JOSÉ PAULO BANDEIRA DA SILVEIRA
ESTADO (2)
En el ámbito del pensamiento europeo, las últimas décadas del siglo XX significaron un cuestionamiento de las grandes narrativas y de las prácticas, de las instituciones y de los aparatos narrados por ellas. Este hecho sacudió las creencias de la izquierda intelectual europea, dentro y fuera de las universidades. En el centro de esta conmoción intelectual, se encontraba el marxismo occidental. El famoso filósofo Lyotard resumió la naturaleza de este ataque: «En la sociedad y en la cultura contemporáneas, sociedad posmoderna, cultura posmoderna, la cuestión de la legitimación del saber se plantea en otros términos. El gran relato perdió su credibilidad, sea cual fuere el modo de unificación que le es conferido: relato especulativo, relato de emancipación (Jean-François Lyotard, O pós-moderno [«Lo posmoderno»], Río de Janeiro, JO, 1986: 69). Hubo respuestas vigorosas y consistentes de la izquierda europea a este ataque posmodernista. En Alemania, Habermas hizo una crítica demoledora del pensamiento posmoderno. En Inglaterra, el posmodernismo fue, innumerables veces, desenmascarado como una gran narrativa. Se trataba de una gran narrativa que cuestionaba a las otras grandes narrativas. Era una narrativa capitalista que cuestionaba la legitimidad del pensamiento marxista. Incluso en ese país, el marxismo usa el posmodernismo para hacer abordajes totalizantes del capitalismo avanzado. En los EE.UU., un marxista genial aplica el posmodernismo para abordar la lógica de la cultura posmoderna en el capitalismo tardío. A pesar de las corrientes posmarxistas, el marxismo europeo sobrevivió al fin de las metanarrativas. A pesar del fin de la historia, Marx continúa vivo.
Existen datos curiosos en esta «historia». El Estado nacional es una institución de gran narrativa. Cualquier Estado está asociado al campo de saber de la gran narrativa. En Europa, los países desean sustituir al Estado nacional por un Estado europeo. Quieren sustituir una gran narrativa menor (Estado nacional) por una gigantesca gran narrativa (Estado europeo). Weber diría, en su realismo político trágico, que los europeos desean ampliar la racionalidad moderna. Tal ampliación significa una ruptura con las estructuras políticas racionales de la modernidad. Al contrario del fin de las grandes narrativas, se nota un salto hacia narrativas continentales. En la economía, el proyecto no consiste en trabajar con la economía local, economía minúscula. Al contrario, la globalización es la articulación de las economías nacionales en bloques económicos cada vez más gigantescos. Las agencias multilaterales del capitalismo avanzado son orientadas por grandes narrativas capitalistas. El neoliberalismo fue un ejemplo indiscutible de actuación de una gran narrativa capitalista en la década del noventa del siglo XX. Así, la coyuntura capitalista actual propone la sustitución de los Estados nacionales y de las economías nacionales por estructuras racionales cada vez mayores. Esta racionalidad romana no lleva a la creación de un imperio capitalista. Veamos este punto.
La hiper-racionalidad del capitalismo actual es una amalgama que articula un modelo de Estado dominante más allá de los modelos conocidos de Estado nacional. No se trata del modelo inglés del siglo XIX o de los modelos imperialistas del siglo XX. En la actualidad, no hay lugar para las lógicas del colonialismo y del imperialismo en el campo político internacional. Ya en la economía, el capitalismo corporativo mundial rediseña el colonialismo y la dependencia en la articulación de un campo económico mundial. Se trata de la lógica específica de las esferas sociales. En el modelo actual de Estado, el Estado dominante pasará a existir en función de una periferia de países incluidos en las redes de dominación de éste. En América, los EE.UU. están en pleno montaje de este tipo de Estado. En Rusia y en China también desean montar este tipo de Estado. Tienen experiencia, voluntad y un terreno geopolítico fértil para tal aventura. La Unión Europea comenzó el montaje de su periferia.
