El Vaticano, la Revolución Cubana

y la crisis mundial

Por Luis Bilbao

 

[Publicado en Crítica de Nuestro Tiempo Nº 19, mayo-junio-julio de 1998]

El texto que se reproduce a continuación es la versión editada de una conferencia debate organizada por el equipo de apoyo a Crítica en Buenos Aires, acerca del significado y las perspectivas de la visita de Juan Pablo II a Cuba. Más de 200 personas asistieron al acto, realizado el pasado 5 de marzo. Tras la exposición del director de Crítica, hablaron el joven periodista Martín Latorraca (quien como corresponsal del periódico El Espejo cubrió ese acontecimiento y ofreció una vívida crónica de su experiencia); Teodoro Llamas, obrero despedido de Fiat y dirigente de la Propuesta Agustín Tosco; y Carlos Ruiz, miembro de la Comisión Directiva del Sindicato de Obreros Telefónicos de Buenos Aires. Luego tomaron la palabra varias de las personas que colmaron el Foro Gandhi, una sala cultural en el centro de Buenos Aires. Al texto de la exposición se agregan en esta versión párrafos de dos artículos publicados previamente y reproducidos en un boletín que comenzaba con un extracto del balance del viaje papal, realizado por Fidel Castro ante la televisión cubana el 2 de febrero. Ese boletín fue entregado como documento de referencia a los asistentes al acto. Un video con la conferencia está a disposición de quien lo solicite.

 

Compañeros y compañeras:

Aunque aparentemente no está en el eje de nuestra conferencia de hoy no podríamos realmente comenzar esta intervención sin aludir a un hecho que tiene un carácter emblemático para todos nosotros. En este mes que pasó se cumplieron 150 años de la parición del Manifiesto Comunista. Se puede suponer que la mayoría -si no la totalidad- de los presentes, ha leído ese pequeño libro. Pero es una experiencia que conmociona volver a leerlo ahora, a la luz de los acontecimientos actuales. Probablemente no hay ningún texto político, de cualquier corriente ideológica de los últimos años, de tanta actualidad como la del Manifiesto Comunista.

Y al respecto quiero decirles algo que tal vez no se tiene en cuenta cuando se habla de ese libro. Cuando escribieron el Manifiesto Comunista, Marx tenía 29 años y Engels 27. Desde luego eso no quiere decir que con tener 29 o 27 años uno es capaz de escribir el Manifiesto Comunista o algo por el estilo. Pero sí quiere decir -y eso es lo que quiero subrayar- que hay que tener confianza en los jóvenes, en los jóvenes comprometidos que están dispuestos a estudiar, a trabajar.

No hay que creer que la juventud es un momento de menor capacidad. Claro que un hombre adulto que en su juventud ha tenido la posibilidad de formarse tendrá más herramientas y el equilibrio y la tranquilidad que dan los años. Pero hay que confiar en los jóvenes. Crítica lo ha hecho. Todo el equipo de Crítica lo ha hecho en distintas alternativas y estamos también por ello muy orgullosos.

Y para terminar con este tema del Manifiesto: como este año es el año del 150 aniversario, seguramente va a haber una catarata de conmemoraciones. Fíjense: les traje una prueba visual: L'Humanité, que es un periódico publicado diariamente por el Partido Comunista de Francia, reprodujo hace diez días el Manifiesto completo como un suplemento, en homenaje naturalmente al 150 aniversario de este librito.

Es un homenaje apropiado: volver a publicar el Manifiesto. Tanto más si se lo hace en un diario, con la capacidad de difusión masiva que puede tener. Pero falta decir algo. En Francia se está privatizando la empresa aeronáutica Air France. En aquel país gobierna una coalición socialista-comunista. Y el ministro que está privatizando Air France es un miembro del Partido Comunista de Francia, el mismo partido que publica el Manifiesto Comunista como suplemento de su diario.

Quiero decir con esto lo que ustedes saben: no todo lo que brilla es oro y a las palabras hay que acompañarlas con hechos.

Pero vamos a entrar en materia. En realidad desde que hace siete años y medio hicimos la primera Conferencia para presentar el número 1 de Crítica, las características de estas charlas y estos debates han estado siempre centradas en el esfuerzo por explicar dos cuestiones centrales, con argumentos de carácter teórico y con datos tomados de cantidades de revistas y en lo posible (para que no cupiesen dudas) datos oficiales de bancos, instituciones y de gobiernos: que había una profunda crisis mundial y que esa profunda crisis mundial era una crisis del capitalismo.

Cuando nosotros comenzamos con esta tarea -en realidad habíamos comenzado antes, pero desde el punto de vista de Crítica lo hicimos precisamente el 8 de octubre de 1991- decir que lo que estaba en crisis era el mundo capitalista parecía un acto de dogmatismo; un acto de cerrazón intelectual, un acto de incapacidad para ver lo nuevo que estaba ocurriendo en el mundo.

Durante todo este tiempo el grueso de nuestros esfuerzos en la producción de Crítica ha estado destinado a estudiar la realidad económica mundial, a rebuscar las cifras, los datos, las informaciones, para ponerlas en manos de nuestros lectores y lectoras, a fin de que aquella duda, aquella sospecha (o aquella certeza para muchos), de que lo que estábamos haciendo era un acto de dogmatismo, fuera contrarrestada por las informaciones sobre la marcha de la economía mundial, por los números, por reflexiones, en definitiva, por nociones abstractas.

Es decir que dábamos una batalla extremadamente desigual. Porque teníamos que combatir todo lo aparente, todos los hechos visibles y palpables, con ideas, con papel escrito, con conferencias como ésta, donde yo venía (alguno de ustedes tal vez se acuerde) con una cantidad de revistas, publicaciones y recortes y en lugar de hablar yo me ponía a leer esos materiales. Para que nadie pudiera tener siquiera el lugar a la sospecha de que lo que estábamos haciendo era sencillamente repetir un verso; para probar que lo que estábamos diciendo era un intento de mirar la realidad de una manera objetiva y científica, que se diferencia de la manera periodística, superficial, que solamente ve lo anecdótico.

