ENIGMAS DEL PODER


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INFORME GEOESTRATEGIA /VISIÓN SUR (Noviembre 2004)
Primera Parte
La pelea Bush-Kerry mata de fastidio a la gran masa de incrédulos (resignados al desaliento que imponen los grandes poderes del mundo), pero atrae la atención de los dispersos aunque polarizados ciudadanos dispuestos a votar. El pleito también interesa a los que creemos que se está decidiendo algo histórico en esta elección. Militar, política y económicamente, la guerra de Irak ya parece insostenible, y ha tenido además la virtud de poner al desnudo lo difícil e inseguro –por no decir imposible- que resulta alcanzar ese nuevo orden globalizado ultraliberal escrupulosamente diseñado, y ambicionado hasta el día de hoy, por los más altos círculos del poder.

La alarma se encuentra disparada hasta el punto que una parte importante de dichos círculos parece decidida a imprimir un duro viraje a la orientación del mundo.

El desbarajuste provocado por la aventura angloamericana en el Medio Oriente, en efecto, no ha tardado en volver polvo el viejo sistema de alianzas políticas, diplomáticas y militares cuidadosamente reajustado al terminar la Guerra Fría, al mismo tiempo que estallan sin parar las bombas acopladas del dólar moribundo, del doble déficit (fiscal y comercial) estadounidense, de la deuda angustiosa de los estados, las familias y las empresas, de la obscena corrupción e ineptitud de las grandes corporaciones, del incesante aumento de los precios del petróleo y otros recursos minerales, de la caída de las bolsas y los mercados inmobiliarios, de la preocupante falta de inversión, entre otras calamidades económicas y sociales conexas, como el grave problema del desempleo, las dificultades de la seguridad social y el peligro de inflación en los mismos Estados Unidos.

Se desinfla también por todas partes aquella cacareada, fastidiosa y arrogante perorata que tanto martirizara a la gente de todo el planeta, sobre todo en los últimos 20 años. Esa adoración fanática del libertinaje del mercado que fuera ardientemente predicada por toda la tierra por sectas extremistas de todo pelaje, como la extraña Sociedad Mont Pelerin. Sin ninguna duda presenciamos un auténtico derrumbe del pensamiento económico académico e institucional, no divorciado del desprestigio de los monopolios informativos y de opinión que son el arma preferida del poder en su tarea permanente de engañar. Una tarea infatigable siempre unida a la de amenazar y finalmente desencadenar brutales guerras de ocupación, o de simple cambio de régimen.

Pero (por si todo lo anterior fuera poco) ahora también nos queda claro que Estados Unidos no consigue imponer su abrumadora superioridad militar convencional en un mundo en el que rápidamente se difunden las capacidades militares, tanto nucleares como de guerra irregular, que se han mostrado sobradamente capaces de desafiar con éxito el intento bushiano de establecer por la fuerza la supremacía de los más poderosos. Sin abandonar los métodos violentos, lo que Kerry hoy en día promete es el mismo predominio, pero afincándose más bien en la astucia y los métodos sutiles. Vale decir, la vuelta al laberinto de la política y la diplomacia, así como el intento de resucitar las viejas alianzas y las deprimidas instituciones supranacionales.

Está por verse, sin embargo, si va a ser posible regenerar el sistema de alianzas abandonado por Bush, ahora que europeos, rusos, chinos, hindúes y suramericanos cobran repentina conciencia de los límites del poder estadounidense, y redescubren los alcances de sus propias fuerzas y capacidades. Todo el mundo parece entender el enorme peligro que significa dejar sus intereses –o siquiera una parte de ellos- al cuidado de un aliado tan ambicioso y agresivo. Así que, por lo pronto, todos los poderes y contrapoderes mundiales se encuentran más bien en abierta pugna o discreta negociación política por alcanzar una nueva distribución de los roles y un nuevo equilibrio para un mundo erizado de amenazas, pero también alumbrado de renovadas esperanzas.


Kerry: un nuevo orden global socialdemócrata

Kerry las tiene todas consigo para ganar: la mayoría del poderoso Consejo de Relaciones Exteriores le apuesta fuerte, lo mismo que buena parte de Wall Street. También multimillonarios del tipo de George Soros, el clan Kennedy y políticos como Clinton –y un grupo importante de la socialdemocracia internacional- quienes ahora hablan de preocuparse más por los pobres y abandonar la locura ultraliberal. Esta es la variante política que debe jugar Kerry, a pesar de su reconocida repulsión por el populismo, mayor que la de Clinton. El Plan Andina 2020 del CRE, por buen ejemplo, critica enérgicamente al Plan Colombia en su forma bushista y propone más bien una variedad del New Deal roosveltiano con alcance global: un neokeynesianismo (o keynesianismo light) que contempla reformas agrarias, misiones y planes sociales, inclusión política, económica y jurídica y seriedad en el cobro de impuestos a los más ricos, pero siempre con presencia militar extranjera y bajo el estricto control de los organismos multilaterales y de un conjunto seleccionado de ONGs, es decir, de los grandes poderes mundiales.

