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INFORME GEOESTRATEGIA /VISIÓN SUR (Mayo 2004)
A pesar de que los medios mundiales hacen esfuerzos titánicos por ocultar o suavizar la realidad, lo cierto es que ha llegado una dura época de precios petroleros más altos de lo que muchos quisieran en el contexto de una economía marcada por la insuperable debilidad del dólar y la amenaza de una severísima crisis financiera. Ya Alan Greenspan, jerarca de la Reserva Federal, justo un día después del disimulado revés militar en Faluja, admitió que “definitivamente entramos en una era de petróleo costoso”. Más allá de las oscilaciones momentáneas atribuibles a la presión saudita en la OPEP, en los últimos días se ha hablado de precios de 60 dólares, de 100 dólares y hasta de 182 dólares el barril (Asociación para el Estudio del Pico del Petróleo ASPO).
Una serie de factores combinados (demanda creciente de China y la India, incertidumbre de los inventarios, especulación, estrategia firme de la OPEP, alarmantes atentados petroleros en Arabia Saudita, pero sobre todo la debacle iraquí) definen en efecto la situación del mercado petrolero. Se desvanecen así las esperanzas bushistas de recibir una “ayudita” de sus amigos sauditas para bajar los precios en plena carrera por la reelección.
Pero quien no renuncia a ayudar a Bush es precisamente Alan Greenspan. Y ya que no puede hacerlo con los precios petroleros, lo hace retrasando la decisión –presionada por el temor a la inflación- de subir las tasas de interés, y con ello posponiendo un posible derrumbe financiero. A pesar de que los medios intentan ayudar poniendo buena cara al mal tiempo, el doble déficit estadounidense –fiscal y comercial- prosigue su marcha inexorable, las tasas de interés siguen pujando por subir, la burbuja hipotecaria continúa a punto de estallar y los empleos no aparecen sino en China y la India. En un reciente análisis, el prominente economista jefe de Morgan Stanley, Stephen Roach, anuncia inequívocamente un nuevo desplome de los bonos del Tesoro, similar al de 1994.
La derrota de los neoconservadores y su proyecto unilateral
El orden político mundial se ha desmoronado también en forma peligrosa, y con él la credibilidad de Bush y su gobierno, aun dentro de los mismos Estados Unidos. En efecto, Bush ha destrozado las normas hasta ahora aceptadas de convivencia atlántica y no ha podido implantar un nuevo orden. Sin mucho sentido de la historia ni responsabilidad por la deuda, por el doble déficit, por las burbujas financieras, como tampoco por los sacrificios humanos en Iraq, los círculos dirigentes de Estados Unidos parecen estar sumidos en un gran desconcierto, y ya en muchos de ellos -más allá de la tradicional disidencia visible entre facciones- se condena abierta e inusualmente a Bush y a los “poderes tras el trono”: el vicepresidente Dick Cheney, John Ashcroft, Fiscal General de Estados Unidos, y “esa extraña camarilla de fanáticos”: los influyentes neoconservadores, encabezados por Donald Rumsfeld.
Algunos dicen (por ejemplo Kerry y muchos demócratas) que aunque fue un error invadir Iraq, ahora no es posible salir, y más bien se necesitaría enviar más tropas, no precisamente reservistas. Pero esta posición luce por lo menos confusa habida cuenta del costo intolerable del conflicto y de la reconstrucción, sin contar las dificultades políticas, como la de tener que recurrir al reclutamiento. Lo cierto es que no hay abundancia de tropas en capacidad de combatir, sino más bien todo lo contrario. Los especialistas militares calculan que para tener alguna oportunidad de ganar en Iraq, Estados Unidos necesitaría contar en las circunstancias actuales con unos 470000 hombres en combate, lo que casi equivale al total de efectivos estadounidenses desplegados por todo el mundo. Por lo demás, tampoco hay perspectivas claras de poder involucrar a la ONU, a la OTAN y a otros países importantes en la ocupación. El reciente acuerdo logrado en la ONU –con aparentes concesiones por parte de Europa- lo que significa más bien es que ya se está organizando una retirada “honorable”.