Decíamos entonces que la teoría marxista mostraba que había una crisis económica capitalista, que traería problemas gravísimos a la humanidad. Nada más lejano de lo posible en el futuro que el Nuevo Orden Mundial, cuando ésta era la consigna que dominaba absolutamente todos los medios de prensa: un Nuevo Orden Mundial estable, de crecimiento y democracia bajo la égida de Estados Unidos. Nada más ajeno, nada más difícil, imposible de lograr, decíamos, que ese Nuevo Orden Mundial.

Pero era muy difícil, debíamos dedicar mucho esfuerzo, mucha energía, a la recopilación de datos y a la argumentación para tratar de convencer, de explicar, de esclarecer sobre este punto.

Bueno, pues eso se ha terminado. En esta exposición apenas si daré algunas cifras, apenas si daré algún dato. No hace falta. No hace falta nada de eso. Ahora está a la vista de quien quiera. Todo el mundo sabe que hay una gravísima crisis económica en todo el mundo. Que en el mundo no hay una zona comunista como se decía que había antes. El mundo que está en crisis es el mundo capitalista.

Esto no es un detalle. Significa el fin de una era política. Es el fin de una era y el comienzo de otra. Es el fin de un período histórico entre paréntesis iniciado con el derrumbe de los países del Este, que dio la posibilidad a los panegiristas del capital de afirmar que en el mundo se había probado -por el desarrollo de los hechos y la historia- que el socialismo había fracasado y que la única forma de organizar la sociedad era el capitalismo. Y que la única forma de ir resolviendo paso a paso las dificultades económicas, sociales y políticas del mundo, era sobre la base de la defensa y el perfeccionamiento del sistema capitalista.

En respaldo de esta argumentación, que no es teórica pero aparecía como teórica, que es apologética, meramente propagandística, sin embargo había hechos reales. No estábamos sencillamente ante un discurso de un intelectual o de un político. Además del discurso de los intelectuales y de los políticos y de la catarata de artículos de los periodistas a sueldo, había elementos materiales en los cuales apoyar esa argumentación.

El elemento material más importante que había es, que a pesar de que en 1987 había habido un crack bursátil y a pesar de que tres años después los tres grandes centros de la economía mundial habían entrado en recesión, había un sector en el mundo que continuaba creciendo de manera sistemática. A ese sector se le llamó tigres asiáticos, y se lo puso como modelo para todo el mundo.

Es decir, detrás de la afirmación "el socialismo cayó derrotado, el capitalismo es el único modo de organizar la sociedad", había una fuerza material: un núcleo de países considerable que seguía creciendo, dentro del régimen capitalista más cerril, que luego se daría en llamar neoliberalismo. Y era muy difícil combatir no solamente contra las ideas falsas, mentirosas sino también contra ese factor objetivo, material, que estaba ante los ojos.

Esto es lo que queda clausurado en este momento: el fin del crecimiento, el fin definitivo -ya lo vamos a ver- del crecimiento de los países del sudeste asiático, de los llamados tigres asiáticos. Y a partir de allí se están produciendo una cantidad de acontecimientos muy graves, extraordinariamente graves, de los cuales ni los intelectuales ni los políticos quieren tomar cuenta. Porque es muy difícil, altamente riesgoso y comprometedor, tomar cuenta de ellos.

Nadie habrá olvidado que pocos días atrás estuvo planteada la amenaza de un ataque estadounidense contra Irak. Y ante la inminencia de ese ataque el presidente de la otra gran potencia atómica del mundo dijo: si se desata ese ataque, inicia una guerra mundial. La prensa recogió la frase como si fuera algo anecdótico, banal (de hecho, tuvo menos espacio que el cenicero que una animadora de televisión le tiró por la cabeza a alguien).

La banalización absoluta de las ideas, el enmascaramiento de la realidad nos ha invadido, nos ha inundado. Los diarios pusieron en titulares secundarios durante dos o tres días que había peligro de guerra mundial. Pasa una semana y nadie se acuerda más. ¿Cómo es esto?

La realidad debajo de esta posibilidad tenebrosa está produciendo un reacomodamiento general de las fuerzas políticas, de las instituciones, de los partidos, de los países y de las personas.

Y de las personas. Muchas veces (y en este último tiempo hemos tenido oportunidad de vivirlo muy de cerca), vemos conductas personales completamente sorprendentes, completamente inexplicables a la luz de una lógica superficial, pero que en realidad están expresando un reacomodamiento muy profundo de las clases en todo el mundo. Esto es lo que está ocurriendo en todo el planeta, un drástico reacomodamiento de las clases como tales. Y a partir de allí de los países, y naturalmente a partir de allí de los partidos y de los individuos.

Muy a menudo nosotros no somos conscientes de cuales son las fuerzas profundas que determinan nuestros actos. Pero sin duda en toda persona que actúa en términos políticos está gravitando profundamente este reacomodamiento de las clases en todo el mundo. Para bien o para mal.

Nosotros hemos hecho ya varias actividades tratando de explicar el significado de la crisis económica de octubre pasado, de la crisis bursátil que todavía no ha terminado y que no va a terminar durante un muy largo período.

Cuando años atrás explicábamos el carácter profundo, muy grave, de la crisis económica capitalista y asegurábamos que esto tendría consecuencias muy severas para la realidad de todo el mundo, había un apelativo que reiteradamente se nos endilgaba: éramos acusados siempre de apocalípticos. Porque lo que decíamos tenía una dimensión bastante seria. Y desde distintos ángulos del espectro ideológico y político, pero particularmente desde la izquierda y desde la intelectualidad argentinas, éramos acusados de apocalípticos.

