MICHAEL CAINE: ACTOR DE CINE
A sus 75 años, la vida de Michael Caine,
ha sido un viaje exitoso del oscuro anonimato a la luz del estrellato internacional
no exento de altibajos, de los cuales fue rescatado por dos increíbles
encontronazos con la buena suerte. Cuando nació el 14 de marzo de 1933, en un
barrio obrero “cockney” en el sur de Londres, nada predecía que Maurice Joseph
Mickewhite (su verdadero nombre, que sigue usando en cualquier circunstancia
ajena a su carrera profesional) llegaría a romper las rígidas barreras entre
clases sociales que existen en la sociedad inglesa y triunfar como actor. Su
padre trabajaba en el mercado de pescados de Billingsgate como acarreador de
mercancía –“diablero” en México- y su madre era sirvienta y cocinera; Caine
está orgulloso de su origen y conserva acentos y giros de lenguaje “cockney” en
su vida diaria.
De su infancia oscura a ganador de dos
Oscar, varios premios Bafta y Globos de Oro hay un comienzo de pobreza,
terquedad en triunfar y la mano de la diosa Fortuna. Dejó la escuela a los 15
años y trabajó como recadero en las productoras Peak Films y Rank; cumplió su
servicio militar en el Regimiento Real de la Reina y los Fusileros Reales y vio
acción en Corea. En 1953 trabajó en varias compañías teatrales y allí conoció a
su primera esposa, la actriz Patricia Haines, con quien se casó en 1955. Pero
cuando el hambre entra por la puerta, el amor sale por la ventana: sólo
conseguía unos pocos papeles pequeños y Patricia estaba embarazada. A pesar del
nacimiento de su hija Dominique, el matrimonio duró sólo casi tres años.
Fue en esa época en que cambió su primer
nombre artístico de Michael Scott al de Caine. Él mismo cuenta que se inspiró
al ver una marquesina que anunciaba El motín del Caine y que “si hubiera visto
al otro lado, habría terminado como Michael Ciento Un Dálmatas”. Para 1962 se
acercaba a los 30 años y varios actores de su generación ya se ubicaban en
mejor posición. Terence Stamp (el fotógrafo de Blow Up, de Antonioni) cuenta
que Caine había decidido dejar la actuación a los 30, pero poco antes la diosa
Fortuna tocó a su puerta de la mano del actor Stanley Baker: le ofreció un
papel en la película Zulu (Cy Enfield, 1964). Irónicamente el actor “cockney”
representó impecablemente a un oficial inglés de clase alta. Las puertas se le
abrieron de golpe y comenzó a ser el ícono de “el británico”, el actor es la
imagen del “inglés” clásico en cine: agente secreto, oficial, soldado,
mujeriego consumado. Las nuevas generaciones lo reconocen como el último
“Alfred” en la serie de acompañantes en las películas de Batman.
Apuntaló su carrera con el personaje de
Harry Palmer, agente secreto menos sofisticado que James Bond, en “El archivo
Ipcress” (Furie, 1965). Hizo varias secuelas de la franquicia como “Funeral en
Berlín” y “El cerebro del billón de dólares”. Treinta años después Caine
reviviría a Palmer en “Bala para Pekín” (1995) y “Medianoche en San
Petersburgo” (1996).
“Zulu” e “Ipcress” le consiguieron el
protagónico de Alfie (dirigida por Lewis Gilbert, 1966), donde actuó a un
exitoso mujeriego cuyo carácter va madurando conforme enfrenta las dificultades
de la vida. Alfie le dio fama y una nominación al Oscar como mejor actor.
Hilvanó películas como “La batalla de Inglaterra” (Hamilton, 1969) y actuó
junto a Sir Lawrence Olivier en la detectivesca “Sleuth” (Mankiewicz, 1972) y
fue nominado al Oscar por segunda vez. En 2007 hizo el remake de Sleuth
(dirigido por Kenet Branagh) invirtiendo los papeles con Jude Law, que hizo el
rol que Caine actuó en 1972 y él cubrió el de Sir Lawrence Olivier.
