Aburrido de ser chileno.
Publicado en Gran Valparaíso
Oh, escándalo, Jorge González ha declarado estar avergonzado de ser chileno, defendamos la patria, chilenos bien nacidos. A la pat'e la verdad, difiero sutilmente del vocalista de Los Prisioneros. Más que avergonzado de nuestros líderes o nuestra idiosincrasia, me encuentro aburrido. Aburrido de que el gallinero esté a cargo del zorro (esto lo dijo Nicanor Parra), de que las personas no digan nada cuando se atropellan sus derechos y reclamen a viva voz cuando no lo hacen. Aburrido de que siempre nuestros remates den en el palo, y los del rival entren limpiecito dentro del arco. Que cuando hacemos las cosas bien, los resultados son negativos, y cuando las hacemos mal, sean desastrosos.
Choreado que las mujeres no le hablen a los hombres. En el mundo civilizado (esto es, todos los países del orbe con excepción de Chile y las zonas de Afghanistán aún controladas por los Talibanes), las mujeres preguntan, hablan e interactúan con los del sexo opuesto en una relación absolutamente libre de la sexualidad reprimida que nos caracteriza. Una vez, en un pueblito llamado Atlántida, cerca de Montevideo, fui a un recital de un músico local y en la euforia final, entre aplausos, saltos y "encores", una agraciada charrúa me tironeaba del brazo para que bailoteara el último candombe de la noche. Al principio me sorprendí por la soltura de la desconocida, pero haciendo un esfuerzo recordé que me encontraba en el extranjero, que ella quería simplemente bailar (y es más, ella quería que yo bailara, pues la cosa no era de a parejas), y nada más, nada de significados ocultos, que quiere conmigo, que es suelta, que es así o asá. En Inglaterra me llevé una sorpresa al ver en los pubs que los fríos británicos acostumbran compartir las mesas con absolutos desconocidos y conversar muy sueltos de cuerpo como si fueran amigos de toda la vida. Ah, con la uruguayita no pasó nada pues no quise mancillar la imagen de mi país bailando mal como lo hago, más encima un ritmo que ignoro. Y bueno, también los hombres desesperados por demostrar que son machitos no lo hacen muy bien tampoco a la hora de interactuar con alguna dama.
Lateado del mal vivir, de que ya pasando los treinta los amigos desaparecen, que el trabajo y sólo el trabajo (ya saben que somos uno de los países más trabajólicos del mundo a la vez que uno de los menos productivos). Intentar mantener mis relaciones amistosas me cuesta una infinidad de llamados telefónicos, arreglos de horarios que nunca calzan para encontrarse con viejos conocidos, y ya es prácticamente imposible juntar diez tipos para armar una pichanga. Nadie quiere nada. En el mundo civilizado (esto es, todos los países del orbe con excepción de Chile y Sudán, donde aún se practica la esclavitud) la gente prioriza su vida por sobre el trabajo y no cede a chantajes emocionales o laborales. En países tan disímiles y a la vez tan parecidos al nuestro como España o Paraguay, las oficinas abren pasado las nueve, cierran tipo doce (el almuerzo, el aperitivo, ustedes saben), luego duermen siesta (sana costumbre colonial, tristemente erradicada como lo fue el carnaval), abren tipín cuatro y cierran tipín seis. En Australia, por ley, nadie trabaja pasado las cuatro de la tarde. Acá en chile el sufrir te da importancia. Mucha pega, no hay tiempo para nada, mañana te llamo, estoy ocupado, veamos si puede ser la segunda semana de diciembre. En Montevideo me sentaba en los cafés a admirar la vida de amigos, conversando un mate, un café, con un relajo absoluto, nada que la (el) polola(o) , la (el) bruja(o), la pega, el celular. Se pasan treinta años yendo sagradamente al boliche, y me quedaba pensando que alguna vez Chile fue así.
