UN EJEMPLO DE VIDA

 

En estas épocas cibernéticas, a pesar de estar los seres humanos cada vez más conectados e informados que antaño, campea la soledad y la real incomunicación.

 Este hecho debería hacernos reflexionar acerca de la importancia que conllevan los vínculos interpersonales cara a cara, sin que existan intermediarios monitores que se constituyan en insensibles testigos de nuestro diario quehacer.

Hace unos pocos días atrás, mi tío abuelo cumplió sus jóvenes 96 años, este patriarca día a día con su proceder nos marca el camino más asertivo por ser portador de la sensibilidad y sabiduría propia de los grandes maestros, los que sin apelar a tanta tecnología saben sacar buen provecho de lo que la naturaleza nos ofrece.

 

Con este cuento le rindo homenaje a este ser especial, reviviendo lo que aconteció tan sólo un año atrás.

 

 EL CUMPLEAÑOS DE DON CANDELARIO MESA

 

Quiero que quede constancia, de que lo que a continuación aquí se relata es pura ficción, cualquier coincidencia con la realidad, es mera casualidad.

 

 En nuestra bella ciudad de Montevideo, llegó el momento esperado, un cálido y luminoso día, propio de un domingo estival, que según el almanaque correspondía al día 4 de febrero de 2007, motivaba que los descendientes de Benigno Mesa, se reunieran en la esquina de General Flores y Cno. Corrales.

La hora indicada para dicho encuentro era las 10.15 horas, y por orden de aparición fueron arribando, Laura Mesa, primero, luego Humberto Demarco su hijo, con su compañera Soledad, unos minutos más tarde, cargando en sus hombros con varios tamboriles llegaban Luis Enrique Mesa (Lacho), con su compañera Mari, y Homero Mesa, por último siendo las 10.20, Jorge Mesa se sumaba al grupo.

A las 10.25, un ómnibus contratado para tales efectos, recogía a los allí presentes, que al subir al mismo, se encontraban con otros 28 familiares y amigos.

¿Qué acontecimiento los reunía, y hacia donde se dirigían? El vehículo partía rumbo al santoral, ya que el tío abuelo Larito, festejaría su cumple años, en el club de Leones de San Bautista.

Es así que luego de una hora de viaje, después de haber dejado atrás en nuestro camino el pueblo de Santa Rosa, llegábamos al lugar escogido para el reencuentro.

 

Un gallo multicolor, nos daba la bienvenida con su fuerte canto.

Una vez, dentro del salón, mesas con bancos y caballetes, invitaban a la reunión.

De a poco, iban llegando al pago, gran cantidad de personas que se confundían alegremente entre besos, abrazos y saludos, e iban colmando el lugar.

Niños, jóvenes y adultos, irrumpían, en busca del esperado reencuentro, mientras dos jóvenes y coquetas señoras, la Chocha y la Tita, apuraban su paso, ya que no se querían perder la fiesta.

El bullicio generado por risas y conversaciones iba en aumento, algunos pretendían saber que línea de parentesco existía entre ellos, entremezclándose allí cientos de amigos y familiares.

Por este motivo, me quedé con las ganas, de poder hacer circular por cada mesa un cuaderno y una lapicera, para pedirle a cada cacique de su grupo, que escribiera su apellido, y los nombres de cada uno de los integrantes que lo acompañaban, para así sumar a esta crónica, fotos, y un listado de los participantes que concurrieron a este gran encuentro.

Inquietas preguntas, surgían de boca en boca, tratando de saber si los familiares que viven en Florida ya habían llegado, sobre qué era de la vida de fulano de tal, sobre aquellos que habían prometido llegar y aún no lo habían hecho, sobre los casamientos, separaciones, divorcios, etc., y para no perderse detalle de las últimas averiguaciones y de las noticias mas conmovedoras.

