EL PALACIO DE CÓRDOBA


Sin duda el momento de mayor importancia de la secuencia ocupacional de la Zona Arqueológica de Cercadilla viene de la mano de la construcción del conjunto palatino, fechado entre los últimos años del s. III y los primeros años del s. IV d.C.

El complejo de Cercadilla, aunque inscrito en el trazado urbanístico de la Córdoba actual, se sitúa en una zona periférica. Es más, el hecho de encontrarse en su mayor parte dentro de los terrenos ocupados por el trazado del ferrocarril desde el s. XIX, ha permitido hasta hace poco su conservación frente a la expansión urbana. En relación con el recinto amurallado de la ciudad romana se encuentra extramuros, ubicado al noreste de la ciudad, en concreto a 600 m. del ángulo noroeste de la muralla y a 650 m. de la puerta más cercana.

Aún cuando el palacio se encuentra fuera del recinto amurallado, lo cierto es que de ninguna manera se puede considerar inscrito en el ambiente rural, sino que más bien se da el caso contrario: forma parte de la propia ciudad, constituyendo el gran hito que transformó la imagen de la Córdoba de época bajoimperial.
 

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Ubicación respecto a la ciudad romana
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Ubicación respecto a la ciudad actual
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Ubicación sobre el mapa

recreación Corduba Romana

Detalle de Cercadilla y su entorno

Cuando se inició la excavación se pensó que la construcción del edificio en el perímetro urbano de la ciudad romana estaba motivada por sus grandes dimensiones, si bien en la actualidad y gracias a los resultados de los últimos trabajos desarrollados en el yacimiento, se considera que la causa de tal decisión muy posiblemente fue la presencia de un circo preexistente, situado inmediatamente al Sur, que condicionó la ubicación del nuevo palacio, construido premeditadamente en las inmediaciones de dicho circo.

Una sencilla y rápida observación de la planta del palacio permite comprobar a simple vista que nos encontramos ante un edificio único. Su diseño se organiza en función de una amplia exedra semicircular, definida por un criptopórtico de 109 m. de diámetro, sobre el que discurre un pasillo porticado desde donde se realizaba el tránsito hacia los distintos edificios y espacios que conforman el complejo.

No obstante, a pesar de la originalidad de la planta del palacio, de ninguna manera podemos afirmar que la adopción del diseño en exedra por parte del arquitecto que lo diseñó puede considerarse una innovación original. Más bien se da el caso contrario, constituye un elemento que cuenta con una amplia tradición en la arquitectura romana, remontándose además su origen a un momento muy temprano en el que el modelo adquiere madurez y adopta ya un esquema muy similar al que muchos siglos después reproducirá el edificio de Cercadilla.

Es sin embargo la configuración y lenguaje aplicado en la concepción de la exedra de Cercadilla como elemento aglutinante y, a la vez, centralizador del diseño del conjunto, junto a la solución elegida para la distribución de los edificios que la rodean, lo que le proporciona originalidad al palacio.

Desde un punto de vista funcional, la gran exedra constituye una gran plaza abierta, libre de construcciones, que desempeña el papel de espacio de acogimiento para aquellos que gozan del privilegio de acceder al interior del palacio, permitiendo a través del pórtico en sigma el ingreso a los distintos espacios de recepción que la circundan. Al mismo tiempo, su concepción y configuración constituyen un soporte importante sobre el que sustentar la escenografía del conjunto, fomentada además por la propia distribución radial de los edificios que la rodean.

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Por su parte, la técnica constructiva con la que se materializa este interesante diseño es absolutamente homogénea en lo hasta el momento conocido. Todo el monumento se lleva a cabo mediante opus caementicium con revestimiento de vittatum mixtum (esto es, hormigón confeccionado con cal, revestido con hiladas de sillarejo y ladrillo en alternancia). Este hecho rompe drásticamente la tradición edilicia de Colonia Patricia Corduba -donde desde época tardorrepublicana hasta las postrimerías de la Antigüedad la sillería constituyó la técnica edilicia primordial-, a causa de la incorporación de una técnica que, en función de lo que hoy en día conocemos, nunca antes se había empleado en la ciudad ni se volvería a emplear con posterioridad.

Tanto la originalidad y características formales del diseño como la técnica edilicia empleada para su materialización constituyen indicios fehacientes de la presencia de un arquitecto foráneo, gestor de la obra, muy familiarizado con la arquitectura imperial tetrárquica, quien no sólo proporcionó un singular diseño arquitectónico, sino que para su ejecución impuso incluso una técnica edilicia concreta, directamente relacionada con la que se estaba aplicando en la gran arquitectura del momento, a la que sin lugar a dudas estaba habituado y vinculado.

