No. 90 del 4 de noviembre de 2000 |
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Ritual de Mito y mezcla cultural * La muerte: sus aromas, sus emociones y sus precios * Repercusiones del capitalismo en la tradición * Ideas encontradas dentro de las religiones Por Jhaqueline Euán Pérez |
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A partir del siglo IX la Iglesia católica consagra el 2 de noviembre para la conmemoración de los fieles difuntos, tradición que inició en Europa. Con la conquista de México por los españoles, a partir del siglo XVI en la península de Yucatán surge una nueva tradición, mezcla de la celebración europea con los ritos, costumbres y creencias de los mayas. Esta fusión, manifestó la diferencia en los conceptos acerca de la vida y la muerte de españoles y mayas. De acuerdo con el narrador Fray Diego de Landa, los mayas temían a la muerte, por esta razón continuamente le rendían cultos a sus dioses para mantener la salud y la vida. Los muertos eran amortajados, y les llenaban sus bocas con maíz molido, que llaman "Koyem", los acompañaban con comida, bebida y dinero, para que en la otra vida no les faltase que comer. Los mayas creían en la inmortalidad del alma. Para ellos, al morir, la gente buena se iba a un lugar con abundante comida, bebida y donde se encontraba el árbol "yaxché" o ceiba, bajo cuya sombra descansarían. Los malos se iban al "mitnal" o infierno, donde eran atormentados por los demonios, el hambre, frío, el cansancio y la tristeza. Consideraban la vida y la muerte como dos etapas de un eterno continuum; para ello la muerte no es el fin, sino el acceso a otra dimensión, que llevaría a una nueva forma de vida: la inmortalidad, estado del que se puede volver para visitar a los vivos. Morir se consideró necesario para renacer con más fuerza. A diferencia de los mayas, los españoles creyeron que la muerte no es dinámica, sino estática y sujeta a juicio. Una disyuntiva constante entre la Gloria y el infierno. Esta fusión de culturas, dio como resultado que la creencia prehispánica de que los pixanes (almas) inmortales regresan al mundo terrenal, donde los vivos los esperan, limpiando la casa, terminando los trabajos pendientes, para que las ánimas no lleguen a terminarlo; colocando el altar de muertos, con comida, imágenes y objetos que en vida eran los favoritos de los muertos, limpiando y pintando las tumbas. Todo con el fin de que cuando los pixanes lleguen a la tierra, disfruten de su regreso. Las tradiciones mayas, con la llegada de los españoles, fueron encauzadas como creencias con celebraciones cristianas, como las misas, rezos, oraciones y rosarios.
Altares y homenajes: el aroma de la muerte En Campeche las celebraciones de los muertos inician el 31 de octubre, día dedicado a los pixanitos (niños), el primero de noviembre los festejos son para los pixanes (ánimas adultas) y el dos de noviembre es dedicado a los fieles difuntos, día en que la gente visita los panteones y le lleva flores a sus muertos. Es por esta razón, que desde una semana antes del 30 de noviembre, se empezó a ver más movimiento del normal en el mercado público "Pedro Sáinz de Baranda". Tomates, frijol "xpelón" o silvestre, orégano, achiote, perejil, cilantro, cebolla, cebollina, pimienta, masa, hoja de plátano, carne de gallina y puerco, hepazote, manteca, llenaban los morrales de las señoras, que transitaban apuradas por los angostos pasillos del mercado público. Ni los amontonamientos, empujones, y la incomodidad para comprar impedía que la gente acudiera al principal centro de abasto de la ciudad a comprar los ingredientes de los productos que prepararían los días 31, 1 y 2, y que colocarían en sus sus altares. De acuerdo con un estudio realizado por la Procuraduría Federal del Consumidor (Profeco), en Campeche cocinar un pibipollo podría costar alrededor de 150 pesos mexicanos. Y poner un altar con pibipollo saldría de 350 a 400 pesos. También la Profeco dio a conocer la lista de los precios de los productos más consumidos en estos días en el mercado Sáinz de Baranda, Súper San Francisco de Asís, Súper Maz y Chedraui. Los precios catalogados como bajos por la Profeco son los del mercado público y los más altos en los supermercados.
