Luego del torneo de 1930, Chile se ausentó de las copas mundiales de
Italia 1934 y Francia 1938. Fue invitado a ambos eventos, pero se negó
a asistir al primero como protesta por el poco interés que mostró
Europa por ir al mundial del 30, y al segundo porque se consideró injusto
que el viejo mundo se repitiera el plato, pues se suponía que esta vez
la sede le correspondía a Argentina, rotando las copas entre Europa y
Sudamérica.
Luego vino la guerra y nadie se preocupó mucho del tema. Existe un gracioso
relato de Osvaldo Soriano acerca de un posible "mundial de 1942" jugado
en la patagonia argentina, entre trabajadores alemanes, italianos, ingleses,
argentinos, chilenos y mapuches, y éstos últimos habrían
sido ganadores de la copa. Es un misterio si este evento o algo similar ocurrió
en realidad, pero es una historia bastante bonita.
En Europa, el italiano Ottorino Barassi, vice-presidente de la FIFA, ocultó
la copa bajo su cama y así el trofeo sobrevivió a la destrucción.
Una vez terminada la guerra, se decidió reiniciar el ciclo de copas mundiales.
Con Europa en ruinas, la FIFA no tuvo más que aceptar que el mundial
se jugara en Brasil. Por primera vez se disputó una fase eliminatoria
previa, pero no fue todo lo ordenada que es ahora: Alemania fue marginada del
torneo, India se retiró porque no se les permitía jugar descalzos
a sus jugadores y Argentina se autoexcluyó debido a convulsiones internas
y arguyendo falta de solidaridad entre países sudamericanos, al no haber
obtenido apoyo para realizar las Olimpíadas de 1952.
En Chile el terror al comunismo marginaba de la ley al PC y veintres mil chilenos
perdían sus derechos ciudadanos, obra del presidente González
Videla, que había sido elegido con el apoyo de la izquierda. Era un eco
de lo que ocurría con la Caza de Brujas en Estados Unidos, que eliminaría
a las mentes más talentosas del cine norteamericano y pondría
fin a la época dorada de Hollywood. El senador comunista Pablo Neruda
tiene que publicar su Canto General desde la clandestinidad. Había una
migración masiva de campesinos hacia Santiago, iniciando la era de las
poblaciones callampas. Este hecho inspira a la comediante Ana González
a crear su entrañable personaje de La Desideria. En la revista Okey comienzan
a publicarse las primeras tiras de Condorito, y Alberto Larraguibel junto con
el caballo Huaso imponen el record mundial de salto, marca aún no superada.
El fútbol chileno se ha perdido dos mundiales y luego la guerra ha dejado
un vacío de veinte años, por lo que toda una generación
de jugadores se queda sólo en torneos zonales. Goleadores notables como
Raúl Toro, Enrique "Tigre" Sorrel y arqueros como Eduardo "Pulpo"
Simián no jugarán ninguna copa del mundo.
Han llegado a Chile los hermanos Robledo, desde el Newcastle de Inglaterra y
revolucionan el medio futbolístico, no tanto por su habilidad sino porque
vienen con una nueva concepción de orden y disciplina, ideas un tanto
olvidadas por estos lados. En el arco está Sergio "Sapo" Livingstone,
que luego de ser ídolo en Universidad Católica juega en Racing
de Avellaneda y llega a ser capitán. Él resume todos los avances
en la técnica del portero hasta ese entonces. Antiguamente, los arqueros
no salían del área chica ni para cortar centros, y en los tiros
de esquina, se usaba la "pechada inglesa" que consistía simplemente
en que los cinco delanteros se lanzaban encima del arquero para que éste
no pudiera agarrar el balón. Manuel "Maestro" Guerrero contrarrestaba
esto saltando hacia el lado, esquivando la letal carga de codos, rodillas y
estoperoles. Años después, Simián saldría a cortar
centros con la rodilla hacia delante (como se usa ahora) y serían los
atacantes los que tendrían que cuidarse de las salidas del arquero.
Livingstone, como decía, conjugaba la técnica del Maestro y del
Pulpo, añadiéndole una agilidad extraña para su corpulencia
y fue uno de los primeros en tener sentido del espectáculo: Volaba para
atajar una pelota, y antes de tocar tierra se la pasaba alrededor de la cintura
("al más puro estilo de la NBA", diría Pedro Carcuro),
o caía de pie enarbolándola como una antorcha olímpica.
Era, además, ídolo de jovencitas. Mi abuela me contaba que una
amiga de ella pololeó con Livingstone, pero cuando la familia se enteró
la obligaron a terminar porque eso de andar con un pelotero no era bien visto.
En la fase eliminatoria, Chile debía enfrentarse con Bolivia y Argentina.
El grupo parecía fácil toda vez que clasificaban los dos primeros.
Con el retiro de Argentina, Chile y Bolivia clasificaron sin jugar. Se decidó
realizar los partidos con carácter de amistoso y fue allí donde
comenzaron las dudas. La Roja perdía 2-0 en La Paz, jugando muy mal y
luego en Santiago le daba un baile a los altiplánicos por 5-0. Una mala,
otra buena. ¿Cuál era el verdadero nivel de Chile? Luego juegan
dos amistosos contra Uruguay, los dos en Santiago. Los yorugua nos aplastan
5-1 en el primer encuentro y luego los rojos ganan 2-1 el segundo. ¿Cómo
iría a ser el desempeño en el mundial?
