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ARTE EFÍMERO

31 de Octubre de 2004: Crónica de la Procesión de traslado
a  Santo Domingo tras la Coronación
de Nuestra Señora de los Dolores del Puente.
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El trono de la Virgen de los Dolores, dispuesto para su salida en el interior de la Santa Iglesia Catedral Basílica.
   Mucho antes de las cinco y media, hora fijada por la Hermandad para la salida de la procesión, las inmediaciones de calle Cister eran un hervidero humano. En todos se podía observar el semblante propio de una jornada gozosa, y la impaciencia por ver el momento en que se abrieran las puertas catedralicias. Muy a diferencia de otras comitivas que hacen su salida desde este templo, la procesión se organizó íntegramente desde dentro, manteniéndose las puertas cerradas como mandan los cánones, para abrir con una puntualidad casi británica. Cuando esto ocurrió, la cofradía puso en la calle su Cruz Guía y cuatro faroles seguidos de la malagueña Banda de Cornetas y Tambores de las Fusionadas, con su característico atuendo negro y rojo y su buen hacer habitual.

    Después se dieron cita un sinfín de guiones y enseñas corporativas que representaron a las muchas hermandades y cofradías que se sumaron al séquito. En primer lugar desfilaron las hermandades no agrupadas; tras ellas, las hermandades de Gloria en orden de salida; luego, todas las de Pasión ubicadas según su posición lógica en Semana Santa. A continuación hubo una nutrida representación de hermandades de la provincia con la advocación de Dolores en su imagen titular, fila que cerraba la Archicofradía de los Dolores de San Juan. Tras esta, los guiones de las cofradías con una titular coronada canónicamente, a saber: Carmen, Zamarrilla, Trinidad y Dolores de Expiración (es decir, ordenadas por antigüedad). Por último, la bandera de la propia hermandad de los Dolores del Puente y después los guiones de la Victoria y la Esperanza, hermandades que apadrinaron la coronación y asímismo poseen el mencionado privilegio eclesiástico.

    El bello estandarte de la Virgen de los Dolores, con óleo de Félix Revello de Toro, abría otra sección muy numerosa. Eran los hermanos y fieles devotos de la Virgen, que alumbraron durante todo el recorrido con cirios blancos el devenir de la procesión. En favor de estos fieles hay que decir que fueron muy pocos los que por alguna razón abandonaron la procesión, acompañando casi todos hasta el final a la Virgen. Cerrando esta sección, encontramos la presidencia de honor y un grupo de hermanos alumbrando con cirios el Santo Evangelio. Finalmente, la tradicional cuadrilla de acólitos turiferarios y ceriferarios con pertiguero.

    Finalmente llegaba la Señora, ratificada como Reina por el amor de su pueblo. Para portarla sobre sus hombros, más del doble de las personas necesarias para cubrir los varales se habían inscrito. De manera que fue necesario establecer tres turnos y por tanto dos relevos; no obstante, unos setenta portadores permanecieron todo el recorrido bajo los varales, y fueron otros tres grupos de setenta hombres los que se relevaron en la hermosa tarea. Lejos de perjudicar a la procesión, estos relevos mantuvieron el trono armoniosamente llevado hasta el final del trayecto, en una mecida suave pero firme, al paso.
En la Catedral.
En calle Santa Lucía, tras una emocionante saeta.
Ir a especial Coronación Canónica de Ntra. Sra. de los Dolores (del Puente)
Texto y fotografías: Pedro Alarcón 2004
Especial Coronación Canónica
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   Antes de salir al Patio de los Naranjos, fue muy emocionante el pausado tránsito que hiciera el trono por la girola de la Catedral. Sin acompañamiento musical ni vítores, en un aplastante silencio, sólo las campanitas de los festones de plata que pendían de la peana se atrevieron a sonar con la mecida. La imagen quedó detenida apenas unos instantes ante la Capilla Mayor, en homenaje al Santísimo Sacramento, en consonancia con la Estación de Penitencia del Luenes Santo. Luego, se dispuso a salir.

    El trono fue recibido con una marcha que se estrenó para la ocasión. Se trata de "Coronación", compuesta por Desiderio Artola varios años antes de la efeméride. La luz tamizada de la tarde otoñal nos brindó una estampa inigualable cuando la Virgen salió al Patio bajo el arco pétreo, que habían adornado con un gran repostero blanco. Este estaba guarnecido de aplicaciones de tejido azul oscuro con el emblema inmaculista por excelencia -el jarrón de azucenas-. Una petalada generosa agasajó a la Virgen mientras el trono salía y la multitud, contenta, irrumpió en un aplauso cerrado en torno a lo feliz del evento.

    Para los malagueños y foráneos que contemplaron a la Virgen de los Dolores, se materializaron dos novedades en una sola: No sólo era la primera vez en muchos años que se optaba por un trono de estilo antequerano (la última vez fue en la década de los años veinte del siglo XX cuando la Hermandad de Mena compró un trono en la ciudad vecina), sino que era la primera vez que se procesionaba un trono tallado por una mujer. Es una conquista más de la mujer en el ámbito de las cofradías; la experiencia nos da que en el futuro habrá más mujeres tallistas e imagineras, entre otros oficios. La artista en cuestión es Virginia Jiménez, que ha seguido respetuosamente los parámetros dictados por Jesús Castellanos en el diseño. Tres imágenes en mediorrelieve -la Virgen de Belén, Santo Domingo y San Juan Bautista-, en sendos medallones ovoidales, eran obra del escultor Suso de Marcos, habitual en la Cofradía y que también ha llevado a cabo los ángeles mancebos que portan alegorías de Santo Domingo y el Puente.

