ANTONIO JOSE SILVERA ARENAS
Nació en Barranquilla el 30 de enero de 1965. Graduó de Bachiller en el Colegio Salesiano San Roque de Barranquilla en 1982. Terminó Derecho en la Universidad Externado de Colombia en 1985 y Literatura en la Universidad Nacional de Colombia en 1995. Participó en el XX Congreso Nacional de Literatura, Linguística y Semiótica en octubre de 1997.
Se ha desempeñado como:
DISTINCIONES
Participación como becario e el Foro Joven, encuentro de escritores menores de 30 años realizado en Málaga (España), entre el 8 y el 26 de febrero de 1993.
PUBLICACIONES
LA POESIA DE ANTONIO SILVERA
Por Harold Alvarado Tenorio
Desde la aparición de las vanguardias nuestra época ha usado de la síntaxis del cinematógrafo para crear los correlatos imaginarios que las tensiones, entre realidad y deseo, otros tiempos resolvieron con la ayuda de metros y rimas. Pero entre nosotros los ejercicios poéticos han estado dominados desde el nadaísmo y sus continuadores, por un lenguaje y unas síntaxis repetidoras de modelos difuntos. Los jóvenes sin educación se han acogido a esos lenguajes y sujetos. Parece como si viviéramos un retorno a hacer del poemas una de las manchas de la psicología experimental de Rorschach, cuando el paciente lee en una tinta china y comienza a ver lo que desea. No importan las recuperaciones o invenciones del individuo sino el ofrecimiento al público de las glosalias, desarticuladas exploraciones combinatorias, rosarios de metáforas y neologismo, sin sonido ni músicas que no alcanzan ni la nada, esa "otra cara de la existencia" que buscaba Huidrobo.
La región más golpeada por la violencia es el centro de esa aventura de alguna poesía de hoy. Expresión de una miseria espiritual, esa poesía quedará como crónica villana de las luchas de los pobres de los barrios populares contra la opresión del lenguaje institucional que ofrecen los periódicos y la radio. También en esas esferas políticas y deportivas hay una escolalia. Un lenguaje sin correspondencias, sin referentes a la realidad o a la invención, expresión del naufragio de la vida que padecemos.
Cuando uno lee la poesía publicada desde hace más de una década en periódicos y revistas parece como si se estuviera leyendo en una antología de los años finales del imperio romano, cuando quienes no se acogieron a la nueva doctrina cristiana, ni se dedicaron al erotismo, se ausentaron de la desagradable realidad con variaciones de palabras y géneros, los poemas, los dibujos, la aglomeración de medidas en un solo texto o la enumeración de voces de hienas y chacales.Es entre este paisaje depresivo y autoritario que encuentro juvenil la poesía de Antonio Silvera. Tímido por naturaleza y emigrante de un pueblo del caribe, como un renovado Miguel Hernández ha venido a la capital para -al chocar con los nudos de cartón piedra del presente-, resucitar literalmente la inquietud de la belleza que hay en la memoria de su niñez. Silvera habla en "Mi sombra no es para mí" (1990), de un mundo mítico, no contaminado por las doctrinas del momento, o por imitaciones serviles de estéticas pretendidas contemporáneas. Para Silvera y algunos otros jóvenes poetas de esa región de luz y maravillas, el mundo hay que cantarlo como se viene al mundo, desnudo de toda pretensión de entendimiento. Por eso me atrae su poesía, porque recupera los olores, la tristeza, la soledad y el polvo que animaba la miseria de toda nuestra niñez. Sólo los que levantan el alma contra los muros y el silencio pueden ser poetas Y Antonio Silvera lo es.
Tomado de: Gaceta Dominical # 5, Suplemento Diario El País (Cali). Diciembre 9/90. pág. 9.
UN DIA MAS
Por: Germán Vargas
Quizás sea tonificante en este guayabo del miércoles de Ceniza dedicar algunos ratos a la lectura de poesía. De poesía escrita por gente joven, gente que comienza a darse a conocer asumiendo con entusiasmo, y a veces con acierto, el oficio de poeta. A pesar de que no faltan quienes afirman, con excesiva insistencia, que ya no se escribe ni se lee poesía. Una afirmación equivocada, ya que con frecuencia llegan no pocos textos poéticos a la mesa de trabajo del redactor de estas notas.