El asunto de fondo es, por supuesto, saber si Estados Unidos va a poder conservar a la larga el control militar, político y económico en Iraq y sí va a poder a fin de cuentas manejar el petróleo iraquí. Por lo pronto, hay fuentes confiables que reportan un completo despojo de los recursos provenientes de la producción petrolera de Iraq, desagradable negocio que ya venía oliendo mal desde la época del programa Petróleo por Alimentos, administrado por la ONU. Pero a mediano y largo plazo se levantan enormes e inesperados obstáculos militares, políticos, económicos y diplomáticos frente a los designios norteamericanos en Iraq. El final aun está por verse, pero -fieles a sus intereses, tanto inmediatos como permanentes- Rusia, Francia, Alemania y China no sólo se muestran hoy decididamente partidarios de una mayor soberanía para Iraq, sino que están en inmejorable situación para negociarla tranquila y firmemente con una Administración Bush disminuida y más bien ansiosa de ayuda. En la inminente reunión del G-8 en Atlanta no dejará de tratarse el espinoso asunto.
No obstante, el Senador Kerry, como alternativa a Bush, no termina de convencer a nadie, y mucho menos a los círculos financieros que se encuentran tan alarmados ahora por la torpeza con la que Bush ha manejado las cosas. Ya el poderoso Consejo de Relaciones Exteriores, al igual que personalidades de las finanzas prestados a la política - como George Soros, factor prominente del no menos poderoso grupo Carlyle- han dado la voz de alerta. Kerry, en efecto, pudiera encaminarse a una derrota si no aprende rápidamente a diferenciarse de su oponente, lo cual es muy importante para un candidato. Salvo en asuntos menores, no se ha mostrado todavía lo suficientemente distinto de Bush en lo que se refiere a la economía, o en su enfoque estratégico sobre Iraq y el conflicto israelí-palestino, situaciones ahora complicadas con una cadena de excesos, asesinatos, crímenes masivos y torturas admitidas u ocultas.
Y eso que The Washington Post no había dado aun a la luz pública los videos y fotos de los actos más increíblemente repugnantes y sádicos perpetrados por estadounidenses e ingleses –muchos de ellos mercenarios “privados”- en las cárceles iraquíes. Los que desean salir cuanto antes de Bush y de su extraña secta de neoconservadores, aquellos que pugnan por reconocer de una vez la multipolaridad –aunque sea en su variante más suave- e imponer a Kerry, no han escatimado esfuerzos por divulgar universalmente el demoledor material fotográfico. En el contexto de esta terrible lucha debe ser leída la fuerte reprimenda propinada en el Congreso por el Senador Edward Kennedy al Fiscal Ashcroft a propósito de un supuesto memorando gubernamental que recomienda y autoriza las torturas en Abu Graib, Guantánamo y otros lugares. Este caso puede traer una larga cola.
La facción anti Bush no sólo incluye a los demócratas y a los llamados paleoconservadores, los tradicionales conservadores norteamericanos del tipo de Pat Buchanan, sino también a importantes grupos y personalidades de las finanzas –naturalmente cosmopolitas y un tanto asqueados de tanto fundamentalismo y machismo “americanos”. También a militares profesionales de prosapia opuestos a lo que consideran una improvisada aventura en Iraq.
Como estarán las cosas de mal que hasta Richard Perle, el famoso “príncipe de las tienieblas”, hasta hace poco gran impulsor de la guerra en Iraq y el más importante asesor de Donald Rumsfeld, acaba de declarar (Toronto Star, 27 de mayo de 2004) que la ocupación fue en definitiva un “fracaso”, así como un “grave error” no haber devuelto de inmediato la soberanía a los iraquíes.
