UBIK, Club de Ciencia Ficción de la Universidad Simón Bolívar
Dirección de Desarrollo Estudiantil
Sección de Organizaciones y Actividades Estudiantiles
Necronomicón
Año 1. N° 1. Mayo, 1993
Regirnos al sentido estricto de la palabra sería una imprecisión. Necronomicón: Conjunto de leyes o normas que rigen la conducta de los muertos. Una interpretación que resulta quizás demasiado placentera, salvaguarda de nuestra cordura. Una cortina que oculta las hordas de blasfemias innombrables que soñó Lovecraft. Bestias indescriptibles que acechan al otro lado del umbral, en una dimensión anormal y obscena. Acechantes y activas, constructoras de ciudades ominosas como aquella que vio el infortunado Abdul Alhazred, enloquecido en su recuerdo. El escritor maldito, el autor del dístico inextricable asentado en su oscuro Necronomicón: "Que no esta muerto lo que puede yacer eternamente, y con los evos extraños aun la muerte puede morir." Versos quizás no menos estremecedores que la respuesta, un viejo cántico ritual, fugaz atisbo de los horrores de la noche: "Ph'nglui mglw'nafh Cthulhu R'lyeh wgah'nagl fhtagn" (En su morada de R'Iyeh, Cthulhu muerto aguarda soñando). Só1o esperemos que no sea cierto, que la paz sedante de nuestra ignorancia permanezca inalterada. Inalterada como el añoso mármol de la caótica R'lyeh, hundida y cubierta de limo y légamo en el benigno fondo del océano.
El Sortilegio
por Yván R. Ecarri Para el primer premio Jugo la idea giraba en torno al caballero medieval vestido de armadura; arrogante y luchador. Yván Ecarri optó por ambientar su cuento dentro de la amplia temática de "Espadas y Brujería". Computista, radioaficionado y ferviente creyente de las palabras de Mandelbrot, Yván decidió encomendarse a la Llama Violeta —según sus propias palabras— y escribió el presente relato. No estuvo nada mal pues obtuvo el primer lugar. El caballero caminaba temerosamente con su maestro detrás. Su fornido brazo levantaba sin esfuerzo la pesada espada. El viejo, mago de gran sabiduría, le seguía a corta distancia, silencioso y meditante, preservando los místicos secretos de la transmutación y la energía. De repente, al pasar frente a una oscura caverna, la imponente figura de un dragón dorado les cortó el paso. —¡Maestro! —exclamó el caballero— ¡resguárdate del prontamente!— al tiempo que empuñaba la pieza de reluciente metal forjado. De inmediato, se desató una sangrienta lucha. El caballero y el dragón forcejeaban duramente, rasgándose la piel uno al otro. Las nubes conspiraron para asustar al mundo. Los animales y las plantas guardaron silencio, llenos de terror. En un momento, el mago profirió un sortilegio, al tiempo que lanzaba tres piedrecillas negras que, al hacer contacto con la cabeza del dragón, estallaron en sutil luminiscencia. El dragón lanzó una carcajada. El caballero, desconcertado por la ineficacia del hechizo, no pudo notar la maquiavélica sonrisa que se dibujo en la faz del mago. Se enredaron nuevamente en ardua lucha. Espadazos, zarpazos, espadazos y una violenta bocanada de fuego. El caballero, extenuado, logró finalmente ensartar su espada en el cuello dragon y este cayó haciendo retumbar el suelo con su peso, al tiempo que soltaba un espantoso grito. La piel del dragón comenzó efervescer dejando emanar una portentosa luz, que al extinguirse, dejó ver un cuerpo humano agonizante. Satisfecho, el caballero volvió la cara buscando a su maestro mago, pero, en medio del horror, sólo encontró la imponente figura de un dragón dorado.
