Pimienta negra, 12 de noviembre de 2002

 

Política en el capitalismo
corporativo mundial

 

José Paulo Bandeira da Silveira

La sociedad de la comunicación es un simulacro electrónico de la sociedad de clases. Las clases sociales actuales son las copias electrónicas de las clases sociales modernas en el terreno de la cultura política de la comunicación. La dialéctica capital versus trabajo escapó de la esfera de la necesidad. La lucha de clases se apoyaba en la geopolítica de la necesidad y de la libertad. Con la introducción de la esfera del goce en la geopolítica de la sociedad, todo cambió de lugar, de posición significante y de significado. Si el goce de la riqueza ya no es un monopolio de los «de arriba», el goce social puede ser distribuido entre todas las clases sociales. Este goce hace de la dialéctica de las clases un principio de comedia social posmoderna. La dialéctica capital-trabajo –el antagonismo trágico de la sociedad moderna– se desliza hacia el reino de la comedia. La comedia social es la tumba de la lucha de clases y de la conciencia de clase del proletariado. Si la riqueza es, predominantemente, inmaterial, imaginaria, inexistente, el goce de la riqueza puede ser, también, inmaterial, imaginario, inexistente. En la comedia posmoderna, la clase social ya no goza con la propiedad, la posesión y el uso de la riqueza. No goza con la materialidad de la riqueza, toda vez que el goce es inmaterial, imaginario, inexistente y un simulacro electrónico. En la actualidad, el goce es el motor del terreno de los afectos. Y los afectos son la base «material», orgánica y plástica de la «superestructura» cultural o simbólica. Llegamos a este punto y no hay cómo retornar hacia el «espíritu del capitalismo» o hacia el materialismo histórico. Éstos ya no funcionan como causa del capitalismo. En este grave momento, el goce es la causa del advenimiento de un «nuevo modo de producción económico». Se trata de un modo de producción que ya no es un modo de producción en el sentido estricto de Marx. Tampoco será dominación, en la apropiación weberiana del concepto de modo de producción marxista. ¡En esta era, la clase social sólo existe como código electrónico!

¿Y la política? Alguien ha dicho: la política es un Príncipe virtual. Otro sociólogo ya conceptuó la política como un Príncipe electrónico. La sociedad de clases y la política atraviesan las industrias de la comunicación y se instalan como simulacro electrónico en el terreno de la cultura política de la comunicación. Hay intereses económicos poderosos en el terreno político, pero estos intereses no se traducen en una política de clase social. En rigor, la clase dominante es sólo una copia electrónica de la clase dominante de la sociedad de clases moderna. En el terreno de la comunicación, el capitalismo electrónico no afirma y reafirma la ideología de la clase dominante. Ésta es el discurso ideológico como gran narrativa. La ideología electrónica es el lugar de las narrativas minúsculas. Ahora, la conciencia de clase es una reliquia del pasado moderno.

El Príncipe posmoderno es algo que emerge en la dialéctica del terreno político con el terreno de la comunicación industrial. Es la política como virtualidad electrónica en un terreno dialéctico. Se trata de una realidad política nueva, desconocida. ¿Hay una racionalidad que oriente la acción política? La razón posmoderna conduce a la humanidad hacia el futuro. Pero los seres humanos sólo saben evocar a los espíritus modernos, espíritus del pasado. El fantasma moderno es la copia viva del pasado. Lo moderno ha dejado de ser lo auténtico. Habermas es el arquitecto de una nueva modernidad. Se trata de un discurso que instala la filosofía, como comedia, en el terreno político actual. Trata a la copia como algo auténtico. ¿No es éste uno de los principios de la risa? ¡Ahora la filosofía nos hace reír! La nueva dialéctica articula al Príncipe posmoderno. En esta nueva historia política, la «clase política» no es dueña de su destino.

Hay dos dimensiones de la política mundial. En la dimensión auténtica, Bush y la Corte Suprema dieron un golpe de Estado, un golpe blanco, en la democracia norteamericana. En la dimensión del simulacro, Bush fue elegido, democráticamente, presidente de los EE.UU. Para las industrias de la comunicación, Bush es el presidente de una república democrática. ¿No es esto el principio de una farsa electrónica? Estamos ante un nuevo género electrónico en el terreno de la narrativa política posmodernista. ¿Retornarán los EE.UU. al sistema democrático? ¿No tienen las guerras de Bush la intención de mantener a los EE.UU. dentro de una especie de régimen oligárquico posmodernista? Tal régimen es un producto auténtico de la era política posmodernista. En esta era, la política tiene esencia y apariencia. La primera regula la acción estatal. La segunda gobierna a la población por la lógica del simulacro electrónico. La sustancia oligárquica es una de las superficies del «Príncipe infame», sea como producción de política estatal extrema, sea como creación del material infame a ser usado por el sistema de aparatos ideológicos de las industrias de la comunicación. Éstas «venden» ideología y otros tipos de «mercancías» electrónicas.