En América, el ALCA es el instrumento más eficaz para el montaje del Estado dominante americano. Se trata de un Estado de policía. Los EE.UU. van a invertir, para comenzar el montaje de este Estado, un capital mayor que la deuda externa brasileña. Sin embargo, los Estados Unidos no están interesados en los mercados latinoamericanos. Están interesados en el montaje de estructuras racionales continentales. ¡El mercado latino ya es otro problema! Sin sombra de duda, un proyecto económico es la mejor estrategia para la implantación de las estructuras racionales continentales. El nacionalismo latinoamericano es aún un instrumento capaz de perturbar este proyecto «imperial». Es preciso hacer como los europeos. La racionalización de la política debe provenir de la racionalización económica. ¡O tener, por lo menos, esta apariencia! Desde el punto de vista de Marx, se trata de una revolución de las estructuras de la racionalidad práctica moderna. Y esta revolución tiene un sujeto: las corporaciones capitalistas mundiales. Irónicamente, la racionalidad actual es el intento de emancipación de la racionalidad moderna. Hoy, ya es posible ver que el mundo ha avanzado en sentido contrario al de la maldición posmodernista de Lyotard.
El gran problema consiste en la legitimidad de un campo de saber construido en el centro de las culturas nacionales. Si el marxismo revolucionario del siglo XX tiene este problema, Marx no forma parte de este marxismo. Hay una apertura mínima en el pensamiento de Marx hacia las narrativas internacionalistas. En el siglo XX, algunos marxistas trabajaron en la dirección del internacionalismo marxista. En esta perspectiva, la racionalización del capitalismo corporativo mundial genera las condiciones estructurales para la emancipación lógica y axiomática del capitalismo. Y el pensamiento de Marx aún puede ser útil para la creación de una alternativa al capitalismo mundial.
No obstante, la emancipación del capitalismo planteará un problema clave. Se trata de las estructuras racionales en el campo de la política mundial. El marxismo vulgar cree que el fin de la sociedad de clases resulta automáticamente en el fin del Estado. No entiende que la economía, la sociedad de clases y el Estado viven por la lógica del desarrollo desigual y combinado. Tal lógica permite la recreación del desarrollo dominante en la periferia, a través de una copia dependiente de las estructuras desarrolladas. Permite la implantación de estructuras capitalistas desarrolladas (o capital extranjero) en espacios subdesarrollados. Aparte de esto, el desarrollo desigual es una matriz espacio-temporal que admite temporalidades materiales específicas para la economía, la sociedad de clases y el Estado. La economía capitalista puede incluso desaparecer y, con todo, persistir las estructuras racionales en el campo político mundial. No existe una relación de causa-efecto entre la economía mundial, la sociedad de clases y el Estado. La crisis económica del capitalismo puede ser revertida por una acción del Estado con la ayuda de los «intelectuales orgánicos» del capitalismo –cooptados ideológicamente por el discurso del capitalista– en las industrias de la comunicación. El Estado-sujeto hegeliano es una estrategia posible en la realidad actual. La «hegemonía» electrónica del capitalismo crea las condiciones para la existencia autónoma del Estado en relación con la sociedad. Se trata, desde el punto de vista de Marx, del advenimiento de un bonapartismo generalizado. En la actualidad, el Estado de policía es un estado neobonapartista. Este Estado tiene como tarea principal continuar por otros medios la guerra capitalista –contra los pueblos, los países, los individuos y las civilizaciones– en el campo político mundial. El Estado neobonapartista es la fabulosa máquina de guerra del capital. Hay esbozos de este Estado en Europa, Rusia y China. En los EE.UU., ya se ha despegado hacia la práctica mundial de este Estado.
En tal Estado, la ley es un despotismo ideológico. Por ejemplo, el terrorismo es transformado en un axioma ideológico –el enemigo que merece ser destruido físicamente–, y este axioma se convierte en una ley aprobada por el Estado dominante. Esta ley despótica dice que ningún terrorista tiene derecho a ser juzgado. La CIA –y todas las agencias estatales del mismo tipo– tienen el derecho estatal de matar a cualquier sospechoso de ayudar a terroristas. La CIA es únicamente el sujeto que establece, en la práctica, el valor universal de este derecho. ¿Se trata del viejo derecho del poder de soberanía? ¡El poder absoluto, dramático, sombrío de hacer morir! El soberano tiene el derecho de matar terroristas, sospechosos de terrorismo, simpatizantes. Este poder soberano tiene el derecho de aniquilar a un pueblo sospechoso de terrorismo, sospechoso de ser simpatizante del terrorismo. Tiene el derecho de aniquilar una civilización entera por sospecha de terrorismo. Basta «probar» ideológicamente que éstos son terroristas. Esta nueva soberanía es diferente de la soberanía antigua. La antigua no se constituyó como un dispositivo ideológico. Existió en el campo económico de una cultura política real.