Riterpie
por Orangel
M. De Abreu A Orangel De Abreu no lo conozco personalmente. Sólo se por referencias que asiste regularmente a las reuniones de UBIK y participa activamente en sus talleres literarios. La principal característica de su narrativa es que todos sus relatos están inconclusos. El presente cuento es una de las pocas excepciones, y la excepción confirma la regla pues "Riterpie" ganó el primer premio Jugo. —¡Matadlo!, ¡Matadlo! —gritaban todos los presentes con tal furia que parecían estar en un campo de batalla, en lucha feroz y despiadada con el más temible enemigo. Levanto mi cabeza para poder ver a esos engendros, buscaba una cara piadosa, mas no la encontré. Pajes, cortesanas, príncipes... Todos me pedían su vida, hasta el maldito bufón que nunca pronunciaba palabra sin permiso del rey, reía y saltaba pidiendo la cabeza de mi contrincante. Volteé la vista hacia el rey, traté de hablarle pero las palabras no salieron de mi garganta, lo miré fijamente al rostro, recorrí cada cicatriz, cada herida, mientras esperaba su veredicto. Clavó su mirada en mis ojos, y supe cual seria su dictamen. Su mano izquierda se levantó temblorosa y con un leve giro de la muñeca su pulgar quedó señalando la tierra, mientras mi espada atravesaba su corazón.
El Jugo El premio Jugo se otorga, por votación de los miembros de UBIK, al mejor cuento, producto de nuestros talleres literarios de 15 minutos. En estos talleres, previamente se discute una idea, o se elige una frase, o una palabra; luego, en 15 0 20 minutos los participantes escriben un relato basado en las premisas discutidas. Por turno, los autores leen sus obras en la oscuridad, a la luz de una linterna (a falta de una vela), seguidamente éstas son comentadas y criticadas (constructivamente). Por último, se procede a votar el mejor relato, y este recibe el premio Jugo. Obviamente, Jugo viene a ser una derivación y corrupción de la palabra Hugo, el premio otorgado por la Sociedad Mundial de Ciencia Ficción a los mejores relatos del género.
En la Noche por Jorge L. De Abreu Mucho me agradaría hablarles del autor pero pecaría de inexacto, además de alargar innecesariamente la presentación. "En la noche" fue leído por primera vez en los talleres literarios de UBIK, pertenece a una obra de mayor extensión intitulada "Experimental". Considero que este cuento roza apenas tangencialmente el tenebroso Universo Lovecraftiano, un universo anciano donde el hombre es apenas un brizna de existencia. Oía el canto de las chotacabras. De noche, cuando escribía estas notas, oía el canto de las chotacabras. No era un canto hermoso, sólo era inquietante. De noche, se posaban invisibles en los árboles frente a mi ventana. No eran muchas, no eran pocas, su número era indeterminado, y cantaban con algarabía. Sonidos disonantes, sin armonía, gorjeos indescriptibles, ululares sibilantes. Todas las noches de todos los días. Fue entonces que decidí escribir estas notas y las comencé así: Oía el canto de las chotacabras. Al principio estaba temeroso, medraba mi ánimo ante lo incognoscible. Las chotacabras reían y burlaban mis temores con ululares espantosos que se prolongaban pasada la medianoche. Mi almohada era mi confidente y mi refugio. De noche, oía el canto de las chotacabras. Luego supe que moría, y mi terror se transformó en morbosa obsesión. Mis ojos desvelados intentaban mirar los cuerpos abominables del canto nocturno. Y las chotacabras se burlaban de mis vanos intentos y cantaban en orgiástica cacofonía. Me incorporaba sobre mis codos y mi imagen reflejada en los cristales de la ventana observaba con intensidad el interior de la habitación, mientras mi mente se afanaba en la oscuridad de la noche. De momento en momento tomaba un lápiz y escribía: De noche, cuando escribía estas notas, oía el canto de las chotacabras. Sus carcajadas y su algarabía, sus ruidos innominables y esos otros ruidos que no quiero mencionar aumentaron en intensidad y supe que agonizaba. Entonces me enteré de la execrable misión de las chotacabras y me empeñé en burlarlas, así como ellas lo habían hecho conmigo. Me esforcé en vivir mientras mi vida huía rauda de mi habitación. Apenas pude alzar el lápiz para escribir: Oía el canto... Un alarido histérico proveniente de una garganta inhuman helo mi escaso aliento, volví mi rostro a la ventana mientras me hundía en las brumas de la muerte. Entonces lo vi y supe que no iba a escapar. Mi mano cae exánime sobre la sábana. De noche se oía el canto de las chotacabras. |
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