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A LOS QUE NO SE RESIGNAN
Las habituales prédicas sobre la necesidad de renovar la política, de hacer más
transparentes los procesos internos de los partidos políticos, y de romper las barreras
de la comunicación entre las fuerzas políticas y los ciudadanos y ciudadanas, se ponen
por fin en práctica de forma incontestable. Me parece evidente que, a partir de ese
momento, los ciudadanos miran con otros ojos al Partido Socialista. Y es para mí también
obvio que, a partir de ese momento, los militantes socialistas recuperaban no sólo la
sonrisa sino el orgullo de pertenecer a la organización política más democrática e
innovadora de nuestro país.
Buena parte del mérito de todo ello debe atribuirse también a Joaquín Almunia quien,
desde su responsabilidad como Secretario General del PSOE, impulsó la celebración de
elecciones primarias e incluso me animó a presentarme a ellas. Ese mérito no debería
quedar empañado por el hecho de que el propio Almunia afirmase que dimitiría si perdía
las primarias.
Cuando el 34 Congreso Federal del PSOE y posteriormente el Comité Federal aprobaron la
celebración de elecciones primarias para la designación de candidatos, lo hicieron
conscientes de que la figura del Secretario General no tenía por qué coincidir con la de
candidato a la Presidencia del Gobierno. En caso contrario, la decisión tomada no hubiese
tenido sentido alguno. Tampoco tiene sentido la obsesión con la que algunos dirigentes
socialistas pretenden orientar el voto de los militantes. Precisamente, si algún sentido
tiene la celebración de elecciones primarias es el de dejar al voto individual y secreto,
libre y
democrático, de los más de 370.000 militantes socialistas la designación de un
candidato. Precisamente, si algún sentido tiene mi candidatura es el de luchar contra la
resignación.
Mi campaña se dirige fundamentalmente a los que no se resignan. A los que no se resignan
a dejar que decisiones tan importantes como ésta queden sólo en manos de una docena de
dirigentes. A los que no se resignan a ver cómo la derecha se instala cómodamente en el
poder. A los que no se resignan a ver cómo el pasado bloquea el presente y condiciona el
futuro.
A los que no se resignan a una política de oposición bloqueada por la nostalgia o los
falsos complejos. A los que no se resignan a aceptar que haya sólo una política posible.
A los que no se resignan a que la renovación de la izquierda pase por acercarse a la
derecha. A los que no ser resignan a dejar al mercado las decisiones sobre derechos tan
elementales como el derecho a un puesto de trabajo, a una atención sanitaria cualificada,
a una enseñanza de calidad, a una pensión digna o a un subsidio de desempleo suficiente.
A los que no se resignan a que la única acción contra el paro sea la flexibilidad
laboral, la congelación salarial o el recorte de las prestaciones sociales. A los que no
se resignan a que el crecimiento económico deteriore el medio ambiente o la calidad de
vida. A los que no se resignan a que la globalización económica implique precarización
laboral y desmantelamiento del Estado del Bienestar. A los que no se resignan a que la
batuta de la construcción europea la lleve el Bundesbank o quien le sustituya en el
futuro. A los que no se resignan frente al medicamentazo o frente al desarme fiscal del
Estado para favorecer a las rentas más altas.
También me propongo movilizar a los socialistas para reivindicar lo mucho que hicimos por
la modernización y la cohesión social de nuestro país de 1982 a 1996, a través de la
gestión realizada por los Gobiernos presididos por Felipe González. Y me propongo
hacerlo, si los militantes me dan su confianza, de la mejor manera posible: ganando las
próximas elecciones generales al Partido Popular.
José Borrell
Artículo enviado a la revista "TIEMPO". El correspondiente
copyright pertenece al autor y a la revista