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O de las servidumbres del papel. (Posdata de septiembre de 2001.)

 

Era un domingo soleado de primavera en Madrid. El cursor parpadeaba en la pantalla del ordenador, como siempre, amenazante. La pantalla estaba en blanco, salvo el título, este sobre el que se han posado tus ojos de lector o lectora curiosos antes de decidirse a entrar en nuestra carta.

Como se sabe, muchas veces un título resulta inspirador. Aunque en este caso más bien éramos nosotros mismos, como escribas, los que nos sentíamos fritos. ¿De qué íbamos a escribir?

La impotencia era directamente proporcional al número de parpadeos del cursor. Al borde de la desesperación, llegó digamos que Elvirita portando un ejemplar gordo e inútil del periódico del domingo, ese amasijo de papel robado a los pocos bosques que quedan, con ninguna otra finalidad que la de ser cada vez más gordo y más inútil, para cazar... ¿lectores?

Bueno, como uno no es un consumidor de estas gorduras de nada, dejamos caer sobre la cosa nuestra mirada escéptica de rigor. Pero fue entonces, justo es reconocerlo, cuando el obeso estúpido acudió en misión salvadora. El cursor dejó así de lanzar guiños burlones y se convirtió en una incitación.

¿La causa? Entre tanto suplemento de fondo blanco o salmón, entre tanta propaganda del Ministerio de Propaganda o de la Verdad (Goebbels u Orwell), entre tanta publicidad insertada en páginas corrientes o encartada en costosas hojas de papel cuché, encontramos precisamente el siguiente encarte, pagado por el Club del Libro/National Geographic Society:

"Descubra los últimos parajes vírgenes del planeta. Conozca los misterios de las civilizaciones perdidas. Admire la fuerza y la belleza de la vida salvaje."

Es decir, suscríbase a una "colección única" que "le permitirá acompañar a los más famosos exploradores, arqueólogos y naturalistas y compartir sus experiencias y descubrimientos".

Que no era otra cosa que aquello que nosotros queríamos decir aquí, en esta página. O sea, suscríbase a PIMIENTA NEGRA, acompañe a sus exploradores, arqueólogos y naturalistas del pensamiento y la información ocultos, fosilizados y naturalizados, quienes le descubrirán cómo el sistema acaba con los parajes vírgenes del planeta (¡dése prisa, son los últimos!), le explicarán el misterio de la desaparición próxima de nuestra civilización, y junto a los cuales admirará la fuerza y la belleza de la vida salvaje entre los seres humanos (no hay que ir más lejos).

Para eso, recorte nuestro cupón de página tal y envíenoslo ya. ¡Sí, deseo conocer nuestro mundo y todo lo que hay en él! Pn se lo pone al alcance de la mano por el módico precio de 1.000 pesetas (5 números) o el menos módico de 2.000 (10 números).

Y no nos diga que no es preferible conocer como lector este mundo que como consumidor el otro. El reino de este mundo sí que es bello y salvaje (de una belleza un tanto lúgubre, pero de un salvajismo como seguramente no se encuentra en nuestro hermano animal).

Ahora bien, ¿qué tiene que ver esto con la freiduría? Muy simple. Cuando empezamos con este asunto, los animosos de siempre profetizaron que nos freiríamos en nuestra propia salsa (con abundante pimienta negra). Nosotros tomamos nota y asumimos el desafío.

Pues sí, se trataba de pasar en el menor tiempo posible de lo crudo a lo cocido, de la sartén fría a la sartén caliente. Y para eso confiamos desde el principio en los lectores, no consumidores, pero sí en este caso con algo de cocineros.

¿Qué se cocina, qué se calienta, qué se fríe? La pimienta.

Los lectores respondieron -y lo siguen haciendo-, fotocopiándonos. Ahora abrimos otra vía: ¡suscríbase! Para acabar de freírnos. Para seguir admirando la brutalidad y el espanto de nuestra vida salvaje.

Eso: échele pimienta a la vida. Y aceite.

Como la National Geographic Society, le prometemos una colección única.

 

PIMIENTA NEGRA

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Pimientas negras fritas

 

junio 1996

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