TRES CARTAS QUE SALEN DEL CORAZÓN

 

                            CARTA A UN VECINO SOLITARIO.  

 

         Estimado vecino:

Hoy va mi carta para ti, que tan cerca estás de mí, y sin embargo no nos conocemos.

         Vivimos en el mismo rellano, en la misma casa, y a penas cruzamos unas palabras, cuando nos encontramos en el ascensor, pero hablamos por no callar.

-¡Buenos días! Parece que hoy hace buen tiempo… sí, ya dejó de llover… no hace tanto frío… Y así, sucesivamente, y nada más.

         Esto pasa en las grandes ciudades, donde nadie se conoce, y se pasa al lado de la gente, sin mirar, ignorando qué problema o necesidad tiene la persona que se cruza con nosotros…

         Pero, el colmo de la soledad, es no saber nada de quien pared por medio, comparte con nosotros, ruidos, silencios, sin saber nada de nada.

Tal vez, inmerso en el dolor por la pérdida de un ser querido, o por la enfermedad, o problemas que tal vez nosotros, podríamos ayudar a resolver, dando ánimos o colaborando de algún modo eficaz… Es una pena, que ancianos que viven solos, aparecen muertos en su piso, porque nadie los echó de menos, y cuando se dieron cuenta de su ausencia, ya era demasiado tarde.

                  En los pequeños núcleos de población, todos se conocen y se ayudan; formando algo muy compacto, e indisoluble, que es la buena vecindad. En las grandes ciudades, a pesar de sus aglomeraciones, y de que vivimos amontonados… al menor soplo de aire, nos dispersamos como hojas secas, como bandadas de pájaros asustados, los cuales buscan precipitadamente, sus minúsculos nidos, donde a penas se cabe, y no hay espacio ni tiempo libre, para pensar en los demás.

         Por eso, vecino, nos refugiamos en internet, para poder comunicarnos, y atenuar nuestra soledad… Y ¿quién sabe? A lo mejor usted y yo tenemos las mismas aficiones y gustos, y si habláramos, nos podríamos pasar o prestar algún video, o libro, o viendo juntos alguna película o documental, podríamos intercambiar opiniones, comentarios… Pero eso es una quimera, cada cual permanecemos solos en nuestro apartamento, y si queremos establecer relaciones sociales, tenemos que recurrir al chat, o a lugares que están muy lejos de casa… habiendo tanta gente en este bloque de viviendas… pudiendo compartir, una buena charla, y una taza de mate o café… ¡Cuánto bueno nos estamos perdiendo, tal vez sin saberlo, por nuestra falta de comunicación!

         Me dan ganas de echar en cada buzón de correos, una copia de este escrito, tal vez alguien respondería y la necesidad de comunicarse, se propagaría entre los vecinos que compartimos esta comunidad, tan cercana, y al mismo tiempo, tan lejana.

         Un cordial saludo de su vecina…

 Puri.

 

                   CARTA DE UN ESCOLAR AGRADECIDO.

 

         Mis queridos padres:

Después de tantos años, quiero agradeceros todo lo que hicisteis por mí, siempre, pero especialmente, en mi infancia, cuando supe que era ciego, y no podía aprender con la misma facilidad que los demás niños, porque no veía la pizarra, ni los libros de texto para poder estudiar. Tú, papá, me hacías las letras muy grandes, en una pizarra negra, marcadas con tiza blanca, para que yo pudiera leerlas.

Fui a la escuela, cuando tenía 5 años, y allí empecé a hacer garabatos, pero mis ojos se cansaban pues no veía las letras, solo las que eran muy grandes.

         La maestra, como no sabía la forma de enseñarme, pasaba de mí, y me daba una cartilla, para que fuera leyendo algo, y una libreta, para que hiciera garabatos, pero no me prestaba mayor atención.

         Eso sí, me reñía como a los demás, y me daba con una regla en la mano, un palmetazo, que me hacía ver las estrellas…

Como era muy católica, cuando me veía parado sin hacer nada, porque la vista se me cansaba y no podía más… me decía, que a Dios le molestaban las manos paradas, y que yo era un vago. Eso me revelaba, y pensaba, que la maestra era una bruja, y Dios era injusto, porque si yo no veo, no tengo por qué hacer los deberes con los ojos, si estos no me sirven… Yo solo destacaba en clase, cuando daba las lecciones de memoria, pues era fácil recordarlas, ya que las explicaban muchas veces, y yo me concentraba en aprenderlas para poder destacar en algo. Cuando alguien no sabía una pregunta… me la hacía a mí, y yo la contestaba bien. Entonces, ella decía: ¡No os da vergüenza, este no ve, y en cambio sabe las lecciones!

Pero en el recreo, yo me sentaba en un banco, pues no podía jugar a la pelota, ni correr, pues estaba en inferioridad de condiciones. Solo jugaba a las adivinanzas, o los juegos donde la palabra es la protagonista… Pero cuando me peleaba con algún compañero, si mediaba el insulto, el único que había para mí, era… ¡Ciego! Y aquella palabra funesta, se clavaba en mí, y yo pensaba desolado:

¡Maldita sea! ¿Seré yo, el único ciego en el mundo?

         Y así pasaba el tiempo, mi esfuerzo no servía para nada, porque los libros de texto, tenían las letras muy pequeñas, y yo no podía leerlas. No podía seguir los cursos con normalidad, y me desesperaba, porque yo sabía que era capaz de estudiar, si pudiera leer y escribir como los demás.