El Príncipe Infame cubre lo virtual electrónico y la actividad política infame en el terreno estatal. ¿Es un nuevo modo de organización institucional del poder político? La imagen weberiana del Príncipe –como señor del aparato administrativo moderno– ya no es consistente. La razón burocrática –como modo de ejercicio del poder– es una realidad material improductiva. Este dispositivo de poder hizo inconsistentes las famosas aporías de la vida moderna. Disolvió la diferencia sustantiva entre lo privado y lo público, el capitalismo y el Estado, y tornó increíble la diferencia entre capitalismo y socialismo. Con el reinado de la soberanía electrónica, estas diferencias son utilizadas como algo aún auténtico, como algo serio. Para la política más romántica, estas diferencias son aún serias, auténticas. Sin embargo, la traducción electrónica de ellas no es más que un apoderamiento cómico del pasado moderno. La institucionalización burocrática –de la economía, de la política y de la ideología– es cosa del pasado. Ella dejó para el futuro la posibilidad de utilizar la tradición moderna como simulacro electrónico. Tal cosa significa el principio del arte de gobernar a los hombres, a las mujeres y a los niños. Se trata de un arte de gobernar a las multitudes y a los individuos, en una época sin comunidad o sociedad. ¡Cuando decimos sociedad de la comunicación, decimos que la sociedad dejó de existir en función de la comunicación! Sin resentimientos, el discurso de la comunicación ocupó el lugar de la cultura y de la sociedad. Es el soberano en el terreno del «discurso social». Si la humanidad ha avanzado en esta dirección, ¿no se trataría entonces de comprender el advenimiento de un nuevo destino? ¿No habló Benjamin de la necesaria redención de la historia europea como un paso decisivo para el advenimiento de una nueva era para la humanidad? Probar hasta la última gota de la barbarie europea, ¿no es el camino para la disolución del goce como causa del futuro? ¿Prepara el goce del Príncipe Infame el fin de la humanidad o un nuevo comienzo totalmente desconocido? El modo de producción marxista, ¿no es el principio que apunta hacia el fin del goce económico como causa del futuro? ¡Marx está aún en debate!

La política de las clases sociales creó innumerables formas de Estado en el siglo XX. La colaboración entre la burguesía y el proletariado generó el Estado social europeo. Otras políticas de clases generaron Estados sociales en América. En los EE.UU., una intervención del Estado, en la sociedad civil liberal, generó un Estado populista en la época de la gran depresión. Con la Segunda Guerra, nació un Estado militarista a partir del dispositivo estatal populista. La intervención social estatal fue sustituida por una intervención del aparato estatal en la economía. Y la formación de una burocracia civil-estatal funcionando como una red de intereses capitalista y de poder militar. Se trata del comienzo de la abolición de la distinción privado-público, sociedad civil-sociedad política, economía capitalista-Estado en la América americana. Después de la guerra, la infame Doctrina de la Seguridad Nacional introdujo un nuevo principio para la acción del Estado en la dialéctica de las clases. Está doctrina pasó a considerar las luchas populares como enemigas militares del Estado y de la sociedad capitalista. El pensamiento político del Estado militar americano indujo e inspiró la realización de golpes militares en toda América Latina. Este pensamiento político fue generado por las agencias intelectuales de las redes de poder del Estado militarista. Un Estado formado por corporaciones capitalistas armamentistas y por sectores del aparato militar del Estado americano. El Estado militar es el signo de una historia de las Américas. ¡La cosa empezó mal! Después de ayudar a implantar dictaduras militares en América Latina, los EE.UU. se presentan como los campeones de la democracia en la Tierra. Este es el comienzo de la comedia política norteamericana.

