BULGARIA El judaísmo búlgaro se remonta por lo menos a la época romana, es decir, que en Macedonía ya existía una comunidad judía en tiempos de Calígula (37-41). Cerca de la ciudad de Nicopol, sobre el Danubio, se halló una lápida en la que hay una “menorá” y la inscripción “archisinagogus Yosef”, título que significa, presu- miblemente, presidente de la sinagoga. El emperador Teodosio I, emitió un decreto dirigido a los gober- nadores de Tracia e Iliria en 379, para que se persiga a los judíos y se destruyan sus sinagogas. Muchos judíos del Imperio Bizantino huyeron a Bulgaria cuando el emperador bizantino Leo III (718-741), persiguió a los judíos. El rey Boris I (852-89) fue convencido de que para transformar su reino en un país civilizado debía convertirse al cristianismo, lo que hizo con toda su Corte. Ello provocó tenaz oposición, con una serie de disturbios. Los judíos de Bulgaria intentaron aprovechar esta situación para realizar proselitismo entre los paganos, pero prevalecieron los emisarios cristiano-bizantinos. No obstante, la fe de los cristianos búlgaros primitivos era una mezcla de creencias, judías y paganas, lo que demuestra la influencia judía. Lo que antecede queda en evidencia a través de un cuestionario de 106 pre- guntas sobre asuntos religiosos que una embajada búlgara presentó al Papa Nicolás I (858-867). Entre las preguntas sobre las que se pedía aclaración figuraban algunas sobre las reglas para el ofrecimiento de los primeros frutos de la tierra, las leyes sobre amuletos, qué día de la semana es de descanso: sábado o do- mingo, qué animales y aves se pueden comer, si se puede comer la carne de un animal no degollado, y así sucesivamente. Los nombres de príncipes búlgaros: David, Moisés, Aarón y Samuel, y especialmente del rey Simeón, señalan también la influencia judía. Cuando el monje Cirilo y su hermano Metodi, de Salónica, inventaron el alfabeto eslavo, denominado “glagólico”, y más tarde “cirílico”, las nuevas letras se basaban en el alfabeto griego, pero recibieron la influencia en la escritura hebrea para representar voces que no existen en el griego, como sh y ts. Se supone que Cirilo tradujo al búlgaro parte de la Biblia del original hebreo. En 967 existía en Nicopol una comunidad judía en pleno apogeo del primer estado búlgaro. A fines del siglo XI, el converso Tobbiah Ben Eliezer, fue nombrado arzobispo de Ojrid y pocos años después, primado de la Iglesia Pravoslava búlgara. El movimiento herético de los Bogomiles que abarcó toda Bulgaria en el siglo XI, rechazaba algunos de los libros de la Biblia, pero mostró mucho interés por el judaísmo como fuente de algunas doctrinas cristianas. La actitud del pueblo búlgaro y de la Corte en aquel entonces, era generalmente favorable a los judíos. Pro- speraron en el comercio y obtuvieron privilegios de la realeza. Durante las Cruzadas, muchos judíos hallaron refugio en Bulgaria. El rey Iván Alexander (1331-1371) se casó con una judía de nombre Sara que se llamó Teodora al bautizarse. La influencia de ésta en los asuntos de estado era considerable. La mayor parte de la comunidad judía, antes de la expulsión de España, pertenecía al rito judío romaniota. Los romaniotas tenían su propio libro de oraciones, el que luego fue reemplazado por el sefardí. Aquéllos no aceptaron el dictamen de Rabí Guershon Ben Yuda, que prohibía la bigamia. Muchos judíos ashkenazim se expatriaron de Hungría a Bulgaria, luego de la expulsión de aquel país, esta- bleciéndose en Vidin, en la frontera noroeste. Paulatinamente adoptaron las costumbres y el ritual sefardí y hasta el ladino, y se “convirtieron” en sefardim. Aquí tenemos una prueba resonante de que el sefardismo, lo mismo que el ashkenazismo, no es un fenómeno lingüístico ni meramente geográfico, sino esencialmente cul- tural y de estilo de vida. La afluencia de judíos a Bulgaria, originarios de España, comenzó alrededor de 1494, durante el dominio turco. El “idish”, que se hablaba en las calles de Sofia, desapareció poco a poco, siendo reemplazado por el ladino. Hasta 1640, se mantuvieron en Sofia tres comunidades judías: romaniota, ashkenazi y sefardí. Luego se convino nombrar un solo rabino para las tres, Levi Ben Jacob, a quien sucedió el famoso Yosef Caro, quien