La antigua URSS restauró el capitalismo a través de las estructuras estatales. Es el célebre y ya olvidado capitalismo de Estado. Además, mientras Europa creaba el Estado Providencia como tecnología de biopoder –el derecho de hacer vivir por la aplicación del capital científico a la población–, la URSS creaba la soberanía ideológica. Se trata del derecho a matar al enemigo ideológico. En el nazismo, este derecho consistió en una derivación del mismo dispositivo. El derecho a matar al enemigo racial es el dispositivo ideológico nazi. En el nazismo, tenemos un suplemento ideológico. El poder soviético es la invención de la soberanía ideológica pura, sin suplemento. Las tecnologías del biopoder –la higiene pública, el control de las endemias, la disminución de las enfermedades, la prolongación de la vida, el control de la mortalidad infantil, el bienestar generalizado, etc.– son la racionalidad política que ayudaron a crear las formas estatales del siglo XX europeo. En la actualidad, estas tecnologías de biopoder ya no se aplican a la población. El objeto de éstas ya no es la población. El objeto es el consumidor capitalista.
En el capitalismo corporativo mundial, el biopoder es un mecanismo inscrito en la lógica del valor de cambio. Tal hecho alteró incluso el sentido humanitario de la ONU. Esta institución multilateral fue una agencia de aplicación del biopoder a escala mundial. Hoy, es incapaz de convencer a las corporaciones capitalistas y a los Estado dominantes de la necesidad de aplicar el biopoder en África, por ejemplo. En este sentido, puede ser superada por políticas mundiales de países como India, África del Sur o Brasil. El combate contra el sida en África puede ser un punto de partida para la existencia de países no-alineados a los Estados dominantes del CCM [Capitalismo Corporativo Mundial]. No se trata tan sólo de realizar una acción humanitaria, sino de generar un campo de poder alternativo en el terreno internacional. Hay que hacer una política internacional comprometida con la vida de los pueblos más pobres en el ámbito de la muerte vírica. Esto, por sí solo, instaura una nueva dialéctica en el campo de poder internacional. Esta dialéctica tiene como polos la vida de los pueblos y el Estado dominante como máquina de guerra del capitalismo corporativo mundial. Esta dialéctica guía, virtualmente, la acción de las redes de poder internacionales del capitalismo corporativo mundial. Cualquier esbozo de Estado alternativo –por más frágil que sea, si estuviera localizado en un punto estratégico de las redes de poder del CCM– será duramente combatido. ¡El caso de Hugo Chávez es ejemplar en este sentido! En esta nueva dialéctica, los dominantes son capaces de utilizar la vieja dialéctica sociedad civil-Estado a su favor. Son capaces de utilizar los conflictos de intereses de la vieja dialéctica sociedad-Estado para destruir cualquier proyecto internacional alternativo en el campo del poder mundial.
La soberanía ideológica es la materia prima que quedó del tiempo de la guerra fría. Después de la Segunda Guerra, los EE.UU. construyeron un Estado modelado sobre el patrón ideológico de la guerra fría. Sin embargo, como el estalinismo es la base histórica de la creación y la reproducción de la soberanía como dispositivo ideológico, el mundo se ha convertido ahora en estalinista. ¿Ironía de la historia?
En el campo del poder mundial, la soberanía ideológica ejerce un poder soberano sobre las otras tecnologías de poder. También es capaz de adoptar tecnologías raciales como en el caso de las guerras «nacionalistas» de los Balcanes. No se trata sólo del racismo tradicional, el racismo de los odios y desprecios entre pueblos. Se trata del racismo articulado como soberanía ideológica. Sólo logro ser un serbio, si mato a todos los croatas. Se da esta necesidad de creer en el enemigo racial como enemigo ideológico. Se trata de una adopción fantasmagórica en el campo ideológico. En éste, el enemigo racial es una seudomaterial fantasía ideológica. Esta soberanía ideológica es la restauración del tipo de relación guerrera arcaica: «Si quieres vivir, vamos a matar a los otros». En la soberanía ideológica, el Estado dominante dice a su sociedad: «Si deseas vivir en seguridad absoluta, vamos a matar a todos los enemigos». Las razas inferiores, material e ideológicamente, no tienen derecho a amenazar la seguridad y el bienestar de los pueblos superiores del capitalismo. Frente a la posibilidad de una sublevación generalizada de los pueblos inferiores, el Estado dominante tiene derecho a asesinar y destruir a los pueblos y a sus civilizaciones. Irak es un caso ejemplar. Declarado enemigo ideológico de los EE.UU., fue cercado militar y económicamente –embargo económico de una década– hasta alcanzar el estado actual de estancamiento y miseria. Sólo falta el golpe militar de misericordia.
