.st

1