Páginas de Historia

DON MIGUEL HIDALGO Y COSTILLA

* En el pasado Mes de la Patria

Ya pasado el Mes de la Patria (septiembre) y dentro del generoso espacio que nos brinda el semanario LUCES DEL SIGLO, nos propusimos publicar algunos apuntes sobre los personajes que nos dieron patria, así como diversos hechos que forman parte de la gesta de independencia. Iniciamos estos trabajos con el Padre de la Patria: don Miguel Hidalgo y Costilla.

Don Miguel Hidalgo y Costilla nació el 8 de mayo de 1753 en la Hacienda de Corralejo, en Guanajuato, fue hijo de don Cristóbal Hidalgo y Costilla y de doña Ana Gallaga y Villaseñor; fue bautizado con los nombres de José Miguel Gregorio e Ignacio, en la capilla de Cuitzeo de los Naranjos, el día 16 del mismo mes y año. Tuvo tres hermanos con quienes se crió en el lugar de su nacimiento; años después, en la adolescencia, se trasladó a Valladolid (hoy Morelia) junto con sus hermanos para estudiar una carrera e ingresó al Colegio de San Nicolás que había sido fundada en 1541 por el virrey don Antonio de Mendoza.

En Valladolid tuvo oportunidad de contar con ilustres maestros por lo que lo que además, de aprender las disciplinas propias de su profesión, estudió el idioma francés, que le permitió acceder a lecturas del pensamiento europeo de su tiempo. Su amor al estudio, su talento, así como sus ideas pronto le hicieron sobresalir hasta lograr ser Rector del Colegio de San Nicolás.

Aplicaba lo aprendido a través de sus lecturas y de su experiencia en sus labores sociales, por lo que ha sido considerado precursor de lo que hoy llamamos "trabajo social". Estudió con esmero a los enciclopedistas elevando sus dotes intelectuales. Le gustaban las artes, la música y la literatura y, por su trato cordial y agradable pronto se ganaba el cariño y respeto de sus amigos y feligreses, en los que ejercía notable influencia.

El futuro Padre de la Patria, luego de recibir las órdenes sacerdotales ocupó varios curatos, alcanzar el encargo como Cura de Dolores en 1802. Ello le permitió conocer de cerca las carencias de los pueblos y la pobreza del campo.

Hombre cultísimo y progresista, colaboraba con su pueblo, le facilitaba el aprendizaje de diversos conocimientos que tan útiles habrían de serle después, para instalar varios talleres de artesanías e industria y con la ayuda de sus feligreses mandó a excavar una noria y plantó moras y vid.

Además de su oficio como sacerdote, se esforzó porque todos los oficios que enseñaba tuvieran una aplicación práctica, un valor comercial; eran actividades productivas que contribuían poderosamente a elevar el nivel de vida de los habitantes de Dolores y puntos vecinos. Esta labor constructiva la hacía aprovechando los recursos naturales de la región, antes inexplorados. Fue también en este aspecto un precursor.

El Grito de Independencia

El entusiasmo que sentía por los estudios filosóficos, unido al trabajo que realizaba en diócesis y el convivir con las grandes necesidades del pueblo lo llevaron a poner en práctica las ideas libertarias que habrían de caracterizarlo.

Desde 1808 participa en las juntas secretas de los descontentos con la situación de la Nueva España. Con la protección disimulada del corregidor de Querétaro, Miguel Domínguez, el cura Hidalgo, el capitán Ignacio Allende, el teniente Mariano Abasolo y la esposa del corregidor, Josefa Ortiz de Domínguez, se reunían para conspirar en contra del gobierno de España para lograr la independencia nacional. Al ser descubierta y denunciada, los sucesos se precipitaron: la noche del 15 de septiembre de 1810.

En esa condición se afirma que don Miguel Hidalgo, su hermano Mariano, Juan Aldama, Ignacio Allende, José Santos Villa, Mariano Balleza y diez de sus dependientes, se dirigieron a la cárcel, de la que liberaron a los presos y les dieron armas.

La madrugada del 16 de septiembre de 1810, con las arengas ¡Viva la independencia! ¡Viva la América! ¡Muera el mal gobierno! Hidalgo y sus seguidores se lanzaron a la lucha que nos liberaría del dominio español.

En acto seguido, Hidalgo congregó en la parroquia a sus feligreses para instarlos a unirse a la lucha independentista. Reunió a un grupo de 300 hombres y salió de Dolores. Por la noche, llegó a San Miguel el Grande, actualmente San Miguel de Allende, donde se les unió el Regimiento de la Reina, al pasar por Atotonilco tomó un estandarte de la Virgen de Guadalupe que convirtió en símbolo del movimiento insurgente.

Durante su marcha en la región del Bajío, se le sumaron numerosos seguidores. El 21 de ese mismo mes llegó a Celaya, y al día siguiente Hidalgo fue nombrado capitán general y Allende, teniente general. El día 28, vence en medio de un río de sangre la resistencia de los realistas, ocupando Guanajuato, así como la Alhóndiga de Granaditas, con su ejército, que en ese momento ya contaba con 50 mil hombres.

El 17 de octubre, el Padre de la Patria entró en Valladolid. Ahí, el día 19 Hidalgo publicó el primer decreto que abolía la esclavitud y, después, en Charo, se le unió el cura de Carácuaro, José María Morelos; posteriormente, el día 22, Hidalgo fue nombrado Generalísimo de las huestes rebeldes. El 30 de octubre, en el Monte de las Cruces, derrotó a las fuerzas realistas de Torcuato Trujillo y de ahí se dirigió a la Ciudad de México; antes de llegar a la capital fue nombrado generalísimo. El día 28 estuvo en Toluca, dos días después en Monte de las Cruces, sitio en el que enfrentó y derrotó a las fuerzas españolas al mando de Torcuato Trujillo. Muy cerca ya de la Ciudad de México, en contra de la opinión de Allende, Hidalgo decidió no tomar la capital.