Como cada año, el lugar más visitado y donde se demandaron más productos fue el mercado Sáinz de Baranda, donde la gente entre empujones y apachurorones, ocasionado por la concentración excesiva de clientes, compraba flores, pan, dulces de mazapán, de calabaza, de camote, dulce de pan, merengues, frailes, así como las hojas de plátano, para envolver su pibipollo, uvas, manzanas, peras, jícaras y mandarina. Para evitar cualquier abuso en los precios, la Profeco implementó una operativo de vigilancia con 100 verificadores, que se distribuyeron en todos los expendios de pan, carne, mercados y supermercados, de los cuales 50 se establecieron en el Sáinz de Baranda, por ser el lugar al que más asistían a comprar los campechanos. En el mismo mercado, se instaló un módulo de la Profeco, para que los clientes fueran a levantar cualquier queja por precios demasiado altos, además en este lugar había una báscula donde cualquier inconforme podía ir a pesar sus productos para comprobar si les vendieron la cantidad correcta. El operativo se montó por los días 31 de octubre y uno de noviembre. El popular pan de muerto se comparaba desde a 12 hasta 16 pesos. En cuanto a flores, se podrían encontrar desde un rollito de zenpazuchitl a cinco pesos hasta otro de 28 pesos. Para los clientes que abarrotaron el "Sáinz de Baranda", este año los precios no subieron mucho en comparación con el precio normal de los productos, pero aun así algunos productos permanecían inaccesibles para aquellas personas que ganan el sueldo mínimo, y pese a esto hacen un esfuerzo para poner su altar aunque sea "humildemente" como dicen. "Hay que bárbaro, es una cosa horrible, está carísimo, no alcanza para comprar, compras lo que puedes", comenta doña Graciela Pech, quien opina que la celebración de los fieles difuntos, ya no es tan respetada por los jóvenes.
Lina Zetina, otra clienta al mercado, opina que "afortunadamente los precios no subieron mucho, así que voy a poder poner bien mi altar este año". El primer día de celebración de los muertos en Campeche es el 31 de octubre, que se dedica a los pixanitos (ánima de los niños muertos). Desde muy temprano las familias campechanas de todas las clases sociales, en su mayoría católicos, adornan una mesa, que servirá como altar; le ponen un mantel generalmente con colores claros, que son los preferidos de los pequeños, sobre el cual colocan uvas, manzanas, peras, naranjas, mandarinas, dulce de mazapán, dulce de calabaza, de pan, de yuca, camote, papaya, nance, ciricote, buñuelos, frailes, dulce de pepita, merengues, refresco, chocolate batido o atole de maíz nuevo en jícaras. La tabletas de chocolate las realizan desde días antes. Hornean el cacao, lo pelan y muelen, revuelven con azúcar y lo tortean. Además se coloca incienso, veladoras y velas que en este día son de colores, se pone la foto de algún niño muerto, acompañada de una imagen religiosa. El platillo principal en este día es el frijol con puerco o el puchero, que va acompañado de tortillas torteadas a mano, que se colocan en un "lec"(jícaro vacío donde se depositan las tortillas), convirtiendo el altar en un collage de sabores, olores y colores, producto de la sincretización de la cultura maya y española, ya que con el paso del tiempo muchos alimentos y detalles se han ido agregando a los altares. Una vez terminado el altar, se reza un rosario, y mientras éste no termine y se hayan apagado las velas de colores, "no se deberá de comer ninguno de los alimentos, porque primero lo deben disfrutar las benditas almas del purgatorio" comenta doña María Pérez Cohuó, a quien desde pequeña su mamá le enseñó está tradición, y junto con su esposo e hijos realiza con mucha fe.