Se trata de la agresión más cobarde y pusilánime del magnífico Estado militar dominante –los EE.UU– a un pequeño y narcisista país de una región condenada a la esclavitud política en pleno siglo XXI. El petróleo y las riquezas energéticas de Oriente Medio son la razón de tanta codicia y desesperación de los Estados-dominantes. La lógica más cruda apunta a la idea-fuerza de tomar la región militarmente y habitarla con regímenes políticos que esclavicen a las poblaciones islámicas. No obstante, la lógica no se convirtió aún en una voluntad de poder incontrolable de los pueblos dominantes. La crisis larvada del CCM, ¿puede crear las condiciones ideológicas materiales y morales para este salto cualitativo en la política mundial?
El «choque de civilizaciones» es la última gran narrativa del CMM. Tal narrativa ideológica ve el campo internacional a partir de las divisiones y conflictos civilizacionales. Según esta narrativa, hay una guerra entre Occidente (los EE.UU.) y el Islam, una versión posmoderna de guerra tipo Occidente-Oriente. Esta confrontación civilizacional estaría basada en la decadencia de Occidente y en la rebelión del Oriente islámico contra aquél. El oscuro 11 de septiembre y el igualmente oscuro terrorismo oriental materializaron esta ideología como dialéctica Occidente-Oriente. No obstante, esta ideología oscurece las redes del capitalismo corporativo que ligan a Occidente y Oriente en la región del petróleo. Oscurece los intereses de los Estados halcones en las regiones petrolíferas. El flujo de petróleo de Oriente a Occidente es una cuestión vital en la balanza del poder mundial. Japón cree que una alianza con China puede garantizar un flujo de petróleo del Golfo Pérsico, de Indonesia y del Mar del Sur de China. El capitalismo corporativo mundial se encuentra cada vez más dependiente de la exploración del petróleo de las fuentes rusas, del Cáucaso y del Asia Central. En este campo de intereses, el choque de civilizaciones es una fantasía que crea a una civilización como enemigo ideológico. Ella afirma que se trata de saber quién va a dominar a quién. ¿Qué civilización va a dominar en el siglo XXI?
No existe ningún choque de civilizaciones. La política mundial no sigue una línea de complejidad. Al contrario, busca la simplificación de la lógica geopolítica, por ejemplo. Hay intereses estratégicos, para la economía capitalista mundial, concentrados en las regiones petrolíferas. Estos intereses son una base para la articulación de un nuevo campo de poder mundial y, tal vez, para la reorganización del capitalismo mundial. En este campo internacional, la cultura de los pueblos puede ser usada como un arma más en la instalación de un nuevo equilibrio de poder mundial. Ya el choque civilizacional es un arma ideológica del republicanismo norteamericano. El mundo avanzó en el sentido de legitimar saberes estructurados como narrativas ideológicas. La ciencia política republicana norteamericana pavimientó ese camino. Lyotard parece no haber percibido las tendencias principales de la posmodernidad en el campo del poder mundial. Los filósofos tienen esta manía de imaginar que la materialidad del mundo es igual a la materialidad del pensamiento filosófico de una época. Tal ilusión filosófica es siempre una fuerza capaz de crear la ideología de una época. En este sentido, el posmodernismo fue más allá de los deseos, voluntades y sueños de los filósofos posmodernistas. Pues el posmodernismo generó un discurso político capaz de ocultar las líneas de fuerzas que estaban creando el mundo del siglo XXI. De este modo, emergió como el sujeto ideológico del capitalismo corporativo mundial. Este sujeto ideológico es una figura cultural de La ideología alemana de Karl Marx. ¿La serpiente se mordió su propia cola?
Traducción: Round DeskOriginal portugués en: http://planeta.terra.com.br/noticias/bandeira