Es el caso, por ejemplo, de "Mi sombra no es para mi", un hermosos y breve libro de poemas de Antonio Silvera Arenas, poeta barranquillero de apenas veinticinco años. Son sesenta páginas para cuarenta poesías, con un brevísimo prólogo de Guillermo Linero, quien hizo también el dibujo sobrio y atractivo de la carátula.
Silvera Arenas canta algunos temas como la infancia, el amor, los pájaros, los árboles, los sueños, la vida, los recuerdos de la abuela. Y lo hace con una sorprendente pulcritud y una evidente eficacia.
He aquí una muestra de la poesía que escribe Antonio Silvera:
Ella está reclinada en mis piernas
Ahora me dirige una sonrisa
y pide que le hable.
Pero nadie se entiende con palabras.
Cuando una mujer
sonríe de esta manera
es mejor callar
y acariciarle el cabello.
ACTIVIDAD CULTURAL
Por: Juan de Castellanos
Son poemas tiernos y nostálgicos que narran la historia de su tierra natal, Barranquilla, y la zaga de la familia. Construidos con un lenguaje depurado y un estilo comunicante, son poemas que sin grandes esfuerzos tienden puentes para entrar en contactos con los lectores.
Se trata de "Selección de poemas", nuevo libro de poemas del escritor barranquillero Antonio Silvera, estudiante de Literatura en la Universidad Nacional de Santafé de Bogotá.
El libro fue publicado por Centro Cultural Colombo Americano, en su colección "Escritores para el nuevo siglo", en cuya línea también han editado obras de Boris Salazar, Ramón Cote, Hugo Chaparro, Fernando Herrera y Harold Kremer.
"Quizá y por fortuna, esta inclinación evidente hacia el tono simple y hacia la palabra sencilla, se deba a que la poesía de Antonio Silvera no padece de ‘ambiciones formales’, de ‘abstracciones’, de ‘estilos de imaginación’, ni de ninguna otra trampa de las que usualmente obnubilan sensibilidades", dice en el prólogo el pintor samario Guillermo Linero Montes.
Antonio Silvera nació en Barranquilla en 1965. En 1990 publicó en Santafé de Bogotá "Mi sombra no es para mí", su primer libro de versos.
Tomado de: El Heraldo, jueves 9 de julio de 1992. Pág. 3A.
ACTIVIDAD CULTURAL
Por: Juan de Castellanos
El poeta barranquillero Antonio Joéé Silvera Arenas fue escogido para representar a Colombia en el Foro Joven de Literatura y Compromiso, que se celebra en Málaga, España, hasta el 26 de este mes.
Silvera Arenas es estudiante de Literatura en la Universidad Nacional de Santafé de Bogotá y autor de los libros de versos "Mi sombra no es para mí" y "Poemas". Fue seleccionados por el Centro Eurolatinoamericano de Juventud, entre numerosos poetas jóvenes de otros países de América Latina y Europa que participaron en el concurso.
Este evento internacional, donde asisten 36 delegados de América Latina y 54 de Europa, es auspiciado por el Ministerio de Asuntos Sociales de España. En el marco del mismo se analizan temas como literatura y ecología, literatura y política y literatura y transformación social.
LA SOMBRA DEL ARBOL DE TRUPILLO
Por: Alberto Eduardo Montenegro V.
Antonio no es astrónomo y tiene trato incestuoso con sus hermanas las estrellas; no es burócrata y su oficio está asediado por papeles; no es botánico, pero entiende el lenguaje de ramas de los almendros, los nísperos y del árbol de trupillo; tampoco es entomólogo y "seis luciérnagas titilan/en la eterna noche/de mi alcoba"; ni pianista, y toca con su intimidad y silencio una música reposada, breve, intensamente clara. Quizás sea mago que esconde en el sombrero del corazón árboles, ríos, pájaros y lluvias y recuerdos; no es, muchas veces Antonio, sino los ojos que persiguen un canto. Es una presencia dispuesta a la palabra: es poeta.
Un joven poeta que no se miente acerca de su elección: "El escritor no representa nada para nuestra sociedad, y menos el poeta", nos dice. Y menos el poeta, reescribo. Unas palabras que nos pueden parecer "escépticas", pero que son realistas, en concierto con el lugar que ocupa (el no lugar) el poeta en nuestra sociedad, al que siempre se le ha mirado como a un ser extraño (ser expulsado por Platón -aceptemos que con buen criterio- de su República Ideal) y que no incomoda porque es nuestra conciencia.
