El Dr. Jacques Diouf, Director General
Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y
la Alimentación
pronunció este discurso en la inauguración oficial
del Año Internacional de las Montañas 2002
en las Naciones Unidas el 11 de diciembre de 2001
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Sr. Presidente,
Excelentísimos Señores y Señoras,
Honorables Delegados,
Damas y Caballeros,
Es un privilegio estar hoy con ustedes para inaugurar el Año
Internacional de las Montañas. Tengo el honor de estar entre
las personas y los representantes de las organizaciones dedicadas
a la conservación de los frágiles ecosistemas de las
montañas y a mejorar el bienestar de los pobladores de estas
zonas.
Tal como las montañas están compuestas por incontables
elementos independientes, así también el Año
Internacional de las Montañas ha sido posible gracias a la
dedicación de muchas mujeres y hombres. Agradezco a todos
los que han dedicado tanto tiempo, esfuerzo y reflexión para
hacer realidad el Año Internacional de las Montañas.
En particular, quiero agradecer al Presidente Akaev de Kirguistán
su original propuesta de celebrar un Año Internacional de
las Montañas. Su visión producirá, estoy convencido,
cambios positivos para las comunidades de las montañas, que
se prolongarán mucho más allá de 2002.
Deseo dar las gracias también a los Embajadores de Austria,
Suiza, Italia y de otros países ante las Naciones Unidas
que, como integrantes del Grupo de Representantes del Año
Internacional de las Montañas, organizaron esta inauguración
con nosotros y trabajaron con diligencia para realizarlo.
Al mirar a los asistentes a esta reunión, me alienta mucho
la presencia de esta diversidad de países, organizaciones,
culturas y personas. Indica una mayor conciencia de que la vida
de todos nosotros -residentes a nivel del mar o en las zonas más
elevadas- depende de las montañas.
Excelentísimos Señores y Señoras,
Damas y Caballeros,
Las montañas no son monolitos impenetrables e invariables
de roca, como podrían parecernos. En efecto, están
llenas de vida como el mar, y son tan necesarias para nuestro bienestar
como los bosques tropicales húmedos. Más de la mitad
de la humanidad -tres mil millones de personas- vive gracias a las
montañas, de donde obtienen agua dulce para producir alimentos,
electricidad, para sostener industrias y, sobre todo, para obtener
agua potable. Con todo, mientras estamos aquí reunidos, los
glaciares de las montañas -fuente del agua que alimenta muchos
sistemas fluviales y a tantas personas del mundo- están derritiéndose
a una velocidad nunca vista, consecuencia, según piensan
numerosos científicos, del calentamiento del planeta.
Las montañas también son islas de biodiversidad,
no sólo versiones más empinadas o más elevadas
de los ecosistemas de las tierras bajas, sino lugares donde prospera
una variedad única y aparentemente infinita de plantas y
animales que no hay en otras partes. Numerosas de estas especies
han desaparecido desde hace mucho tiempo de las planicies, atestadas
de asentamientos y actividades humanas.
Las montañas también son islas de diversidad cultural.
Lugar de residencia de una décima parte de la población
mundial, depositarios de lenguas y tradiciones que enriquecen nuestra
experiencia humana. Los pobladores de las montañas tienen
a su cargo estos archipiélagos verticales de variedad humana
y natural. Ellos cuidan y viven en panoramas de grandes contrastes.
Los medios montañosos son a la vez frágiles y agrestes,
magníficos e implacables. Ahí pueden encontrarse una
espiritualidad sublime y la pobreza más degradante.
En efecto, por diversas que puedan ser las montañas y las
culturas que las pueblan, su fragilidad es extrema. Todos juntos
tenemos que encontrar una forma de proteger y mantener estos frágiles
ambientes. Debemos en conjunto fortalecer las culturas de las montañas
y eliminar la pobreza y el hambre. Este es el reto más importante
del Año Internacional de las Montañas, equilibrar
la conservación y el desarrollo.
Pienso que es posible hacerlo, es un buen momento, al que venimos
aproximándonos desde hace tiempo. Este año especial
surgió de la Conferencia de las Naciones Unidas para el Medio
Ambiente, celebrada en Río de Janeiro en 1992. Fue ahí,
en la Cumbre para la Tierra, donde se otorgó a las cuestiones
de las montañas un sitio en el plan mundial de trabajo, contenido
en el Capítulo 13 del Programa 21, el plan para el desarrollo
sostenible.
Desde la Cumbre para la Tierra se ha avanzado mucho. A través
de consultas intergubernamentales hemos venido elaborando planes
estratégicos y políticas para el desarrollo sostenible
de las zonas de montaña. El Foro de las Montañas mundial,
fundado en 1995 por personas hoy aquí presentes, sigue desarrollándose
como la red de redes, que da apoyo, información y promoción
a los pueblos de las montañas y a su medio ambiente. Es más,
hay docenas de proyectos de investigación en marcha que producirán
el conocimiento necesario para resolver los complejos problemas
de las montañas.
