La Filosofía del Karate

en la vida cotidiana


Si nos ponemos a pensar, cualquier cosa dicha de un buen karateka, podría ser aplicable a muchos japoneses sin que estos mismos practiquen algún arte marcial. ¿Que quiere decir esto?

A mi entender, y sin querer caer en tópicos, la creación del Karate en Okinawa, y el desarrollo de otras artes marciales como por ejemplo el kendo en Japón por una parte; y por otra parte el explosivo desarrollo de la moderna industria japonesa, con su aplastante tecnología, son el fruto de una misma semilla que está muy arraigada en la sociedad japonesa.

Esta imagen de los japoneses está arraigada en la mentalidad de los occidentales. Pensar que todos los japoneses practican artes marciales es como pensar que todos los españoles son toreros, pero algo bueno tiene que salir de un pais en el que en muchas empresas se pratica Tai-Chi en la hora de descanso todas las mañanas, o bien se empieza haciendo gimnasia para que los obreros se encuentren más relajados en el trabajo.

Además de las enseñanzas encaminadas a la defensa personal, las artes marciales pueden aportar a occidente un enriquecimiento espiritual que nunca ha tenido o ha sido más bien pobre, salvando las exepciones de individuos aislados que a lo largo de nuestra historia han demostrado poseer sentimientos más elevados.

Las artes marciales, y sobre todo el karate, llegaron a tenerse en Okinawa como un conocimiento secreto que se transmitía de maestro a alumno, y no podía ser plasmado en documentos escritos, por prohibición expresa de los gobernantes. Esta situación rodeó al karate de un cierto halo misterioso para los extranjeros que visitaran la región.

Hasta este siglo no se ha podido liberalizar su enseñanza por el mundo, y mucho tuvo que ver en esto el maestro Funakoshi. Es a partir de entonces cuando comienza a fluir hacia occidente un torrente de conocimientos con base budista, y camuflados en poderosos sistemas de lucha personal.

De igual forma que en Japón se comprobaba que los jovenes reclutados para el ejército presentaban mejor forma física si practicaban karate, en occidente los practicantes de artes marciales con profunda base budista, demuestran aptitudes y ventajas psicológicas frente a los problemas de una vida centrada en el materialismo y la competitividad.

En esto reside la gran virtud y el fabuloso legado que el karate puede aportarnos a los occidentales.

El control mental forma parte indispensable de los entrenamientos. Aprendemos a liberarnos de los odios, las envidias y las rencillas personales. El compañerismo es parte fundamental del aprendizaje, hasta el punto que puedo asegurar que quien no es buen compañero en el DOJO (gimnasio) o en el trabajo, jamás será un verdadero karateka, nunca llegará esa persona a alcanzar la perfección de su kata (su forma en el sentido más amplio), ni tampoco alcanzará su paz interior.

El karateka es sobretodo un caballero con un código ético y moral a la altura de los antiguos samurais del Japón. Un Samurai debería ser valeroso, honorable, motivado por un deseo de actuar con rectitud y justicia, debería ser misericordioso, veraz, cortés, leal, poseedor de un gran dominio de sí mismo y capaz del autosacrificio. La esencia del Código Bushido (Senda del Guerrero), está latente en el espíritu de los practicantes de Karate, aunque hay que reconocer que muchas veces encontraremos practicantes que no hacen honor a su arte. Estas personas tienen dos caminos a seguir: abandonar para siempre el karate, debido a la incompatibilidad de su mala educación con las maravillosas enseñanzas que desperdicia, o bien puede seguir y corregir su fallo de personalidad no sin un admirable esfuerzo.

La práctica continuada de este arte marcial aporta una serenidad en el caracter que se percibe más allá de los entrenamientos dentro del gimnasio. Hay en este sentido una diferencia fundamental con respecto a la práctica de cualquier deporte, como podría ser el futbol, o mejor el atletismo. Cualquier persona que juege al futbol de forma habitual contará también con la ventaja de tener su cuerpo en forma, una mente más relajada, y toda la serie de ventajas que la práctica de un deporte nos proporciona. En la práctica del Kárate estamos además aprendiendo unos modos de conducta honorables y una visión de la vida renovada. Podemos preparar nuestro cuerpo y mente para un futuro en el que por motivos de la edad no contemos con la vitalidad de nuestra juventud. También podemos aprender a prepararnos para superar enfermedades y convalecencias que estén mermando drásticamente nuestras capacidades. Aprender a sufrir, a superarse, luchar contra nosotros mismos y contra todas las dificultades que se nos presenten, es parte integral del aprendizaje del Karate-Do.

No es tarea facil alcanzar la perfección de los movimientos, la velocidad del látigo, ni tampoco transformar nuestras extremidades en poderosas armas de ataque y defensa. Menos facil puede resultar aún fortalecer el espíritu, aumentar nuestro grado de sensibilidad, desarrollar nuestros oidos, la vista, y la sensibilidad interna de todo nuestro cuerpo, de nuestros músculos, de nuestros pulmones.

Sin embargo, con la practica del Karate no hay distinción en el avance del cuerpo y el espíritu, el desarrollo es compacto en ambos sentidos, no teniendo lugar el desarrollo del uno sin el otro.

El Karate no nos convierte en superhombres, tampoco en máquinas de guerra cuyo único fin es luchar contra un adversario (el mayor adversario es uno mismo). El Karate es un camino más para llegar a la perfección, un camino escogido por muchas personas hoy en dia, que llevado a su extremo podría incluso sustituir a cualquier religión. Se trata de un largo camino que nos convierte en más fuerte cuanto más hemos caminado.


Tomado de Revista Casi Nada - España

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