Acerca de Fahrenheit 9/11
Moore redobla la apuesta con un film en el que no teme ridiculizar al extremo la figura del actual mandatario estadounidense. Esta frase encabeza el comentario impreso en el programa que reparten en el cine, sin duda redactado por la oficina de propaganda de la distribuidora, como muchos otros comentarios y críticas publicadas. De todas maneras, no deja de ser acertada, como también cuando afirma: Cuestiona la legalidad de la elección Muestra la manipulación mediática , etcétera.
Tratar de mostrar todo lo que pasó después de los atentados del 11 de septiembre y los motivos que tuvo el gobierno de los Estados Unidos para actuar como actuó, no es fácil. Michael Moore logra armar un complejo rompecabezas y parece no dejar aspecto sin tocar. Las relaciones empresariales de Bush con los sauditas. El reclutamiento de jóvenes marginados. La crudeza de la guerra con imágenes nunca vistas en televisión.
Fahrenheit9/11 es amena, impresionante, contundente y le gusta a todo el público que la va a ver. Si no me cree, véala; no se preocupe, le gustará. Tanta gente no puede estar equivocada; además, ganó la palma de oro en Cannes.
Bueno ese es el problema con este documental, conforma a todo el mundo. Es como en un supermercado ideológico, vas a la góndola que te interesa y comprás lo que te gusta. Cita por ejemplo a George Orwell, afirmando que nada cambia y que en todas las guerras mueren miles de pobres inocentes, se hacen grandes negocios y se consolida el sistema Sin lugar a dudas, si te agarran distraído llegás a la conclusión de que Moore está contra el sistema capitalista. También lo ves a Al Gore, candidato demócrata y presidente del Senado, golpeando el martillo para callar a los diputados negros que denunciaban el fraude por el cual él mismo había perdido las elecciones (¿Moore denuncia realmente a los demócratas?).
La lista podría ser larga pero es inconducente hacerla. A pesar de toda la información que da y todos los frentes de denuncias que abre, todo el documental trata de demostrar una sola tesis: George W. Bush es un idiota al servicio de Arabia Saudita.
Insisto, es un documental que vale la pena ver. Y es una buena forma de conocer la política de los Estados Unidos. Claro que si uno está medianamente informado sobre la política norteamericana, no verá nada nuevo. Y si uno logra analizar fríamente toda la información que presenta notará las omisiones de Mr. Moore.
¿Qué es lo que no muestra Mr. Moore? En primer lugar salvo una referencia aislada a Anthony Blair, no muestra el fracaso de los Estados Unidos al querer embarcar a las Naciones Unidas en su aventura bélica. Deja de lado el papel de una institución que, si bien no pudo justificar la presencia de armas de destrucción masiva en Irak, con su impotencia para detener la guerra, es funcional a la política norteamericana.
Por otro lado, no se muestra la conexión que tiene la invasión a Irak con el Estado de Israel, principal aliado político militar de los Estados Unidos en la región. Por la importancia de este acuerdo, por la magnitud de la ayuda militar de los americanos, por el carácter genocida de la política del Estado sionista hacia el pueblo palestino, no se trata de un detalle menor ni de una omisión sin importancia.
De esta manera, Mr. Moore con su tesis Arabia Saudita = Mal, induce a tomar una posición claramente racista y a pensar que los capitalistas sauditas son malos y los demás son buenos. Nada más alejado de la realidad y del marxismo, mal que les pese a los progresistas de moda.
N. TESTAVUOTA
¿Así que ahora Michael Moore es el gran teórico de la izquierda?
El punto débil del film es que apunta a que Bush prácticamente solo (junto con Cheney y algunos otros) es responsable de toda la maldad del mundo. Así como Bush hace de Bin Laden la personificación del mal, Moore usa el mismo método contra Bush.
Pero las políticas de Bush son la continuación directa de las de Clinton. Por ejemplo, no se puede echar la culpa a Bush por la reforma de la seguridad social. Además, el Acta patriótica (Patriot Act) había sido anticipada por leyes aprobadas por Clinton que hizo que la propaganda y ayuda económica hacia las organizaciones señaladas como terroristas fuera un crimen federal, etc., etc.
Bush sí cumplió con algo acá en Estados Unidos. Ha empujado hacia la izquierda a una enorme cantidad de gente que antes era indiferente a la política. El documental de Michael Moore es bastante pobre, pero las enormes filas de gente para verlo muestran una politización reciente.
Kerry sacará ventaja de ello, pero quienes voten por él esperarán que termine la guerra de Irak aun cuando sabemos que continuará con ella. Aquellos que voten por Kerry estarán votando por un hombre que ya no existe: el hombre que tiró sus medallas y denunció la guerra de Vietnam.
Sea quien sea que gane, creo que va a haber una nueva radicalización en los Estados Unidos.
EARL GILMAN (14/7/2004)
La belleza de un deporte es inversamente proporcional a la cantidad de dinero que gire en torno a él. Y cuánto dinero que mueve el fútbol; cada vez son más los millones de dólares, euros o yenes.
