ALGUNAS POESÍAS DE MARUJA VIEIRA
(Poeta colombiana)
PARA TI NO HAY PALABRAS
Para ti no hay palabras.
Hay sólo mudas páginas en blanco
y este lento caer
de las manos inútiles
que olvidaron y hallaron
letras
sueños
y árboles.
Hubo palabras antes.
Cuando el mar,
cuando el grito luminoso
de los últimos faros.
Para ti sólo hay tiempo,
no hay palabras.
Y el tiempo es infinito
ahora que te amo.
TIEMPO DEFINIDO
Está bien que la vida de vez en cuando
nos despoje de todo.
En la oscuridad los ojos aprenden
a ver más claramente.
Cuando la soledad es el vacío intenso
del cuerpo y de las manos,
hay caminos abiertos hacia lo más profundo
y hacia lo más distante.
En el silencio las amadas voces
renuevan dulcemente sus palabras
y los muros custodian el rumor infinito
de los ausentes pasos.
Los labios que antes fueran
sitio de amor en las calladas tardes
aprenden la grandeza
de la canción rebelde y angustiada.
Hay un viento en suspenso sobre los altos árboles,
un repique de lluvia
sobre ruinas oscuras y humeantes,
un gesto en cada rostro
que dice de amargura y vencimiento.
Sigue un lento caer de horas inútiles,
desprendidas del tiempo,
y más allá de todo lo que formaba
el círculo pequeñito del mundo,
"aquel mundo cerrado, con sus vagas estrellas
y su bruma de sueño",
despierta inmensamente la herida voz del hombre
poblador de la tierra.
Antes estaban lejos, casi desconocidos,
el combate y el trueno.
Ahora corre la sangre por los cauces iguales
del odio y la esperanza,
sin que nada detenga la invasora corriente
de las fuerzas eternas.
BREVE POEMA DEL ENCUENTRO
Me detengo a la orilla de la tarde
y busco las palabras olvidadas.
Los antiguos colores de la tierra,
la huella luminosa de los árboles.
Estás aquí. Sonríes a mi lado
bajo la rama azul que se deshace
en un pequeño cielo caminante.
Otra rama -de oro- está en mi mano.
Hablo contigo como siempre. Cálidas,
amorosas, las sílabas desgranan
un lento surtidor de agua tranquila
sobre el silencio de la piedra blanca.
LUZ DE SEPTIEMBRE
En la luz de septiembre
estoy buscándote.
Era una madrugada de campanas
que me ilumina todavía el alma.
Todo el amor del mundo
inundaba tus ojos.
Era un claro septiembre
de azahares.
Tu mano, firme y cálida,
en mi mano.
Tus labios en mi frente
¡y todo era tan frágil!
Como un hilo de sol
entre la lluvia.
como el perfume
de una rosa blanca.
Sobre mi cobardía
y mi derrota
gira el mundo implacable.
Te seguiré buscando,
con el amor de siempre,
en mi septiembre
solitario.
CLAVE MÍNIMA
Déjame tu recuerdo, el de esta hora.
No importa que te vayas.
Déjame este recuerdo
de la última hora del alba.
Estaba azul el monte esa mañana
azul. Eras hermoso
y yo te amaba.
ATARDECER DEL SÁBADO
Ha llovido en mis manos,
áspero sol, tu lenta quemadura,
tu fuego repetido.
Ahora son más altas
las montañas azules,
más altas y se alejan en perfiles
de cristal y de humo.
Los rumores del día
se pierden en la tarde.
La noche será larga.
A la orilla del sueño
veré pasar las horas,
silenciosas y cálidas.
Mañana
vendrán a saludarme
los ladridos alegres
de mi perro.
Le diré que se calle,
que es domingo.
No hay que ir al trabajo
ni al colegio.
Despertará la niña
cantando. Nos iremos
los tres. Hoy es domingo
y sale la familia de paseo.
y se me habrá olvidado
por la noche
la tristeza.