Después de la guerra, la cooperación de clases generó el Estado social europeo con el famoso plan Marshall. Había un excedente de capital excepcional en los EE.UU., y este excedente fue usado para instalar una política imperial en casi todos los continentes. La guerra fría fue la catapulta política para el desarrollo de un Estado militarista como principio elemental de la política americana. Desde cierto ángulo político, la guerra fría fue la comedia política internacional de dos agentes globales: el capitalismo militarista americano y el capitalismo de Estado soviético. Como ya demostraron los marxistas, esta comedia fue funcional para la reproducción ampliada del capitalismo internacional. En la semiperiferia, el capitalismo internacional avanzó a través de la alianza con el capitalismo de Estado subdesarrollado. Este capitalismo de Estado fue un punto económico estratégico en la reproducción ampliada de las grandes corporaciones capitalistas mundiales. En general, la clase política semiperiférica no utilizó el capitalismo de Estado como fuerza productiva para el desarrollo de las naciones semiperiféricas. Éste fue utilizado para instalar la era del capitalismo corporativo mundial.

En el capitalismo corporativo mundial, las corporaciones capitalistas son el agente global de una mutación histórica gigantesca. Ellas instalaron, en el campo internacional, el comercio corporativo más allá de la soberanía nacional. Nos encontramos en presencia de un mundo orbital que dirige la vida territorial de las naciones. Los proyectos económicos internacionales importantes son elaborados e implantados por la lógica del capitalismo corporativo mundial: la «globalización», la Unión Europea, etc. En esta época, el Estado-nación fue «desencantado», secularizado por la lógica de las «grandes hermanas», las corporaciones capitalistas mundiales. Este dispositivo de poder mundial alteró la geografía política europea. Transformó a los partidos de izquierda en el gobierno en personajes de una comedia capitalista internacional. En los EE.UU., transformó a los partidos en personajes de una comedia infame. En ésta, la oligarquía americana aparece como la salvadora de la patria de la democracia moderna. Como en las películas-comedias americanas de cementerios, los Federales regresan, como muertos vivientes, para asombrar a la nación –Bush.

En noviembre, en la campaña electoral para el Congreso americano, la legalización de la marihuana es un asunto importante en la agenda de los partidos. En los EE.UU., la narco-cuestión tuvo una solución liberal. Ella existe como economía ilegal o semilegal, pero la clase dirigente mantiene alejada la posibilidad de una integración burguesa para este sector de la economía internacional. El Estado norteamericano rechaza cualquier conciliación estratégica con la economía ilegal. Sin embargo, esta economía ilegal es utilizada de un modo invisible para financiar, de un modo invisible, sea la economía capitalista corporativa, sea la política de los grandes partidos. En relación con los EE.UU., México dio un paso importante. Allí ya existe una narco-burguesía. Se trata de una integración de la economía ilegal por lo alto. Esta integración –del capitalismo lumpen a la sociedad burguesa mexicana– hace de la sociedad política mexicana un lugar avanzado en la instalación de un aparato de Estado regulado por los flujos de las redes de narcopoder. El Estado mexicano es internacional a dos puntas. En la primera, la soberanía del capitalismo corporativo dicta los comportamientos y las actitudes de los agentes estatales mexicanos. En la segunda, los cárteles del capitalismo lumpen desterritorializan la soberanía del Estado nacional. En el terreno político, algunos partidos van a hacer fluir, abiertamente o no, los intereses del lumpen-capitalismo mexicano.

Estos problemas son internacionales. A comienzos de la década del noventa del siglo XX, Alain Minc se preguntaba:

«¿En qué se transforma el propio concepto de unidad nacional, cuando los Estados-nación asimilan una realidad cada vez más llena de lagunas? (...) ¿Qué legalidad preservar, cuando la ilegalidad se vuelve todopoderosa? (...) ¿Cómo gestionar un sistema financiero internacional infestado de dinero ilegal? ¿Cómo combatir al peor de los enemigos invisibles, la multinacional de las drogas? ¿Cómo reinsertar a los excluidos, incorporar a los marginales, reconquistar las ciudades?»/1

En el siglo XXI, se hacen otras preguntas. ¿Qué hacer ante el inminente colapso del capitalismo corporativo mundial? ¿Cómo sustituir el modelo anacrónico del FMI por otro modelo de economía internacional? Un proyecto nacionalista, ¿no se apropia de la comedia política en la periferia de la crisis final del capitalismo mundial?