Derrumbe estratégico y descontento militar
Por su parte, Pat Buchanan, en reciente artículo en The American Conservative, considera alarmante que el casi medio millón de soldados estadounidenses presentes en cien países se encuentren tan "sobrextendidos", vale decir, tan dispersos. Bush y sus neocons planean por cierto sumar a este contingente varias decenas de miles de mercenarios de muchos países a ser entrenados por “contratistas” privados. En diarios como The Washington Post y The Christian Science Monitor se nos informa sobre un malestar profundo en las fuerzas armadas, mientras que Sydney Blumenthal, en su artículo "Golpe de Estado militar en EU" (The Guardian, 15 de mayo), reporta que está circulando profusamente entre los principales estrategas militares el ensayo Los orígenes del golpe militar de 2012, del teniente coronel Charles Dunlap, en el que se conjetura la historia de “un gobierno incapaz que genera un vacío de poder, llenado entonces por un grupo de militares competentes”. Asevera además que Rumsfeld y Dick Cheney, después de Watergate, lo que sacaron como lección fue la necesidad de ser más implacables y crueles y de alentar sin remilgos una presidencia imperial. Si ahora Rumsfeld –muy odiado por el ejército- terminara por renunciar, pudiera ser el fin de los neocons y de su influencia nefasta.
Los problemas militares se han extendido al campo de la inteligencia, donde ya hemos visto que se han cobrado las cabezas de Tenet y de Pavitt, y sigue pendiendo la amenaza de una seria investigación –de gravísimas consecuencias- sobre el caso de Valeria Plame, cuya calidad de operadora de la CIA fue revelada supuestamente por encumbrados personajes del gobierno para perjudicar a su marido, un diplomático que se había negado a colaborar con la mentira de la compra iraquí de uranio a Níger.
Después de una elección ciertamente bananera hace unos años, increíblemente hemos llegado ahora a un punto en el que algunos hablan abiertamente de la probabilidad de un golpe militar en Estados Unidos. Ya sabemos que el general Tommy Franks, muy cercano a los neocons, había mencionado un golpe en el caso de un atentado terrorista nuclear (la temida “sorpresa” de octubre). Pero el otro golpe militar, expuesto por Blumenthal, al que se sumarían supuestamente oficiales como Colin Powell, sería más bien para restaurar el orden perdido en USA y el resto del mundo.
En verdad, la estrategia mundial del supremacismo belicista de Bush está siendo gravemente derrotada no sólo en Iraq y Afganistán, sino también en España (fin del “atlantismo duro” de Aznar), e incluso en países como Corea del Sur donde, contra los deseos de Washington, ha regresado al poder el Presidente Roh, al tiempo que se inicia una importante apertura hacia Corea del Norte. También en la India, donde los campesinos derribaron electoralmente a un régimen globalista y neoliberal de fachada nacionalista e integrista y regresaron al poder al Partido del Congreso y a los herederos de la tradición del gran Mahatma Ghandi.
La Administración Bush, en resumen, hoy ve muy resentido su liderazgo moral y su autoridad. Se defiende bien, eso sí, a base de presiones, viejos trucos y manipulaciones mediáticas, sobre las que además lanza leyes y drásticas medidas internas que mantienen en estado de intranquilidad permanente a la desprevenida población estadounidense. Se vive el peligro del control mental masivo y del secuestro del alma colectiva. Pero ya va quedando claro que, a pesar de todo, no hay manera de engatusar y controlar eficazmente a la población. Contundente y silenciosa, hoy se abre paso la verdad del horror y la barbarie emblematizados en las espantosas imágenes de Abu Graib y en absurdas engañifas, como el oscuro asunto de la decapitación del contratista judío americano en Iraq. En definitiva, además de la guerra de Iraq, Bush también parece ir perdiendo la guerra de la opinión.
Instauración de un mundo multipolar y peligro de colapso financiero
Los europeos, por su parte, hoy menos que nunca confían en nadie y se encaminan muy firmemente a relanzar una Europa unida y a asumir con decisión una era de dura competencia con norteamericanos y asiáticos. Alemania, Francia y Rusia, con el inesperado concurso de España, conforman el núcleo de un compacto polo de poder mundial que tiende aceleradamente a divorciarse de la “locura americana”.
En esta inesperada reconfiguración del orden mundial, la “vieja Europa” parece ir saliendo relativamente bien librada, al igual que todos los que apostaron a un multilateralismo que ya luce indetenible. En verdad asistimos a la derrota de la unipolaridad, del globalismo financiero y del programa neoliberal a ultranza, con todo lo que ello significa.