Para la datación precisa del monumento disponemos de distintos criterios, como son la secuencia estratigráfica, el análisis arquitectónico y la evidencia epigráfica.
aulaEl análisis arquitectónico proporciona importantes criterios cronológicos, en especial en lo concerniente al aula central, sin lugar a dudas la sala de mayor relevancia de todo el conjunto, tanto por su ubicación, en el culmen del eje, como por su propia configuración. El diseño aplicado para la consecución de este edificio responde al conocido modelo de sala de planta estrictamente longitudinal, de nave rectangular única coronada en ábside, con cubierta a dos aguas y techumbre plana de madera, precedida habitualmente por un pórtico o nártex. Esta planta, imbuida de un fuerte carácter sacro en tanto y en cuanto que es la sala en la que se presenta el emperador entronizado, experimentó un importante desarrollo en la Baja Antigüedad, a partir del impulso revitalizador que, directamente vinculado a la arquitectura palatina tetrárquica, recibió en el tránsito del siglo III al IV y en los primeros momentos del s. IV, constituyendo el modelo preferentemente escogido para la configuración de las grandes salas destinadas a la audiencia imperial.
A este modelo se pueden adscribir los diseños del aula palatina de Trier, las construidas por Galerio en Gamzigrad y Tesalónica -esta última muy dudosa- , la de la villa de Diocleciano en Split y la construida por Majencio en la vía Apia. La configuración arquitectónica del exterior de la que aquí nos ocupa, en función de los contrafuertes perimetrales, nos lleva a plantear una especial proximidad con el aula constantiniana de Trier, vínculo formal que puede entenderse como fruto de influencias recíprocas, o bien, de un modelo o precedente común desconocido en la actualidad.

Por otra parte, aún cuando el análisis comparativo de las dimensiones alcanzadas por las distintas salas y su jerarquización pueda considerarse un criterio vano, pensamos que cuando menos es sintomático comprobar que el edificio de mayor tamaño conocido dentro de esta tipología es el aula Constantiniana de Trier, siendo algo inferior la hipotética del palacio de Galerio en Tesalónica y muy similar a ésta la de Córdoba, mayor, a su vez, que la construida por Majencio en la vía Apia, la de Diocleciano en Split y la del Palacio I de Galerio en Gamzigrad. Esta comparación permite incluir la sala cordobesa entre las grandes aulas imperiales de época tetrárquica como una más de ellas, en franca oposición a aquellas empleadas por altos funcionarios de la administración o las presentes en ambientes netamente domésticos, en las que las dimensiones siempre son inferiores, y que representan la difusión del modelo de sala de recepción imperial a otros edificios.

No obstante, a pesar de las importantes consecuencias de diversa índole que se desprenden del análisis del aula central, es la evidencia epigráfica el criterio de mayor rotundidad con que contamos para fechar e interpretar el palacio. La propia evolución del monumento, caracterizada por el saqueo sistemático de material constructivo desde un momento temprano de la Antigüedad Tardía, nos ha privado de la inmensa mayoría del ambiente epigráfico con que sin duda debió contar el conjunto. Lo cierto es que, en realidad, tan sólo disponemos de dos testimonios al respecto. El primero de ellos está conformado por una serie de litterae aureae, de interés para la propia interpretación del palacio pero que poco nos aportan desde un punto de vista cronológico. El segundo de ellos, está constituido por un fragmento de placa marmórea, recuperado en el interior de uno de los baños del frigidarium de las termas, en la que aparecen citados los césares Constancio I y Galerio. A partir de esta transcripción la inscripción debe fecharse entre el 1 de Marzo del año 293, momento en el que los césares citados adquieren tal rango, y el 1 de Mayo del 305, cuando tras la abdicación de Diocleciano y Maximiano se convierten en augustos y se inaugura la segunda Tetrarquía. Del mismo modo, entre esos años podemos dar por seguro que el edificio de Cercadilla estaba ya construido.

En el ámbito cronológico tan ceñido que nos proporcionan los criterios con que contamos para fechar el palacio, sabemos que Hispania -junto con Italia y Africa-, depende directamente de la órbita de poder de Maximiano. Además, sabemos que Maximiano se encuentra en Hispania en esos momentos, en concreto entre los años 296-297, camino del Norte de Africa para llevar a cabo una campaña pacificadora contra las tribus Mauri y retenido en Hispania por una contienda contra la piratería franca, que desde hacía tiempo hostigaba la costa atlántica.

En este contexto, lo hasta ahora expuesto convierte a Maximiano en el único personaje susceptible de ser adscrito al fastuoso conjunto monumental construido en Córdoba, que debe entenderse en un panorama mucho más amplio que el estricto de la propia campaña africana, como es el diseño y plasmación del nuevo sistema de control y defensa del territorio implantado por la Tetrarquía.


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