LA RELACIÓN ENTRE POBREZA Y DISCAPACIDAD
La discapacidad y la pobreza mantienen
lazos que permanecen indisolubles desde tiempos remotos. Hay entre las dos un
grado de cooperación tal, que las hace alimentarse mutuamente en forma permanente,
como en un gesto cargado de una rara especie de generosidad o afecto, llenos de
una siniestra entraña. Parecerían guardarse las dos, hasta ahora, una devoción
y fidelidad, capaces de perdurar como parte de un pacto histórico, que
tranquilamente podría ser calificado de perverso por su naturaleza y por la
magnitud de las consecuencias que acarrea.
Empoderada por la pobreza que campea en
gran parte del mundo de hoy, la discapacidad cuenta con capacidades que le
permiten actuar en una forma talvez parecida al modo en el que actuaba el
Faraón del viejo Egipto, cuando veía con indescriptible furia cómo sus esclavos
trataban de escapársele y salía a perseguirlos con todo su poder. La
discapacidad también sale detrás de un sinnúmero de personas para capturarlas.
Va por todo el mundo, sobreponiéndose al paso de los tiempos, resistiendo y
manteniéndose vigente pese a todos los avances. Hasta ahora, no hay cómo
detenerla.
La ciencia y la tecnología van abriendo
trocha, rompiendo barreras, realizando descubrimientos de carácter portentoso y
de niveles insospechables, pero, no logran sepultar todavía a la discapacidad,
no obstante el indesmallable esfuerzo de las más lúcidas inteligencias que no
se rinden frente a ella y por el contrario, siguen en sus respectivos campos
con su ardua labor de observar, experimentar, comprobar o descartar cuanta
hipótesis les sea posible, sin pestañar por un solo instante.
La humanidad que marcha en el curso de
la historia como en una caravana, quisiera de una vez por todas verse ya
librada de la discapacidad, pero, no hay plaga que valga o que pueda acabar con
ella. Tiene una gran fortaleza; posee un vigor inusitado. ¿Y todo eso, gracias
a qué? A la pobreza, que le permite aprovechar cada instante que le sea posible
para hacer de las suyas y así saciar sus apetitos.
Parece estar rondando por los lugares
donde se producen accidentes ya sean de tránsito o laboral; da la impresión de
estarse moviendo sin cesar, por ahí, donde hay guerras, conflictos o riñas
callejeras, y podría estar muy atenta a lo que ocurre en los ambientes más
propensos al vicio y la violencia familiar: dos de los aliados con los que
cuenta, para dar caza a nuevos esclavos, satisfaciendo con ello su deseo de
capturar al mayor número de súbditos que le sea posible.
Al estilo del más grande, tolerante, e
idealista demócrata que alguna vez se hubiese podido conocer, tiene muy
presentes a las personas de todas partes, de todas las razas, de todos los
credos, de todas las clases, pero, donde quiera que la pobreza reine, a la
discapacidad nada la amilana. No hace ningún distingo entre los seres que ya
nacieron o los que están por nacer pues para ella no hay alguien que no sea
”sumamente importante”, ”valioso”, “indispensable”. Y no descuida la más mínima
ocasión que se le pudiese presentar para atrapar a quien sea, aunque este se
encuentre incluso en el vientre de su madre. Ello, no constituye ningún
impedimento para que la discapacidad continúe con su campaña proselitista,
generando diferentes tipos de deficiencias incluso antes del nacimiento de
nuevas criaturas.
Los esclavos de la discapacidad
constituimos el 10 por ciento de la población mundial según estimados
estadísticos de los organismos internacionales, pero, quizás ese 10 por ciento
no es suficiente para saciar los apetitos de aquel monstruo que no está
dispuesto a dar tregua en su propósito de perseguir y someter a más y más
esclavos bajo sus dominios, ya que después de todo, en una realidad como la
nuestra, está en capacidad de hacerlo. ¿Y gracias a qué? A la pobreza. Es por
eso que no se detiene.
Aparece dibujada en el imaginario de la
gente, como uno de los más despreciables y a su vez temidos agentes de tragedia
de los que se hubiese podido dar razón a lo largo de la historia. Esto bien
podría explicar tres cosas: el temor que la discapacidad despierta ante el solo
hecho de pensar en ella como una posibilidad, la actitud que mucha gente tiene
de evitar si quiera hablar de la discapacidad, suponiendo a lo mejor que así se
podrá olvidar de su existencia, y la falta de conocimiento que en consecuencia
se produce en cuanto a sus implicancias.
El común de la gente la asocia en forma
automática, con el caos que siembra a su paso, arrojando a los más menesterosos
al pozo de la desesperanza, la tragedia y en ciertos casos el abandono, echando
por tierra planes, proyectos e ilusiones de vida, como ocurrió en el Perú, por
los años 80. Entonces, la violencia generada por el terrorismo le abrió las
puertas de par en par a la discapacidad, permitiéndole destrozar a individuos,
paralizándolos, mutilándoles alguno de sus miembros, dejándolos sordos,
privándolos de la vista, impidiéndoles hacer uso de sus facultades mentales,
convirtiéndolos en ciertos casos en cargas para sus familiares, quienes se
deben haber sentido remecidos en lo más profundo de sus raíces y en algunas
ocasiones también podrían haber terminado psicológicamente destrozados ante lo
furibundo del impacto producido por la nueva situación de su pariente.