Sin tener adónde ir, sin poder moverse, ciertos «gobiernos populares» periféricos ensayan la comedia de la alternativa nacionalista simplemente para mantenerse en el control del aparato del Estado. Ponen en práctica el principio ya clásico: «para el vencedor, el expolio del Estado». Según la receta de Maquiavelo sobre el ejercicio del poder estatal: el objetivo del Príncipe es mantener el poder en sus manos. Se trata de un realismo político que vive la farsa del proyecto nacionalista. En esta época posmodernista, la nación es uno de los agentes de la comedia política mundial. No hay que olvidar la explosión de tribalismo en el Este europeo, después del colapso del comunismo. Este tribalismo empujó a las antiguas sociedades socialistas del Este europeo a una forma de barbarie primitiva. Ahora, estas sociedades van a tener que enfrentar el colapso del capitalismo mundial, ellas, que no lograron una integración razonable al mundo del capitalismo europeo. El nacionalismo periférico, ¿no puede repetir la comedia tribalista de las sociedades europeas? Algunos escritores hablan de una época de tragedia. Están completamente engañados. Vivimos en una época política cómica. ¡La comedia hace reír! ¡Pero el goce político cómico mata!

En la modernidad, Marx elaboró la primera teoría de la comedia política. Se relaciona con la solución política para la coyuntura francesa de 1848. Si la sociedad civil es el escenario de la historia de la sociedad de clases, en esta coyuntura, la historia será moldeada por la dialéctica sociedad civil-Estado. Marx muestra que un número razonable de fuerzas sociales actúan en el campo político. Y éste presenta todos los signos políticos del colapso del orden burgués liberal. En el campo político, las fuerzas sociales son fuerzas productivas. Son los agentes de creación de nuevas formas políticas. Al final de la coyuntura, el choque entre ellas crea un nuevo imperio francés. El objetivo de Marx es demostrar que este imperio es una parodia del imperio napoleónico. Se trata de la repetición política como farsa. Si el primer imperio napoleónico es trágico, el imperio bonapartista de Luis Bonaparte, sobrino de Napoleón, es una comedia política. Marx hizo la más brillante construcción de un personaje histórico en un texto paradigmático de coyuntura política. Ante el lector, Bonaparte es presentado como el payaso de una comedia política, en una sociedad de clases. Pues los actores de esta comedia son individuos, representantes de clases, y clases sociales.

Para Marx, la derrota de la revolución social explica la inscripción de la política francesa en la comedia. Para derrotar al proletariado, la burguesía renuncia a la sociedad civil como escenario de la historia, del liberalismo político y del control de la política estatal. Se deja conducir en la lucha de clases por la burocracia estatal, bajo el mando de un Príncipe burlesco. En el texto, innumerables pasajes señalan la presencia de Bonaparte como la de un Príncipe cómico. Puesto que sólo en la comedia política éste podía representar al lumpen-proletariado, a la pequeña propiedad rural y a toda la nación francesa. La burguesía deja que el Estado controle a la sociedad civil para derrotar la revolución social. Para Marx, la posibilidad de la revolución social es la causa del golpe de Estado bonapartista. Y esta causa genera un fantasma que va a impulsar la conjura en dirección a una forma política: el bonapartismo: «La sombra del golpe de Estado se hizo tan familiar entre los parisinos bajo la forma de un fantasma, que cuando finalmente apareció en carne y hueso no podían creer lo que veían/2». Condición necesaria para la existencia del Príncipe burlesco: el lumpen-proletariado./3

Aparte del lumpen-proletariado, en el funcionamiento político de la sociedad, Bonaparte recibió el apoyó de los campesinos, la masa de la nación, como tradición política creada por Napoleón Bonaparte. La memoria política campesina es un factor esencial en la creación del imperio bonapartista. Otro factor importante es el tipo de voluntad de poder del Príncipe burlesco. Dice Marx: «A Bonaparte le gustaría aparecer como el benefactor patriarcal de todas las clases. Pero no puede dar a una clase sin quitar a la otra»/4. ¡En Bonaparte, la voluntad de poder está asociada a la risa burlesca! Sin embargo, el bonapartismo es la subordinación real de la sociedad civil a la burocracia estatal. Tal cosa sólo es posible en países regulados por una determinada dialéctica sociedad civil-Estado:

«allí donde el Estado reúne, controla, regula, vigila y mantiene bajo tutela a la sociedad civil, desde sus más amplias manifestaciones de vida hasta sus vibraciones más insignificantes, desde sus formas más generales de conducta hasta la vida privada de los individuos; allí donde, mediante la más extraordinaria centralización, ese cuerpo de parásitos adquiere una ubicuidad, una omnisciencia, una capacidad de acelerada movilidad y una elasticidad que sólo encuentran paralelo en la dependencia desamparada, en el carácter caóticamente informe del propio cuerpo social»/5.