El año 2002 es una extraordinaria oportunidad de reforzar
la ejecución del Capítulo 13 y hacer avanzar los asuntos
relativos a las montañas en la agenda mundial, mediante la
difusión de la importancia de los ecosistemas y las culturas
de las montañas.
Y en septiembre de 2002, la Cumbre Mundial sobre el Desarrollo
Sostenible que va a celebrarse en Johannesburgo brindará
un oportuno punto de control para hacer un recuento, redefinir las
cuestiones y elaborar enfoques más eficaces.
Como saben todos ustedes, la Organización de las Naciones
Unidas para la Agricultura y la Alimentación es el organismo
principal de la celebración del Año Internacional
de las Montañas, en colaboración con los gobiernos,
el PNUMA, el PNUD, la UNESCO y otros organismos de las Naciones
Unidas y organizaciones no gubernamentales. La FAO tiene el honor
de esta misión y estamos orgullosos de nuestra tarea, que
consideramos fundamental y una extensión de nuestra responsabilidad
de coordinar las actividades del Capítulo 13. También
pensamos que el desarrollo sostenible de las montañas nos
ayudará a cumplir el objetivo de la FAO de mitigar el hambre
y la pobreza para que todas las personas, en todo momento, tengan
acceso a los alimentos necesarios para llevar una vida sana y activa.
El propósito del Año Internacional de las Montañas
es a la vez sencillo y ambicioso: asegurar el bienestar de los pobladores
de las montañas mediante la promoción del desarrollo
sostenible de los ecosistemas montañosos. Pero hay dos condiciones
necesarias para que los países cumplan este objetivo. La
primera es la paz, la segunda, la seguridad alimentaria.
En las zonas de montaña se despliega la mayor parte de los
conflictos armados del mundo, y ahí viven también
algunas de las poblaciones más pobres y con menos seguridad
alimentaria del planeta. Realmente no pueden producirse alimentos
cuando hay guerra. Las necesidades de las personas que pasan hambre,
que no saben de dónde vendrá su próximo alimento
-o si vivirán para consumirlo-, han de atenderse primero
para alcanzar nuestros objetivos.
En efecto, al iniciarse la conmemoración del Año
Internacional de las Montañas, el conflicto puede ser el
mayor obstáculo para alcanzar nuestras metas. Sin paz, no
es posible reducir la pobreza. Sin paz, no es posible garantizar
un suministro seguro de alimentos. Sin paz, no se puede pensar siquiera
en el desarrollo sostenible.
Todos los organismos de las Naciones Unidas y cada uno de sus integrantes
tienen una misión en la promoción de la paz. Juntos
podemos hacer mucho. Ya lo hemos hecho. Esto quedó confirmado
con la entrega al Secretario General y a las Naciones Unidas mismas
del Premio Nobel de la Paz.
Los exhorto, como países y como conjunto de naciones, a
determinar su participación distintiva en la defensa de la
paz. Una vez establecida esta misión, será clara la
función relativa al desarrollo sostenible y la conservación
de las zonas de montañas.
Por nuestra parte, el Programa especial para la seguridad alimentaria
(PESA) -la actividad específica de la FAO dedicada a la población
rural pobre, cuyo propósito es ayudarle a producir sus propios
alimentos, a generar empleos, a mejorar la productividad y los ingresos-
ya está activo sobre el terreno en países montañosos
de África, Asia y América Latina. El PESA, dirigido
sobre todo a los países de bajos ingresos y con déficit
de alimentos, se propone mejorar la seguridad alimentaria de las
familias y los países mediante incrementos acelerados de
la producción y la productividad de los alimentos, la reducción
de la variabilidad anual de la producción, sobre bases económica
y ambientalmente sostenibles, así como mejorar el acceso
de las personas a los alimentos. Este Programa actualmente está
activo en 66 países y en proceso de elaboración para
otros 17.
Excelentísimos Señores y Señoras,
Damas y Caballeros,
Cualquiera que sea nuestro lugar de origen, por elevadas o pequeñas
las colinas o montañas de nuestros países, todos somos
de las montañas. Todos dependemos de ellas, estamos ligados
a ellas y sus efectos repercuten sobre nosotros, en formas que tal
vez no hayamos siquiera concebido antes.
Hoy los invito a participar conmigo en el compromiso de erradicar
el conflicto armado y el hambre como primer paso de la conmemoración
del Año Internacional de las Montañas.
Juntos, a través de este año internacional, podemos
mover montañas.
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