vivió en Nicopol durante trece años (1523-1526). Este fundó una yeshivá y continuó con su gran ob- ra del Shuljan Aruj, que concluyó años más tarde en Israel. En el siglo XVII el judaísmo búlgaro –ya defi- nitivamente volcado al sefardí– ingresó en el torbellino del movimiento mesiánico de Shabetay Tzeví. Sa- muel Primo y Natán de Gaza, actuaron muy enérgicamente en Sofia, en 1673, para propagar el mesia- nismo. Los judíos comerciaban con todos los países limítrofes, especialmente con Turquía, Venecia y Ragusa (Du- brovnik), siendo su centro para estas actividades en el siglo XVI la ciudad de Tatar Pazardjik, hacia la que dirigieron sus operaciones comerciales los judíos de Salónica, después de la guerra de Venecia con Turquía (1571-73) en Lepanto. Las autoridades turcas nombraron en altos puestos de gobierno a judíos como es el caso de los Bakish, que ocuparon una elevada posición en la corte del sultán, a quien propusieron una re- forma financiera para unificar el acuñamiento de moneda. Al liberarse Bulgaria en 1878 del yugo otomano, gracias a la campaña del zar Alejandro II (denominado zar Osvoboditel: rey libertador), los judíos de Sofía formaron su propia milicia y cuerpo de bomberos para pre- venir incendios y saqueos de los turcos en retirada. En la delegación que dio la bienvenida al comandante en jefe del ejército ruso, general Gurko, figuraban el rabino, y tres dignatarios judíos. El mencionado rabino participó, en 1879, de la Asamblea constituyente (“Sobranie”) en representación de la comunidad judía. De acuerdo con el censo de 1934, la población judía de Bulgaria alcanzaba cerca de 50.000 personas, de las que el 90 por ciento eran sefardim. Cuando a fines de la década de 1920 los ashkenazim construyeron su primera y única sinagoga en Sofía, los sefardim que la visitaron, acostumbrados al riguroso orden y silencio en sus templos, la denomina[ro]n “el kal de los locos” por el desorden y falta de solemnidad en el servicio religioso. La mitad del judaísmo búlgaro –o sea unas 25.000 personas– vivían en Sofía y el resto estaba diseminado en unas 30 pequeñas comunidades, entre las que figuraban, por orden de importancia, Plovdiv (la antigua Filipopoli, fundada por el rey macedonio Filipo) y Varna, a orillas del mar Negro, donde se llevó a cabo en 1444 la famosa batalla entre el rey polaco Vladislav y el emperador otomano Murad III. Otras comunida- des importnates eran Ruschuk, sobre el Danubio en el Noreste; Vidin, sobre el mismo río en el Noroeste; Burgas, puerto sobre el mar Negro; Plevna, Samokov, Kazanlik, Haskovo, Shumla y algunas más. El sionismo fue fundado en Bulgaria en 1882, es decir, cuatro años después de la liberación del país. Tres delegados de Bulgaria participaron en el primer congreso sionista de Basilea en 1897 y en 1895 los judíos de Bulgaria fundaron en Israel la colonia agrícola Har-Tuv. Se considera a Yosef Marco Baruj fundador del sionismo en Bulgaria a fines del siglo pasado. De tal modo el judaísmo búlgaro se situó a la cabeza de todas las comunidades sefardíes del mundo en la profesión de fe sionista. Durante la segunda Guerra Mundial la comunidad judía de Bulgaria corrió grave peligro de ser exterminada. A pesar de que la legislación nazi fue impuesta en Bulgaria con todo su rigor para los judíos, incluso la creación de un comisari[ato] nazi para ejecutar acciones contra los judíos encabezado por el notable anti- semita Alexander Belev, el genocidio pudo evitarse, no así el maltrato y las continuas provocaciones. Se decidió la deportación a los campos de exterminio de los judíos residentes en los territorios anexa- dos por Bulgaria en 1941 en la parte griega y yugoslava en Macedonia y Tracia. Como Bulgaria propia- mente dicha era aliada del Reich y no país ocupado, la deportación de judíos del territorio anterior a la ane- xión estaba en discusión. En la Macedonia y Tracia vivían solamente 10.000 judíos (11.300 – aclaración Mario Behar), por lo que los otros 10.000 –para llenar la cuota de 20.000– debían provenir de Bulgaria. A este respecto se produjo una lucha sorda y heroica. El vicepresidente Peshev encabezó un grupo de ac- ción para evitar la deportación, se presentó ante el ministro del Interior e insistió en que se anulara la orden. El