WAK JA’, SEIS AGUA

 

Héctor Escobedo, estudioso de la cultura maya, con más de veinticinco años de trabajo en la arqueología de este pueblo, al oír disparos que le pasaron encima de la cabeza, en compañía de sus compañeros de excavación del de Wak Ja’, decidió que era importante en esos momentos, guarecerse al interior de una cueva no muy lejana del sitio arqueológico.

 

 Días antes de ese acontecimiento, que amenazaba la vida de él y la de sus compañeros, en ese mismo lugar habían descubierto dos entierros sin importancia: cedacería de huesos y vasijas, dispersos por aquí y por allá, y no le dieron relevancia a esos trabajos iniciales que, con el financiamiento de una Universidad Metodista del Sur de los Estados Unidos, con sede en Dallas Texas, él y su equipo de trabajo, habían comenzado desde dos años atrás.

 

 Cuando llegó la noche, el día ese que unos disparos lo habían motivado a esconderse en la caverna, para no ser descubiertos, dispusieron alumbrarse con la luz de un viejo quinqué, así como mantener la comunicación en voz baja. Antes, mucho antes, de decidir si se quedaban a dormir en ella, recorrieron el interior de la caverna y ésta no era muy grande. El único susto que recibieron, se los propinó un par de tarántulas negras que se hallaban debajo de unas piedras que alzaron en los momentos que hacían la limpieza de ese inhóspito refugio.

 

 A medianoche, cuando ni siquiera los grillos amenizaban su eterno concierto, oyeron nuevamente disparos que súbitamente los despertó a todos. Los estruendos de fusil que provenían del boquete de armas, las sintieron muy cerca de la boca de la cueva. Hasta pensaron que los dueños de ese armamento pudieran conocer la caverna y querían ocuparla esa noche.

 

Eugenia Smith, la más joven de las arqueólogas, hija de un acomodado norteamericano y madre guatemalteca, comenzó a llorar. Y, es que, en esas circunstancias, podía ocurrir cualquier asalto al interior del escondrijo. Entonces, apagaron completamente la luz del quinqué. Completamente a oscuras, el miedo se les vino encima a todos. Al poco rato de haber oído los disparos, desde el lugar de su abrigo nocturno, oyeron el ruido de picos y barretas de hierro que excavaban cerca de la pirámide en donde la tarde anterior habían descubierto el resto de unas osamentas.

 

 De pronto, vieron cómo una linterna se iba acercando a la cueva. Hasta oyeron, muy cerca de la entrada del albergue, claramente voces en lengua inglesa y en una lengua maya del país guatemalteco. Sigilosamente, Héctor Escobedo, responsable de la investigación, ordenó que se tuvieran a mano los picos y palas, por si era necesario repeler una incursión de parte de los saqueadores.

 

 -Yo traigo una pistola. –Dijo en voz baja, Manuel Be Cituk, uno de los aldeanos que participaba en las excavaciones.

 

 -De nada nos servirá. –Respondió Héctor Escobedo.

 

 En medio de la oscuridad se hicieron otras propuestas, pero Héctor Escobedo, ya no los oía. Sólo escuchaba los recuerdos e interrogaciones que le asaltaban la cabeza.

 

 Se decía a sí mismo:

 

 -¿Qué haremos, si tuviéramos que enfrentar esta situación a la luz del día? Creo que, en lo sucesivo, para no tener que pasar por estos momentos de peligro, necesitamos del auxilio de la policía o fuerzas del ejército para realizar nuestro trabajo, sin el pendiente de que podemos morir en el cumplimiento de los trabajos de investigación que nos encomienda el realizar el Ministerio de Cultura de Guatemala. Cierto es que son importantes los trabajos de excavación, pero, sin el apoyo de guardias, estamos constantemente expuestos al paso amenazante de talamontes, saqueadores, guerrilleros o narcotraficantes que asuelan estos lugares, que, como Wak ja’, se encuentra a 290 kilómetros de la capital de Guatemala. En esta situación, si nos matan, nos entierran y, otra vez, como este sitio arqueológico, permaneceríamos en el anonimato por mucho tiempo.

 

 Más tarde, William Vierek, Jesse Paterson, y José Alejos García, arqueólogos compañeros de Héctor Escobedo, arrastrándose hasta el lugar de éste, lo sacaron de sus reflexiones.

 

Uno de ellos, iba a hablar, cuando nuevamente se escucharon disparos y pasos apresurados de gente que corría entre la maleza. Muy a lo lejos lograron oír a gente que se quejaba.

 

Después de ese escándalo, mezclado con los ayes de los heridos, se impuso un silencio estremecedor.

 

Cuando amaneció, prudentemente, uno a uno fueron saliendo del escondrijo. Entonces vieron que, al pie de un enorme chicozapote, se encontraba un hombre muerto. Sin más consultas y averiguaciones, Héctor Escobedo, eligió a un trabajador, para que, fuera a dar parte del suceso ocurrido a las autoridades del lugar más cercanas al sitio arqueológico.

 

Luego del desayuno, Héctor Escobedo, los arqueólogos y los trabajadores, luego de una agria y desesperante discusión, optaron por continuar con los trabajos de excavación.

 

Pasado el mediodía, debajo de la pirámide que estaban excavando, descubrieron la tumba intacta de un soberano que, días después, luego de estudios minuciosos de epigrafía, llegaron a la conclusión que gobernó ese lugar hace 1700 años. Además, encontraron, al recomponer los pedazos de una estela, que este soberano fue el fundador de un linaje de reyes que dio 22 gobernantes a la ciudad de Wak ja’, Seis Agua. Asimismo, concluyeron que, el reinado de este personaje, se extendió entre 300 y 850 años después de Cristo. Junto a la tumba de ese soberano se encontraron una diadema de jade, cerámica de la época, conchas marinas y garras de jaguar.

 

 Por la tarde del descubrimiento, cuando llegaron las autoridades y la policía local, se llevaron al muerto y, seis meses, después la verificación del hallazgo con otros especialistas, se dio a conocer la noticia al mundo. Atrás, muy atrás les quedó a los arqueólogos guatemaltecos y norteamericanos, el susto y el sabor amargo de ese descubrimiento.

 

Acotaciones:

Waká, si se traduce en la lengua maya hablada en la península de Yucatán, proviene de la traducción Wak, seis y Ja’, agua.

 

Epigrafía: Es una disciplina de la lingüística que estudia el lenguaje de los jeroglíficos, en este caso se aplica a descifrar los de la cultura maya, iniciada por Yuri Knorosov.

 

Por: Fernanda Balboa Álvarez.

 CENTRO ESCOLAR BALAM, CANCÚN.

Cancún, Quintana Roo, México.

maferbalboa@yahoo.com.mx

 

 

 

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