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Manuel Vilas

Bagdad

 

 

29/3/03

 

 



Bagdad sin luz eléctrica,
Bagdad en una enorme columna de humo rígido,
que sube hasta los ojos coloniales de los aviadores
americanos.
También caerán las bombas sobre los cementerios de
Iraq
y se quemarán los nombres de las lápidas.
Y las fotos de familia, y la ropa, y los zapatos, y
las cortinas, y la memoria.
Me he enamorado de Bagdad.
La están quemando viva.
Siempre me enamoro de los que pierden.
Me enamoro mucho de los ajusticiados.
Esos iraquíes con bigote pronto estarán comiéndose
una hamburguesa
en el MacDonald´s de Bagdad, como nosotros.
Me parece Bagdad un acertijo histórico, rodeado de
muerte,
oscuridad, temblor y humo.
Los americanos y los ingleses tal vez ya sólo son
criminales de
guerra
ante la nueva conciencia de los hombres.
América e Inglaterra, el mismo imperio, madre e
hijo,
se han reído del mundo, un mundo que les critica
pero que habla
inglés
porque de los ingleses es el mundo.
Los ingleses y los americanos, los ricos, los
famosos, los
gloriosos,
los liberadores, están quemando ciudades.
Luego vendrá el odio, y el odio es difícil de
bombardear.
Amo Bagdad. Soy Bagdad.
Me voy a comer las bombas. Me voy a comer los
misiles.
Me voy a comer todas las estrellas de la bandera de
los Estados
Unidos.
Si fuese el Papa ahora mismo cogía un avión y me
sentaba en el centro de Bagdad.
Sería su mejor viaje.

La conciencia universal contra la guerra es
imparable.
La guerra es el pasado, como la esclavitud o como la
sífilis.
La guerra sólo es pornografía infantil, un lucro de
sinvergüenzas.

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