volver a web principal
ARTE EFÍMERO

31 de Octubre de 2004: Crónica del Pontifical de Coronación
de Nuestra Señora de los Dolores del Puente.
Catedral de Málaga.
ampliar imagen
Momento en que el Hermano Mayor, Jesús Castellanos, entrega la corona al  Obispo, Monseñor Dorado, para que proceda a coronar a la imagen.
   Fue sin duda inolvidable para todos. Y será de seguro un evento imborrable en la mente de los cofrades malagueños, que encontrarán muy difícil superar en la celebración de un acontecimiento la jornada del trentaiuno de octubre. Los hermanos de los Dolores del Puente habían puesto el listón muy alto.

    En casi todos los aspectos se rompieron moldes: Para empezar, trocaron el tradicional uso de las naves catedralicias, con el montaje del altar de coronación en el cancel de la puerta del Postigo de los Abades. De esta forma, separaron la función eucarística del altar del presbiterio de la otra función más concreta -la de coronar a una imagen según el rito de la Iglesia-. Por otro lado, se mejoró notablemente la visibilidad del acto, ya que la compleja estructura del edificio -con coro cerrado por sus tres lados y girola- no solía permitir el seguimiento de otras ceremonias a la mayoría del público. Asímismo, ese cambio de situación permitió que la imagen se coronase en su trono procesional, hecho precedido por la Coronación de María Santísima de la Esperanza (1988). Por esto, puede decirse que es la primera vez que se corona bajo palio una imagen en nuestro templo mayor. Para hacerlo posible, se ubicaron dos escalerillas que daban acceso a la imagen a través del hueco central de las barras de palio, ligeramente más ancho que el resto.

    Aprovechando las características del espacio, se pudo efectuar un montaje verdaderamente espectacular, a saber: El nuevo trono de Nuestra Señora de los Dolores se encontraba encajado bajo el arco de medio punto del cancel de madera oscura de la puerta sur de la Catedral, por lo que dicha estructura lignaria servía de capilla provisional a la imagen. Para diginifcar aún más el conjunto, la cofradía dispuso el frontal de altar de la capilla del Cristo del Perdón -también de talla dorada- ante el trono, con cuatro candelabros y dos elegantes arreglos florales de rosas.

A ambos lados, dos doseles de cortinaje rojo servían de fondo a dos lienzos de gran magnitud del pintor José Antonio Jiménez, conocido por todos los cofrades por su interesante cartel para la Coronación Canónica de la Virgen del Carmen. Dichos cuadros representan a Santo Domingo de Guzmán y San Juan Bautista, titulares de las dos feligresías en las que ha encontrado sede la imagen. Dichos óleos están realizados en una depurada técnica naturalista de pincelada hábil y suelta. Por su veracidad, puede afirmarse que el autor trabaja con modelos del natural, al modo barroco, de forma que puede conseguir una acertada dosis de humanidad en los personajes figurados. La misma iconografía se repetía en los medallones laterales del trono, pero en mediorrelieves de Suso de Marcos.

    Sobre columnas doradas de fuste estriado, varios centros florales jalonaban el altar, y unos nutridos frisos florales de margaritas hacían de primaveral plinto para el todo. Diez blandones de cera a distintas alturas solemnizaron la composición.
El Altar de la Coronación, antes de la ceremonia.
El suntuoso altar se situó en el cancel del Postigo de los Abades.
El obispo y los concelebrantes, en el momento de cantar la Salve.
Ir a especial Coronación Canónica de Ntra. Sra. de los Dolores (del Puente)
Texto y fotografías: Pedro Alarcón 2004
Especial Coronación Canónica
ampliar imagen
ampliar imagen
ampliar imagen
   Para la mayoría de los asistentes otra gran sorpresa fue el acompañamiento musical de la función solemne, una Misa de Coronación compuesta para la ocasión por Francisco José Martín Jaime, director de la camerata de Ópera y premio nacional de composición Reina Sofía. Sin abandonar el aura solemne de la música sacra, esta partitura de más de cuarenta minutos de duración -sumadas todas las piezas de la misa- era contenidamente actual, un verdadero arrojo en el mundo cofrade. El introito de la misa, cuando aún las voces corales no se habían alzado, dotaron a la procesión claustral de un matiz casi cinematográfico, haciendo especialmente intensos los momentos en que el obispo se dirigió por primera vez al altar de coronación, para incensar la devota imagen. Sin embargo, la composición tuvo otros dos momentos singulares; un tenso sostenido durante la coronación en sí y un bello apoteosis durante la consagración eucarística. Para interpretar la misa fueron necesarios la orquesta camerata de Ópera -infrecuente en oficios liturgicos- y el coro "Arca y Enebro", además del Órgano de la Catedral. Invariablemente, la música no dejó indiferente a nadie.