    Igualmente, la Virgen estrenaba un flamante manto de terciopelo negro bordado en oro, diseñado por Castellanos y ejecutado por diversas manos, las de los propios hermanos de la Cofradía, que participaron en un taller específico durante casi once años, de 1992 a 2003. En conjunción con la saya, profusamente recamada, dotó a la talla de un componente regio muy apropiado. El atavío, del mismo color que el manto, es del taller de Manuel Mendoza y reproduce algunos motivos ornamentales del manto. Finalmente, en la misma técnica suntuaria se ha realizado el techo de palio, tarea iniciada en el Taller de Bordado de Pizarra y pasada al terciopelo y ultimada por el Taller de Francisco González Lorente y Mª Felicitación Gaviero. Quedó patente el vacío de su gloria central, que habrá de ser completada en un futuro por una inmaculada de mediorrelieve cuyo modelo ha efectuado Suso de Marcos basándose en el original de mármol que hiciera Fernando de Ortiz para un triunfo callejero y del cual se conserva la escultura superior.

    El recibimiento por todo el recorrido fue muy caluroso. De hecho, varias calles del itinerario fueron alfombradas de romero y nos trasladaron por momentos al Jueves Santo malagueño -cuando pasa la Esperanza-, si bien el cubrir de juncia y romero las calles es tan antiguo como la procesión del Corpus. En diversos puntos del recorrido, se lanzaron aleluyas desde los balcones, unas octavillas de pequeño formato con diversos iconos marianos y letanías inscritas en la parte posterior -una costumbre antigua bastante olvidada pero que fue frecuente en las procesiones sacramentales-. También hubo petaladas en enclaves señalados, como el hospital Gálvez o la esquina de Comedias con Santa Lucía, frente a los Mártires.

    No hay que olvidar el exorno de los balcones del recorrido, cubiertos con reposteros granate con anagramas de la coronación (el ramillete de la azucena entre cardos y el corazón traspasado) ni el altar montado junto a la Parroquia de los Santos Mártires, en el que la Hermandad de los Remedios ubicó una talla de la Virgen de las Lágrimas vestida a un modo muy similar al de los Dolores. Este altar se situaba bajo el azulejo de los Santos Mártires, sobre el que se colgó una
réplica de gran tamaño de la nueva corona.

    Asímismo, la Virgen fue agasajada con dos saetas, una en calle Granada y otra en Santa Lucía, que hicieron olvidar que era octubre y quedaban aún más de cuatro meses para el plenilunio de Nisán. La música cofrade también puso mucho de su parte, pues la Banda de la Archicofradía de la Esperanza interpretó diversas marchas por todos conocidas que hicieron vibrar al público de emoción. Muy significativas fueron
Estrella Sublime, Pasan los campanilleros, o el Himno de Coronación de la Esperanza, entre otras. Lo peculiar vino dado de que el trono se mantuvo en alto durante el tiempo que duró cada marcha, lo cual fue posible gracias al relevo de portadores, que refrescó el andar del mismo.

    El itinerario, por otro lado, fue interesante en sí mismo: La calle Echegaray, con la bella fachada de su antiguo cine; la calle Comedias, abriendo paso hacia los Mártires, donde se vivieron momentos indescriptibles de júbilo; la calle Santa Lucía, estrecha y añeja, rozando casi el perímetro de la paroquia al compás de una sentida saeta... La calle Larios tras la plaza de la Constitución, la calle Martínez, la exótica Puerta del Mar... Calle Sebastián Souvirón, amarilleada por la luz decimononica de las singulares farolas de globo esférico... Las atarazanas, a la vera de las ventanas de las Hermanitas de la Cruz, que cantaron unos versos en medio del silencio... Y luego el puente. No el de Santo Domingo, por imposible, el de la Esperanza, alfombrado también de la aromática planta, les condujo a Santo Domingo.

    Allí, rozando las once de la noche, los guiones de las cofradías montaron escolta a ambos lados del camino. De esa forma se despidieron de la Virgen. Los hermanos con cirios la esperaban jalonando una larga alfombra de serrín coloreado que los cofrades del Puente habían preparado. Una alfombra con los habituales símbolos -la cruz de Santo Domingo, la de San Juan, la azucena...-. Por ella pasó la Señora abriéndose paso entre el gentío, con una elegancia inenarrable. La muchedumbre prolongó el encierro, aplaudiendo a Nuestra Señora de los Dolores. Con las puertas abiertas ya, cuando el trono quiso enfilar la nave de la Iglesia, una suave maniobra giró en ciento ochenta grados el trono y lo volvió hacia el pueblo. De esa forma entró la Virgen en Santo Domingo, mirando a sus fieles, los que tanto le han rezado, los que por aclamación han conseguido la realidad de una merecida Coronación Canónica.

    En el interior quedaron los hermanos de la cofradía, abrazados unos a otros. Llorando algunos por lo inevitable de que la jornada había acabado. Nada de lluvia, ningún cumplimiento de las previsiones más agoreras. Y la satisfacción de que todo en esta Coronación del dolor ha salido bien. Sin duda.
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La Virgen recorrió la girola.
La salida desde la Puerta del Sol, en el Patio de los Naranjos.
Sale la Cruz Guía.
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En calle Larios, algunos detalles interesantes.
En calle Sebastián Souvirón.
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La capilla del Puente, engalanada.
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Simbólica alfombra de serrín teñido en la explanada de Santo Domingo.
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En el Puente de la Esperanza, recibida por su barrio.
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Llegando a la Parroquia, los fieles escoltaron a la Señora con cirios.
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En el interior del templo, la impaciente espera por la llegada de la Señora Coronada.
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Llega la Virgen y culmina un día inolvidable.
La Virgen de los Dolores recibe la calurosa acogida del abundante público congregado.
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