MAÑANA QUIZÁS SEA EL DÍA
Por: Margot Gutiérrez Aguilar.
Mañana quizás sea el día, llegaré y por fin lo miraré a los ojos, trataré de hacerle entender con una mirada lo mucho que lo amo, un escalofrío recorrerá su espalda y dejará de respirar unos segundos por el sentimiento tan intenso que inundará todos los rincones de su cuerpo, aún así me saludará como si nada hubiera pasado y yo me quedaré ahí, mirando cómo se va a su clase, me quedaré confundida y pensando, ¿lo habrá entendido?
En la tarde se despedirá de mí pero algo en su actitud habrá cambiado, lo notaré distante, o ¿tal vez tenso? Pero su actitud destrozará todas las esperanzas que me había hecho.
Lo seguiré hasta el Metro, pero no le dirigiré la palabra, él tomará un rumbo distinto al mío y yo observaré como el Metro cierra sus puertas y continúa su camino, llevando dentro a mi más dulce agonía.
Con el corazón destrozado llegaré a mi casa, me encerraré en mi cuarto y comenzaré a imaginar mi mundo sin él, pensaré: "si no es capaz de entenderlo o aceptarlo, no vale la pena seguir soñando con él", una ligera turbidez nublará mi mirada y segundos después la primera lágrima bautizará mi mejilla, comenzaré a llorar por mi, por él, por el que nunca fue, por el que debió haber sido y por el que nunca sería, lloraré por su amor, lloraré por él mismo y lloraré tanto que mi cuarto comenzará a inundarse, ¿inundarse? Sí, se estará inundando, y yo me comenzaré a ahogar en mi propia pena, en mi llanto doloroso que me calará hasta los huesos, me sumergiré en mis lágrimas y comenzará a nublarse mi mente, con un esfuerzo sobrehumano sacaré la cabeza de aquel mar salado y trataré de tomar una última bocanada de aire, entonces a lo lejos alcanzaré a oír el timbre del teléfono, me sumergiré hasta el fondo, tomaré el aparato, y lo llevaré a flote. Contestaré y el alma se me caerá al oír esa hermosa voz al otro lado de la bocina.
-¿Estabas llorando?- preguntará algo nervioso.
-No, bueno sí, sólo un poco- responderé al darme cuenta de que estaré en mi cama y no habrá tal mar inundando mi recámara.
-Tengo que decirte algo importante- exclamará aclarando la garganta pues su voz será casi inaudible.
-¿Qué?- Le preguntaré.
¿Qué me dirá? no lo sé, después de todo, eso pasará mañana.