"La sociedad persigue otros valores, su búsqueda es el momento", afirma, y sus ojos se empapan de inocente incertidumbre.
La niñez y adolescencia de Antonio transcurrieron en Barranquilla, su ciudad natal, y a ellas se refiere con nostalgia (la misma que encontramos en sus poemas): !En mi niñez no tuve muchos libros, pero tuve una casa con un árbol de trupillo y tuve abuelos y varias manos que siempre me rodearon afectuosamente". Una infancia que sin ser el tema de sus poemas, es evocada secretamente en su primer libro "Mi sombra no es para mí" (1993). Luego de concluir sus estudios secundarios, llega a Bogotá para estudiar Derecho, sin embargo, su sensibilidad y afanes literarios lo obligan a buscar más cercanía con la poesía y, como lo admite: "Ya tenía cierta madurez", opta por la Carrera de Literatura en la Universidad Nacional. Hablando de esta experiencia y de su contacto con la academia, dice: "No esperaba mucho de los maestros, yo soy un escéptico de la academia, ella no es el fin de una propuesta literaria (tampoco, lo reconoce: es el fin). En la Universidad aprendí muchas cosas y aclaré algunas otras.
Si bien Antonio es costeño, más parece un niño que comercia dolosamente con el sol y el mar; cuando habla -cuando cae la red del silencio de sus dientes- su voz quiere acallar sus palabras en un reflejo de sobria timidez. "Es inútil" batirse contra el tiempo/He entregado las armas/y me he puesto a cantar/entre los pájaros". (Retorno). Así, Antonio ha elegido la destreza de hablar en el escribir y tiene en su rostro esa misma huela de sal y sol con la que los pescadores encaran la lejanía y el desasosiego de los pies en la tierra, su firmeza está (como la de todos los condenados) en una cuerda de palabras, en un océano de versos en la poesía... Ahora habla de poesía.
"La poesía es algo que no se tiene, es una ausencia, es algo perdido que se encuentra en el asombro, el constante asombro; pues es a través de él que uno recupera el recuerdo", y añade: "Yo sí creo en la Inspiración, en la Musa; la poesía exige momentos especiales, un primer momento que es la Inspiració al que luego llega el momento de escribir ése asombro. Hay que aprender a esperar, el poema es la espera". Compartamos uno de esos momentos de asombro:
Mi sombra no es para mí
Si te falla un techo
y no encuentras árbol ni pared
donde recostarte a soñar
sin que te perturbe el sol
del mediodía,
siéntate a mis pies,
reclínate en mis piernas
y duerme,
Mi sombra no es para mí.
Pero la manifiesta calma que Antonio demuestra, nos lleva a sospechar que cultiva laboriosamente su "Jardín de las contradicciones", y que su serenidad está engarzada en dudas y en las constantes e inevitables preguntas propias de su oficio: "Yo vivo la escisión entre el escribir y el sobrevivir: el camino del poeta es difícil y existe una xomplacencia de la sociedad por hacerlo aún más difícil. Vivo mi vocación por la poesía, pero no sé si mañana me obligue a prescindir de ella. Ninguna editorial interviene en los jóvenes, esperan a que sea conocido y recogen los frutos silvestres. Esto es muy triste decirlo, pero es la realidad". Y aunque no hay un dejo de amargura o resignación en sus palabras, sí existe la certeza de:
Caballero andante
Es bueno a veces
ensillar el decrépito caballo
y vestir nuestra triste figura
con la vieja armadura del abuelo.
Es bueno a veces...
Aunque nadie comprenda
nuestra empresa
y hasta la noble Dulcinea
se burle sin piedad
de nuestros sueños
Y sin perder el hilo de sus inquisiciones, confiesa decididamente "Hay que escribir a pesar de todo". Palabras ya denunciadas por los gestos de sus manos:
Con los ojos cerrados
Cierras los ojos.
Afuera quedan
los colores del universo
los gestos de los hombres
Adentro
extraordinarios
confabulan los sueños,
los fantasmas, las ideas.
Con los ojos abiertos
puedes ver las estrellas.
Con los ojos cerrados
descubres a sus habitantes,
sus corazones, sus océanos.