Y antes de comer los alimentos se reza por las personas adultas muertas. "Voy a poner mi altar, porque es una tradición y como mi abuelito está muerto y lo quiero mucho, quiero que vea que siempre lo recordaré". Comenta Cinthia del Carmen Calán Coyoc, quien a sus 15 años por primera vez va a poner su altar, ya que su mamá casi no tiene esta creencia. Sin lugar a dudas, la elaboración de los "pibipollos", palabra de origen maya que significa "tamal de pollo enterrado", es una de las características que diferencian los días de muertos en Campeche al de cualquier otra parte de México. Para elaborar los pibipollos se requiere: masa, rollos de hojas de plátano, pollo o gallina, carne de puerco, manteca de cerdo, achiote disuelto en agua, hepazote, cebollas picadas, ajo, pimienta molida, sal, orégano y cebollina. Antiguamente la gente que elaboraba los pibipollos, también preparaba la masa que se obtenía del nixtamal, que es agua de cal con maíz, esta se pone a cocinar durante una hora en el fuego. Luego que se saca, se deja enfriar, se lava muy y se lleva a moler, el resultado final es la masa, pero ahora son pocas las personas que lo hacen. "Pues ahora como ya está más difícil poner el nixtamal, como antes le decían, pues ahora compramos la masa. Antes se elaboraba todo, el nixtamal se llevaba a los molinos, pero ahora ya ni molinos casi hay" dice doña Aída Angulo Pérez, quien desde hace 31 años prepara los pibipollos. El primer paso para la elaboración del pibipollo es preparar el "col", coinciden, la señoras María Pérez Couoh, Aida Angulo Pérez y Candelaria Cohuo de Santos. El "col" que es la mezcla del ajo, pimienta, tomate, cebolla, hepazote, comino, orégano, achiote molido, clavo de comida, que se fríen con manteca, y se le agrega un poco de masa para que se espese. Luego se extiende un pedazo de hoja de plátano, que previamente se limpian muy bien, y sobre el se revuelve la masa con manteca y sal, hasta que queda suavecita. La masa se extiende y se le da la forma de una pila, se rellena con el col, una vez lleno, se le echa cebolla, tomate, cebollina y chile al gusto dice doña Aída- se tapa con una superficie de masa, se envuelve con la hoja de plátano y se amarra con la majagua hilos sacados de la hoja de plátano-. Luego se entierra en un hueco dentro de la tierra, que previamente fue llenado con leña y prendido con fuego y encima se le pone una base de soporte para los pibipollos. Cuando el hueco con la leña está caliente se colocan en el interior los pibipollos. Posteriormente se tapa el hueco, con tierra y hojas árboles. "Su cocimiento es de una hora a hora y media" indican José Manuel Hernández, y Candelario Santos Yergo quienes, año con año, ayudan a sus esposas a enterrar los pibipollos, oficio que aprendieron de sus padres. Una de las supersticiones a la hora de elaborar los pibipollos, comenta doña Aída es que "hay creencias que dicen que existen personas que tienen mala vista y que no se cocinan los pibipollos por en medio, le queda un pedacito sin cocer. El secreto es que se le echan nueve bacalitos y un puño de sal y se rocía con una cruz de agua, para que se cocine el pibipollo". Doña María Pérez Cohuó comenta que hay persona que "cuando ven que se entierra el pibipollo, a veces tienen mano fría, lo que ocasiona que no se cuesan los pibipollos". El entierro de los pibipollos, es una tradición que se da con más frecuencia en las colonias populares de la ciudad, pues en la zona centro los patios son muy pequeños y sin tierra, las familias no tienen donde enterrar sus pibipollos. Los terminan horneando en sus estufas o de plano los encargan, teniendo que pagar por ellos desde 150 hasta 200 pesos, dependiendo del tamaño. El relleno de los pibipollos, varía. Puede ser de pollo, cerdo, de pollo y cerdo, o "merienda", que es un nuevo relleno que se hace con carne y chicharrón; o el pibipollo de xpelón -la masa revuelta con frijol silvestre-. La carne que lleva puede ser deshebrada o en presas, "ahora la gente pide los pibipollos con carne deshebrada" comenta la experta doña Aida.