Me comprometo que va a ser el único periódico que les voy a mostrar esta noche: Página/12, día 1º de marzo. Titular: Asia o el apocalipsis que viene. Ellos titulan así ahora. Y el subtítulo es: "Contrariamente a lo que se cree la crisis asiática no terminó, sigue su curso y es cada vez más peligrosa". No es un artículo de Página/12, está tomado de The Guardian, un periódico liberal independiente de Inglaterra. La crisis es cada vez más peligrosa, dice The Guardian.

Y efectivamente eso es lo que tenemos por delante. Una crisis que no se ha clausurado, en cuyos detalles no vamos a entrar esta noche porque no es el motivo central de nuestra convocatoria. Pero frente a la cual hay que decir algunas cosas.

La crisis bursátil fue contenida, no se transformó en crisis bancaria. La dinámica de una crisis económica que comienza de esta manera es primero una crisis bursátil, una crisis financiera, luego una crisis bancaria que provoca una quiebra generalizada de bancos y a partir de allí una quiebra de la industria, una paralización del sistema de producción, una depresión generalizada y un caos social que produce sublevaciones de masas y revoluciones o contrarrevoluciones. Esto ha sido y será así a lo largo de la historia.

En los primeros días de noviembre, dimos una Conferencia en la Universidad de los Trabajadores haciendo un análisis de la crisis y dimos nuestro parecer respecto e que la gravedad extraordinaria de la crisis no se iba a manifestar sin embargo en lo inmediato en un colapso bancario.

Fíjense qué paradojal: cuando nosotros hablábamos de la magnitud y la inminencia de la crisis nos llamaban apocalípticos. Ahora las cosas se han invertido. Nosotros estábamos diciendo: no, no se va a manifestar, no se va a producir una quiebra generalizada bancaria, puede ocurrir, no es imposible, pero no es lo más probable.

Y efectivamente, desde el 27 de octubre (el llamado lunes negro) hasta ahora, ha sido controlada la crisis financiera en el plano de la crisis bursátil; no ha pasado a los bancos sino en dos lugares puntuales y particularmente en uno: en Thailandia, en beneficio de la gran banca internacional estadounidense, y en segundo lugar, aunque con otras características, en Japón. Pero como quiera que sea, y con toda la gravedad que esto tiene, ha sido contenida la crisis bursátil.

Una crisis económica de estas características, tarde o temprano desemboca en una dinámica inexorable, que termina en la paralización del sistema de producción, en el crack del sistema de producción. Pero uno de los datos fundamentales para determinar el momento en el que esto ocurre, es si hay alguien delante de quienes toman decisiones políticas para afrontar la crisis, que diga: "no acepto esta condición".

Si los políticos capitalistas dicen: "para salir de esta situación necesitamos trabajar el doble, cobrar la mitad", y nadie se pone enfrente para impedirlo, entonces se puede prolongar la situación antes del estallido de la crisis.

Fíjense qué detalle: a mediados de noviembre hubo una reunión de la Central Mundial de Trabajadores en Bangkok. La CMT, como su nombre lo indica, es una organización internacional que pretende, dice, defender los intereses de los trabajadores. La CMT es la estructura del Vaticano en el movimiento obrero. Hay una estructura de la socialdemocracia de carácter internacional y había una estructura dependiente de la ex Unión Soviética que ahora está desarticulada. Eran las tres grandes estructuras internacionales.

La CMT hizo entonces su 14 Congreso en Bangkok. Y reunidos todos los delegados de la CMT en Bangkok a mediados de marzo, ¿saben quién habló para ellos? Michel Camdessus. El compañero Michel Camdessus, presidente del Fondo Monetario Internacional, quien repitió el discurso que ustedes han escuchado en Argentina y saben que se repite en cualquier parte del mundo.

Para poder salir de esta crisis, dijo Camdessus ante los delegados de la CMT, "hay que hacer la segunda reforma económica". La primera es la que había dado lugar al extraordinario crecimiento de los tigres asiáticos y que nos la vendieron a nosotros como la convertibilidad y el milagro argentino. Ahora hay que hacer la segunda reforma económica, es decir duplicar, triplicar o cuadriplicar los ajustes económicos (es decir la multiplicidad de medidas tendientes a aumentar la tasa de plusvalía) que vivió el mundo subdesarrollado en los últimos tiempos. Pero Camdessus no lo dijo solamente ante los banqueros: lo dijo ante los dirigentes de una Central Mundial de Trabajadores. No por casualidad, lo que era el Congreso de Trabajadores Argentinos (CTA) y dejó de ser un congreso de trabajadores para transformarse en central de dirigentes, consumó esa transformación cuando quedó totalmente bajo la férula de la CMT.

El hecho es que el programa económico para Thailandia que, junto con Indonesia, es el país donde más brutalmente ha golpeado hasta ahora la crisis, garantiza según cifras oficiales, un millón más de obreros desocupados durante el primer semestre de 1998. Aunque la prensa escrita no lo dice, no se da por enterada, cotidianamente hay sublevaciones, insurrecciones parciales en distintos lugares de Thailandia e Indonesia, de gente desesperada de hambre, que asalta supermercados para poder comer. Allá se está manifestando en pequeño lo que fatalmente va a ocurrir en todo el sudeste asiático a partir de ahora.

Pero hay que tener en cuenta que lo que ocurre en el sudeste asiático involucra también a Japón; y que Japón es uno de los tres grandes centros imperialistas del mundo. De modo que lo que ocurre en el sudeste asiático tiene una extraordinaria importancia para la totalidad del planeta. Fíjense: desde 1992 hasta ahora la mitad de del crecimiento total de la economía mundial provino de estos países. Son numérica, económica y políticamente una pequeña parte del mundo. Pero la mitad del crecimiento económico del mundo provino de ahí.