Veamos si esta hipótesis se verifica en otros deportes. En la Fórmula 1 se ha convertido en noticia que la Ferrari de Schumacher no salga primera. La abismal distancia entre el alemán y el resto de los pilotos se debe casi exclusivamente a cuánto vale la máquina que conducen.
Otro ejemplo: en el boxeo se conocen los vencedores antes de que comience la pelea. El mafioso Don King y las millonarias apuestas, son mucho más eficaces que los puños de cualquier boxeador. En ambos deportes el resultado es el mismo: el aburrimiento, la chatura y las ganancias millonarias para los capitalistas.
El fútbol quizá sea el que mejor expresa esta desagradable combinación. En los últimos años, ha recibido cataratas de inversiones y un pequeño gotero para suministrar su belleza.
Los dueños de la pelota
Ni San Martín, ni Bolívar, ni nadie. Como todo el mundo sabe, América del Sur fue liberada por la multinacional japonesa Toyota. Y por eso la copa de fútbol se llama Copa Toyota Libertadores de América.
Al igual que en todo negocio capitalista, en el fútbol existe una feroz competencia y una tendencia a la concentración. Los diferentes sponsors pelean por aparecer en los clubes o competencias más redituables. Los multimedios (ESPN, FOX, T&C) se sacan los ojos por tener los derechos de transmisión de los torneos más trascendentes y las potencias imperialistas pujan por organizar los mundiales en sus canchas. Los últimos tres mundiales se jugaron en centros imperialistas (Estados Unidos, Francia y Japón), al igual que el próximo (Alemania). Poco importa que ni Japón ni Estados Unidos sean países con tradición futbolera. Tampoco interesa que la sede del Mundial 2006 le debía corresponder a algún país americano u africano.
Eso sí, los tres mundiales resultaron un fiasco. Ninguno de sus partidos quedará grabado, por su buen juego, en la memoria de nadie. Si hasta tuvimos que ver una final del mundo definida por penales (Brasil-Italia).
Las empresas de Estados Unidos y Japón se han lanzado a copar un mercado redituable. Por eso todos los equipos más importantes del mundo reciben millones por realizar giras y exhibiciones por esos países.
La Liga Arabe no quiere quedarse de brazos cruzados y paga fortunas por contratar a estrellas (casi siempre en su ocaso) para sus torneos. Entonces Batistuta, como muchos, no lo duda: jugará, por montañas de billetes, en el impresentable torneo de Qatar, en vez de hacerlo en San Lorenzo.
Tráfico humano
Pocos negocios como el del fútbol son tan permeables al lavado de dinero proveniente del tráfico de drogas, o algún otro inmundo negocio capitalista. El punto es éste: ¿quién puede determinar cuánto cuesta tal o cual jugador? Si el Milan compra a un defensor mediocre en 50 millones de euros, quién dice que un mediocampista más o menos bueno no valga, por ejemplo, 100 millones.
Esto abre el camino a las más variadas especulaciones. Se realizan transferencias de jugadores que no hace mucho abandonaron los pañales o, directamente, se compran niños (por menos de veinte dólares) en los sitios más marginados del planeta y se apuesta a que alguno de ellos llegue a triunfar.
Un mafioso ruso, Roman Abramovich, compró al mediocre club Chelsea y lo convirtió, en pocos meses, en uno de los más poderosos. Entre los jugadores que pasaron por el club inglés está el argentino Verón que, en muy pocos años, movió más de 150 millones de euros en diferentes transferencias. Cuando Maradona fue comprado por el Barcelona de España, hace poco más de 20 años, pagaron por él menos de 10 millones y fue todo un acontecimiento. Hoy, ésa es una cifra irrelevante.
Miles de millones se lavan con el fútbol cada año. Y al joven futbolista argentino Cordone lo suspendieron y lo crucificaron por haber fumado un porro, sustancia que en nada incidía en su rendimiento deportivo.
Fútbol chatarra
¿Alguien donaría 50 millones de dólares para una exhibición, sin obtener nada a cambio y a riesgo de perder parte o todo el dinero?
Entonces, ¿por qué un equipo cedería a sus mejores futbolistas para jugar, por ejemplo, la Copa América o las Olimpíadas, a riesgo de que se lesionen o lleguen demasiado cansados?
Por eso, casi ningún equipo pudo tener a sus figuras en dichas copas. La Argentina y el hiperdesprestigiado Bielsa son la excepción. La lógica sería que la selección argentina gane todos los partidos por seis goles de diferencia y se lleve la medalla de oro. Pero vale recordar que las máximas figuras de Europa nada pudieron hacer con la humilde e inexperta Grecia en la pasada Eurocopa, una de las competencias más anodinas de los últimos años.
Hasta Los Simpsons le han dedicado un capítulo al fútbol y su actual chatura. Todos los torneos internacionales que se han jugado este año lo confirman y el futuro es nada alentador.
Donde no hace mucho decía: La mejor defensa es un buen ataque, hoy debe leerse: La única defensa posible es no atacar casi nunca. Nada importa el espectáculo, lo único significativo es no perder. Aunque con tanta fría especulación hayan asesinado al fútbol.
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