         Y un buen día, apareció un señor, que os dijo, que existían los colegios de ciegos, y un sistema para leer, y yo podría estudiar… Entonces vi el cielo abierto, y os dije, que quería ir a ese colegio.

Vosotros, no queríais separaros de mí, pues os causaba un gran dolor, ya que yo, era vuestro único hijo, y la gente os iba a criticar, por llevarme tan lejos… Pero yo insistía, para que me llevarais, pues quería estudiar.

         Y al fin, después de mucho dudarlo, os decidísteis, y por fin fui al colegio. Y fue una gran sorpresa para mí, ver que en el mundo había muchos ciegos como yo… yo no era un bicho raro, como en mi pueblo… Y toqué aquellos libros, llenos de puntos, que al principio me parecía imposible descifrar, pero poco a poco, fui identificando las letras… hasta leer con soltura. También toqué aquellas cajas de plomo, llenas de numeritos en relieve, que me servían para realizar todas las operaciones matemáticas…… y toqué

Globos terráqueos, que me daban una idea tan clara de la situación de los continentes, mares y océanos que forman nuestro planeta Tierra, y aquellas planchas metálicas, llenas de surcos, donde se fijaba el papel, y con una rejilla y un punzón se podía escribir el sistema Braille,y aquellos mapas en relieve, donde sobresalían los ríos, como venitas abultadas, y las montañas, formando cordilleras, y valles… y pude jugar al balón con mis compañeros, con aquellas pelotas, llenas de cascabeles, que hacían ruido al rebotar o arrastrarse por el suelo, y yo la seguía y la golpeaba… ¡Oh Dios, qué bien! Aquí puedo demostrar que soy capaz de estudiar, jugar y pelear, sin que me digan: ¡ciego! Como si esto fuera el mayor insulto… Gracias papás por llevarme al colegio, donde pude labrarme un porvenir, y sentirme capaz y rendir en mis estudios y trabajos, como cualquier persona.

         Gracias a vosotros por el sacrificio que hicisteis por mí… hoy me siento bien y seguro de mí mismo para afrontar todos los problemas de la vida.

         Siempre os recordaré con amor y veneración, vuestro hijo.

 

CARTA DE UN NIÑO HUÉRFANO.

 

Querida mamá:

Te escribo esta carta, para contarte todo lo que me pasó, desde que tú te fuiste al cielo.

Yo recuerdo, cuando era muy pequeño, que tú estabas conmigo, eras dulce  y buena, me besabas y me acariciabas, cuando me portaba bien, tenías una  dulce voz, que casi he olvidado.

Pero un buen día, cuando me levanté para ir al cole, pregunté por ti, y  una amiga tuya me dijo, que te habías ido a trabajar.

Así fueron pasando los días, y siempre me decían lo mismo... yo recuerdo que  todos estaban muy tristes, yo no sabía por qué, pero tú no estabas, y al  hablar de ti, unos lloraban, otros dejaban de nombrarte, cuando yo  aparecía... y yo me sentía muy triste, porque creí que te habías  marchado, porque estabas enfadada conmigo; pero yo no hice nada malo, para  que te fueras... ¿por qué ya no vienes a despertarme para llevarme al  colegio? Ahora los abuelos, están en casa siempre, y es una señora muy  buena, quien me lleva, y la abuelita, quien viene a recogerme por las  tardes... Pero tú nunca estás en casa, papá está muy triste, y me abraza  mucho, y me dice que me quiere, y me pregunta si yo le quiero a él. ¡No sé  por qué tantas preguntas, si ya sabe que sí!

Cuando le digo que sí le quiero, él vuelve la cara hacia otro lado, para que  yo no vea que está llorando... Bueno, ya sé que tú estás muy lejos, pues mi  profesora, me dijo en clase, que estás en el cielo, y me estás mirando  siempre... pero muy cerca de mí, para que no me ocurra nada malo... y yo no  sé qué hacer para que estés contenta, cuando mis amigos llaman a su mamá, yo  no me atrevo, porque sé que no vas a responderme, y me quedo callado.

Los abuelitos me quieren mucho, celebramos mi cumple como cuando tú estabas,  yaya me dice que ella es tu mamá, y por eso me quiere tanto, y yo me siento  muy feliz, con ellos, papá y mi hermanito, que no te recuerda, porque él era  muy pequeño cuando te marchaste... pero yo miro tus fotos, y algunos videos  que papá tiene grabados, y te veo muy guapa, y quisiera que estuvieras con  nosotros... por eso con mi juego de construcciones, intento hacer una torre  Muy, muy, muy alta, para poder llegar al cielo, donde dicen que tú estás, a  ver si te encuentro, porque todos los amigos del cole, tienen una mamá y yo no...

tengo una niñera que nos quiere mucho, pero me gustaría que vinieras tú,  pues papá está muy solo, los fines de semana, él nos prepara la comida, y aquí  estamos los tres, esperando que vengan los abuelos, que siempre nos traen  alguna chuche, que nos gusta mucho.

También jugamos con nuestros primos, que sí tienen mamá, todos nos quieren  mucho, y son muy buenos con nosotros, así es que puedes estar tranquila,  aunque estamos tristes, estamos muy bien.

A veces sueño contigo, pero ya no me acuerdo mucho, pues era muy pequeño  cuando tú estabas aquí, pero en mi corazón siempre permanecerá tu imagen  como la de un hada buena, que viene a consolarnos, en todo momento.

Recibe un beso tan grande que llegue hasta el cielo, donde yo miro, a ver si  estás entre las estrellas, y puedo verte.

 

Autora: Puri Águila. Barcelona, España.

puriaguila@telefonica.net

 

 

 

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