En 1971 Caine vivía aceleradamente: tres
botellas de vodka y fumando 4 cajetillas diarias. El proceso de autodestrucción
presagiaba una tragedia cuando la diosa Fortuna le tendió la mano por segunda
vez. Una noche vio en TV un comercial del café Maxwell House con una modelo
preciosa. Para el close up final Caine sabía que “era la mujer más bella que
jamás había visto” y se propuso conocerla. La suerte estaba de su lado. Esa
misma noche un conocido, Nigel Politzer, le dijo que la chica era Shakira Baksh
y tenía 24 años. No era brasileña como el había pensado, sino india nacida en
Guyana, que como Miss Guyana obtuvo el tercer lugar en Miss Mundo y ¡vivía en
Londres a sólo tres kilómetros de su casa! La localizó y le pidió cenar con él
y luego de 10 días –los más largos de su vida- la tuvo frente a frente: fue
amor a primera vista. Shakira le hizo notar su problema con el alcohol y, por
amor, cortó con la bebida. Para enero de 1973 estaban casados y ese año nació
su hija Natasha. Hasta hoy la pareja sigue unida.
En 1975 recibió una llamada de John
Huston. Le propuso el papel de Peachy Carnehan, un sargento “cockney” del
ejército inglés en India, y compartir créditos con Sean Connery: se trataba de
“El hombre que sería rey”. Era un viejo proyecto basado en un cuento de Rudyard
Kipling, que años atrás iban a actuar Humphrey Bogart y Clark Gable en un
proyecto que nunca pudo concretarse. En una cena Huston comentó que la actriz
principal había renunciado y, cómo resorte, Shakira dijo que ella NO iba a
hacerlo. Pero el director fue cálido, amable y persuasivo: Shakira se
transformó en la deslumbrante Roxanne. Para ver la buena suerte que tuvo Caine
basta ver a Shakira en la cinta de Huston.
“El hombre que sería rey” es un filme
extraordinario como cine de aventuras con un sutil fondo teológico muy
interesante. Muestra a Caine en plenitud de facultades en mano a mano con
Connery. Los personajes: Carnehan/Caine es el “cockney” de Londres, el inglés
pragmático, el que construye puentes y advierte a su amigo de los peligros que
acechan al usar el poder; Dravot/Connery es el escocés, el celta soñador que
termina creyendo el mito de ser descendiente de Alejandro el Grande. Ambos
conquistan Kafiristán (reino imaginario cerca de Afganistán) pero Carnehan,
ante el peligro real, no abandona a su amigo aún después del matrimonio
“blasfemo” de Dravot-Roxanne. La cinta es una de las cimas de la carrera de
Caine.
Después el actor mezcló cine comercial
malón (El enjambre, Ashanti, La isla, Más allá, etc.) con cine de arte como
“Hannah y sus hermanas” (Woody Allen, 1985, Oscar al Mejor Actor de Reparto),
Mona Lisa (Neil Jordan, 1985), “Educando a Rita (Gilbert”, 1983, Bafta a Mejor
Actor) y “Pequeña voz” (Herman, 1998, Globo de Oro a Mejor Actor) entre otras.
Pero el público masivo lo reconoce más en el buen cine comercial como “Un
puente demasiado lejos” (Richard Attenborough, 1977), “Vestida para matar”
(Brian De Palma, 1980), jugando fútbol contra nazis en “Victoria” (John Huston,
1981) y “Miss Simpatía” con Sandra Bullock de compañera (Petrie, 2000) hasta
rematar en el papel de Alfred en la nueva franquicia impulsada por Christopher Nolan:
“Batman inicia” (2004) y “Batman: el caballero de la noche” (2008, por
estrenar).
A sus 75 años, con una carrera de más de
100 películas, los logros de Michael Caine son evidentes. Es parte de la
historia del cine mundial y es respetado por público y crítica. Nada mal para
un “cockney” de la clase obrera que rompió barreras sociales para pasar de las
sombras a la luz… de la mano de la diosa Fortuna.
Autor: Rafael Fernández Pineda. Cancún,
Quintana Roo. México.