movimiento de protesta fue creciendo y la derrota nazi en Stalingrado ayudó a los opositores, que for- maron un movimiento de abierto repudio a la deportación de judíos. Peshev presentó al primer ministro, Bogdan Filov, un petitorio contra la deportación, firmado por 42 diputados. El privado de la Iglesia pra- voslava exarca Yosif, se presentó ante el rey Boris III, que simpatizaba con los judíos, al grado que todos los Yom Kipur visitaba con su comitiva la sinagoga central de Sofía, para informarle que renunciaba a su le- altad a la corona si no detenía las deportaciones. Ante este conato de rebeldía, Hitler conminó al rey Boris a ir a Berlín. Este arguyó que Bulgaria era un país aliado de Alemania, pero no ocupado. Esto le valió al rey ser devuelto a Sofía en un ataúd. (El rey Boris III regresó vivo a Bulgaria. Unas cuantas semanas más tarde murió después de regresar del pico más alto de Bulgaria – Musalá – uno de sus tramos favoritos en la montaña Rila donde tenía él uno de sus palacios ... Una de las teo- rías –nunca definitivamente comprobada– sobre su muerte tan pronta después de regresar de Alemania, y después de una excursión en la montaña muy rutinaria para él, era que fue envenenado por los alemanes, o agentes suyos, con veneno que afecta a la persona en un plazo de tiempo no inmediato; ... aclaración – Mario Behar) Los judíos de los territorios anexados, que sumaban poco más de 10.000, fueron deportados a los campos de exterminio (11.343 aniquilados comprobados de esta región; aclaración – Mario Behar), no así los de Bulgaria en sus límites de preguerra. La colaboración de los judíos en los cuadros de la resistencia fue notable, especial- mente la de carácter antinazi. Entre los muchos héroes se destacó AnaVentura –sobre la que se editó en 1963 una semblanza biográfica titulada Nashata Ana (Nuestra Ana)– a la que el gobierno comunista erigió un monumento. La mayor parte de sus familiares residen en Buenos Aires. La contribución de los sefardim a la literatura del país es significativa. Mencionaremos tan sólo a Saúl Me- zán, que escribió dos libros: Pesni za Erusalim (Cantos a Jerusalén) y Les Juifs Espagnols en Bulgarie. Por ser un infatigable luchador antihitlerista fue asesinado por los nazis. Mención especial merece el investi- gador e historiador Salomón Rosanes, quien editó varias obras monumentales, siendo la más importante Divrei Yemei Yisrael be-Togarma (Historia de los judíos de Turquía). En vísperas de la segunda Guerra Mundial, el judaísmo búlgaro tenía una estructura monolítica. Las diversas comunidades elegían un Consistorio Central, con sede en Sofía, que era el representante religioso, cultural y político del judaísmo del país. De sus 50.000 judíos, la mitad de ellos vivían en Sofía y el resto estaba dise- minado en unas treinta comunidades, de las que las más importantes eran Plovdiv, Varna y Ruschuk. Un gran rabino estaba a cargo de las actividades religiosas. La educación judía comenzó a principios de siglo con el “meldar” (equivalente a “Jéder”), que floreció en Bulgaria antes de la Independencia (1878), donde se estudiaba la Torá y la religión. Luego se estableció la Alliance Israélite Universelle, que trató de dar preeminencia al francés en el estudio. Por ello el sionismo, que dominaba en la vida pública judía, emprendió una campaña empecinada para deshacerse de la Allian- ce y erradicar el ladino, sustituyéndolo con el hebreo. Se establecieron escuelas modernas en las que todas las asignaturas, incluso matemáticas y física, se estudiaban en hebreo, salvo las asignaturas búlgaras (idioma, historia y geografía). El periodismo judío floreció primero en ladino y luego en búlgaro. Entre los más importantes figuraban “La Alborada” y “El Judío”, fundado en Constantinopla, por el refugiado político David Elnecavé que co- menzó a aparecer en Varna (1923-1927), y luego en Sofía (1927-1930); ambos eran redactados en ladino, “Hashofar” era órgano de la organización sionista de Bulgaria; se publicó primero en ladino, luego se editó en forma bilingüe y por último solamente en búlgaro. La lucha contra el ladino, para sustituirlo por el hebreo, precipitó la decadencia de ese idioma popular. Además, en el judaísmo búlgaro comenzó a penetrar cada vez más la