En cuanto a la comunidad financiera y de negocios, es claro que no parece dudar que el sistema económico y financiero mundial se enfrenta a un peligro de colapso general peor que el posterior a 1928 (caldo de cultivo del totalitarismo que asoló el planeta en los años treinta). En esto coinciden en privado todos los banqueros del mundo. En lo inmediato, se sigue corriendo un peligro de hiperinflación - impulsada por los derivados financieros- situación de la cual sería muy difícil salir después.
Los derivados financieros vienen a ser un nuevo tipo de dinero ficticio inventado por Greenspan en 1987 para salvar la desastrosa situación heredada de Paul Volcker, mediante el expediente de seguir inflando artificialmente una burbuja financiera siempre a punto de estallar. Mientras esta burbuja crece, la producción de bienes y servicios reales en Estados Unidos va en continuo decrecimiento, y todo avanza hacia una suerte de verdadera buhonerización de toda la economía, simbolizada por empresas como Walmart.
Así fue que se llegó a tasas tendientes a cero, únicas capaces de sostener actualmente la dimensión de la burbuja financiera. Sin este crédito, los mercados financieros corren el riesgo de colapsar. Pero, como sabemos, la amenaza inflacionaria va haciendo impostergable la decisión de subir de todas maneras las tasas de interés, que es lo que Greenspan intenta posponer hasta después de las elecciones de noviembre.
En este escenario, sería de temer después de las elecciones un colapso financiero generalizado que pudiera producir a su vez un nuevo intento de gobierno mundial con enorme austeridad económica –vale decir, un régimen fascista- sostenido a punta de aventuras militares continuas en todo el mundo. Un escenario verdaderamente apocalíptico. En condiciones normales las cosas tal vez no se presentarían demasiado distintas con Kerry, salvo por el hecho crucial de que su opción representa con claridad el abandono realista de toda pretensión unilateral y más bien el intento de rehacer la alianza atlántica. Pero ahora Europa se halla mucho más consciente de su importancia, responsabilidad y poder en el concierto mundial. Esto significa que va a ser muy difícil restablecer el tipo usual de multilateralismo light, con fuerte hegemonía estadounidense, que había prevalecido al menos desde la época de Richard Nixon. Lo que presenciamos es más bien el triunfo definitivo de un multilateralismo mucho más definido (lo que se ha llamado ya –en la cumbre eurolatinoamericana de Guadalajara- un multilateralismo efectivo), y acaso la instauración por mucho tiempo de un verdadero mundo multipolar. Un terreno algo más propicio por cierto al desarrollo de un polo o bloque de poder latinoamericano, hoy por hoy la única solución posible a los insoportables problemas de la región.
Polo de Poder Latinoamericano: única probabilidad de supervivencia
Dicho sea de paso, el inminente aumento de las tasas de interés en Estados Unidos va a representar un golpe durísimo para los países de la América Latina, que se verán obligados a seguir recortando gastos en educación, salud y planes sociales para servir una deuda aun más pesada. Y aparte de que va a ser más difícil recurrir a la emisión de títulos de la deuda, ahora sí que nos quedaremos esperando para siempre la llegada del ansiado mesías neoliberal: las famosas inversiones extranjeras. Como no sean aquellas que vengan a hacerse cargo de negocios muy fáciles y rentables: monopolios de servicios en vías de privatización golilla y empresas y bienes nacionales adquiribles a precios de gallina flaca. Pero de esta realidad –y de sus incalculables consecuencias políticas inmediatas en toda la América Latina- no dicen nada nuestros economistas y opinadores de oficio, ocupados en sus consabidas tareas de demolición.
Pero, volviendo a Iraq y al escenario más inmediato, no es difícil percatarnos que la derrota de Faluja (y ahora en Najaf y otras ciudades iraquíes) no sólo ha influido directamente en la situación económica norteamericana, sino también en la situación política venezolana. Ante todo, por el asunto de los precios y el mercado petrolero que revaloriza por lo pronto la posición estratégica de Venezuela. Pero también porque entorpece grandemente los planes militares del Comando Sur en el contexto del Plan Colombia. La reciente captura de paramilitares en Venezuela –punta del iceberg de una milimétrica conspiración nacional e internacional de vastas proporciones- impide por el momento el desarrollo de tales planes, ya seriamente debilitados por la abrupta retirada del apoyo militar y de inteligencia que hasta ahora estuvo prestando Aznar, un aliado incondicional de Uribe y Bush. El cuadro político y económico interno colombiano, por añadidura, tampoco favorece a corto plazo los planes agresivos del Comando Sur.
