"Ningún otro escritor ruso, excepto Pushkin y Tolstói, ha sido llorado con tanta congoja y dolor
como lo ha sido Chéjov. Fue no sólo un escritor genial, sino además
una persona muy querida. El sabía por donde pasaba el camino hacia
la grandeza del alma,
hacia la dignidad y la felicidad del hombre, y supo dejarnos todas
las señales de ese camino”. Konstantin
Paustovski |
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Desde la Agenda de Chéjov: |
Describo la vida tal cual existe en las provincias; la conozco muy bien. Los
mercaderes tipo Jrimin existen de verdad. Sólo que en la realidad son peores. A
partir de los ocho años sus hijos comienzan a beber vodka y desde la
más temprana edad se entregan al libertinaje. Ya han contagiado de
sífilis a toda la comarca. En mi relato no toco este tema, pues
considero que hablar de ello no es artísticamente literario.
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No confundir
resolución del problema con planteo justo, que éste último es el único
válido y obligatorio para el artista. |
La
felicidad no existe. Lo único que existe es el deseo de ser feliz.
Dios mío, no permitas que juzgue o hable de lo que no conozco y no
comprendo. |
Lo he visto
todo. No obstante, ahora no se trata de lo que he visto sino de cómo
lo he visto. |
Es extraño:
ahora tengo la manía de la brevedad: nada de lo que leo, mío o ajeno,
me parece lo bastante breve. La brevedad es hermana del talento. |
Es difícil
unir las ganas de vivir con las de escribir. No dejes correr tu pluma
cuando tu cabeza está cansada. |
Nunca se
debe mentir. El arte tiene esta grandeza particular: no tolera la
mentira. Se puede mentir en el amor, en la política, en la medicina,
se puede engañar a la gente e incluso a Dios, pero en el arte no se
puede mentir. |
Escribir
para los críticos tiene tanto sentido como darle a oler flores a una
persona resfriada. Los críticos son como el tábano que no deja
trabajar a los caballos. |
No seamos
charlatanes y digamos con franqueza que en este mundo no se entiende
nada. Sólo los charlatanes y los imbéciles creen comprenderlo todo.
Los hombres inteligentes quieren aprender; los demás, enseñar. |
Por el
constante miedo a escribir superficialidades, caigo en el extremo.
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Introducción
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“...era un
escritor único, narrador de la vida, y el mérito de su obra consiste
en que es comprensible y entrañable, no sólo para cada ruso, sino para
cualquier persona en general... Era muy sincero, lo cual es una gran
virtud, escribía lo que veía, y cómo lo veía... Su lenguaje es un
lenguaje insólito. Chéjov ha creado nuevas formas de escritura y,
modestia aparte, confirmo que en técnica, Chéjov me ha superado...”
León Tolstoi (Lev Nikoláyevich Tolstói, 1828/1910) |
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Confusiones Argentinas en los '70 |
Desde chico, supe usar la ecléctica biblioteca de mi casa.
Allí estaba la colección completa de Robin Hood, los libros Billiken
y los Codex. |
Ya
adolescente, pude leer los libros de mi
madre, que iban desde Bioy Casares a Herman Hess, decenas de Vicky Baun y picantes como
Manuel Puig y Enrique Medina. |
Los de mi padre, eran pocos y muy concretos,
arquitectura francesa, estilos de techos y biografías: De Gaulle,
Musollini, Churchill, Hitler, etc. |
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Cuando ingrese en la Facultad (UBA - Filosofía y
Letras), aquella biblioteca cambió.
En los años '70, era común que los profesores nos indujeran a leer -entre otros
libros- a los rusos:
Tolstoi,
Dostoevsky,
Chéjov,
Gorki,
Pasternak, Trotski,
Gógol,
Stalin,
etc. Por ese entonces, yo era muy joven,
sin ideología definida y apenas llevaba un año y poco, en la politizada
Universidad. Los leía a todos fascinado, pero mi paranoia era tal, que
después de devorar esos libros, con cierto temor los escondía en
el fondo de la biblioteca. En aquella época, muchos creían que
cualquier libro -hasta un tratado de botánica- si llevaba la firma
de un ruso, era comunista, peligroso y quizás
subversivo, y podía pasarme lo que a las hijas adolescentes del doctor que atendía en la planta
baja de mi casa, que habían
desaparecido. |
Una mañana me despertó una noticia
escalofriante. Esa madrugada, un gran operativo militar había
irrumpido en la casa de un amigo. Después de dar vuelta todo,
romper placares, chequear su biblioteca y aterrorizar a la familia
con sus gritos, golpes e itakas, se llevaron a dos de sus cinco
hermanos. La mayor y el menor de 16 años.
Que locura, por Dios!!! |
Recuerdo muy bien el pánico que me
envolvió. En casa no había nadie, mis hermanas en el Colegio, mi
madre trabajando y mi padre, no sé donde. Imaginé lo peor. Junte
coraje y rápidamente fui a la biblioteca a buscar a los culpables
de mi miedo: los libros rusos. Con alcohol, fósforos y ellos
apretujados, me fui al baño. Como poseído en ritual pagano
y culposo, fui quemando en la bañera a esos autores, uno a uno.
Mientras Trotsky ardían en la hoguera, Dovstoiesqui esperaba
tembloroso su turno en mis manos. La misma escena se repitió con
todos ellos. Pero a uno me costo quemar mas que a los otros:
Chéjov, con su Jardín de los Cerezos, La Isla Sajalin y Tío Vania.
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Sin juicio previo, todos los autores
rusos que se alojaban en la biblioteca, habían sido condenados
injustamente por las mismas razones: miedo, confusión y censura. Lo que
sigue, ya es otra historia... |
Pasaron muchos años desde entonces y
hoy observo realmente feliz, como los
estudiantes del Tercer Milenio son
intelectualmente libres. Y tanto es así, que gracias a las
nuevas tecnologías pueden optar no solo a leer
lo que quieran, sino además a comparar, estudiar y
aprender lo que deseen, sin censura ni miedos.
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Esta página, es un homenaje, una
reivindicación a modo personal, que en Chéjov rindo a estos
Autores rusos que una vez -por miedo y
confusión-
destruí. |
Pablo Sodor |
(Argentina, 1998) |
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