 

Seguía llegando gente al ruedo, el calor reinante iba en aumento, y los ventiladores que colgaban del techo de chapa, no daban abasto con su incesante movimiento, para tratar de refrescar el ambiente.

Como no sólo de charla vive el hombre, enseguida empezó a circular entre las distintas comitivas whisky, vino y refrescos, al igual que variedad de comestibles. Vale la pena señalar, que uno de los hechos mas bellos que me ha tocado vivir en este tipo de jornadas familiares o familieras, está signado por el” Compartir”, sí, escrito con mayúsculas, cada asistente concurre al lugar llevando comida para convidar en esa oportunidad a los demás , y de ella se desprende todo el sabor, el cariño y el amor, al poder compartir con el otro, sea conocido o no, cada porción de pizza, pascualina, pescado, lechón, tortas caseras, pasteles, budines, sándwiches, etc. que en un hermoso ritual, será ofrecida mesa por mesa, por quien los ha elaborado, llevando consigo la mejor energía posible, y aportando el hechizo para que todo sea alegría y dicha.

 

Como la fiesta iba a ser completa, y Larito no había descuidado detalle alguno, solicitó que en su festejo se dieran cita la música, el baile y la risa. Es así que por un lado, se encontraba el trío los mesa y su combo, cuya formación inicial era conformada por Jorge, Homero y Luis Enrique, y que a medida que iba transcurriendo la tarde, iría cambiando su formación inicial para dejar su lugar a Juan Ramón, y a otros aficionados tamborileros, y por niñas y niños que hacían sonar con vehemencia las lonjas, emulando a los mayores.

 por otro lado para contrastar, un músico alto, y rubio, de aspecto europeo, llegaba al lugar acompañado por sus singulares instrumentos, el saxo, la flauta y el acordeón, tampoco faltó la guitarra que otro músico para sumarse al grupo llevó.

De más está decir, que apenas empezó a escucharse a los músicos probar sus instrumentos, ya se vislumbraba que aquella especial conjunción daría rienda suelta a la diversión, al baile, y al canto.

 

 En determinado momento, Juan Ramón Mesa pidió silencio, y solicitó a los presentes que se acercaran, acto seguido, con su padre a su lado, empezó a leer una reseña sobre la historia de Don Candelario, el silencio casi absoluto, denotaba la expectativa y el interés reinantes , a medida que la vida y obra de el cumpleañero iba tomando color, la emoción iba en aumento, y muchos se preguntaban si el agasajado aguantaría toda esa carga de recuerdos y nostalgias, pero la pregunta se contestó sola, ya que el Patriarca lucía estoico, mientras otras personas no podían disimular sus lágrimas, como era de esperar, al concluir este emotivo acto, en el cual el hijo trasmitía su agradecimiento y admiración por el camino recorrido por ese padre ejemplar, Juan Ramón, su hermana Gloria y varios parientes más , se confundían en un solo abrazo rodeados por cientos de manos palomas que cariñosamente levantaban vuelo para compartir este momento único, convirtiéndose en un aplauso ensordecedor.

 

Enseguida se escuchó nuevamente el contrapunto musical, y ahora la apuesta era sumar fuerzas y energías para conformar un singular quinteto , al principio algo desafinados se escuchaban los sonidos emitidos, pero de a poco, el ritmo fue mejorando y los canarios y capitalinos empezaron a mostrar sus virtudes al servicio del baile, por esa improvisada pista fueron desfilando entusiasmadas parejas que con gran frenesí, intentaban demostrar su sabiduría y su swin, para bailar diferentes estilos, como ser el tango, el candombe, el vals, o la milonga, sin pisar a los demás.

Más de una vez, se escuchó a un parroquiano pedir a viva voz: Alto la música, e improvisar una cuarteta con relación, tampoco faltó un bailarín que ataviado con manteles y otras prendas, se disfrazaba aparentando ser una mujer de pronunciados senos, aunque no logró que ningún paisano, de los que se habían tomado unos cuantos tragos de más, se animara a bailar una pieza con ella. Por último, en materia de baile, debemos destacar la actuación de un grupo de bailarinas, compuesto por niñas cuyas edades no superaban los 9 años, que desde que los tamboriles se hicieron sentir , no pararon de mover sus caderas, sacudiendo sus coloridas polleritas, con una gracia y fervor sin límites.