Sin embargo, el ahora rebautizado Plan Patriota pudiera dejarse sentir nuevamente con crudeza después de noviembre, a la luz del desenlace de la situación política y económica estadounidense. Ya para entonces resuelta la reelección de Uribe, y en el caso de que éste logre despejar la difícil ecuación social colombiana y darle forma a la circunstancia propicia, en Venezuela deberá encenderse de nuevo el alerta roja. Con gobiernos demócratas o republicanos, con unilateralismo o sin él, los planes militares del Comando Sur para Colombia y Venezuela –con su correspondiente acompañamiento diplomático en la OEA- prosiguen su camino inexorable y sólo esperan sin duda el momento oportuno para desencadenar la agresión, de una manera coordinada y sincronizada.
También con relación a Cuba los planes militares tuvieron que moderarse por las mismas razones apuntadas arriba. No obstante, como ahora se sabe, Bush ha lanzado una ofensiva electoral y una operación de ablandamiento al restringir las remesas y los viajes a la isla. El conflicto diplomático cubano-mexicano tiene también, por supuesto, un componente directamente estadounidense: se persigue de inmediato el aislamiento diplomático y político del gobierno cubano con fines ulteriores de agresión militar. Pero también juega un papel muy importante el propósito estratégico de bloquear el ascenso político del Alcalde López Obrador –un eventual aliado del fermento nacionalista y desarrollista que hoy prende en América del Sur, sobre todo de la mano de Lula, Kirchner y Chávez.
Este proyecto de desarrollo latinoamericano se encuentra ante todo amenazado, como es ampliamente sabido, por la extrema vulnerabilidad financiera de la región. Igualmente, Argentina, Brasil, México y Venezuela dependen demasiado de sus exportaciones (como también del consumo más o menos suntuario). Aparte de la necesidad vital de superar la debilidad financiera, la solución obvia es volcar decididamente las economías hacia un mercado interno integrado, por lo que ahora se habla con insistencia de un desarrollo autocentrado o endógeno que requiere de nuevas instituciones financieras independientes del capital transnacional, al igual que un control riguroso de los recursos naturales y de las tecnologías.
Ante esta realidad debemos inevitablemente inquirir acerca de las fuerzas sociales y alianzas políticas capaces de realizar la impostergable tarea de cambiar el rumbo económico, bajo un verdadero riesgo de supervivencia nacional. Lamentablemente, los tradicionales grupos económicos en Latinoamérica no parecen haber tenido hasta ahora más cabeza que para seguir las orientaciones globalistas, aun cuando corran ellos mismos grave riesgo de aniquilación, como ya ha sucedido parcialmente.
¿Se contará en América Latina con la lucidez y el coraje suficientes para romper con la manera tradicional e inerte de entender y vivir el mundo? ¿Caeremos en cuenta que no podemos colocar nuestras esperanzas en esperar rutinaria y pasivamente la imposición de la agenda norteamericana y en la simple apertura a las inversiones de las grandes empresas transnacionales? Si la respuesta es negativa, no caminamos sino hacia el abismo.
Hasta 1971 los países desarrollados exportaron en verdad capitales hacia Latinoamérica, de manera que en la región se fue consolidando un cierto grado de desarrollo (ciertamente dependiente) que permitió al mismo tiempo la extracción de muy buenas ganancias por las empresas transnacionales. Pero muchos no terminan de entender que ya terminó la época en que la fuente principal de desarrollo –así como de extracción de riqueza- de nuestros países puede provenir de los capitales foráneos y de las inversiones: ahora lo más importante es pagar con sangre, sudor y lágrimas los intereses de una creciente deuda externa. Aunque no exclusivamente, la dominación ha pasado a ser, fundamentalmente, financiera. Y tarde o temprano habrá que tomar una decisión ¿heroica? sobre el pago de tal deuda. Hay, definitivamente, una nueva forma de sujeción, y hay que encontrar -en consecuencia- una nueva forma de enfrentarla y sobrevivir.
