UN ÁRBOL
I
Siento la savia dormir en mis raíces.
Siento la mano helada del invierno que me desnuda y tiemblo.
Estoy
despojado de hojas verdes y amarillas, no puedo refugiarte.
Enamorado: ¿Sobre qué tronco apoyarás tu espalda para escribir tus
versos?
Tengo tantas historias en mis ramas como nudos se hallan en mi
tronco. Historias... de amores olvidados que las guardo por si alguna vez las
buscan, de niños vagabundos, de duendes, de madres sin consuelo, de perseguidos
ebrios, de mujeres que guardan sus secretos de amor, aunque les pesa el
vientre.
Caminante, si te detienes por un segundo, aunque no tengo sombra,
ni puedo refugiarte, quizás encuentres entre mis ramas somnolientas de
invierno, una nostalgia que se te parezca.
II
LO CONTÓ UN ÁRBOL
Hace tiempo padezco una vibración extraña que recorre mi tronco y
hace temblar mis ramas. “Que viejo es” escucho que musitan al pasar y esta
vibración desconocida, que no es la savia, porque duermen mis raíces, que se
asemejan a antiguos soles, antiguas primaveras, de nidos con pichones, de
duendes en otoño, surgiendo de mi tronco, de duendes del verano danzando en mi
follaje, es la melancolía de ver cómo se apagan los soles de la tarde.
III
Caminante te entrego parte de mi vida en este recuerdo que tú
harás leyenda.
Era una mujer exóticamente bella, con el pelo dorado como son
doradas mis hojas en otoño.
Con los ojos verdes, como verdes son las hojas de mis ramas
pintadas por la primavera.
Era una mujer hermosa y misteriosa que se acercó a mí, llorando,
quiso abrazarme y me estremecí al sentir su pecho blando.
Lloraba sin consuelo. Sus lágrimas tibias corrían por mi tronco
hacia mi raíz cautiva por la tierra.
Los sollozos la golpeaban contra mi cuerpo áspero y quise
abrazarla como lo hacía ella, guardarla, protegerla y dejé caer mis ramas
pletóricas de hojas, de pájaros, de mariposas sobre su cuerpo dulce, ciñéndola
con pasión hasta absorberla.
IV
Los árboles cantamos por las noches.
La mujer cabellos de otoño camina descalza por mis ramas
desentrañando el enigma de la noche, con sus ojos verdes, y a veces canta.
Hoy
ha subido por mis ramas quejumbrosas de invierno y se ha sentado en la copa,
majestuosa, impenetrable y un sueño invencible me domina... y no puedo terminar
la historia.
Julio de 2003
Autora: Betty Capella. Lanús, Buenos Aires, Argentina.