El 2 de noviembre se inició el repliegue del ejército insurgente, lo que motivó la deserción de cerca de la mitad de sus tropas. El 7 de noviembre, en Aculco, Estado de México, se enfrentaron los ejércitos virreinal e insurgente, donde este último fue derrotado, por lo que Allende se dirigió a Guanajuato e Hidalgo marchó a Valladolid, y después a Guadalajara, ciudad a la que arribó el 26 de noviembre al frente de siete mil hombres; el día 29 publicó otro decreto que abolía la esclavitud y otros relativos a la derogación de tributos, prohibición de papel sellado y la extinción de estancos.

En dicha ciudad, Hidalgo organizó el primer gobierno independiente. Para ello contó en la administración con Ignacio López Rayón al frente de la denominada Secretaría de Estado, y con José María Chico en la Secretaría de Gracia y Justicia. El 6 de diciembre de 1810, Hidalgo expidió el decreto que ordenaba la abolición de la esclavitud e imponía la pena de muerte a todo aquél que no lo acatara en un plazo de diez días; asimismo, derogó los tributos pagados por las castas y las contribuciones de los indígenas, además nombró representantes en Estados Unidos a Pascasio Ortiz de Letona y ordenó la publicación de "El Despertador Americano", primer periódico insurgente.

Ofensiva contra insurgente

Mientras tanto, las fuerzas realistas avanzaban sobre Guadalajara, por lo que se tuvo que reunir un consejo para determinar las acciones a instrumentar. Allende opinó que como una batalla era inevitable, se debería de sacar al campo la tropa organizada con la artillería útil para que en caso de revés quedase en pie el grueso del ejército que mientras podía instruirse, quedando una retirada segura y un punto de apoyo en la ciudad; de modo contrario opinó Hidalgo y por él se decidió el voto del consejo; siendo derrotado el ejército insurgente el 17 de enero en Puente de Calderón, cerca de Guadalajara. Luego de perder armas y municiones, las fuerzas insurrectas huyeron en desbandada.

Poco después de ese descalabro, Miguel Hidalgo se dirigió a Zacatecas. El 25 de enero en la Hacienda de Pabellón, Allende junto con otros jefes insurgentes destituyeron a Hidalgo del mando militar por su responsabilidad en la derrota frente al ejército realista, el mando recayó en Allende, aunque el relevo se mantuvo en absoluto secreto hasta mediados de marzo cuando en Saltillo se hizo público el cambio en la jefatura insurgente.

El jueves 21 de marzo fue tendida una emboscada a los insurgentes. En un recodo estrecho de un paraje con escasa vegetación, el realista Ignacio Elizondo apostó a unos indígenas, provistos de lazos y reatas a quienes dio instrucciones de aprehender y atar a todos los milicianos independentistas que pasaran por el sitio.

Ajenos a esta maquinación, los confiados insurgentes marchaban hacia el norte. A las nueve de la mañana de ese día, la vanguardia llegó al paraje, ahí se les conminó para que se rindiesen. Así, conforme avanzaban los contingentes independentistas, eran hechos prisioneros. Cuando tocó pasar a Ignacio Allende, su hijo Indalecio, Mariano Jiménez y Joaquín Arias; Ignacio Elizondo personalmente los instó a capitular, lo que finalmente hicieron después de un fallido intento por defenderse, en el cual perdió la vida el joven hijo de Allende y Arias resultó herido. Al final marchaba Hidalgo escoltado por veinte hombres, y luego de ser presionado por las fuerzas españolas, hecho prisionero.

Así, en Acatita de Baján, en el actual municipio de Castaños, Coahuila, fueron aprehendidos Miguel Hidalgo, Ignacio Allende, Juan Aldama, Mariano Abasolo, Mariano Jiménez y todos los hombres que los acompañaban, y trasladados al día siguiente a Monclova, de ahí fueron llevados a Chihuahua para ser juzgados. Después de un juicio sumario, tanto militar como eclesiástico, el auditor Rafael Bracho formuló el dictamen, el cual presentó al comandante Nemesio Salcedo el 3 de julio. El veredicto fue: "reo de alta traición y mandante de alevosos homicidios, debiendo morir por ello".

A las siete de la mañana del 30 de julio de 1811, Hidalgo, acompañado por algunos sacerdotes, fue conducido al paredón. Caminó con paso firme y en silencio, llevaba un libro en la mano derecha y un crucifijo en la izquierda. Entregó el libro a un sacerdote, después le vendaron los ojos; de las balas que le dispararon una se alojó en su corazón. Poco después lo decapitaron y enterraron su cuerpo.

Las cabezas de Hidalgo, Allende, Aldama y Jiménez fueron llevadas a Guanajuato, en esta ciudad las introdujeron en jaulas de hierro y las distribuyeron en los cuatro ángulos de la Alhóndiga de Granaditas, como "escarmiento para todo sedicioso" y significando que había sido liquidada la lucha por la independencia.

Hoy sus restos reposan en la Columna de la Independencia (el Ángel de la Independencia) en el Paseo de la Reforma de la ciudad de México, en donde arde permanentemente una lámpara votiva que recuerda el sacrificio de aquellos que dieron sus vidas por la Independencia de su Patria.

Por Raúl Espinosa Gamboa.

Cancún, Quintana Roo, México.

raesgam@yahoo.com.mx

 

 

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