La preparación incluyó cambios en la manera de arbitrar en Chile.
En Argentina y Uruguay habían leído la letra chica del reglamento
del fútbol y descubrieron que se podía desplazar al rival usando
el cuerpo o los hombros, y los rioplatenses aprovechaban su corpulencia frente
a cuadros más esmirriados como el nuestro. Hasta ese entonces en Chile
la carga con el cuerpo ("carga leal") era considerada infracción,
mientras que la carga por detrás (considerada foul en todo el mundo,
e incluso penada con tarjeta roja hoy en día) no se sancionaba.
El entrenador era el húngaro Francisco Platko, de glorioso paso por Colo
Colo en la década de los cuarenta, pero que fue perdiendo prestigio por
su poco interés por modernizarse, haciendo jugar a sus equipos de la
misma forma durante más de una década. Este hecho hizo crisis
poco antes del mundial y Alberto Buccicardi, entrenador de Universidad Católica
fue llamado de apuro. La base de esa selección fue, precisamente, el
cuadro cruzado.
A Chile le tocó un grupo difícil, con Inglaterra, España
y Estados Unidos. Los dos primeros sonaban como candidatos al título.
El 25 de junio de 1950 en el Maracaná, La roja de todos (que desde 1947
había comenzado a usar el uniforme que le conocemos) enfrenta a Inglaterra
y pierde 2-0. El equipo inglés no resulta ser todo lo temible que se
esperaba, de hecho era más bien tosco. Pero los chilenos enervan a la
parcialidad pues cada vez que reciben la pelota en posición de gol, miran
hacia el lado y se la pasan a un compañero. Nadie se atreve a rematar
al arco, nadie quiere asumir responsabilidades o hacer el ridículo. Este
problema nos sigue hasta hoy. Como consuelo, o como triunfo moral nos queda
la declaración del entrenador inglés Winterbotton: "Los chilenos
han sido los más limpios y futbolísticamente, los mejores".
Es el turno de enfrentar a España. La misma historia, Chile juega bien
pero nadie quiere rematar al arco o lo hacen con timidez. España anota
un gol en cada tiempo y gana 2-0. El imbatible Livingstone tiene algo de responsabilidad
en los goles que le convierten.
Chile es eliminado, y sin la presión del resultado juega con Estados
Unidos, que han sorprendido al mundo al derrotar a Inglaterra y caer estrechamente
ante España. A media máquina, los rojos marcan dos goles en el
primer tiempo. Al inicio del segundo, los gringos empatan en tres minutos. Se
teme otra derrota pero de vuelta los chilenos hacen tres a las águilas
calvas (que hay que reconocer que eran bastante malos) y Chile gana 5-2. Sería
la última victoria de Chile en un mundial fuera de casa. Otra frase de
consuelo, dicha por Jules Rimet en la tribuna (¿poco antes de bajar a
comprar un sánguche de potito?): "Los chilenos perfectamente pudieron
haber sido finalistas. No hubo en ningún momento una desproporción
notoria entre ellos y los ingleses y los españoles". Otro triunfo
moral.
La nómina chilena era la siguiente: Sergio "Sapo" Livingstone
y René Quitral (arqueros) Manuel Álvarez, Arturo Farías,
Fernando Roldán, Manuel Machuca (defensas) Miguel Busquets, Hernán
Carvallo, Carlos Rojas (mediocampistas) Lindorfo Mayanés, Atilio Cremaschi,
Jorge Robledo, Manuel Muñoz, Guillermo Díaz, Andrés Prieto,
Carlos Ibáñez y Fernando "Tata" Riera (delanteros).
Si bien no hubo conformismo, tampoco la eliminación chilena fue un drama.
Quizá ahí está la diferencia con los que salen campeones.
Para el partido definitorio de la copa, entre Brasil y Uruguay, los dirigentes
charrúas entraron al camarín a decirle al equipo que si perdían
estaba bien, que la modesta escuadra rioplatense ya había llegado demasiado
lejos y que la derrota era digna. Una vez que se retiraron, el capitán
uruguayo Obdulio "El Negro Jefe" Varela, muy molesto, les dijo a los
suyos: "Los de afuera son de palo. (o sea, "no existen, no les hagan
caso") Cumplidos sólo si ganamos". En el Maracaná más
de ciento cuarenta mil brasileños, la mayor asistencia jamás registrada
para un partido de fútbol, esperaba ver correr sangre uruguaya. Brasil
venía de golear a todos los otros rivales y Uruguay sólo había
llegado a la fase final con empates y victorias apretadas. Era sólo un
trámite, ya estaban impresos los titulares de los diarios y grabadas
las medallas de oro. Pero, tras ir perdiendo uno a cero, la celeste empata y
a diez minutos del final logra el dos a uno. Se consumaba la peor tragedia de
la historia de Brasil y los uruguayos cumplían.
Un par de años después comenzaría a gestarse uno de los
eventos de mayor trascendencia en la historia de nuestro balompié. Eso
lo veremos en el siguiente capítulo.