Lamentación


¡Ay amor, hermano, amigo!
¡Cuánto lamento haberte ofendido!
Sé que a veces mi sola presencia, sólo mi aspecto
basta para causar tal efecto.
¿Qué puedo decir, si no perdón?
He aquí mi don, mi maldición.
La cruz pesada que aún cargan mis espaldas
en su inscripción lee: renegada.

El Señor de los Infiernos en la frente me ha besado
y a tentar y atribularte me ha enviado.
La temible Discordia en su despecho
en medio de la mesa de cenar
me ha arrojado y daño hecho.

Pero estos divinos agresores
han tenido a bien dotarme al menos
(o mas bien así dejarme y que otros lidien con ello)
de humanidad.
He aquí, pues, que no me basta
contar aves, rocas, fieras, plantas
entre las huestes que mi peregrinaje acompañan:
¡el calor de las relaciones humanas me hace falta!

Soy un demonio diferente
de verdad me importa la gente
y no sólo para entregarles a mi ama la Muerte
si no para darles, y recibir de ellos
¡amor, ni más, ni menos!

Me consta que puede parecerte mala broma
¡mas es cierto!
que no puedan discernirlo es mi eterno sufrimiento...
al menos por un momento
hasta que me repongo del golpe y me levanto,
escupo mi ira cual dragón su ígneo aliento,
doy a luz algún poema como éste,
y guardo sólo algún rastro de melancolía
que también con el tiempo desaparece.

¡Algún día entenderán esto los hombres, hija mía!
(Ahora, ¡eso sí que es broma!)
Pues sólo entiende quien haya vivido
la experiencia de ambos lados del río del olvido
y aún recuerda.
Y los dioses, que para eso hallan consenso,
rara vez permiten el milagroso acontecimiento.

Pero, ¿qué más da?
Con todo lo que duelen las espinas
no cambio ni un átomo
de la rosa maravillosa
que es la vida.

Lamentación
de Cindy Aixmar Salgado

 


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