Quítenle ustedes al desarrollo de la economía global esa mitad e imagínense qué repercusiones tendremos en el resto del planeta. En Estados Unidos los técnicos que se llaman economistas han calculado que el efecto de la caída de las compras del sudeste asiático por un lado y el efecto del ingreso masivo de bienes a bajo precio de esa región a Estados Unidos va a producir en el primer semestre de 1998 un millón de desocupados. Un millón más de desocupados en Estados Unidos, claro, no es lo mismo que un millón de desocupados más en Thailandia, pero de todas maneras es mucho.

¿Qué va a pasar en el resto de los países y particularmente en los países pobres? ¿Qué va a pasar en aquellos países que, supuestamente, estaban transitando del socialismo al capitalismo y se quedaron en una zona intermedia, o sea ni lo uno ni lo otro?

Ya tenemos signos claros de lo que va a ocurrir, n términos económicos, pero también en los planos social y político. En este cuadro, con el señor Camdessus dándole instrucciones a personas que se presentan como dirigentes sindicales, con el FMI dando directivas en cada uno de los países sometidos a una crisis brutal, se incentivó algo que ya parecía desaparecido para siempre de la realidad mundial. Hasta la palabra había desaparecido. Por lo menos en la prensa comercial -pero incluso en buena parte de la prensa de izquierda- la palabra imperialismo, estaba totalmente fuera de moda. Pero ahora las masas del sudeste asiático -incluidas las masas japonesas- están entendiendo, porque lo están viendo con absoluta nitidez, que los sufrimientos extraordinarios a los que se las está sometiendo para poder impedir el estallido total de la crisis, son fruto de imposiciones del FMI. Y todo el mundo identifica al FMI con Estados Unidos.

Y se ha extendido en toda aquella región un sentimiento antiyanki superior aun al que existía durante el período de la guerra de Vietnam. Todavía no llegó esa ola totalmente a América latina. Pero va a llegar. Y se van a tener que tragar sus palabras, como se han tenido que tragar ya tantas otras, los pseudoteóricos del fin de las naciones, el fin del imperialismo, y por lo tanto, el fin del antimperialismo. El inevitable fin de las naciones tal como hoy las conocemos, la superación de las fronteras, que está implícita en el extraordinario desarrollo de las fuerzas productivas y los medios de producción, sólo será posible cuando el capitalismo deje paso a la organización socialista de la economía y la sociedad. Mientras tanto, va a renacer con una fuerza extraordinaria el sentimiento antimperialista.

Porque esto no solamente es una realidad ya palpable, extraordinariamente cruda en el sudeste asiático. También ocurre lo mismo en el mundo árabe.

Durante décadas, en el mudo árabe -ubicado en un tercer sector político internacional que oscilaba entre el llamado mundo comunista y el capitalismo altamente desarrollado- habían dominado fuerzas de carácter tercerista, denominadas nasseristas, en alusión al presidente Nasser de Egipto; equivalentes al peronismo en Argentina.

Luego del fin, del agotamiento de esta experiencia nacional burguesa, populista, un fin más abrupto que en el caso latinoamericano porque tenían una dependencia mucho mayor de la ex Unión Soviética, se planteó una situación de posibilidad de descontrol de toda aquella región. Porque naturalmente todos los gobiernos de esos países son extraordinariamente débiles en términos políticos. Y coincide esta coyuntura con una caída muy pronunciada del precio el petróleo (tratamos de explicar este cuadro en el primer número de Crítica). Pero ahí estuvo entonces el papel de la guerra de Estados Unidos contra Irak en 1991, que en aquel momento como ustedes bien saben abroqueló abruptamente a todas las potencias del mundo, a todos los aliados mayores del imperialismo -y a algunos cadetes- para atacar a Irak.

Y sobre la base de esa guerra fulminante que produjo decenas de miles, centenares de miles de muertos en pocos días, en una guerra estrictamente aérea y que inició un bloqueo que sometió al hambre al pueblo (bloqueo que ha provocado desde entonces la muerte de alrededor de un millón de personas), tuvo un efecto letal sobre las masas árabes. Esa guerra a la que definimos en su momento no como la última del siglo XX, sino como la primera del siglo XXI, además fue combinada con un proceso de paz obligado entre las masas palestinas y el Estado israelí, para sacar de aquella región explosiva cualquier elemento detonante.

Ahora bien: seis años después no solamente todo aquello se ha empeorado a un ritmo todavía muy superior al que hemos visto en América latina, sino que además, cuando Estados Unidos quiere volver a repetir aquella lección dada al mundo en 1991, decir: "Aquí no se mueve nadie, porque cuando se mueve voy yo, mato y venzo", es decir, someter por el terror al planeta, como lo hizo entonces, cuando quiere volver a repetir esta experiencia, ocurre lo que ustedes han visto en los últimos veinte días.

Primero, no fue posible formar una coalición; segundo, no fue posible someter a la ONU (pese a que es habitualmente un dócil instrumento de Estados Unidos), para imponer la "legalidad" de un ataque militar contra Irak. Y no fue posible en definitiva realizar el ataque.

Pocas horas antes del momento en que los planes ya milimétricamente trazados por el Pentágono se pusieran en funcionamiento (cinco días de intensísimo bombardeo aéreo, que planeaba como alternativa -ante la eventualidad de que en Irak utilizaran armas químicas- arrojar una bomba atómica), en esta circunstancia se detiene el operativo de guerra porque Francia, una potencia realmente menor -pero respaldada por Rusia, otra potencia menor ahora en cualquier sentido pero con una capacidad atómica todavía quien sabe sino idéntica a la estadounidense- se opuso de manera intransigente al ataque contra Irak.

A último momento un presidente conservador, ultraconservador, Jacques Chirac, avisó a Estados Unidos que si decidía el ataque ellos lo vetaban en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Y Estados Unidos se vio ante la opción de aceptar el veto, lo cual significaba admitir frente al mundo que no es más el jefe inapelable del imperialismo, o no aceptarlo, lo cual significaba romper las Naciones Unidas.