influencia ashkenazí, por tratarse de un país de tránsito para los refugiados de Rusia y Polonia. Todo ello, junto con la adopción de ideas políti- cas vigentes en los mencionados países por parte de los judíos, aparejadas con ideologías extrañas al modo de vida sefardí, estaba acercando gradualmente a los sefardim de Bulgaria a la idiosincrasia ashkenazi, a pe- sar de su ascendencia sefardí. Actualmente la comunidad de Bulgaria suma apenas 5.000 miembros. El gobierno muestra buena predispo- sición hacia este remanente, le permite organizar su vida religiosa y cultural interna, y hasta financia del erario público un valioso anuario, auspiciado por la Academia Nacional, en el que aparecen regularmente trabajos de investigación sobre el judaísmo y especialmente sobre el ladino y el acervo sefardí, del que Bulgaria fue un baluarte. Sofía Capital de Bulgaria (conocida en la antigüedad con el nombre de Serdica). Se sabe que los judíos vivieron en Sofía desde los primeros años de la e.c. bajo dominio romano; poco más tarde eran conocidos con el nombre de Romaniotas, que significa judíos “bizantinos”. Su sinagoga “Kahal de los Gregos” (sinagoga de los griegos), existió hasta 1898. Al ser expulsados los judíos de Hungría en 1376, algunos de ellos se es- tablecieron en Sofía. La segunda ola de judíos húngaros llegó a Sofía durante el reinado del sultán Suleiman el Magnífico, después de la conquista de Buda por los otomanos en 1526. Luego de la expulsión de los judíos de Baviera en 1470, judíos ashkenazim llegaron a Sofía donde estable- cieron su propia comunidad. Por su parte, los refugiados de España fundaron su comunidad a principios del siglo XV. Durante el siglo XVI había tres entidades separadas: la Romaniota, la ashkenazí y la de judíos originarios de España, poco tiempo más tarde se amalgamaron en una sola comunidad que adoptó el rito sefardí. A pesar de que los judíos ashkenazim se integraron con los sefardim, su sinagoga era, hasta tiempos modernos, conocida como Kehilat Ashkenazi para distinguirla de los nuevos ashkenazim, que afluyeron de Rusia, Rumania, Hungría, Alemania y Galitzia. Durante los siglos XVI y XVII los judíos de Sofía eran artesanos y comerciantes. La ciudad era un nudo de tránsito para mercaderías que viajaban de Salónica a Bucarest, Belgrado y otras ciudades. Luego de una abortada rebelión contra el dominio turco, los mercaderes de Dubrovnik (Ragusa), que desempeñaban un papel importante en la vida económica de Sofía, se vieron obligados a ceder su posición a sus rivales judíos, en cuyas manos se concentró todo el comercio durante el siglo XVII. En aquella época la comunidad de Sofía contaba con 2.000 personas. Cuando Bulgaria se independizó en 1878 del yugo turco, los judíos salvaron la ciudad del saqueo y de ser incendiada. La mayor cantidad de judíos se hallaba entonces en Sofía, de acuerdo con el censo oficial de 1880, contando con 1146 personas. Los judíos vivían en un barrio que era denominado Yuch Bunar (Tres Pozos – en turco; aclaración: Mario Behar) situado en el centro de la ciudad actual. En 1884-85 vivían allí 6.000 judíos y 16.196 en 1920. Durante la guerra búlgaro-serbia de 1885 la comunidad erigió un hospital militar donde curaban a los heridos. Los judíos se ocupaban del comercio, de la artesanía y trabajos de oficina. La mayor parte de ellos eran in- digentes. Durante la segunda Guerra Mundial un decreto de expulsión fue emitido en mayo de 1943 con- tra los judíos de Sofía, época en la que contaban con 25.000 personas, es decir, la mitad del judaísmo de Bulgaria. El proyecto nazi de exterminarlos no fue ejecutado merced a la intervención del rey Boris III y del patriarca ortodoxo, jefe de la iglesia búlgara [así como gracias a la reacción de parlamentaristas e intelectuales búl- garos, todo esto en ambiente de falta de animosidad entre los búlgaros contra los judíos – tan fuerte como lo fue en otros países de Europa; texto adicional: Mario Behar]. Luego de la inmigración masiva de los judíos de Bulgaria a Is- rael, hasta 1949 unos 5000 judíos permanecieron en Sofía; en 1951 eran 5259, y 4000 en 1964. Plovdiv Se trata de la antigua Filipopolis, fundada por el rey Filipo de Macedonia (padre de Alejandro el Grande) cerca de cuatro siglos