SIMBOLISMO INMACULISTA

Cultos extraordinarios dedicados a María Santísima de la Concepción. Tríduo en la Parroquia de los Santos Mártires
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El altar mayor de los Mártires, engalanado para los cultos concepcionistas.
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Colgaduras en las pilastras de la nave central
   Puede decirse que los cultos dedicados a la Titular de la Pontificia Archicofradía del Huerto han centrado y llevado a su cénit a todas cuantas celebraciones se habían previsto desde la diócesis de Málaga. De un lado, porque el Tríduo de Acción de Gracias del 150 aniversario lo ha presidido Ella, la valiosa imagen de la Virgen de la Concepción. De otro, porque no sólo la Iglesia de Málaga sino también las cofradías de Semana Santa, representadas por la Agrupación, han respaldado y se han identificado con este representativo icono de la fe en la ciudad. En este sentido, es loable el despliegue de medios y esfuerzos para llevar a cabo unos actos que finalmente resultaron brillantes.

   
Tríduo de Acción de Gracias

    A partir de la festividad de la Inmaculada Concepción, celebrada en la Catedral de Málaga y en todas las parroquias de la ciudad el 8 de diciembre de 2004, se celebró en la Parrroquia de los Santos Mártires Ciriaco y Paula un tríduo solemne en acción de gracias tras los actos celebrativos del evento. Para la ocasión, el templo de estilo dieciochesco se revistió de engalanaduras propias de la estética inmaculista. Todas las pilastras de la nave principal, por ejemplo, fueron cubiertas de colgaduras azul celeste, mientras la baranda del coro se adornaba de reposteros y banderas.

    Especialmente ornado fue el espacio del presbiterio, que vio profundamente transformado su aspecto cotidiano. Un gran telón azul oscuro, muy acorde a la iconografía de la Virgen, fue dispuesto siguiendo el alabeado muro del ábside mayor, ocultando del todo el retablo y camarín de los titulares del templo. Ante este fondo, que neutralizaba el espacio y concentraba la atención en lo verdaderamente importante, se ubicó el dosel, usando para ello la magnífica bambalina frontal del palio de la Concepción; una obra sin duda inmejorable en su estilo, diseño acertadísimo de Salvador Aguilar y factura debida a la aguja de Manuel Mendoza. Parte de un palio que, a su término, alcanzará sin duda un puesto de excepción junto a otros bellos ejemplares de nuestra Semana Santa. Es muy probable que este palio se acerque, y mucho, en calidad, al de María Santísima de los Dolores de la Expiración.

    Escoltando a la Señora, las antiguas efigies de los patronos de la ciudad, San Ciriaco y Santa Paula, fueron colocadas sobre escuetos plintos adornados con cartelas a un lado y otro de la composición del altar. De algún modo, el conjunto parecía aludir simbólicamente a la arcana relación entre Málaga y la devoción inmaculista, como ha quedado reflejado en numerosos grabados que así lo testimonian.

    Ante el dosel fue entronizada en unas andas de traslado la Virgen de la Concepción, en un acertado conjunto que incluía los arbotantes esquineros del trono de Nuestro Padre Jesús Orando en el Huerto, plateados y de airoso corte. A la composición del trono sólo podía achacarse en cierta medida que la imagen no hubiese sido colocada a una mayor altura respecto de los susodichos arbotantes, aspecto que fue comentado durante la procesión por algunos cofrades.

    La imagen, no obstante, aparecía exultante de belleza a través de una estética bastante atípica en la actualidad. Nos referimos a que fue ataviada según el gusto de las imágenes de Gloria. Lo primero que nos llamó la atención fue el uso de la ráfaga, pieza vulgarmente conocida como "ocho" por su singular forma, que adapta el sinuoso perfil de los resplandores a la anchura del manto y la corona. Esta pieza de orfebrería es la que siempre ostenta la también titular de la cofradía, Nuestra Señora de la Oliva, que recibe culto asímismo en la capilla del Huerto.

    El uso de la ráfaga, extraño en nuestros tiempos para una imagen de dolorosa que procesiona bajo palio, no fue una rareza sin embargo en décadas precedentes. Todavía se conservan documentos gráficos en los que puede observarse el modo en que hacía su estación la Virgen de la Concepción: Sin palio, sobre estrecha peana, nimbada toda ella con ráfaga y con la luna a sus pies, según el prototipo iconográfico de la Inmaculada Concepción. Ello se atestigua de más antiguo si también investigamos en un bello grabado decimonónico -Carta de Hermandad- que efigia el
verdadero retrato de la dolorosa de esta cofradía, representada de esa misma manera. Pudo ser esta etapa en la que la hermandad optara por ese atavío y esas formas, dado el creciente impulso que la devoción concepcionista experimentó con la proclamación dogmática de 1854, verdadero acicate para el fervor mariano.

    Para acercarse iconográficamente a lo descrito, en esta ocasión la Virgen de la Concepción estrenó un vestido excepcional, de tisú blanco bordado en oro y sedas de colores. Lo más destacado, aparte de su fino diseño y cuidada ejecución -constante en el tándem creativo Aguilar-Mendoza- es la configuración como sayo enterizo, que no muestra sólo bordada la falda y las bocamangas. Una pieza como corpiño ajustado al pecho fue también recamada de hilo de oro, recuperando para los cofrades un modo de vestir sin pecherín de encaje, tal y como podríamos ver en añejas fotografías de cualquiera de nuestras dolorosas a principios y mediados de siglo. La intención final de la hermandad podría ser la de utilizar esta personalísima prenda para ataviar en un futuro a la Virgen de la Oliva, que podría procesionar en su festividad de Noviembre en años futuros.

    Completó su atuendo con el sencillo manto de camarín en tono
azul pavo real también bordado por Mendoza, que presenta sólo adornadas las vistas delanteras. Ciñó las sienes de la Señora una antigua corona plateada de porte dieciochesco, más apropiada por su tamaño al vano de la ráfaga, y a sus pies se colocó la espléndida media luna de plata, que presenta la particularidad de poseer una corona votiva depositada sobre la misma, según el canon antequerano.

    Finalmente, sólo añadir que a la luminaria de los arbotantes se unieron las luces de cuatro cirios blancos sobre candelabros de su propia candelería, además de blandones fuera del pequeño trono. El exorno floral fue parrticularmente sencillo, consistente en una escueta variedad de flores blancas. Tras la celebración del citado tríduo se procedería al accto más esperado por los cofrades -la procesión extraordinaria-, que se llevaría a cabo en las jornadas del 10 y el 11 de diciembre, de lo que informaremos en otra reseña.
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Así lució la dolorosa del Huerto, con ráfaga y vestido enterizo, en una estética inusual
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La imagen de la concepción llevaba dispuestas las manos en un gesto inhabitual, con el que se trataba de recordar un antiguo estilo. Dicha postura la acercaba mucho a la iconografía de la "Virgen del Voto" (advocación mariana que alude al voto concepcionista)
Con la cera encendida, todo dispuesto para la celebración litúrgica.
Aspecto general del altar de la Virgen, una composición espectaccular digna de la ocasión.
Texto y fotografías: Pedro Alarcón 2004
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