ÉTICA Y TECNOLOGÍA
Como estudiante de primaria, recuerdo la
tradicional máquina perkins, y la termoform una impresora braille que plasmaba en
hojas plásticas (muy caras), mapas, cuerpos y todo objeto que nuestros maestros
quisieran ofrecer a nuestro tacto.
Eran equipos impensables para tener en
el hogar, por eso, salto la primaria y con mayor razón la secundaria, donde a
duras penas, teníamos una pizarra, un punzón y una grabadora.
En la universidad, aparecieron otros
equipos ampliadores de pantalla como el visualtec, junto con las últimas
tecnologías del momento.
Por fin, las computadoras, podían
ofrecer verbalizadores de pantalla, pero sus aditamentos obligaban a tener solo
originales, por lo que la ética y la tecnología no reñían.
En los últimos años, grandes compañías
desarrollan softwares que han cambiado la vida de las personas ciegas, ahora
sí, se puede escanear un libro, leerlo, escribir, revisar, imprimir y mucho más
en forma independiente.
El problema es el costo de cada uno de
estos avances, las instituciones tienen la obligación legal de adquirirlos con
su respectiva licencia y al precio que se los ofrezcan los intermediarios o en
el mejor de los casos, las empresas autorizadas siempre con un costo poco real
para nuestros países.
¿Y las personas ciegas?
Es una buena pregunta, el padre de un
niño ciego y dos que ven, tiene una computadora adquirida a crédito para sus
hijos, los que ven la emplean sin dificultad, el otro, (ése que no ve), puede
quedarse rezagado en materia de tecnología, claro que además de no ver, luego
tendrá que enfrentarse como candidato a un trabajo, con menos argumentos que
sus contemporáneos.
Le pueden colocar un demo que hay que
reiniciar cada 40 minutos, puede hacer un préstamo para adquirirlo con licencia
por un costo que bien podría cubrir la compra de dos computadoras más aún con
su escáner.
Por otra parte, si alguien lo asesora o
se informa por los corrillos extra oficiales,
Puede copiar el software y sin costo
alguno, poner a su hijo a estudiar en igualdad de condiciones que los otros
vástagos, pero no faltará quien recrimine su mala conducta, al enseñar a sus
hijos, a introducir en las computadoras, programas sin licencia.
Ante esta misma disyuntiva, se enfrentan
los adultos ciegos, quienes además, pueden comprar o copiar, softwares para el
teléfono celular que por el momento, solo algunos aparatos de alto costo,
reciben el programa que los hace accesibles.
Con estas consideraciones, no pretendo
Propiciar la piratería, tampoco condenar
a quienes por necesidad incorporan aditamentos que mejoren su plena
integración, solo llamo la atención de quienes se rasgan las vestiduras ante la
menor falta a los principios que aducen les inculcaron de pequeños y que
afirmaban que hay que pagar todo lo que se usa.
Sería bueno que también, hurgaran en sus memorias a ver si les
mencionaron principios como la equidad, igualdad de oportunidades, la
solidaridad y amor al prójimo y que cada uno, de cuentas por sus actos aún si
entre ellos, se encuentra un conflicto entre la ética y la tecnología.
Las estadísticas son claras, la desocupación en personas con
discapacidad en edad laboral, es en promedio 10 veces mayor, que sus coterráneos
sin discapacidad aparente.
¿Cómo comprar si antes la sociedad no
brinda oportunidades reales de formación y empleo?
Para quienes viven en países donde el
gobierno u organizaciones los subsidian todo aquello que requieren, es
reprochable siquiera plantearse como justificación la falta de dinero para
incurrir en el “pecado de la inmoralidad o falta de ética” detener acceso a la
comodidad de países desarrollados, sin pagar a quienes invirtieron en ése
producto.
Para los del otro lado, aquellos que además
de una discapacidad, nacieron en un país pobre, es la oportunidad, de mejorar
su calidad de vida y como todos tenemos libre albedrío, que cada quien cargue
con sus penas o glorias.
Autor: Roberto Sancho Álvarez. San José, Costa Rica.