Hasta nuestra Redacción han llegado estas líneas esclarecedoras, que publicamos sin más.
Señores:
No encuentro las palabras adecuadas para describir el inmenso malestar que me ha producido la lectura de esta publicación, uno de cuyos ejemplares encontré al azar revolviendo en la mesilla de la sala de espera del dentista. Se imaginarán ustedes primero mi sorpresa y después mi indignación cuando, entre el Diez Minutos, el Hola, el Semana, el Lecturas, en fin, ese tipo de revistas con que uno espera distraerse en tan duro trance, apareció este producto -no voy a darles el gusto de nombrarlo- que tanto desentona en un conjunto semejante y en un marco así.
Al bromista (¿no habrá sido por casualidad alguno de ustedes mismos?) le digo desde ya que su broma duró tanto como mi muela de juicio en inflamarse, empujándome de este modo a la consulta odontológica, cosa que no hago muy a menudo, gracias a Dios. El ejemplar en cuestión duerme ahora el sueño de los justos en alguna papelera ignota de la vía pública. No se merecen ustedes otro destino menos inútil desde el momento en que unas hojas de por sí inútiles pretenden hacer acto de presencia -infiltrarse, sería el término indicado- en el mundo útil de los ciudadanos útiles, al cual en estas circunstancias tengo el honor de representar.
Circulen ustedes por su carril, que para eso les han construido una magnífica autopista, la de la Libertad de Expresión, pero no obstruyan los carriles de los demás, que evidentemente van a otra velocidad. En esta época, el tráfico de ustedes es más pesado que nunca. Supongo que ya me han entendido: productos como éste tienen su propia vía, y ahí pueden hacer y deshacer. ¿No es maravilloso? Como a los niños en la guardería, se les deja a su aire. Los niños juegan mientras los mayores trabajan. Ustedes se divierten mientras nosotros pensamos seriamente en el Futuro y lo construimos construyendo cosas tales como esas autopistas donde la gente se expresa con entera libertad o circula con entera libertad (todo es al fin lo mismo: Libertad). Pero no salten la verja, no nos fastidien.
El Futuro no admite niños, que son negadores por naturaleza. El Futuro reclama adultos, seres afirmativos. Hagan el favor, vayan al dentista como todo el mundo o dejen que se les pudran los dientes. La Salud es cosa seria como para que nos atormenten. El dolor reclama diez minutos o una semana de distracción, o sea, lecturas sanas. La Negación, si va al odontólogo, que sea muda.
No abran la boca fuera de contexto. Mejor dicho, ábranla para el objeto específico que les llevó hasta ahí. Después húndanse en la sombra de la que salieron. Si cojo al bromista...
Sin duda, el primero que lea esta carta -que ya estoy ardiendo de ganas de echar al buzón- se dirá: "¡Ya está bien con este facha!" Pues nada de eso: no les voy a dar ese gusto, no señor. Así que antes de tirarme usted también a la papelera, Amigo Quiensea, sepa que el que se ha tomado la molestia de redactar estas líneas es un Demócrata como el que más. ¿Se podría pensar otra cosa de alguien que defiende a ultranza la libre circulación tanto de los productos mentales como de los productos de la industria automovilística, de las autopistas materiales y espirituales, por así decir? Sólo que así como los coches no invaden los espacios verdes (gracias al Cielo, nuestros ayuntamientos son todo lo ecologistas que se puede ser hoy día, en medio del Progreso generalizado), publicaciones negativas como ésta tampoco deberían invadir ámbitos donde lo Positivo ha alcanzado el más alto grado de positividad (lo cual suele ser el caso, ciertamente, de las clínicas dentales, entre otros).
Libertad, sí, pero dentro de un Orden. Y la Libertad, afortunadamente, la establece el Mercado, que es la Razón. Ustedes circulen por donde los sitúa el Mercado, o sea, por el carril desierto. A nosotros nos dejan los otros, ¿eh? Los de los felices atascos matéricos e inmatéricos en los que convergemos y nos reconocemos los integrantes de la sólida mayoría. Esa especie de M-30 democrática universal.
Bueno, espero no encontrármelos de nuevo en lo del dentista. ¡Y que os estrelléis pronto! Ningún saludo de...
(carta de un lector agraviado)
marzo-mayo 1998