Obviamente Estados Unidos no podía hacer ni lo uno ni lo otro. Y entonces salió de viaje este señor Kofi Annan, para negociar algo que ya obviamente estaba resuelto. Cuando el secretario de la ONU volvió a New York se confirmó que o se atacaba... al menos por ahora.

No está resuelto el problema. No está de ninguna manera resuelto el problema. Pero no pudieron formar la coalición, no pudieron dar legitimidad a un nuevo crimen y no pudieron atacar. Y, lo que es muy importante, no pudieron conseguir el apoyo de la opinión pública interna.

Ahora fíjense ustedes, en esta descripción, qué es lo que ha estado ocurriendo, qué hay debajo: una profunda, una extraordinaria fractura del imperialismo, de las diferentes partes del imperialismo. El imperialismo japonés enfrentado brutalmente con Estados Unidos en una disputa por el control de la banca japonesa (Estados Unidos está literalmente robándole el negocio bancario a Japón en su propio territorio). Y Japón le está robando los mercados a los capitalistas estadounidenses, no sólo en terceros países, sino incluso en el interior de Estados Unidos. Porque devalúa su moneda e invade el mundo con sus mercancías. Y Estados Unidos no tiene cómo parar eso. El otro signo inequívoco es Francia enfrentada de esa manera, con el respaldo de Rusia, con Estados Unidos.

Rusia no es capitalista -digámoslo así, próximamente esto será motivo de una nueva conferencia- pero el gobierno sí es capitalista. Boris Yelstin y su equipo sí son capitalistas y ellos, a pesar de ser fanáticos capitalistas, fueron los que pusieron el límite, frenaron y definieron, frustraron y humillaron a Estados Unidos.

Sí: Estados Unidos ha sufrido una humillante derrota. Y hay que tener dimensión de lo que esto significa, compañeros. Estamos a siete años del proclamado nuevo orden mundial. Y estamos diciendo -y no exageramos un milímetro- que Estados Unidos ha sufrido una humillante derrota política internacional. Esto es para celebrarlo.

Desde luego que no podemos adoptar una actitud triunfalista. Porque la derrota no se la impusieron las masas obreras. La derrota no se la impusieron las masas campesinas; la derrota no se la impusieron partidos políticos con un programa anticapitalista. Se la impusieron otras fuerzas imperialistas. Con el mismo programa económico, sólo que en beneficio de un sector diferente del capital. Pero esta diferencia, esta lucha por el reparto de la plusvalía mundial, es la que le hace decir a Yeltsin -o a quien le escribió el discurso- "un ataque a Irak significa una guerra mundial".

Tal vez algunos de ustedes piense: yo vine a escuchar una charla sobre la visita del Papa a Cuba...¿qué tendrá que ver todo esto con aquel viaje?

Bueno, gracias por la paciencia y en todo caso por la confianza, porque llegamos al punto: es por esto que viaja el papa a Cuba. Y es por esto que Fidel lo recibe. Es por esta extraordinaria fractura en el imperialismo.

Cuando el papa asumió (recuérdese: primero fue necesario eliminar al papa anterior), cuando el Opus Dei y la CIA (el Opus Dei es una estructura de la CIA en el interior de la organización vaticana) pusieron un papa polaco en el trono de Pedro, había una conjunción de intereses entre Europa y Estados Unidos, para derrocar al bloque soviético y para lanzar en todo el planeta lo que nosotros denominamos contraofensiva global estratégica.

El papa era un hombre de la CIA. Perdón si alguien se siente afectado por esto. Yo diferencio muy bien lo que es el sentimiento religioso y la estructura que manipula a las personas religiosas. La operación Juan Pablo II es una operación para Polonia y para América latina. Y en los dos casos el Vaticano estaba aliado, subordinado, a la política estadounidense. Para Polonia y para América latina. Porque en ambos casos convergían los intereses (todo esto ya es público, no necesitamos presentar más pruebas porque el segundo principal protagonista las hizo públicas nada menos que en una entrevista al semanario estadounidense Time. Bastante tiempo después de que nosotros publicáramos el librito CIA-Vaticano, Asociación Ilícita, el ex nuncio papal en Argentina durante el comienzo de la dictadura y en Washington después, Pio Laghi, confesó en una larga entrevista a la cual Time consideró apropiado publicar como nota de tapa, que como representante de Juan Pablo II se reunía semanalmente en un "desayuno de trabajo" con el entonces jefe de la CIA, William Casey, para "evaluar la situación de Polonia y otros temas".

El principal de esos "otros temas" era la teología de la liberación y para esto el papa Juan Pablo II y sus obispos apelaron a la guerra sucia, a la tortura, al asesinato, al secuestro, para derrotar ya no a los marxistas, sino a los católicos consecuentes con las ideas originales del catolicismo, que se habían constituido en una fuerza poderosísima que impedía el control del centro Vaticano sobre ella. Ahí convergían los intereses de Washington y el Vaticano.

Pero en diez años, si ustedes quieren, o en 20 años si ponemos el punto de partida en el inicio del papa polaco en sus funciones, ha sido tan profunda la labor de destrucción de la crisis capitalista en cuanto al bloque capitalista mundial, que estos dos grandes centros importantes, Europa y Estados Unidos (el tercero es Japón) están en guerra.

Están en guerra comercial, están en guerra diplomática, están en guerra por los mercados y de la manera más despiadada.

Y en esta fractura el Vaticano es parte beligerante. El Vaticano no es una fuerza espiritual. Aparte su interés estrictamente económico, su papel como poderoso poseedor de bienes de producción en todo el mundo, el poder que emana del control ideológico sobre millones de seres lo transforma en fuerza material. Como tal, es parte beligerante. Y hoy no está alineado con Estados Unidos.