Para que tornen pájaros
La lluvia me ha devuelto sabores de otros días
cuando el viento de la tarde
bastaba a mi corazón
y no existía la angustia.
La lluvia que redime el árbol y los ríos
también llega a las tierras agotadas del alma
y donde sólo piedras y despojos prosperan
para que tornen pájaros inunda.
Sigue abatiendo lluvia
restituye mis campos
devuélvele caudales a mis sueños.
RITUAL DE UNA PERDIDA
Por: Gabriel Arturo Castro
Los poemas de Antonio Silvera dan un tono de nostalgia y de dolor, transmitiendo una noción de pérdida, alienación y ausencia; pérdida del Paraíso. La palabra poética cuando es auténtica sólo puede captar ese extravío, la perdición del tiempo que destruye los objetos pero no la memoria. Jamás arrastrará la plenitud tras de sí: el Paraíso queda definido negativamente, por lo que no es, la armonía original, la bienaventuranza, lo agradable, benéfico y ameno para el hombre. Al arribar las formas que deshumanizan (el capitalismo sería esa "Edad de Hierro", su automatismo, sus máquinas) nos nivelamos con el Infierno. El creador, además de extrañar otros mundos hace de su subjetividad algo poco feliz y de su conciencia un lugar desdichado: "En la agónica tarde de la ciudad avara, mientras con el fracaso a cuestas, regresamos a casa ensimismados..."
¿Qué observamos?: el mundo cosificado, el terror al otro (una forma de solipsismo), el lastre mercantilista, la barbarie, la autofagia, la banalización del espacio, antecedentes de una manera de intuir, de expresar, como lo dice E. Subirats: "El vacío del yo se vuelve conciencia de separación de la vida misma. Se trata del desdoblamiento para el sujeto nacional que es portador de esta experiencia de su negatividad. Su vida misma constituye una exterioridad".
Entonces el poema fundamenta el escenario de un enfrentamiento continuo, sueño-realidad, pasado-presente, el bien y el mal, lucha que anuncia un vacío asumido por el lenguaje y su pelea por poblar la ausencia, la carencia, la vacuidad del presente, universo escindido, problematizada oposición entre fe y escepticismo, olvido y memoria, identidad y enajenación, amor y horror: "El Sol no ilumina las entrañas: desconoce tu angustia y tu miseria".
Ante el vacío la voz genésica del poeta, el verbo, la creación de un mundo dividido que contempla el paso de lo sagrado a lo profano, de lo imperecedero a lo perecedero, la voz antigua que sobrevive y busca: "En la informe y difusa relación del pasado, busco aquellos asombros que extravié en el camino para el niño que crece en tu arcádico vientre... ¿O será él quien ya indaga en mi voz por su origen?".
Una voz que remitologiza y desmitologiza a la vez, se apropia de la imagen bíblica del Génesis, del diluvio. Ante la tragedia se arma de reliquias venidas del cielo, siempre la mujer, la flor y el pájaro; trilogía de motivos, y para salvarse tomará el talismán, ese objeto de virtudes portentosas y poderes mágicos para circunstancias muy precisas, el diente del Quijote y el color de los ojos de aquella mujer (lo sagrado, eje afectivo, empeño evocativo del poeta). Los ojos viene a ser, además de un motivo metonímico, un reconocimiento permanente, símbolo de una totalidad sensorial ya en camino de agresión, pero que le permite un desplazamiento del afecto revivido: "Levanta la cabeza, te sigue con los ojos y una expresión de asombro", "El abuelo tiene ojos de cansancio y de nostalgia"; "Con lo ojos cerrados descubres sus habitantes, sus corazones, sus océanos"; "El mar está en la zona rosa sólo que más cercano (más propicio a los ojos)"; "Me ha acogido en su casa y el cálido café de sus ojos ha secado mis pies".
Esta visión del mundo tiene un sentido espiritual que trae de vuelta a las palabras, asumidas primero de lo sensible (sin poseer la función de describir lo exterior) y llevadas luego a restituir los movimientos interiores, "en ese estado de ilusión" y de la magia que quisieran liberar al hombre de la sombra inhumana, de la enajenaci&ocaute;n, de la irracionalidad e hipnosis del poder material. Al poeta, prisionero del antimundo, le duele el tiempo, su casa, la ciudad; lleva consigo la cicatriz y la pregunta, la soledad, "la angustia de pájaros sin alas". "Donde vayas llevarás las heridas". "Mientras existan hombres mutilados no me bastará saltar las paredes. Seguiré derribándolas", nos dice enfáticamente el creador.