Por lo pronto Kirchner negoció y obligó al FMI a ceder en el refinanciamiento de más de 3 mil millones de dólares a ser pagados por la Argentina, además de haber suscrito con Lula el Consenso de Buenos Aires para negociar conjuntamente la deuda y contribuir a derrotar –como efectivamente se hizo- la estrategia norteamericana de imponer el ALCA en su concepción original. Encabezando el llamado Grupo de los 20, ambos países incursionaron también con éxito en la OMC frente al injusto proteccionismo europeo y norteamericano que Zoellick y Pascal Lamy intentaron imponer infructuosamente en Cancún. Estas contundentes iniciativas ya han desatado una solapada pero perceptible guerra de desinformación y de desprestigio contra el gobierno argentino y el brasileño.
Mientras tanto, México declara su interés en acercarse al MERCOSUR, al tiempo que este mecanismo de integración intenta también un acuerdo razonable con la Unión Europea. China, por su parte, participa cada vez más en el escenario económico latinoamericano hasta convertirse hoy en día en el primer socio comercial de Argentina. A China, por cierto, también ha viajado Lula junto a un nutrido grupo de empresarios. Todo en un contexto de creciente desarrollismo democrático en la región que vuelve a colocar al Estado en el centro de la dirección, promoción y regulación de una economía orientada hacia la integración de un sólido mercado interno.
En contraste, los grupos económicos y financieros que dominan el mundo hoy solo aspiran a la reducción de impuestos y a la eliminación de toda traba al flujo de capitales y de inversiones. Esta es la base de la globalización (en realidad, la imposición de una nueva realidad colonial e imperial), que hace algún tiempo se vio reflejada claramente en el famoso Acuerdo Multilateral de Inversiones –una ofensiva ante todo jurídica y diplomática- , pero que hoy más bien toma cuerpo en la intensa actividad de una bien aceitada máquina gubernamental, financiera, empresarial y mediática unificada y militarizada de saqueo mundial de recursos naturales, productivos, humanos y culturales, cuyo emblema y epítome bien puede ser el agresivo y misterioso grupo Carlyle.
Aparte de librar guerras de diversas intensidades y naturalezas, EUA intenta lograr sus propósitos por medio de una agresiva política económica y comercial que se conjuga con el férreo control de un sistema financiero que tiene enganchado a todo el mundo (por ejemplo, a través del sistema de los bancos centrales). He aquí su programa: el de la vuelta al saqueo colonial del siglo XIX, a las raíces de la vieja actividad imperial. El despojo de las riquezas ajenas, en última instancia bajo amenaza de invasión y ocupación militar.
Para América Latina, Estados Unidos ha diseñado un Plan Estratégico Maestro que cuenta con cinco elementos que se despliegan simultánea y coordinadamente en el plano militar y en el plano geoeconómico: ALCA, Tratados de Libre Comercio, Plan Colombia y sus derivados, Integración de la Infraestructura Regional Suramericana (IIRSA) y Plan Puebla Panamá.
Ante este panorama ¿Cuál es nuestro Plan Alternativo? Mejor dicho, ¿qué le estamos oponiendo a este Plan Imperial que cuenta con una “unidad de comando”? En lo militar, ya es evidente que el Jefe del Comando Sur ha tomado a su cargo la conducción de todos los ejércitos imperiales y colaboracionistas –regulares e irregulares- en esta parte del mundo, con inclusión del componente de guerra cultural y psicológica ejercidas a través de una red mediática cada vez más controlada y coordinada. En lo financiero, hace ya mucho tiempo que se unificó también un mando que se ejerce sin titubeos a través de instituciones como el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y el sistema internacional de Bancos Centrales. Y en lo económico, el Departamento de Comercio, respaldado por todas y cada una de las instancias políticas y diplomáticas estadounidenses, adelanta también operaciones detalladas en todos los frentes de acuerdo a un plan estratégico muy definido, que incluye por cierto minuciosos proyectos desagregados de inversión y de obras de infraestructura para toda la región, ya muchos de ellos “en pleno desarrollo”.
No nos cabe entonces más que reiterar serena y firmemente la pregunta crucial e ineludible:
¿Cuál va a ser nuestra respuesta a estos retos que amenazan nuestra supervivencia?
Visión Sur
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