Ustedes imagínense; fue victoriosa la campaña contra la teología de la liberación. Pero ocurrieron dos cosas. En primer lugar, la izquierda de la iglesia se replegó y dejó de darle vitalidad a la iglesia, le quitó la sangre de las venas. Y en segundo lugar Estados Unidos, como habitualmente se hace entre los aliados de este género, no solamente lo utilizó sino que además le hizo la guerra.

Además de utilizar la unidad CIA-Vaticano para exterminar personas, Washington sembró en todo el continente cantidad de sectas de carácter pseudo-religioso, financiadas y manipuladas por la CIA, que naturalmente le quitan espacio a la iglesia católica; la cual además no tiene autoridad moral para ir a hablarle a los desposeídos, a los miserables, porque ha exterminado a sus mejores hombres. Precisamente a aquellos sacerdotes y laicos comprometidos con las necesidades de los desposeídos. Y entonces por esta doble razón el Vaticano tiene un problema muy serio en América latina: por la mengua de su propia feligresía y por la ofensiva de estas pseudoiglesias, estos pastores electrónicos, todos teledirigidos desde Estados Unidos, que le quitan un espacio vital. Y no se olviden ustedes que para la iglesia católica romana, América latina es el sitio de mayor concentración de fieles, el más importante de todo el mundo.

Entonces hay un interés objetivo, imprescindible para la mirada estratégica del Vaticano.

Porque, cuando las masas latinoamericanas empiezan nuevamente a sentir este mismo renacimiento de la idea antimperialista que hemos visto en el sudeste asiático y en el mundo árabe, a diferencia de lo que ocurre en el mundo árabe y en el sudeste asiático, las masas latinoamericanas tienen adonde mirar: pueden mirar a Cuba. Razón que explica, por otro lado, la increíble beligerancia constante de Estados Unidos contra Cuba, aparentemente inexplicable: ¿por qué atacar a un país tan pequeño que no puede en ningún caso poner en peligro la seguridad de Estados Unidos?

En ningún caso excepto en uno: que se subleven las masas latinoamericanas. Porque si las masas árabes se sublevan y lo tienen a Saddam Hussein como líder, el gobierno de Estados Unidos puede vivir tranquilo (por eso sigue siendo presidente Saddam Hussein en Irak). Pero si las masas latinoamericanas se sublevan y siguen la bandera roja no de un partido, sino de un pueblo entero, con una conducción política de una firmeza, de una seguridad, de una consistencia extraordinarias, entonces ahí Estados Unidos tiene problemas.

Pero esto significa un desafío también para la iglesia. Cuba ha sido un país perdido completamente para el Vaticano. Entonces el Vaticano también tiene que pensar en la posibilidad de recomponer sus fuerzas en ese país, que además va a ser faro de América latina en cualquier hipótesis. Y entonces he aquí el cúmulo de razones que empujan a Juan Pablo II, mejor dicho, a la diplomacia vaticana -para no personalizar, porque es un error muy grande personalizar- a preparar un viaje a Cuba.

Hace un año y medio nosotros explicamos por qué el papa lo recibió a Fidel (ustedes recuerdan, en el número 15 de nuestra revista hicimos un largo artículo al respecto). No voy a repetir lo que decíamos allí. En síntesis, es lo mismo que ahora reitero, sólo que no teníamos en nuestro apoyo los hechos visibles, conocidos hoy por todo el mundo.

Ahora, uno puede preguntarse: bueno, estas son las razones por las cuales la diplomacia vaticana quiere ir a Cuba y quiere establecer relaciones con Fidel. ¿Pero porqué Fidel quiere tener relaciones con el Vaticano? Ese es el meollo de la cuestión, me voy a referir a él.

En esto está en juego -y de allí la importancia fundamental de este debate, compañeras y compañeros- está en juego cómo los marxistas, cómo los socialistas, cómo los comunistas nos relacionamos con las personas como individuos; con los sentimientos de las personas; y con las creencias de las personas.

El sentimiento religioso acompaña al hombre desde el momento mismo en que apareció sobre la faz de la tierra. Los marxistas tenemos una explicación a la que denominamos científica de ese sentimiento; y rechazamos la enajenación de la religión, rechazamos que un hombre para poder vivir, para poder sobrevivir y para poder entender, tenga que tener algo por sobre de sí; tenga que sentirse sometido, dominado y esclavizado en última instancia, dependiente. Lo rechazamos, pero lo entendemos. Y lo entendemos bien.

El terror ante el trueno de nuestro ancestro de hace cuatro millones de años se reitera en los miedos desconocidos que tenemos hoy: el misterio insondable del nacimiento, o de la muerte, generan preguntas que no todos los hombres pueden responder, casi nadie puede responder y la humanidad como tal no puede responder todavía de manera acabada a pesar de la enorme distancia que ha recorrido la ciencia, ganando terreno para explicar el origen y el ser del hombre. Entonces la idea de extirpar los sentimientos religiosos por una decisión política es ajena al marxismo, absolutamente ajena al marxismo.

Lo que ocurre es que como a nosotros se nos ha identificado marxismo con stalinismo, marxismo con Unión Soviética, creemos que eso es el marxismo. Pero no es así. Y si el papa pide ir a Cuba, a un país socialista, a un país, para ser más preciso, no capitalista y con un gobierno obrero, campesino y comunista, ese gobierno tiene que darle autorización, debe darle autorización. Porque en su país hay por lo menos un porcentaje de personas de esa religión, pero además hay un porcentaje mayor con sentimientos religiosos y esos sentimientos deben ser respetados. No se puede derrotar la ignorancia y la servidumbre de la religión desconociéndola. Tal política no es marxista, no es comunista.

Y lo que ha recibido el mundo con esta decisión del gobierno cubano y en particular del presidente Fidel Castro, es una extraordinaria lección de teoría marxista pero con hechos prácticos (¡¡Felices de ellos que pueden hacer mucho más que escribir revistas!!). Una extraordinaria lección de teoría marxista pero con hechos prácticos.

