GIGANTES
Hijos de Gea (la Tierra) que fueron engendrados al ser ésta fecundada por las gotas de sangre que cayeron cuando Crono castró a Urano. En la representación más antigua que se conserva, los Gigantes son hombres armados convencionalmente, pero después (pinturas de vasos, altar de Pérgamo) tienen forma de serpiente de la cintura para abajo y están provistos de alas. Al igual que sus hermanos los Titanes, entraron en guerra con los dioses de las generaciones más jóvenes, los llamados Olímpicos, y ocurre que estas dos luchas -Titanomaquia y Gigantomaquia- se confunden a veces en la tradición. Se contaba que los Gigantes habían nacido para vengar la derrota de los Titanes, encerrados en el Tártaro por Zeus y sus aliados. La lucha había empezado por el desafío de los Gigantes, quienes, tan pronto como surgieron de la tierra en Flegras, lugar de la península tracia de Palene (algunos, sin embargo, sitúan Flegras cerca del Vesubio, en Italia, o bien en la Arcadia, junto al río Alfeo), comenzaron, instigados por Gea, a lanzar contra el cielo gruesas piedras y teas encendidas. Esta guerra, referida en parte por Hesíodo en su Teogonía, y con más detalles en autores como Apolodoro, incluyó duros combates individuales entre los dioses más importantes y los Gigantes de mayor fuerza. Gea, la madre, quiso hacerlos inmortales con la ayuda de una planta mágica que les ordenó buscar, pero Zeus, enterado, prohibió a la Aurora, al Sol y a la Luna que enviaran su luz, y, en medio de las tinieblas, consiguió encontrar la planta antes que sus enemigos y ponerla fuera del alcance de éstos. Por otra parte, los dioses supieron por un oráculo que no podrían vencer a los Gigantes sin la ayuda de un mortal, y entonces Atenea incluyó a Hércules en las filas de los Olímpicos.
Se decía de los Gigantes -o mas bien de Alcioneo, uno de los mas fuertes- que, cuando caían heridos en la lucha, el contacto con la Tierra, su madre, les hacía cobrar nuevas fuerzas, pero que ello ocurría solamente dentro de los límites de su tierra natal; así Hércules, aconsejado por Atenea y gracias a sus enormes fuerzas, hirió a Alcioneo y, sin dejar que cayese, los arrastró fuera de Palene, donde murió. Porfirión atacó a Hércules y a Hera, pero Zeus los fulminó con su rayo y, así debilitado, Hércules lo remató con una flecha. Efialtes murió a consecuencia de las flechas de Apolo y Hércules, que le atravesaron, respectivamente, los ojos izquierdo y derecho. Por su parte, Dioniso derribó con su tirso a Éurito; Hécate abrasó con sus antorchas a Clitio; Hefesto atravesó a Mimante con dardos incandescentes; Atenea persiguió a Encélado y le arrojó encima la isla de Sicilia, desollando seguidamente a Palante, que había intentado vilarla; Poseidón persiguió a Polibotes hasta la isla de Cos y, arrancando un trozo de la misma, lo aplstó; Hermes, protegido por el casco de la invisibilidad que le había cedido Hades, dio muerte a Hipólito; Artemis acabó con Gratión; y, en fin, los rayos de Zeus y las flechas de Hércules eliminaron uno a uno al resto de los Gigantes.