ESA MIRADA
Avenida Libertador y Montevideo. Un
hombre desciende de un auto blanco, se dirige presurosamente a un edificio, entra
en él, sube al ascensor y desciende rápidamente en el noveno piso.
En una mañana lluviosa recibo en mi
anticuario a un señor chileno recomendado por Francisco, un proveedor de
mercaderías.
-Señora, vendo esta pintura, ¿le
interesa?
-Déjeme verla.
Era un retrato de Bartolomé Mitre con un
importante marco dorado. Era de buena factura.
-Este tipo de obra no es fácil de
comerciar, sólo lo puedo tomar en consignación. Déjeme sus datos.
-Como usted mande, señora.
Luego nos despedimos.
La obra fue ubicada en una de las
paredes laterales. Mis ojos se posaban en la mirada del general cada vez que
entraba.
El tiempo transcurría. Comencé a dudar,
¿no sería una obra robada? Llamé inmediatamente a Francisco. Ya pasaron seis
meses desde que la persona dejó el retrato de Mitre, trate de ubicarlo.
Así como llegó en una mañana de lluvia
regresó en una tarde lluviosa. Descolgamos el cuadro. Como único comentario
exclamó:
-¡qué difícil es vender al general!
Debo confesar que respiré aliviada
cuando lo vi partir.
Buenos Aires. Juncal y Callao. Una vez
más mi espíritu inquieto manejaba un negocio dedicado a la venta de platería
criolla y obras de arte. Entre mis tesoros estaba una jaula, réplica de una
catedral francesa finamente tallada en maderas frutales.
Era la vedette del negocio. Cientos de
personas se paraban para observarla. Había recibido visitas de anticuarios
dispuestos a comprarla. Pedía un precio elevado, en realidad era una excusa. No
deseaba venderla.
A comienzos del otoño demasiado
templado, como suele suceder en Buenos Aires, veo entrar a un hombre delgado,
elegantemente desgarbado. Al encontrar su mirada brillante pero embargada de
tristeza mi mente rememoró esa expresión pero no podía descifrar a quién
correspondía.
-¿Usted vende la jaula?
–Sí.
-¿De qué procedencia es?
-Es de las colonias inglesas de
Indonesia.
–¡Es bellísima!
-De eso no hay duda, ¿cuánto quiere por
ella?
–Vale cinco mil dólares.
–En realidad usted no la quiere vender.
Una sonrisa se esbozó en sus labios.
-No voy a discutir el precio, el
miércoles vuelvo a buscarla.
Me saludó cortésmente y partió. Pensé
que jamás lo volvería a ver.
¡Qué equivocada estaba! El miércoles a
las diecinueve horas entró al negocio, apoyó su maletín negro y dijo:
-voy a llevar la jaula, ¿dónde podemos
contar el dinero?
-Pasemos a mi escritorio.
El dinero estaba prolijamente dispuesto
en fajos. Le extendí un recibo con los detalles y procedencia.
-Señora ¿es usted abogada?
-No, no, ¿por qué?
-Por la forma de redactar, yo soy abogado,
mi nombre es Emilio Mitre.
Inmediatamente comprendí la expresión de
su mirada, era similar a la del general. No hice ningún comentario, en cambio
él sí.
-Esta jaula jamás tendrá sus puertas
cerradas. Será un símbolo a la libertad. Es la jaula de las mil y una noches.
Hoy brindaré con mis amigos. Allí estará mi bella jaula vacía porque ni los
pájaros ni los hombres deben ser privados de su libertad.
Visiblemente emocionado se despidió.
Nunca más lo volví a ver.
Así me despedí de Emilio.
Extrañaría mi jaula pero, estaba en
buenas manos. Un ser extremadamente sensible.
Un ascensor de un edificio de Avenida
Libertador se detiene en el noveno piso, desciende un personaje oscuro…
A la mañana siguiente el cuerpo de
Emilio yacía maniatado y asfixiado.
¡Aquel ser que amaba la libertad había
sido siniestramente asesinado!
Aún hoy misteriosamente no se encuentran
a los culpables…
Autora: Noemí Guillermina Guzmán. Buenos
Aires, Argentina.
ciegotayc@hotmail.com