He extractado algunos párrafos de una intervención de Fidel que cinco días antes de la visita del papa habló seis horas por televisión y cinco días después habló cuatro horas por televisión, es decir, para toda la población. Pero en la segunda intervención repitió algo fundamental que había dicho en la primera, que era donde tenía que explicarle a todo el pueblo la línea de acción que proponía en relación con la visita de Wojtyla. Y decía allí que "el problema más grande que tenemos es cómo le explicamos a ustedes por qué lo hacemos". Porque muchas personas creyeron (ni qué hablar de ciertos sectores de la izquierda en el mundo y particularmente en Argentina), que esto era un acto de debilidad o de rendición de la revolución.

Y entonces Fidel en esta segunda intervención dice: "les voy a leer lo que dije, pedí que me extractaran y leí y subrayé para leerles algunas partes".

Miren esto: "No estaremos rindiendo un homenaje solo a los creyentes católicos de Cuba, estaremos dando una muestra de respeto a los creyentes de todas las religiones del mundo, estaremos dando una demostración de respeto a los judíos, a los musulmanes, a los hindúes, a las iglesias evangélicas, que son numerosas y que tienen adeptos en todo el mundo, a los budistas, a los animistas, a los que practican cultos sincréticos en muchas partes, muy especialmente en Cuba".

Y después dice: "Pensemos en todos los que en el mundo creen y demostrémosle cómo una revolución socialista, comunista, es capaz de respetar a todos los creyentes y a todos los no creyentes".

En ningún momento deja de decir quién es: "Una revolución socialista, comunista". En ningún momento se disfraza de nada y no deja de decir que es ateo, no deja de decir que es comunista. Y dice: nosotros, siendo esto, le vamos a demostrar al mundo que respetamos a las personas que creen.

Pero no solamente a los que creen. Dice Fidel: "Habrá misas. Hemos puesto las plazas a disposición de los enviados del papa. Les dijimos, escojan las que desean, en las que quieran reunirse". Hace una pausa Fidel y dice: "Escogieron la de Santiago, la de Camagüey, la Plaza de la Revolución, donde hemos celebrado tantos actos".

¡La Plaza de la Revolución! Era un desafío extraordinario. Un desafío político, pero era también un desafío ideológico: el papa ocupando el lugar de Fidel. Y Fidel sentado ahí, en la platea.

Y después dice Fidel: «¿Y qué debemos hacer? (explica que va a haber misas) debemos participar en las misas. Para algunos comprendo que será lo más difícil, para ellos será necesario mucha comprensión. Pero (fíjense en esto), por cuestión de disciplina nadie debe ir a una misa, nadie debe violentarse a sí mismo».

Esto es el marxismo compañeros. No esa caricatura horrenda que tiene el mundo a partir de la desgracia stalinista. Esto es el marxismo.

En una columna publicada en el periódico El Espejo, decíamos antes de la llegada del papa a Cuba:

"habrá, con certeza, dos respuestas al hecho espectacular de que el papa no sólo sea recibido en Cuba, sino que el Partido Comunista de ese país convoque a las masas a asistir a los actos programados por la iglesia católica para recibir a su jefe.

"Una, se apoyará en el hecho cierto de que el viaje del papa significa un golpe durísimo contra el bloqueo estadounidense; explicará que entre cristianismo y marxismo no hay contradicción; que Juan Pablo II es un factor de unidad en la lucha por el cambio social y que, por ello, es absolutamente correcto y positivo el accionar de la dirección política de Cuba. La otra confirmará, con pruebas en la mano, que para salvar la Revolución Cubana es preciso derrocar a Fidel, un consumado contrarrevolucionario pequeño burgués.

"Ambas son extrapolaciones abstractas, ajenas a los hechos, ajenas a un pensamiento materialista y dialéctico y por ello ajenas a las enseñanzas claves de la historia contemporánea de la lucha de clases.

"El viaje de Wojtyla a Cuba es un eslabón en la estrategia contrarrevolucionaria del Vaticano. La primera etapa de esa labor fue el desmantelamiento de la teología de la liberación en los años 80.(...)

"Fuera de toda duda, Wojtyla es un hombre excepcional. Fuera de toda duda, el stalinismo al gobierno en Polonia alentó la supervivencia y el crecimiento de la alienación religiosa. Esa combinación produjo un consumado y experto anticomunista, que no escatimó recursos para llegar al trono de Pedro y, desde allí, defender los intereses de su institución sin límites de ninguna especie. Y los intereses de una institución basada en la enajenación, en la subordinación, en la idea de un ser superior y, ante todo, en la propiedad privada de los medios de producción, son contrarios no ya a la revolución socialista, sino a la condición misma de ser humano.

"Por ello, interpretar el viaje del jefe vaticano a Cuba como un hecho antimperialista es propio de quienes, años atrás, encontraban argumentos para explicar la invasión soviética a Checoslovaquia o, incluso, las conductas del ex general Videla en Argentina.

"¿Significa esto que el llamado del PCC y el gobierno cubano a concurrir a las plazas y recibir respetuosamente a Wojtyla ubica a Fidel en la vereda de la contrarrevolución?

"Nuestra respuesta es un No categórico.

"En nuestra opinión la política adoptada por la dirección revolucionaria cubana y por Fidel en particular responde a un concepto clave que los políticos y teóricos autodenominados marxistas desconocen o desestiman: la unidad social.

"La unidad social (como contradicción con la unidad ideológica o política) es un factor definitivo en la lucha de clases a escala internacional en la época de la agonía imperialista. Los comunistas cubanos no la denominan así, pero la practican y defienden de manera sistemática y en el más alto nivel de excelencia política.

"(...)A la dirección revolucionaria de Cuba se le presentaba un dilema claro: el papa (es decir, la enajenación religiosa, en este caso el catolicismo), convoca a un número de personas directamente proporcional al agravamiento de los problemas sociales. Dada la imposibilidad (debido a las relaciones de fuerza a escala internacional) de impedir la llegada de Wojtyla a Cuba, ¿podía la dirección revolucionaria permitir que una misa del jefe Vaticano se reunieran 100 o 200 mil personas para participar, contra la voluntad del gobierno y sin otro recurso para impedirlo que la represión abierta o solapada?