 

 En otro sector del salón, Mario Mesa, quizás elegido por la familia, debido a su recia estampa, fue el encargado de evitar motines y aglomeraciones y de regentear la parrilla, asando chorizos caseros, que por su exquisito aroma, determinaba que muchas distraídas miradas, se posaran cómplices por encima del fuego, pretendiendo saber cuanto faltaría para saborear ese apetitoso manjar.

 

Hubieran hecho falta muchas más horas, para que los presentes lograran ponerse al día con los chimentos y anécdotas que cada uno deseaba transmitir a sus seres queridos, con los cuales, muchas veces pasan años sin comunicarse.

 

a media tarde, el lugar se estaba haciendo bastante insoportable, la bebida y el hielo, trataban de amedrentar el calor para que el aire diera un respiro y no se tornara más asfixiante todavía , muchos optaban por salir del recinto, y probar si podían encontrar alguna sombra reparadora, pero lo único que encontraron fue el canto de un coro de enérgicas chicharras que los invitaban a instalarse en aquel lugar del mundo, en aquel rincón de la comarca, en aquel lugarcito del paisito, donde no había sombra alguna cercana que pudiera servir para que algún escapado de la fiesta, se echara a dormir una siesta necesaria y reparadora, sin ser visto por los demás, no debemos olvidar, que a esa altura, hasta el agua de los floreros era codiciada por aquellos tomadores más avezados, al no tener más remedio, tuitos tuvieron que volver al club, e instalarse debajo de cada ventilador existente, como forma de captar el airecito que de ellos provenía, el problema fue que cada vez eran más los que se iban apretujando en esos selectos lugares, estaban apretados y calentitos como garrapiñada, y ya ni se conversaba para no restar oxígeno al entorno, varios se disponían a practicar el formar una escalera humana para refrescarse mejor, pero enseguida esta idea fue desechada, porque se percataron de que las chapas del alto techo desprendían un color rojizo, y un sospechoso humito, quizás estuvieran a punto de hervir, con decir que hubo que colocar a varias personas provistas de abanicos para darle aire a la torta de cumpleaños y evitar así que la pobre se deshidratara, no fuera cosa que se le evaporara el licor, el merengue pasara a lucir como la baba del diablo que cuelgan de las ramas de algunas Acacias y la masa se transformara como por efecto de un acto de alquimia, quedando dura como túnica de escuela almidonada que espera por el comienzo de las clases. En ese momento las risas se habían transformado en muecas, para economizar movimientos faciales innecesarios, los músicos ya estaban más entregados que los de la orquesta del Titanic, otros formados en cuartetas, sentados en los bancos largos, espalda contra espalda, con los platos vacíos se daban aire uno al otro, comunicándose por señas, como si todo esto fuera poco. los emisarios encargados de comprar hielo en el pueblo habían llegado con la triste información de que el mismo se había agotado, ya se estaba por formar un comité de emergencias, en otro paraje del salón un sofocado vecino vociferaba molesto con la Rosacia, que lo tenía loco, no lo dejaba en paz, provocándole ira e impotencia, estaba colorado por la angustia y se lo podía ver, como abrazado a un rencor, ( para evitar malos entendidos, debemos aclarar que cuando hablamos de la Rosacia, no estamos haciendo referencia a mujer alguna, como se podría suponer, sino que nos referimos a una erupción cutánea llamada así por los dermatólogos, que aparece como consecuencia del estrés ).

