Capitulo V

Capítulo V

En forma inesperada se produjo un silencio absoluto en las masas atacantes, cuando ya los montoneros y los indios asomaban por el nacimiento de las calles.

Carrera Pinto alzó los ojos hacia el cerro El León y descubrió allí la causa de la sorpresiva detención del avance enemigo. Un parlamentario, protegido por una gran bandera blanca, bajaba al paso lento de su caballo y, tomando la calle del costado oriente de la iglesia, no tardó en entrar en la plaza. Las miras de los fusiles chilenos lo seguían en su tránsito hacia donde estaba el Teniente. El parlamentario llegó junto a él y desmontó con parsimonia. Luego lo saludo con una leve reverencia y luego de asegurarse de que estaba frente al Comandante de la guarnición le hizo entrega de una nota que traía en la mano.

El jefe chileno abrió el pequeño pliego y lo leyó con calma. Este expresaba:

"Ejército del Centro. Comandancia General de la División Vanguardia. La Concepción, julio 9 de 1882. Al Jefe de la Guarnición Chilena de la Concepción. Presente.
Contando, como usted ve, con fuerzas muy superiores en número a las que usted tiene bajo su mando y deseando evitar una lucha a todas luces imposible, intimo a usted rendición incondicional de sus fuerzas, previniéndole que, en caso contrario, ellas serán tratadas con todo el rigor de la guerra. Dios guarde a usted."

JUAN GASTO.

Luego que concluyó de leer, Carrera Pinto buscó en los bolsillos de su guerrera y, no hallando lo que necesitaba, se volvió a Pérez Canto para pedirle un lápiz y papel, pero este último tampoco encontró lo que el Teniente necesitaba. En consecuencia, Carrera Pinto decidió ocupar la parte inferior de la misma hoja que había recibido del parlamentario y en ella escribió con letra firme:

"En la capital de Chile y en uno de sus principales paseos públicos, existe inmortalizada en bronce la estatua de prócer de nuestra Independencia, General don José Miguel Carrera, cuya misma sangre corré por mis venas; por cuya razón comprenderá usted que ni como chileno ni como descendiente de aquél, deben intimidarme ni el número de sus tropas ni las amenazas del rigor. Dios guarde a usted."

IGNACIO CARRERA PINTO.

Cuando el parlamentario hubo leído la respuesta del jefe chileno, se quedó mirándolo con asombro y creyó su deber decirle al Teniente Carrera Pinto, que dicha determinación importaba el exterminio de sus hombres. Sin titubear, Carrera Pinto, con expresión serena, se mantuvo en su resolución. Luego le dió al parlamentario cinco minutos para abandonar el pueblo y ponerse fuera del área de peligro.

Tan pronto el parlamentario hubo salido de la plaza, el Teniente se volvió hacia sus hombres y les comunicó con voz clara:

"Soldados, han venido a ofrecerme las vidas de todos nosotros a cambio de una rendición incondicional! He rechazado la oferta!"

Un ruidoso clamoreo aprobatorio brotó de los cuatro grupos de soldados emplazados en las esquinas. Entonces Carrera Pinto avanzó unos pasos hacia el centro de la plaza, desenvainó su sable y lo alzó hacia el cielo, advirtiendo a sus soldados que estuvieran atentos a su señal para disparar la primera descarga.

Los montoneros e indios asomados a las calles del pueblo esperaban febriles, pendientes de lo que ocurría en el cerro El León. La orden de atacar les vino apenas el parlamentario llegó al sitio donde estaba el Coronel Gastó. Fue un toque largo y ululante de una caracola. De inmediato, surgió de la masa de atacantes un chivateo ensordecedor y los centenares de hombres que la componían se abalanzaron a todo correr por las calles, convergiendo hacia la plaza.

Los cuatro pelotones de soldados aguardaron con los ojos puestos en las miras de sus fusiles, atisbando a su jefe a hurtadillas, en espera de su señal. Este se mantuvo rígido hasta que vio a los enemigos a la distancia requerida, luego bajó su sable al mismo tiempo que daba la orden de disparar.

Los fusiles de repetición de los chacabucanos vomitaron plomo sobre los atacantes durante varios minutos, hasta que la masa que avanzaba se disgregó. Se vio entonces a los hombres de vanguardia chocar con los que venían más atrás y, en medio del mayor desconcierto, huir hacia el exterior del caserío. Los soldados los regaron con balas todavía un tiempo más, hasta que Carrera Pinto dió la orden de cesar el fuego.

Los habían detenido en aquella primera ocasión, y los soldados celebraron el hecho con voces entusiastas. Pero todos comprendían que ésa no había sido más que la escaramuza inicial y que pronto vendría un nuevo asalto.

En efecto, el Coronel Gastó, que observaba la contienda desde lo alto, ordenó casi de inmediato el avance de sus soldados regulares.

Previendo que la fracción que avanzaba intentaría introducirse al cuartel saltando la tapia trasera, Carrera Pinto ordenó al Sargento Clodomiro Rosas que sacara dos hombres de los dieciséis que él mismo comandaba y se estableciera con ellos en el patio de la casa parroquial.

Aquella disposición apenas alcanzó a ser cumplida, cuando se reanudó la gritería de los indios y montoneros, pero esta vez alternada con un disparejo fuego de fusilería, que surgía de todas partes. Ahora los pobladores disparaban contra los soldados chilenos a través de las ventanas de sus casas, al mismo tiempo que numerosos montoneros lo hacían desde lo alto de los techos.

Carrera Pinto comprendió que era imposible contrarestar aquella forma de ataque; los estaban escopeteando como conejos encerrados. Era necesario replegarse al interior del cuartel y asi fue la orden que dió a sus soldados.

Una vez adentro, los distribuyó en grupos de a diez en cada ventana, cinco arrodillados y cinco de pie. Los demás se apostaron en el portón y en el patio. Luego se acercó a la soldadera Quinteros para ordenarle a que encerrase a las otras dos mujeres y al niño en la cocina y luego retornase para que fuera recargando los fusiles a medida que se fueran vaciando.

Repentinamente hubo un nuevo silencio, los enemigos habían dejado de disparar y habían hecho abandono de la plaza. Carrera Pinto tuvo que pensar que se estaban reorganizando en las calles atravesadas o que proyectaban algún nuevo método de ataque.

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