"Y si no era posible impedir esa fractura social mediante una apelación ideológico-política ¿cuál era el camino a adoptar por una dirección revolucionaria marxista?

"Planteada la pregunta, surge por su propia lógica la respuesta: convocar desde las propias posiciones, a una unidad social que no se da exclusivamente sobre las posiciones ideológicas y políticas del marxismo revolucionario, pero que tiene como punto de apoyo la lucha antimperialista a la cual, objetiva e indudablemente contribuye el viaje de Wojtyla a Cuba, aun cuando esto sea en función de la defensa de los intereses del imperialismo europeo".

Aquel artículo terminaba diciendo:

"Dicho de otra manera: cuando se está en inferioridad de condiciones, las batallas se libran según las iniciativas del enemigo. Y cuando se es consecuente con las posiciones de la revolución social, el límite de las concesiones en el campo de batalla está dado por la fortaleza y claridad de los principios de cada combatiente.

"En la próxima edición podremos hablar sobre esto con apoyo de hechos comprobables. Mientras tanto, confiamos sin vacilación en las intenciones y la capacidad de la dirección revolucionaria de Cuba, encabezada por el compañero Fidel Castro".

Transcurrida la visita papal, retomamos el tema en El Espejo. Tras la exposición de lo ocurrido, afirmábamos allí que "el saldo del viaje de Wojtyla a Cuba (constituye una) frustración para el equipo político del papa, derrota para el imperialismo estadounidense; victoria táctica para la dirección revolucionaria cubana".

Y concluíamos: "Con el clásico oportunismo papal, Wojtyla habló a los cubanos en el único idioma que la inmensa mayoría de ellos está dispuesta a escuchar: antimperialismo y condena al capitalismo salvaje. En Washington y Miami chirriaron los dientes. A cambio tuvo espacio para pedir libertad, pluralismo, enseñanza privada y, fuera de escena, exigir la apertura de medios de comunicación y educación bajo control de su aparato. Habrá montañas de dinero para esto... si el gobierno cubano lo permite.

"¿Lo hará? Esta es una batalla que recién comienza. Y su resultado, inscripto en el resultado de la batalla que están librando en soledad la dirección revolucionaria y el pueblo cubanos, depende a su vez del curso del combate mayor que los explotados y oprimidos del mundo están a punto de emprender contra los imperialismos del dinero y el espíritu.

"Mientras tanto, podemos cerrar esta nota con la misma frase con la cual concluimos el artículo de la edición anterior, en la víspera de la llegada del papa a la isla: confiamos sin vacilaciones en las intenciones y la capacidad de la dirección revolucionaria de Cuba, encabezada por el compañero Fidel Castro"(*).

La otra parte de la historia ustedes la conocen. Cuando llega el papa no se le rinde pleitesía. Se lo trata con aprecio, con afecto, porque nuestras peleas no son con las personas, son con los sistemas y con las ideas. Y cuando no tenemos otra escapatoria, vamos al combate. Y nos preparamos para ganar ese combate (¿y quién de los marxistas contemporáneos a hecho esto mejor que Fidel? ¿y qué fue sino un formidable combate ideológico y político el discurso de bienvenida y el hecho de convocar a las masas a la misa en la Plaza de la Revolución?). Pero no detestamos al individuo que tenemos delante. Tanto menos si es viejo, no puede moverse.

Y yo creo que era además una imagen plástica imposible de vencer por ningún discurso la de ese hombre vencido no solamente por los años -porque no es tan viejo, digámoslo- y ese hombre igualmente anciano, pero además abrumado, acosado desde todos los ángulos, y sin embargo con una prestancia y una firmeza que no son de un individuo compañeros, aunque lo sean, no son de un individuo: había ahí un pueblo consciente, organizado, capaz de ser respetuoso con todos y obligando, con su sola presencia al visitante, corporizado en la imagen de Fidel Castro, que de allí extrae su fuerza.

Si se toma esto como punto de partida, el resultado de ese hecho sin precedentes era previsible. Porque... si le llenan la plaza ¿el papa se va a poner a hablar a favor del capitalismo? Por más respeto que hubiera, con eso se enajenaba a todo el pueblo cubano. Y entonces Karol Wojtyla, un hombre entrenado durante décadas en la lucha anticomunista, tutor de la mayor operación contrarrevolucionaria global de la iglesia romana, tuvo que hacer un discurso anticapitalista y desde luego un discurso antimperialista.

¿Quién ganó acá? Hemos ganado nosotros compañeros; los trabajadores, los revolucionarios, los marxistas de todo el mundo. Pero hemos ganado nosotros porque Fidel no miente y no confunde. No transforma a los obispos e modelos de la revolución y al cristianismo en marxismo. No. Por el contrario, con lenguaje cuidado pero contundente, sigue diciendo que una cosa es el marxismo y otra el Vaticano.

Y sigue diciendo, como dice la teoría marxista que no hay ninguna razón para que un católico, un musulmán, un judío o un animista, no estén al lado de un comunista para luchar contra el imperialismo y el capitalismo. No hay ninguna razón, no hay por qué pedirle a nadie que desista de su creencia para tener un programa de lucha antimperialista y anticapitalista.

Y no hay ninguna razón para que, con el fin de conquistar la confianza de una persona que tenga creencias religiosas, nosotros dejemos de decir qué opinamos de la religión, qué opinamos de la enajenación religiosa. No hay ninguna razón para eso. Esta lección histórica va a durar años y va a formar las nuevas generaciones, en nuestro continente y en el mundo. Cuba ha dado una vez más una lección revolucionaria anticapitalista al mundo entero.

 

1