Que se vayan Duhalde, ONEILL y el FMI Que se vayan todos los explotadores nacionales e internacionales, los burócratas y los represores.
PARA QUE SE VAYAN... HAY QUE ECHARLOS
El poder político capitalista argentino es un inmenso pozo ciego. Se arrodilla hasta lo más profundo del abismo ante las exigencias de los grandes capitales internacionales, cada vez más voraces a consecuencia de su propia descomposición. Y cierra los ojos ante el hambre del pueblo sumido en la más completa degradación y disgregación social; ante la mitad de la población que carece de trabajo, salud, educación y los derechos humanos más elementales. La única receta que conoce para aplacar el hambre es la represión. Pero ante el contundente rechazo popular expresado el 26 y 27 de junio contra los asesinatos de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki en Avellaneda, vuelven a aferrarse a las urnas para intentar que el odio de millones se transforme en millones de votos inertes. Al mismo tiempo, se matan entre ellos para tratar de ver quiénes se salvan. Después de que el pueblo volteó a De la Rúa y Cavallo con las jornadas del 19 y 20 de diciembre y tras el efímero reinado de Adolfo el breve, Duhalde vino a estafar la voluntad popular en todos los terrenos, incluido el tramposo llamado a elecciones. Internas abiertas sí, internas abiertas no, oficialistas y opositores quieren encontrar la fórmula mágica que los salve del hecho más relevante de la realidad nacional: que el pueblo no quiere verlos más ni en figuritas. Está visto que toda la corte de representantes políticos de los explotadores, y los jueces a su servicio, sólo pueden entender el lenguaje de la fuerza. Por eso el actual llamado a elecciones no es más que una trampa destinada a cambiar algo para que nada cambie. Y eso no mejorará por más que en lugar de votar sólo para Presidente, se elijan legisladores o hasta convencionales constituyentes. Toda la institucionalidad del Estado de los capitalistas es un chaleco de fuerza para atarnos a la voracidad de los que mandan de verdad (los Macri, Bulgheroni, Rocca, Fortabat, FMI, Repsol, etc.). Tampoco será una asamblea constituyente la que modifique la realidad del país y ni que hablar de un inútil plebiscito callejero como postulan ciertos sectores del llamado progresismo, sino la lucha transformadora de millones de voluntades que demos vuelta la tortilla, sin dejarnos marear por vanas ilusiones. Todo indica que es necesario profundizar el camino emprendido el 20 de diciembre. Si queremos que se vayan todos habrá que redoblar la movilización obrera y popular en las calles. Habrá que preparar, por ejemplo, una gran jornada de protesta, masiva y unitaria, el 20 de agosto, a ocho meses de la caída de De la Rúa. Y seguir trabajando para que millones y millones de explotados los hagamos abandonar sus madrigueras como las ratas chupasangre que son.
7 de agosto de 2002 |
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LSR - Liga Socialista Revolucionaria
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