 El desánimo cundía por doquier, hasta algún rezo se pudo escuchar ,al tiempo que una tensa calma, como la que precede al temporal hacía prever que podía suceder lo peor, y como dice el dicho Dios tira de la cuerda, pero no ahorca, el milagro se hizo presente, la unanimidad de los allí instalados no sabía si estaba alucinando, o si lo que escuchaba no era algo más que una mera fantasía, gruesas gotas de agua comenzaban a acariciar las chapas del techo, de golpe y porrazo, un fuerte chaparrón caía, ante la mirada incrédula de todos, que aliviados y contentos, no daban crédito a sus ojos y oídos , no pudiendo creer que sólo estuviera lloviendo sobre el techo del club que hervía de calor, y sobre aquel pedacito de tierra y pasto que se encontraba a la entrada del lugar, mientras, que a unos pocos metros de distancia, el sol seguía radiante y presenciaba un acontecimiento que no podía comprender.

Inmediatamente, las niñas y niños del lugar, se quitaron la ropa, dejando aparecer debajo de ella shorts y mallas de baño, formando un bello arco iris multicolor, mientras saltaban y jugaban bajo la abundante y refrescante lluvia, como si fueran felices chingolitos, que chapoteaban en charcos de ilusión.

La ocasión fue propicia para ser bendecidos por aquella agua que mansamente besaba nuestra piel, y se sumaba al festejo.

Fueron unos escasos místicos minutos los que vivimos quienes presenciamos aquel notable suceso, pero que ya se han transformado en eternidad en nuestros incrédulos corazones.

 Nunca se sabrá que fue lo que ese mágico día realmente sucedió, pero es muy probable que todos aquellos seres queridos que hoy no están físicamente con nosotros, quisieran acompañarnos y proporcionarnos un simple obsequio a los allí reunidos, haciéndonos saber por ese medio que se deben seguir llevando a cabo este tipo de festejos, que en definitiva son los que nos permiten inmortalizar nuestras almas con felicidad, y al mismo tiempo nos posibilitan ver reunida a toda la familia continuando así esta bella tradición.

Cesó la lluvia, las nubes taparon al astro rey, permitiendo que de ahí en más, la temperatura fuera mucho más agradable, y pudieran los invitados regresar a seguir disfrutando del festejo, el reloj señalaba que eran las 17 horas, cuando llegó el momento de partir la gran torta, que lucía los colores celeste y blanco presentes en nuestra bandera nacional, y que afortunadamente había sobrevivido a los anteriores percances. Siempre el apagar las velitas, constituye el momento cúlmine de todo festejo de estas características, pero en este caso, dicho acto, generaba una sana envidia, no era para menos, la jovialidad y alegría, la lucidez, y el estado físico espectacular del homenajeado, marcaban ese intransferible y solemne momento, por supuesto que los músicos entonaban las canciones propias a tales efectos, y varias veces se cantó fuertemente el que los cumplas feliz, mientras efusivos saludos llegaban para felicitar al abuelo que se paseaba entre el público con sus brazos en alto, mientras los demás participantes coreaban su nombre.

Los souvenirs no podían faltar, y Larito se encargó de entregar los mismos, para ilustrar a quienes no pudieron concurrir, les contaré que una mano en miniatura, portando tres cartas para jugar al truco con los números 2, 4 y 5 de oro, eran acompañadas por el siguiente mensaje.

 

“En el cielo las estrellas

en el campo un girasol

y en mis 95 pirulos

les canto esta flor “

 

Larito 1912- 2 de febrero de 2007

 

Nuevamente, el gallo multicolor con su canto, simulando trompetas, siendo aproximadamente las 19 horas, nos ofrecía su bella despedida, era la hora determinar con el hechizo, y partir hacia la capital, dejando atrás momentos espléndidos que pasarían a formar parte de ese gran baúl que atesora el incesante palpitar de nuestros más hermosos recuerdos.

 

16 DE MARZO DE 2007

 

Autor: Humberto Demarco Mesa. Montevideo, Uruguay.

hdemarco@adinet.com.uy

 

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