    El acto religioso comenzó a las doce del mediodía, con la tradicional procesión claustral, en la que intervinieron los padrinos de la Coronación, la Archicofradía de la Esperanza y la Hermandad de la Victoria, y en su representación Juan Antonio Bujalance y José Atencia; entre ambos portaron la corona que luego depositaron en un pequeño escabel de terciopelo rojo.

    El pontifical, presidido por el Obispo de la diócesis malagueña, Antonio Dorado Soto, fue también cooficiado por otros trece sacerdotes. Lo más significativo de esta misa fue la calidez de las palabras del Monseñor Dorado hacia la Virgen de los Dolores y los cofrades en general. Pocos podían imaginar, cuando el obispo accedió a su episcopado, que con el tiempo sería tan sensible como manifestó hacia los asuntos de cofradías.

    Particularmente, comentó el Evangelio de San Lucas, cuyas palabras podrían ser -en palabras del obispo- la
mejor saeta que se pudiera ofrecer desde un balcón al paso de los titulares. No sólo hizo una ligera revisión sobre lo que hoy significa coronar una imagen; particularizó sobre los pormenores de la religiosidad popular y de la particular devoción tan arraigada que atesora la Virgen del Puente. Luego alabó la condición social de la hermandad, que siempre se ha sentido testigo de aquel rosario de los tiñosos, cuando apenas un grupo de hombres y mujeres fervorosos procesionaban modestamente a la Virgen de los Dolores para recaudar fondos para curar enfermos de tiña. La lacra de determinadas enfermedades es vigente todavía, su perjuicio de exclusión inclusive, y la humilde aportación de esta cofradía al tratamiento de enfermos de sida una realidad digna de encomio, según manifestó el prelado.

    El momento más esperado fue por supuesto el propio rito de Coronación. Para ello, los padrinos entregaron la corona al prelado, que bendijo dicha presea para después encaminarse al bellísimo altar de la Virgen. Mientras el obispo, ayudado de un sacerdote, ascendió por una de las estrechas escalerillas hasta llegar al lado justo de la imagen, Jesús Castellanos subió el tramo correspondiente portando en sus manos la corona. Llegados al mismo nivel, el Hermano Mayor puso en manos del obispo la tiara real, quien definitivamente la impuso sobre las sienes de la Señora. Jesús Castellanos, más ducho en esos menesteres, terminó de fijarla a la imagen y, en un gesto emocionado, no descendió sin antes besar las manos de la Virgen. Quienes conocen a Jesús Castellanos saben del empeño personal que le ha llevado hasta cumplir este anhelo. La coronación se efectuó apenas pasada la una de latarde.

    Como lo esencial de la jornada era el caracter oferente hacia la Madre de Dios, la Agrupación de Cofradías y el Cabildo Catedralicio se sumaron a la efeméride concediendo sendas medallas de oro. El deán comunicó a los presentes la importancia del año en que se produce esta celebración, cuando se cumplen ciento cincuenta años desde la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción (1854), y trescientos cincuenta desde que el Cabildo malagueño hiciera voto de defensa de dicho dogma (1654). Aunque nadie lo mencionase, también se cumplen en esta fecha cincuenta años de la institución de la fiesta de la Realeza de María, tan en relación con la idea de una Coronación. El deán de la Catedral, Francisco García Mota, y el presidente de la Agrupación, Rafael Recio, subieron a depositar los estuches con las medallas en la peana de la imagen. Luego le serían debidamente prendidas al pecherín, para lucirlas en su primera procesión bajo palio.

    Aunque estaba prevista la entrega de la medalla de oro de la ciudad, el Alcalde Francisco de la Torre no hizo acto de presencia hasta minutos antes de la salida procesional, cuando se hizo entrega de este otro simbólico regalo. No hay que olvidar que la imagen también lucía el corazón pectoral regalado por la Esperanza y el escapulario regalo de la Victoria, ofrecidos en el segundo día del triduo.

    Terminada la ceremonia, unas dos horas tras su comienzo, se procedió al canto del Salve Regina, tan habitual en estos casos. Fue un canto multitudinario y emocionado. Al finalizar definitivamente el acto, el protocolo religioso quedó roto definitivamente, cuando una multitud ansiosa se acercó a la Virgen de los Dolores y así contemplarla ya reconocida como Reina de todo lo creado.


ampliar imagen
ampliar imagen
ampliar imagen
ampliar imagen
ampliar imagen
ampliar imagen
ampliar imagen
ampliar imagen
Bello conjunto de la Virgen coronada en su nuevo trono.
ampliar imagen
ampliar imagen
ampliar imagen
ampliar imagen
La situación del altar de Coronación mejoró la visbilidad del acto respecto a otras coronaciones.
La Virgen de losDolores estrenaba la totalidad de su ajuar.
Dos instantes de la imposición de la corona.
El obispo incensó la imagen al comienzo de la eucaristía.
El deán de la Catedral y el Presidente de la Agrupación depositaron sendas medallas a los pies de la Virgen.
El sueño cumplido de coronar a la Virgen de los Dolores.
opinar sobre esta crónica en nuestro foro
1