Molesto con lo incestuoso que es este país. Todo se mueve en base a relaciones familiares o sociales. Si estás fuera, no eres nada. Si no tienes apellido vasco, alemán o italiano, estás mal. Tu calidad se define por tus antepasados. O según con quien te vayas de fiesta. En el mundo civilizado (esto es, todos los países del orbe con excepción de Chile y algunas islas deshabitadas del Pacífico) tu talento va primero. Martin Scorsese provenía de uno de los barrios más miserables de Nueva York, y llegó a ser uno de los directores de cine más renombrados del mundo. Tres de los Beatles (John, George y Ringo), eran de la clase obrera de Liverpool y el cuarto (Paul) era de clase media, y llegaron a ser los músicos más influyentes del siglo veinte y, quizá, de toda la historia de la música.
Fastidiado con las relaciones que en Chile se basan en el chantaje, a todo nivel: político, económico, social y afectivo. "¿Vas a salir y me vas a dejar solo(a)?" "¿Por qué no me llamaste? ¿Es que no me quieres?" "Tenemos que salir juntos, aunque estés cansado, es sábado y HAY que salir", sin mencionar amenazas del golpes militares, boicoteos económicos varios y etcétera. En el mundo civilizado (esto es, todos los países del orbe con excepción de Chile y el cráter del Kilauea en Hawaii, que está en constante erupción) las parejas salen juntas y/o separadas, si así lo desean y el gobierno no se mea en los pantalones si lo amenazan poderes fácticos. Recuerdo con gracia una vez que me tocó ver la final de la copa europea, por televisión,en París. Un francés llegó a la casa a compartir con nosotros las alternativas del match Olympique - AC Milan. Había dejado a su hijo chico durmiendo, solo, en su casa (vivía al lado) pero que no lo jodieran, él quería ver el partido y ninguna amenaza lo retuvo. En Bogotá, el centro de la ciudad se cierra los domingos para los automovilistas y micreros y es todo para peatones y ciclistas (tienen varios campeones mundiales en la categoría). ¿Se imaginan eso en Santiago, Concepción o Valparaíso? Imposible. La libre empresa, el desarrollo, las fuentes de trabajo.
Saturado con las puñaladas en la espalda. Por mi trabajo, varias veces he tenido que hacer negociaciones con gringos y su sinceridad a veces choca, pero así se hacen las cosas. En el mundo civilizado (esto es, todos los países del orbe con excepción de Chile y ciertas zonas del desierto de Gobi donde no pasa nadie, nunca) las cosas se dicen de frente. En Chile hay que tener una sintonía muy fina para entender que "Sí" puede significar "No" o "Tal vez". Y ni hablar de amistades que se basan en la traición, como método de subsistencia. En Uruguay, por citar un país, tenemos una muy mala fama por ser tan chaqueteros.
Irritado con el totalitarismo que reprime al que quiere ser diferente. A parte de vestirnos iguales, todos TENEMOS que ser iguales. En el mundo civilizado (esto es, todos los países del orbe con excepción de Chile y el fondo de la Fosa de las Marianas), al diferente se le acepta y punto. En un par de eventos sociales he estado a punto de trenzarme a golpes por no querer bailar. "O bailan todos o no baila nadie" me dicen, como si a la pareja del fondo de la sala le moleste que yo esté tranquilo sentado, bebiendo en el otro extremo. Vamos todos para allá, hagamos todos tal o cual cosa y ay del que se salga del patrón. "A la gente no le gusta que uno siga una ruta distinta a la de ellos. Todos me miran mal, salvo los ciegos, por supuesto" cantaba el iluminado trovador francés Georges Brassens. Y de Francia viene el hermoso lema que debiéramos aprender: "Vive la difference!" Las sociedades culturalmente desarrolladas han nacido de la mezcla; Argentina, Brasil, Inglaterra, Francia son una alegre cazuela de gentes, todos transmitiendo en su onda.