El propósito de llevar a cabo sus planes
y cumplir sus objetivos la habría llevado a organizar todo un equipo de apoyo
muy peculiar, constituido por la más variada gama de miembros que uno se
pudiese imaginar, entre ladrones silenciosos como el glaucoma que con gran
habilidad roba la visión sin muchas veces ser percibido, y pequeñas mascotitas
como el gato, que como buen felino le sirve de mucho porque tiene la facultad
de trepar cualquier muro social por alto que este fuese, para transmitir
enfermedades como la toxoplasmosis que también es causa de ceguera. Se trataría
de un staff de sirvientes que habría de consagrar sus mañanas, tardes y noches
a la realización de tareas que la discapacidad misma no tiene tiempo de hacer y
que apuntan fundamentalmente a satisfacer sus requerimientos y necesidades.
Aquellos que le trabajan lo hacen de sol a sol, sin que el domingo, el feriado,
el cumpleaños, puedan constituirse en algún pero que valga, porque para la
discapacidad el tiempo es oro, no puede desperdiciarlo escuchando lo que no le
interesa, y hacerlo iría en desmedro de sus objetivos.
En la práctica, la discapacidad
parecería haber ido acumulando una experiencia que le serviría para amoldarse a
los requerimientos de las distintas condiciones en las cuales debe operar, para
llegar a las metas que se traza. Es así que se puede dar el lujo de frotar y
acariciar entre sus manos una gran baraja de alternativas frente a quienes se
esfuerzan por detenerla, y encuentra todas las argucias necesarias para
mantenerse vigente, en una actitud desafiante de amenaza que es capaz de convertirse
en realidad cuando uno menos se lo espera.
Pero, además de contar con el equipo de
sirvientes antes mencionados, se vincula con agentes que están dispuestos a
convertirse en sus socios. Uno de estos es la indiferencia que la ayuda al
promover que, por una parte, un gran número de miembros de la sociedad no
reaccione como debería frente a las problemáticas de los grupos más
vulnerables, y de otro lado hace que a un buen número de los políticos no les
haya interesado tomar las medidas más adecuadas en campos como el de la
prevención. ¿Nos hemos puesto a pensar en la cantidad de personas que no
hubieran adquirido alguna discapacidad si hubiesen tenido la posibilidad de
contar con las medidas de orientación y apoyo más convenientes a tiempo? Lo que
ocurre es que lamentablemente pensar es algo que no necesariamente está de
moda.
Otro aliado de la discapacidad es la
ignorancia. Su misión consiste en hacer que mucha gente permanezca
sugestionada, invadida por un sinnúmero de falsas ideas, mitos y leyendas, que
por su parte tendrían el encargo de jugar a favor de la desorientación y
desconocimiento que existen sobre el origen tanto como el sentido de tan
nefasto monstruo, y en el fondo, serían los más indicados para acrecentar el
desconcierto e incluso la superstición que ahoga a no pocas personas. Aquella
desgraciada ignorancia, que tanto daño le ha hecho a la humanidad en el curso
de la historia, le es muy útil a la discapacidad para sus planes estratégicos.
Le permite pasar delante de nosotros, sin estar bajo el riesgo de ser
percibida, sirviéndole como una especie de camuflaje. Y es así cómo esa
indeseable no tiene que esforzarse mucho para esconderse, observar y escoger a
sus presas, desde una especie de clandestinidad muy peculiar. Se puede pasear
entre nosotros, como Pedro por su casa, es decir con una facilidad tal que es
como si supiera que gracias a la ignorancia que la encubre y a la pobreza que
la alimenta no se le a de prevenir a tiempo. De allí la tremenda importancia de
la educación, y del apoyo social, el cual merece ser considerado como una
herramienta fundamental de política tanto en el campo de la prevención, como en
el concerniente al desarrollo humano que a todos debe comprometernos. Así como
la sociedad civil, el estado también tiene tareas ineludibles y obligaciones de
las cuales no tiene derecho a distraerse.
La observación de la magnitud, tanto
como de la presencia, la acción y las implicancias sociales de la discapacidad,
sin un conocimiento adecuado acerca de la relación que mantiene con la pobreza,
podría invitar a pensar que a lo mejor esta posee poderes de un origen a veces
incomprensible, casi mágico. De hecho, hay quienes piensan de esa manera. No
faltan quienes se van incluso por lo esotérico, y plantean a la discapacidad
como un asunto relacionado con el karma. También hay quienes la atribuyen a la
mala suerte, que vendría a ser la etiqueta con la que se suele identificar a
una especie de ciego azar, que se deleitaría hasta no más, tirando los dados,
para luego de ello ensañarse con fulano, pero no con mengano porque sí, porque
sí y porque sí. Suelen tejerse una y mil conjeturas que giran en torno a un mar
de prejuicios, el cual no hay cuando acabar de cruzar.
Sin embargo, es necesario demostrar que
las ideas supersticiosas no son más que eso: supersticiosas. No podemos seguir
en el reino del mito y la leyenda. Estos, deben ser desterrados de una vez por
todas. ¿Cómo es posible que hasta hoy sigamos siendo víctimas de ataduras que
tanto daño nos hacen? Ello, es inadmisible y para ponerle fin necesitamos ir a
la realidad. Las capacidades de la discapacidad, más allá de lo que parecería
ser un juego de palabras, tienen entre nosotros una explicación como lo hemos
venido viendo, y tal explicación tiene simplemente un nombre: La pobreza, la
cual debería ser enfrentada por todos para desterrarla como flagelo que azota
sin piedad.
Existen tareas frente a las cuales no
hay alguien que pueda decir yo no me comprometo si se tiene el más mínimo
sentido de solidaridad. La lucha contra la pobreza y la relación que esta tiene
con la discapacidad es una de esas, y para nosotros debe ser la más importante.
Autor: Luis Hernández Patiño.
Lima, Perú.
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