Esta dialéctica policial sociedad civil-Estado es una condición indispensable para el montaje de la comedia burguesa liberal.

En la actualidad, esta comedia no es moderna, es posmodernista. De la comedia moderna, toma la fuerza universal del lumpen-proletariado. Toma también la idea y la práctica de un Estado fuerte, de un dispositivo de poder policial capaz de superar, en dirección a otro modelo de capitalismo, el colapso del capitalismo corporativo mundial. Los EE.UU. parecen avanzar en la dirección de una oligarquía bonapartista. Esta es una invención bien americana. Un grupo político –agente de los flujos de poder del capitalismo corporativo– es puesto en el lugar del bonaparte. Se trata de una autocracia donde lo múltiple es lo Uno. De un sistema político que está utilizando, de un modo disfrazado, el sufragio universal para instalar una autocracia invisible. Un juego de ilusiones políticas –virtualmente reales y simuladas electrónicamente– hace funcionar el bonapartismo americano en la fórmula de Michels: «Es la síntesis de dos conceptos antagónicos: democracia y autocracia». La dialéctica policial sociedad capitalista corporativa-Estado corporativo capitalista es una fuerza productiva capaz de hacer del bonapartismo posmodernista un régimen político genérico en el campo internacional.

En la periferia, el capitalismo corporativo mundial (CCM) dirige a sus agentes económicos, políticos e ideológicos hacia los países que pueden crear una alternativa pos-corporativa de economía y política internacional. En el caso de «gobiernos populares», el CCM los trata como piezas de un tablero político en el campo del poder internacional. Hay gobiernos populares que no logran apuntar hacia ninguna alternativa. Pero en la correlación de fuerzas internacional, podrían seguir a aquellos países que creasen una alternativa real al CCM. Luego, es preciso derribarlos. ¡Lógica política elemental, mis queridos amigos! Si un país tiene un gobierno popular fuerte, el CCM va a inundar a este país con capital productivo y financiación en dólares de las agencias multilaterales del CCM. El objetivo del CCM, si las condiciones ambientales lo permiten, es transformar a este gobierno en una «metamorfosis ambulante», nomadismo político, y, después, en un bonapartismo de comedia posmodernista. Se trata de otra fórmula de Michels: «El bonapartismo es la teoría de la dominación individual basada en la voluntad colectiva y tendente a emanciparse de ésta para convertirse en soberana». Existe un factor importante para la instalación del bonapartismo, en la periferia, en la coyuntura del colapso del CCM. Es el control económico directo e ideológico de las industrias de la comunicación por las corporaciones capitalistas mundiales. El control, en la transmisión de la ilusión política, es una pieza esencial en el tablero internacional de las fuerzas, los agentes y las agencias en la coyuntura crítica del CCM.

De repente, un país periférico puede convertirse en el eslabón más débil dentro de las redes nacionales e internacionales del CCM. Se trata de una construcción de dioses hartos de la falta de imaginación de los agentes del CCM. ¡En el Foro Mundial del CCM, Paulo Coelho/* es un maître de la Ilustración! ¡Y en el bonapartismo posmodernista, el Príncipe burlesco, por nomadismo político, se transforma en el Príncipe infame! La suerte está echada. ¡Hay cobras y lagartos en el jardín de Epicuro!

NOTAS

1. A. M. A nova idade média: 73
2. K. Marx. O 18 Brumário de Luís Bonaparte. Pensadores. Sp. Abril Cultural. 1974: 395.
3. Sobre el lumpen-proletariado como fuerza universal de la época actual, ver: Michel Foucault, Vigiar e Punir, Petrópolis. Vozes. Cuarta parte.
4. Marx, op. cit: 409.
5. Marx, idem: 363-364

* Autor de best sellers mundiales, Coelho ingresó en la «literatura de mercado» en 1987 con El peregrino de Compostela (Diario de un mago). La Facultad de Ciencias Empresariales de la Universidad de Chicago recomendó El Alquimista, su segunda novela, como «un libro muy útil para mejorar la introspección interior». Es columnista, entre otras muchas publicaciones, de la revista «femenina» argentina Para Ti, y sostiene en Río de Janeiro una fundación filantrópica para niños y ancianos que lleva su nombre [Pn].

 

 

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