La poesía está, en este sistema de creencia poética, para que tornen los pájaros idos, siendo la palabra un ave (cantar como los pájaros es equivalente a hacer poesía" y su antítesis una honda, y su cómplice la luz: "¿Qué más debe agregarse al holocausto para escuchar el pájaro del alba que traiga un solaz al corazón?". El ave es la imagen y el símbolo de la supervivencia en este tiempo, del barro al hollín y depositarlo de una cualidad no entregada a los hombres: "Pero el fruto del hombre no nació para el vuelo". Es el mito del eterno retorno, regreso a la infancia, detención del tiempo mítico en el que el hombre es verdaderamente él mismo".
Retorna a una dimensió espiritual (la palabra) ante el sentimiento de orfandad, frente al éxtasis del recuerdo y la memoria afectiva, circundado de un infierno real ("Glosa homérica") que imposibilita toda reconciliación: el humo de los carros, la involución del hombre, su secularización, la anonimidad la avaricia, el aire maliciento, las gotas de sangre causadas por el tiempo pájaros de mal agüero, el tiempo de los abogados que es el asiento de los comerciantes, el remordimiento, la precaria palabra de destierro: "Ningún mérito tiene cantar esta contienda: el saqueo es cotidiano, la traición ya no asombra". Digámoslo así, la misión del poeta consiste en la esmerada celebración de un ritual, atrayendo, despidiendo, avivando todos los yacimientos dispersos de la existencia humana, el poder de las palabras, el juego que conjuga toda ruina, todo vestigio: "Pero yo, que un día te va intentando asir el Sol para que no ocurrieran más ocasos".
Tomado de: Magazín Dominical No.819, suplemento El Espectador. Santafé ce Bogotá, enero 24/99.
VICISITUDES DE UN LECTOR DE POESIA
Por: Carlos Sánchez Lozano
... Callado, distante, tímido, de Silvera apareció a finales del 1998 un libro hermoso: "Edad de Hierro-Mi sombra no es para mí" que recoge su trabajo desde 1990. Ante un mundo donde, citando a Adson de Melk, "la juventud ya no quiere aprender nada, la ciencia está en decadencia, todo marcha patas arriba, los ciegos guían a otros ciegos y los despeñan en abismos, los pájaros se arrojan antes de haber echado volar". Silvera opone el regreso a la autoconstrucción del espíritu, al amor como forjador de sueños, a la infancia campo territorio lúdico donde es posible reconstruir las raíces de la belleza. La idea no es ir a algún lado. La posibilidad mejor es regresar: "Más que llegar quiero tornar:/ la fuente anhelo y no la mar" dice el primero de sus cantares!.
Este regreso al yo implica honestidad, pero también conciencia de las limitaciones. Tenemos capacidad de sueño -que al fin y al cabo es capacidad de mirar de nuevo el propio entorno-. Sin embargo, faltan las alas, el fuego que ilumina, la otra visión. Somos humanos, esto es, accidente; "Pero el fruto del hombre/ no nació para el vuelo:/ pesado es su esqueleto/ y la tierra lo llama.// Ciertamente su canto es un vestigio,/ lo que fuimos un día:/ una parte del cielo interminable/ y no la tierra avara y su violencia".
Bellamente editado por Selnich Vivas Hurtado en su editorial El Artillero Imaginador, el libro de Antonio Silvera Arenas constituye una invitación al diálogo con aquello que nos permitió llegar a donde estamos, reconocernos como potencialidad, pero también como protoforma, como ecos en desvarío en busca de una realidad posible. A diario vivimos fragmentos y sin embargo somos capaces de crear cosas. Es la misión de la poesía según Silvera, salvarnos de la destrucción: "Y cuando haya acabado/ la guerra que vendrá,/ la de electrones y neutrones dispersos,/ quién tomará la lira y quien la escuchará?".
Tomado de: Agenda cultural #96, Univ. Jorge Tadeo Lozano. Santafé de Bogotá, febrero 1999.
última actualización, Julio 10 de 2000.