Los cementerios
Se trasladan a los panteones en camiones, taxis, triciclos, a pie, carros, en Santa Lucía, San Román, Samulá o Jardines del Ángel, cementerios que en estos días, son abarrotados y son testigos de las aglomeraciones ocasionadas por los vivos que llegan a visitar a sus muertos, y acuden a la misa dedicada los fieles difuntos. Todos son testigos de las tubas abandonadas, falta de agua, robo de placas de lámina, alguna tumbas destruidas en alguna de sus partes el pisoteo de las tumbas, convirtiendo el lugar en un "infierno" en el que cada quien hace lo que quiere. Familias que vienen de otras partes de Campeche, a visitar a sus muertos, como es el caso de la familia Chi Poot, desde Zuctuc, Hopelchén, acompañado de su esposa Amalya Poot Pech y sus siete hijos, quienes desde hace 24 años están enterrados en este cementerio, comentan. O existen otros despistados, que casi nunca acuden a visitar a sus muertos, y cuando llegan ya no los encuentran, como es el caso de doña Nidia del Socorro Poot Carrillo, quien en su visita el primero de noviembre, se notaba preocupada porque no encontraba la tumba de su papá, tumba a la que no se le puso placa indentificatoria o se la robaron. Y como casi no la visitan, ni ella ni sus hermanos, es una de las tantas tumbas perdidas y abandonadas, de las que nadie sabe quien esta enterrado en ella. Tumbas, chicas, grandes, adornadas, sencillas, de niños, de adultos, se pueden encontrar en los cementerios, tumbas que resguardan cadáveres de personas que fueron ricas, pobres, buenas o malas pero que hoy son solo cenizas enterradas y que en esta fecha del año son recordadas por sus familias. Doña Ana María de la Luz Chávez, dice que tiene enterrados en el cementerio de Santa Lucia, a sus papás y dos hijas, una murió recién nacida y la otra víctima del sarampión, esto hace más de 43 años. "Mi hermano llegó tomado a mis casa, cuando a mi hijita le comenzaba el sarampión, y dicen que cuando un borracho ve a una niña con sarampión, se muere, y así sucedió, al día siguiente mi hijita se murió", recuerda con dolor doña Ana María.
"El único que no está acá es mi hijo que murió en Mérida, pero al rato lo voy a ir a visitar, de resto todos mis muertitos están enterrados aquí", nos dice doña Ana María. Este dos de noviembre en el cementerio de Santa Lucía, no faltó el muerto que sería enterrado en este día: se trató de José Dolores Rizos Estrella, de quien el resto de los asistentes al cementerio señalaban "lo bueno fue que murió en buen día". Los llantos y lamentaciones de sus nietos e hijos no se hicieron esperar. El cementerio de San Román y Jardines del Ángel, pese a que albergan a los muertos de los "ricos" -como se comenta-, tampoco están exentos de las irregularidades. Como es el caso del de San Román, cementerio que para comentario de los asistentes esté excesivamente sucio. Pero, además de visitar a sus muertos mucha gente aprovecha este día para hacer sus ventas, ya que a las afueras del cementerio, se pueden observar, venteros, de dulces, refrescos, incluso toldos, con mesas y sillas. Otras que hacen su negocio, dentro del mismo cementerio son las rezadoras, como una que se encontraba ofreciendo sus servicios en Santa Lucía, por un rosario que realizaba en 5 minutos, cobraba 15 pesos. También están los niños, que como Osvaldo Javier Gómez, quien en esta temporada del año viene al cementerio a trabajar para la gente limpiando las tumbas de sus muertos. En un día juntan hasta 63 pesos, que obtienen de lo que la gente les quiera dar por sus servicios. Son niños y niñas de entre 7 y 11 años de edad. Pero también se encuentran los mendigos que acuden a este lugar para que la gente conmovida ante la muerte, les den una limosna. A pesar que el origen de los altares, proviene en su mayoría de tradiciones mayas, que son consideradas paganas por la Iglesia, esta no pudo mantenerse al margen por mucho tiempo de esta tradición, y tuvo que aceptarla, pero dándole un carácter religioso, como fue agregar, a estos días los rezos, las oraciones, los rosarios y la misas. "Incluso en algunas Iglesias programan alguna celebración especial para los difuntos donde se reúnen todos los fieles y nos traen los nombres de sus difuntos, sus