LA NARCOGUERRILLA COLOMBIANA Y LOS CAPOS
MEXICANOS
La Agencia Antidrogas de Estados Unidos
(DEA), descubrió apenas en octubre pasado, lo que el autor de estas líneas dio
a conocer desde 1997 en el diario mexicano Unomásuno, mediante un sólido
trabajo de investigación, para el cual contó con el apoyo del Círculo
Latinoamericano de Estudios Internacionales (CLAEI): la existencia de vínculos
operativos –y no solamente contactos esporádicos-- entre los barones mexicanos
del narcotráfico y las llamadas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia
(FARC), que obtienen entre 500 y mil millones de dólares anuales por sus
operaciones relacionadas con la droga.
Francisco Santos, vicepresidente de
Colombia, un periodista de profesión que en 1990 permaneció secuestrado durante
ocho meses a manos del capo colombiano Pablo Escobar Gaviria, sostuvo por su
parte, antes y durante una reciente visita a México, que las FARC tienen cuatro
oficinas en este país, situación que ya fue hecha de conocimiento del gobierno
mexicano. Al respecto, el trabajo que llevé a cabo inicialmente, precisaba que
una de esas oficinas de información se encontraba –o se encuentra—dentro de la
Ciudad Universitaria, de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM)
El principal contacto de las FARC con
los cárteles del narcotráfico es un singular personaje de 54 años de edad,
corpulento y con una personalidad descrita como recia y carismática: Jorge
Briceño Suárez, El Mono Jojoy, principal jefe militar de la guerrilla,
considerado como el líder indiscutido del ala dura de los aproximadamente 17
mil combatientes que la integran; y uno de los posibles sucesores del fundador
y líder máximo, el septuagenario Manuel Marulanda Vélez, Tirofijo.
Contra El Mono Jojoy existen en Colombia
unas 62 órdenes de captura, cinco condenas y cerca de 25 investigaciones
preliminares por terrorismo, secuestros, extorsiones y otros delitos. El
Tribunal Superior de Cundinamarca –uno de los departamentos colombianos,
equivalentes a los estados mexicanos-- lo condenó a 40 años de prisión por
"terrorismo agravado".
En julio último, el gobierno de Estados
Unidos solicitó al de Colombia la extradición del Mono Jojoy por el delito de
narcotráfico. La Fiscalía en Colombia expidió una orden de captura en
cumplimiento de un proceso que se lleva a cabo en una corte federal y lo
involucra en el envío de droga a territorio estadunidense desde hace varios
años. Obviamente, el Estado colombiano es, al menos por el momento,
absolutamente incapaz de cumplimentar esa orden de captura.
Por lo demás, se trata apenas de una
entre la cascada de ordenes de extradición por ese delito contra las FARC:
también están solicitados El Negro Acacio y Sonia, presunta jefa de finanzas de
la narcoguerrilla, quien trabajaría bajo órdenes de Fabián Ramírez,
narcotraficante al servicio del Mono Jojoy y también solicitado en extradición.
Para la justicia estadunidense, está
claro que Briceño Suárez es el capo del narcotráfico de las FARC, según los
cargos formulados en una corte federal del Distrito de Columbia y que surgieron
10 años después de las revelaciones de este reportero. Para El Mono Jojoy, el
narcotráfico es simplemente otro recurso, aunque con doble ventaja: sirve para
obtener recursos, lo mismo que para hostilizar a los gobiernos de Bogotá y
Washington. Sin embargo, hace mucho tiempo que la ideología dejó de ser uno de
los motores básicos del alto mando de las FARC.
El Mono Jojoy es el cerebro de numerosos
envíos de droga que han salido desde Colombia hacia Estados Unidos, con escala
en Centroamérica (Guatemala y Honduras, principalmente) y redireccionamiento y
protección en México, especialmente a su paso por las zonas que controlan el
EZLN y el EPR.
El hallazgo reciente del diario personal
de una terrorista holandesa vinculada a las FARC, corroboró una vez más, que la
guerra colombiana traspasó las fronteras, no sólo de los países vecinos, sino
que por la extensión que significa el narcotráfico, afecta a las naciones
industrializadas de América de Norte y Europa.
Además de las oficinas internacionales
que han tenido en diversas épocas las FARC en Costa Rica, México, Argentina,
Brasil y Ecuador, se suman esporádicas apariciones de Olga Marín, Raúl Reyes,
Marcos Calarcá, Oliverio Medina y Javier Calderón, todos ellos reconocidos como
representantes diplomáticos de la narcoguerrilla, en escenarios
internacionales, para exponer su plataforma ideológica y negar cualquier nexo
con el narcotráfico, así como su rechazo sistemático contra toda acusación que
los ligue con el terrorismo.
De la actividad de estos personajes, hay
registros fehacientes en España, Francia, Ecuador, Estados Unidos, Canadá,
Suecia, Suiza, Dinamarca, Alemania, Holanda, Brasil, Chile. México, la República
Dominicana y Guyana, más esporádicas apariciones en otros países.
El accionar subrepticio del frente
internacional de las FARC ha extendido sus tentáculos hasta Estados Unidos.
Prueba de ello es que en la declaración jurada de un miembro de Servicio Exterior
Mexicano, rendida ante un tribunal federal en Miami, se implicó a Julieta
Quiroz, nicaragüense de 49 años de edad, nacionalizada estadunidense y excónsul
adjunta de la embajada de Estados Unidos en México, de participar en un plan de
sobornos, por el que recibió 345 mil dólares, producto de la venta de 180 visas
tramitadas en forma irregular, que fueron concedidas a terroristas de las FARC,
traficantes de drogas y armas.
Acusada por asociación para delinquir,
soborno y fraude, Quiroz fue arrestada junto con Olga Elena Ramírez y su
esposo, Juan Carlos Ramírez. Por la misma época los servicios de seguridad
estadunidense detuvieron en Miami a un traficante de armas que abastecía las
redes clandestinas de las FARC, desde las costas de Florida y el Caribe.
El trabajo de los propagandistas de las
FARC no representa un hecho aislado. Forma parte de un proceso sistemático y
permanente de guerra política, propaganda y desinformación. Insiste en la
naturaleza supuestamente revolucionaria de la narcoguerrilla, disfraz con el
que ha logrado colarse incluso dentro de la UNAM.
Otros integrantes del frente
internacional de las FARC, están dedicados al manejo de las finanzas en las
bolsas de valores, al blanqueo de capitales mediante audaces transacciones electrónicas
en las entidades bancarias y a la permanente adquisición de armas, equipos y
avituallamiento logístico.
En esencia, dicho frente internacional
es una organización clandestina muy activa, con sólidas ramificaciones en
Venezuela, Ecuador, Brasil, Guayana, Panamá, México, Guatemala, Honduras,
Nicaragua y permanente presencia discreta en otros países. Una parte
fundamental de sus actividades, se basa en los acuerdos con los cárteles de la
droga, en particular los mexicanos, que se han convertido en los más
importantes del continente americano y figuran entre los principales del mundo.
Autor: Luis Gutiérrez Esparza. México,
Distrito Federal.