El "internacionalismo progresista" de Kerry mantendría, por supuesto, los gastos de defensa y el esfuerzo de guerra, y en lo económico interno seguiría los pasos de Clinton, asesorado por banqueros como Robert Rubin, antiguo Secretario del Tesoro, mientras que en América Latina y otras regiones pobres del mundo, es muy probable que tienda a favorecer una suerte de pseudochavismo, por supuesto sin Chávez. O más bien, contra Chávez, quien por cierto ya ha tenido oportunidad de declarar atinada y enfáticamente que "la lucha contra la pobreza no es tarea de los oligarcas".

Esta propuesta dispone el escenario ideal para secuestrar -o corromper- el potencial político de los Lula, los Kirchner, los Evo Morales o los López Obrador –todos capaces de restaurar la demolida soberanía de sus estados nacionales y procurar el bienestar, el desarrollo, la integración y la búsqueda del bien común para sus pueblos- y forzarlos a seguir el modelo de Ricardo Lagos en Chile: liberalismo con rostro y discurso “socialista” y entrega total a los intereses foráneos.

Se propone, en definitiva, un nuevo orden globalizado socialdemócrata, una nueva versión de la ya fallecida Tercera Vía de Tony Blair y otros próceres del adequismo internacional, bajo imposición del gobierno mundial de facto. Y no por motivaciones éticas, de elemental justicia, o de reconocimiento de la dignidad e igualdad de todos los seres humanos, ni mucho menos por noble idealismo, sino por razones políticas instrumentales, de mera gobernabilidad.

Enmascarados con las grandes causas del resguardo de los intereses populares, la lucha contra la pobreza y la defensa de los derechos humanos y políticos, proseguirá por caso la implacable destrucción y saqueo de úfrica y de su población. La misma matanza que acaba de denunciar valientemente la ganadora del Nóbel de la Paz 2004, Wangari Maathai: «El sida es una herramienta de control creada por investigadores para erradicar algunas razas».


Sí se queda Bush: choque y pánico

Si Bush se queda, es probable que Cheney, Rumsfeld y los neoconservadores impongan su extrema agenda guerrerista, su nacionalismo mesiánico y su desprecio por los europeos, haciendo caso omiso del desgarramiento militar, económico, político y diplomático. Una peligrosa agenda fuertemente ideologizada, vale decir sectaria, que a ratos parece inspirada por profundas convicciones pseudomísticas. Una especie de fanatismo New Age del tipo televangelista, aunque extrañamente cuajado de referencias al trotskismo –la revolución permanente se convierte en guerra imperialista permanente- y a curiosas doctrinas académicas, como el choque civilizatorio de Huntington y el amoralismo hobbesiano de Leo Strauss, también de la Universidad de Chicago. Junto a las primeras aventuras en el Medio Oriente, es claro que los halcones confrontan geopolíticamente tanto a Rusia como a China, sobre todo mediante el control de países asiáticos y europeos orientales. Y parecieran esperar el momento oportuno para confrontarlos incluso militarmente, puesto que no cesan de situar bases a lo largo de sus fronteras. Los aliados de Bush han triunfado recientemente en Indonesia y Australia (cuya embajada en Indonesia sufrió un extraño atentado terrorista en vísperas de las elecciones), así como en África y alrededor de Rusia.

Cierta hipótesis audaz explica la insistencia en atacar a Irak y desestabilizar todo el Medio Oriente, como la provocación deliberada de un caos dirigido principalmente a elevar los precios del petróleo hasta un punto insostenible para europeos, japoneses y chinos, haciéndose entonces Estados Unidos de una carta de negociación muy fuerte (la decisión unilateral de finalizar las guerras en el momento que quiera) para anular alianzas percibidas como hostiles o indeseables, e incluso para destruir económicamente competidores molestos, dada la relativamente mayor capacidad norteamericana para soportar el caos así generado.

¿ Que va a pasar finalmente en Irak y Afganistán? ¿ Habrá guerra en Irán? ¿ Qué acciones tomará una hipotética nueva Administración Bush en América Latina? Todo esto está por verse después de noviembre, cuando deba sincerarse también la difícil situación económica. Viejos conservadores como Pat Buchanan ya han advertido sobre las dificultades y limitaciones políticas, económicas y militares de Estados Unidos para adelantar los ambiciosos planes de los neoconservadores en el complejo mundo de hoy.

Pero si los que van a tomar el relevo son los realistas republicanos encabezados por Colin Powell, que sí reconocen los límites del poder estadounidense, entonces se buscará sin duda resucitar la alianza atlántica dominada por Estados Unidos, plan favorito del Consejo de Relaciones Exteriores y de todos los tradicionales grupos de poder. Por lo pronto, Powell y los realistas prefiguran lo que puede ser la política de Kerry, al pedir ayuda a la ONU para organizar una conferencia internacional sobre Irak, en El Cairo.