a.e.c., ciudad en el centro meridional de Bulgaria. Durante el dominio bizantino los judíos vivían en un barrio especial; bajo el dominio turco su barrio era co- nocido con el nombre de Orta Mezar. En el siglo XVI la mayor parte de los judíos era sefardim, los que se ocuparon principalmente del comercio. Durante el siglo XVIII el rabino de la ciudad era Yudá Sid (fallecido en 1815); se trata del autor de Ot Emet (Señal de Verdad), y Ner Mitsva (Lucero de Piedad). Fue here- dado en su cargo por rabí Abraham Ibn Aroio (1750-1819), autor de varias responsas. Plovdiv era el asiento de la Asamblea Regional de Rumelia Oriental, entidad establecida en 1878 por el congreso de Ber- lín; algunos judíos eran diputados y desempeñaron un papel importante en la mencionada Asamblea. En 1912 había 3000 judíos en Plovdiv; en 1938 eran 6000. Por la misma época Yosef Marco Baruj publicó allí el periódico en francés “Carmel” que era el principal vocero judío nacional de Bulgaria. En 1901 empezó a aparecer “Hashofar”, vocero de la Organización Sionista escrito en idioma ladino y en 1924 funcionaba allí la sede sionista central para todo el país. Los judíos de Plovdiv se ocupaban del comercio y la artesanía, y también de algunas industrias. Durante la segunda Guerra Mundial se emitió en 1943 un decreto de expulsión conminado a todos los judíos de Plov- div, que eran unos 7.000, a abandonar el país, pero no se llevó a cabo. En 1967 quedaban en la ciudad unos 1.000 judíos. Varna Es el mayor puerto sobre la costa del mar Negro. Desde 1949 se la denominó Stalin en homenaje al dicta- dor ruso. En 1880 había en Varna 300 judíos; en 1919 sumaban 1.500; en 1922 y 1938 eran 2.000 y en 1943 llegaban a un total de 1254. Además de la comunidad sefardí, había también una pequeña comunidad ashkenazí que comprendía del 10 al 15 por ciento de la población judía. La Alliance Israélite Universelle inauguró en 1880 una escuela elemental para niños y niñas y dos centros vocacionales en 1885 y 1898, para cada uno de los sexos. Desde 1923 comenzó a reaparecer en Varna el semanario ladino “El Dzhudio”, que se editaba hasta entonces en Constantinopla. Cuando la mayor parte de los judíos de Varna emigraron a Israel en 1948, quedaba aún en Varna unas pocas decenas. Vidin Puerto sobre el Danubio en el noroeste de Bulgaria. Se trata de un lugar de gran valor estratégico situado sobre la triple frontera rumano-yugoslavo-búlgara, muy cerca del angosto paso del Danubio denominado Zhelezni Vratá (Puertas de Hierro). Justiniano I (537-566) reconstruyó en sus inmediaciones la ciudadela de Judea, lo que confirma la presencia de judíos en el lugar en aquella época, según queda confirmado por Procopio de Caesarea en su libro “Guerra con los Godos”, del siglo VI. Luego de la expulsión de los ju- díos de Hungría en 1376, algunos de ellos se asentaron en Vidin. Como todos eran ashkenazim, los sefardim que dominaban en la comunidad los apellidaron ashkenazi y de ahí que este apellido es bastante frecuente entre los sefardim. Estos refugiados se asimilaron poco a poco a la mayoría sefardí; adoptaron su rito y costumbres y se convirtieron en sefardim en todo lo que atañe al ju- daísmo. Cuando Vidin cayó en poder de los turcos en 1394, la comunidad era dirigida por Shalom Ashke- nazi, oriundo de Hungría, quien fundó una “yeshiva” en la ciudad, uno de cuyos alumnos era Dosá haYeva- ní (el Griego), quien escribió en 1430 la obra Perush veTosafot (Versión y Anexos). También se estable- cieron en Vidin refugiados de Baviera en 1470. Exiliados de España llegaron en masa vía Salónica para conmemorar la salvación de los judíos de Vidin du- rante el dominio del gobernador turco Pazvan Oglú (1794), se estableció el Purim de Vidin el 4 de Adar. Al finalizar el siglo XIX, el número de judíos en Vidin oscilaba entre 1.300 y 1.500; en 1919 eran 2.000 y en 1926 sumaban 1534. Los miembros de esta comunidad no sufrieron severamente durante la segunda Guerra Mundial, por cuanto el decreto de expulsión de Bulgaria de 1943 no se llevó a cabo. Luego del es- tablecimiento del Estado de Israel, los judíos de Vidin emigraron en gran cantidad al nuevo estado hebreo junto con la mayor parte de los judíos de Bulgaria. |
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