veladoras y se ofrece la eucaristía por el eterno descanso de todos los fieles difuntos" comenta el vicario de la Catedral, Marco Cohuó Mena. Para los católicos la muerte es el camino o el medio que los conduce a la salvación. Estos días la Iglesia celebra el día primero con la misa en acción de gracias por todos los santos, que son las almas que se van al cielo y el día dos se realiza otra misa, pero para recordar a los fieles difuntos, a todos aquellos que han fallecido y han dejado de existir, explica el vicario. A diferencia de la religión católica, que tolera este tipo de celebraciones, o incluso las difunde, siempre que tengan el sentido religioso; existen otras religiones como los testigos de Jehová, La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días mormones-, evangélicos, y La Iglesia de Dios de la Profecía, que coinciden en no conmemorar el día de muertos, porque no le encuentra sentido, porque "los muertos muertos están y no tienen conciencia ni perciben todas estas celebraciones que se hacen en su honor". No ven la necesidad de poner altares, donde además se adoran imágenes, porque estos muchas veces se ponen como resultado del miedo de los vivos hacia los muertos. De acuerdo con Gustavo Escamilla, miembro de la religión de los testigos de Jehová, no existe la inmortalidad del alma, pero sí la resurrección, que será promovida por Jehová, señala que la Biblia dice que los muertos no tiene conciencia de nada en absoluto y cuando se muere un ser querido hay que tomarlo con resignación, pero no es necesario hacer este tipo de festividades porque ellos no los sienten, ni perciben. "los muertos, muertos están y no pueden hacer ningún daño a los vivos", afirma. Por su parte el presbítero regional de Campeche y Tabasco de la Iglesia de Dios de la Profecía, que tiene cuatro templos en la ciudad, a la que acuden los 700 miembros que hay en la ciudad, Juan Félix Domínguez Povedano comenta que ellos sí creen en la inmortalidad del alma, y en la resurrección, pero no ve la necesidad de hacer este tipo de cultos, "porque los muertos después de muertos no tiene conciencia". Los miembros de esta Iglesia, en estos días, acuden a los cementerios, pero no a visitar a sus muertos, como el resto de la gente, sino para predicar. "Los muertos ya nada sabes de ciencia, pasión y amor", argumenta Domínguez Povedano. Después de la muerte está el descanso a través del sueño, los miembros de esta Iglesia creen en el cielo y el infierno, mas no en el purgatorio porque dicen que este no se menciona en la Biblia, sino que fue creado por el Concilio de Trento en 1318, con el fin de obtener fondos económicos para el sustento de la iglesia católica. Uno de los mayores temores de la Iglesia Católica es que estos día de muertos, se vean desde el punto de vista del consumismo, factor primordial en la economías capitalistas como la de México, pues en estos días, a todo se le ve más el valor económico que el simbólico. El vicario de Catedral, considera que esta tradición se está dando "distorsionada, se ha caído mucho en el consumismo, se ha exagerado demasiado en darle tanta importancia al día de muertos." "En el sentido del consumismo y del gasto que se está haciendo yo siento que lo que propone la Iglesia es que se haga un esfuerzo por canalizar lo religioso, por tratar de no olvidar a los difuntos y tenerlos siempre presente, y eso es lo importante para los fieles". Otro de los problemas es el que se refiere a la transculturación, que se está dando muy fuerte entre los jóvenes, quienes frecuentemente en vez de continuar con las tradiciones de sus padres, prefieren adoptar otras totalmente diferente a su cultura, como son los halloween, celebración adoptada de los Estados Unidos de Norteamérica. "Sobretodo en el sentido por ejemplo de los famosos halloween, yo siento que se pierde el sentido, ya se ve como una cuestión de diversión de burla y creo que pues ahorita el mundo de hoy pues creo que ya no le teme a nada, ni a la muerte", señala Cohuó Mena. Los tiempos cambian, así como las preocupaciones de la gente, cada vez será más complicado adaptar esta tradición a los nuevos tiempos que se avecinan. |
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