Mosqueado con la falta de libertad de expresión. Esto es grave. En Chile no hay libertad de expresión, y esto lo descubrí en el extranjero, y me lo comentó un amigo peruano, que me decía que en su Lima natal el revoltijo de ideas era la base de esa sociedad caótica e impenetrable como es la peruana, y, por eso, atrayente y única. En el mundo civilizado (esto es, todos los países del orbe con excepción de Chile y ciertas zonas de Africa donde hay tribus que practican la clitoridectomía), la libertad de expresión es un derecho sagrado en intocable y a nadie le vienen con la honra de las personas ni que piensen en la familia. En Francia, el diario "Le Canard Enchaîné" (El Pato Encadenado), que es algo así como nuestro "The Clinic", tiene más de cincuenta años de vida. En el mismo país una actriz (no recuerdo su nombre) montó un espectáculo teatral en base a las diferentes versiones de "La Marsellesa", el himno nacional francés, incluyendo versiones de doble sentido que se cantaban en los prostíbulos. En Estados Unidos el programa televisivo "The Awful Truth" (La Espantosa Realidad), entre sus miles de denuncias, acusó a George Bush Jr. (ya siendo presidente) de ser consumidor de cocaína y ocultarlo. ¿Creen que se llevaron en cana a su director, Michael Moore? ¿Creen que hubo recursos de amparo, clausuras del programa, sanciones económicas y discursos de Tironi acerca del rol de la TV en democracia y consagrando la censura? Nones, la libertad de expresión es un derecho sagrado. En la serie de dibujos animados "Los Simpson", han salido policías fumando marihuana, presidentes con prostitutas, con peluca de mujer, agarrándose a golpes, divirtiéndose en lugar de trabajar, al Papa haciendo apuestas ilegales, han habido apariciones bastante paganas de Dios y de varios santos, sin mencionar la serie de mordaces comentarios a la sociedad norteamericana. Eso en Chile es impensable. Un poema aymara reza: "aquí uno de los nuestros dice 'mierda' y lo fusilan". Más claro, echarle agua.
Amodorrado con la falta de alegría. No tenemos carnaval. ¡No tenemos carnaval! He tenido que leer bastante y recorrer varios países para darme cuenta que somos el único pueblo que no tiene carnaval, con excepción de ciertas festividades aisladas en el norte y sur de Chile. En el mundo civilizado (esto es, todos los países del orbe con excepción de Chile y el campo de concentración de Guantánamo), por lo menos una vez al año el país, o diversas localidades, se paralizan para rendir pleitesía al dios Momo. El carnaval de Venecia o de Río, más allá de ser atractivo turístico, son expresión genuina de la alegría de un pueblo. En Uruguay tienen un carnaval que dura más de un mes. La ciudad de Oruro en Bolivia se paraliza durante febrero, y nadie entra ni sale (pues no hay buses ni trenes) durante ese período, que es el carnaval. En todos lados hay bailes, almuerzos colectivos o festividades varias, en algún momento del año, donde todos son felices. Tras la muerte de Franco, una comisión gubernamental se encargó de resucitar las festividades populares ahogadas tras los cuarenta años de oscurantismo carnavalero. En Canadá decidieron dar festivo un día de un mes (no recuerdo cuál) pues notaron que ese mes no había ningún feriado. En Chile se ha intentado hacer un carnaval en Valparaíso, y al parecer la cosa está agarrando vuelo. Hasta que algún alcalde canuto o fascista decida sumprimirlo o alguna manga de borrachos haga desmanes y lo prohíban, es el destino.
Los taraditos de siempre que creen que las bases de nuestra nacionalidad se derrumbarán con una obra de teatro, una performace o las declaraciones de un rockero son los que hacen que esté aburrido de ser chileno. Pues ellos tienen la sartén por el mango. Y no son ellos los que irán a defender a la patria cuando sea necesario, sino que nos enviarán a nosotros.
Pero "los sentimientos señalan al sur", soy chileno y moriré chileno. La próxima vez que juegue la selección allí estaré para sufrir y no pienso renunciar a mi acento, nuestro inentendible acento chileno, al sentido del humor tan negro y sutil que poseemos, a nuestra viveza, a nuestro curioso espíritu práctico. No por nada ilustres compatriotas tuvieron una relación de amor-odio con nuestro país. Hablo de un Arturo Prat que por intentar humillarlo terminó convirtiéndose en héroe. De una Gabriela Mistral ignorada por muchos años. Un Pablo Neruda exiliado por el gobierno que ayudó a concretar. Una Violeta Parra a la que se le hizo la vida imposible al instalar su carpa. No pretendo compararme con estos personajes que he citado, sería comparar la luz de una linterna con la luz del sol, pero grafican en algo la situación. Viva Chile.
Cristián Orellana
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