Crisis del pensamiento económico y político liberal

A estas alturas debiera resultar inútil seguir documentando la caída del pensamiento liberal. Baste con recordar las precisas e increíbles palabras pronunciadas hace ya más de un año (junio de 2003) por el gran gurú de la escuela de Chicago, Milton Friedman, en pleno uso de sus facultades mentales, en una famosa entrevista en el Financial Times: “El empleo de la cantidad de dinero cómo objetivo no ha tenido éxito. No estoy seguro de que hoy lo defendería tan vigorosamente cómo antes". "Me equivoqué hasta ahora. Ya no confío en mi punto de vista”…todo con mucha calma, después de haber lanzado por el despeñadero monetarista a gran parte de la sufrida humanidad. Stephen Roach, el prestigiosísimo economista jefe de Morgan Stanley, comentó de inmediato: "un mea culpa extraordinario para el hombre que manejó solo el debate mundial de la política macroeconómica en los últimos 30 años”. (Gracias al control antidemocrático ejercido por los medios, los funcionarios, los organismos internacionales y los figurones académicos, añadimos nosotros). “El padre fundador del monetarismo moderno nos dice ahora que la cantidad de dinero no sirve para nada, después de todo. En forma irónica, su admisión se da al mismo tiempo que la Reserva Federal insiste en que sí sirve". “Este no es el momento de abrazar promesas seductoras de teorías fracasadas".

Con esta ya vieja declaración de Friedman debiera bastar. Es verdad que Alan Greenspan y otros pretendidos magos financieros insisten neciamente en aplicar tales doctrinas, pero ya hemos visto el estado lamentable en que se encuentra la economía estadounidense. Es bien sabido, por supuesto, que el neoliberalismo se encuentra desprestigiado y que ya no se lleva esta temporada en los salones académicos y políticos más exclusivos y actualizados. Sin embargo ¿ cuánto tiempo deberá pasar antes de que nuestros conocidos economistas y opinadores de Venezuela y América Latina, y su cautivo auditorio empresarial, se decidan a abandonar también esa moda ya caduca?

Bueno, es verdad que siempre hay precursores y adelantados a su época, conocedores con acceso privilegiado a los ambientes más selectos, allí dónde realmente se dicta el último grito de la moda política y económica: a comienzos de 2003, los magnates Carlos Slim y Gustavo Cisneros, quienes son muy amigos, organizaron una muy discreta reunión de los empresarios más ricos de América Latina, junto a sus hijos y respectivas familias, en una finca de Slim, en Ixtapa, frente al Pacífico mexicano, para conocerse mejor y explorar además nuevas políticas de desarrollo social –salud, educación y alimentos- y de lucha contra la pobreza en la América Latina, alternativas al insoportable desastre neoliberal. Se ha filtrado asimismo que fueron tratados otros temas obvios, como el ALCA, sobre el que hubo mucho más reticencias que entusiasmo, así como la nueva tendencia continental hacia el nacionalismo desarrollista, usualmente tildado de populismo. Allí estuvieron empresarios de la talla de Roberto Marinho, Emilio Azcárraga, Andrónico Luksic, Julio Mario Santo Domingo, Carlos Miguens Bembergel, Gustavo J. Vollmer, Alvaro Saieh y Marcelo Odebrecht.

Al menos un par de veces, en El Mercurio de Santiago y en Newsweek, Carlos Slim se ha permitido criticar fuertemente al neoliberalismo, al Consenso de Washington y al FMI, a quienes acusa de neocolonialismo, de ineficacia y de haber sumido a la región en una profunda recesión durante dos décadas. Ha alentado además a librar una guerra contra la pobreza y a acometer programas de desarrollo social.

Por otra parte, tanto Slim como Cisneros –con la asesoría de otro gran amigo común, el español Felipe González- han estado trabajando en un mejoramiento de sus respectivas imágenes, y explorando la posibilidad de ingresar ellos mismos a la política, a la manera de Silvio Berlusconi. Slim apoya visiblemente al Partido de la Revolución Democrática (PRD) y al alcalde Andrés Manual López Obrador, a quien ha ofrecido respaldo financiero para el proyecto de reconstrucción del centro histórico de la ciudad de México.

Y todo indica que también puede recibir de Slim un decisivo apoyo como candidato presidencial en 2006, en lo que ha sido interpretado como un temprano acompañamiento con el fin de controlarlo. De una manera preventiva, Slim y aliados repiten con López Obrador el procedimiento que le aplicaron a Chávez, hasta ahora afortunadamente sin éxito. Desde el principio quieren destruirlo, o bien cortejarlo y unirse a él para asegurarse que conduzca su política hacia terrenos familiares. Las dos tácticas son simultáneas y llevan al mismo objetivo.


Visión Sur


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